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level twelve

LEVEL TWELVE; BISCUITS

— MIERDA, MIERDA, MIERDA — esquivó a dos chicos que se quejaban mirando por las ventanas, corriendo hacia donde estaba realmente la Junta y no donde el cabrón de Niragi le había dicho para hacer que cruzara toda la Playa y llegara tarde—. Le voy a arrancar los piercings a golpes, ya verá ese... ¡Buenos días! — entró de golpe, sobresaltando a la gente ya sentada. El Sombrerero alzó las cejas con curiosidad, mientras que el capullo de Niragi comenzó a reírse por lo bajo disimuladamente. Pasó cerrando tras ella, y se dirigió a la silla libre que había ocupado anteriormente—. Tengo una excusa que os dejaría tiesos, pero para evitar peleas me limitaré a disculparme por no haber podido correr más rápido y por haber hecho caso a alguien a quien apenas le dan las neuronas para pasar el día — sonrió, sentándose y mirando a Aguni, el cual decía claramente con la mirada que no volvería a repetirse—. ¿Cómo iba la cosa?

— Acabábamos de empezar — informó Mira, con el cuaderno en mano y las cartas conseguidas frente al Sombrerero.

La disposición de la mesa era una mierda, sobretodo porque si ella se sentaba, eso significaba que había una persona de pie; y esa persona era Samura. Por orden, a ambos lados del Sombrerero estaban Ann por la izquierda y Yuzuryu por la derecha. Al costado de Ann, ocupaba un asiento Chishiya, y justo a su lado debía estar Samura, pero como nunca se sentaba, acababa ella con el culo en la silla y él justo detrás como su guardaespaldas personal. Enfrente de Chishiya estaba Mira, y enfrente de ella estaba Niragi, aún con cierto rastro de burla por la jugarreta que la había hecho. Justo frente al Sombrerero y cerrando la formación de la mesa, Aguni controlando a Niragi de cualquier cosa que pudiera salir de su boca.

No entendía como iban las cosas de peticiones, pero podría proponer conseguir una mesa más grande para que así todos tuvieran silla propia.

— Benditos dieces — murmuró el número uno, girándose para observar el panel de cartas. Quedaban varias de corazones, una de diamantes y varias de picas. De tréboles no había tanta ausencia, comparado con las picas o corazones—. Michiko, quién más cartas nos ha traído — se dirigió directamente a ella, y dejó de tratar alcanzar un platito con galletas que parecía que habían puesto.

— Supongo que sí — se encogió de hombros—. La carta más alta que he jugado ha sido... Uhm... ¿Podría ser un siete?— pensó, apoyándose en el respaldo de manera pensativa. Recordaba el siete, el seis...—. Mi error — chistó, señalando su cabeza—. Debe de ser los golpes en la cabeza, tal vez podría revisarme Ann, no es muy normal que me olvide de una matanza tan grande como el de un ocho de corazones.

— Corazones — repitió el Sombrerero.

— Sí, eso he dicho — dijo con obviedad, siendo rápida y cogiendo una galleta escondiendola en su regazo. Chishiya la miró directamente, mirando la galleta con diversión.

— ¿Cómo fue el ocho?

— Una matanza — partió un trocito de galleta, llevándoselo despacio a la boca y masticando disimuladamente. Niragi analizó lo que estaba haciendo, mirando las galletas y después apoyándose sobre sus codos para esconder la risa que le invadía—. ¿Alguno ha jugado alguna carta de corazones? Son increíbles realmente, me gusta ir sola porque como no conozco a nadie no me importa una mierda si se mueren o no — se giró, recordando que había jugado una carta de corazones con Samura en su tiempo de compañeros—. No te ofendas, tú eres la excepción — le guiñó el ojo exageradamente, y él simplemente la hizo un gesto para que girara la cabeza. Que expresividad—. Uhm, ¿cuál era la pregunta?

— Necesitamos aún el siete, nueve y el diez de corazones — señaló Yuzuryu con el brazo donde obviamente se veía como esas cartas no estaban tachadas—. Si el ocho fue tan complicado como dices, ¿qué podemos esperar del nueve y el diez?

Michiko hizo una mueca, olvidando la galleta y apoyándose igual que Niragi, pensando en qué decir. ¿Deberia decirles que probablemente perdieran a media Playa por un siete? Eso sería demasiado fuerte.

— No quiero sonar desalmada — empezó, pensando bien—. Pero si enviáis a gente a un juego de corazones de un número tan alto, tal vez vuelve uno con traumas para el resto de su vida — asintió con la cabeza ante la mirada de los ejecutivos—. Podéis enviarme a mí, me gustan las cartas de corazones. No soy inteligente para jugar a las de diamantes y me pongo en peligro en las de tréboles — comenzó a explicar—. En la última de tréboles acabaron atrapando mi trampa, me dieron una paliza y me tiraron escaleras abajo, fue muy heavy — asintió de nuevo, enfatizando su anécdota.

— Entonces Michiko se ofrece para buscar las cartas de corazones — concluyó Ann tras su interesante charla de relleno, haciendo un resumen de lo que realmente les interesaba. Volvió a recargarse en el respaldo llevándose a escondidas otra galleta, y comenzó a comer a escondidas escuchando los trucos que usarían para averiguar cuáles podrían ser de corazones y así no perder gente a lo loco.

— Es una paramilitar — cortó Aguni cuando sugirieron enviarla con gente de la Playa a jugarse la vida—. Los Paramilitares no vamos por individual.

Michiko se sintió tremendamente incluida, con la sensación cálida de tener al fin un lugar en el que te aprecian, como cuando tu madre se acuerda de tu comida favorita y te la prepara en tu cumpleaños, o cuando tu amigo pone tu canción favorita porque te conoce. A ella tan solo la prepararon pizza pepperoni por su cumpleaños antes de comenzar a entrenar, y la única persona que pudo considerar amigo fue su hermano Daichi, el único que se quedaba a su lado y la soportaba por más de dos horas sin mandarla callar o querer tirarla inmediatamente por una ventana con un bozal.

— Serán solo las cartas de corazones — trató de convencer Mira. Michiko volvió a mirar a Aguni esperando su decisión, pero se cruzó de brazos—. Michiko — ahora recurrieron a ella. Genial, ataquen a la que tiene la boca llena.

Tragó todo de golpe casi atragantandose en el proceso, y carraspeo para así hablar sin parecer estar muriéndose.

— Mi jefe ha hablado — alzó las manos, escondiendolas de inmediato debido a que tenía en una de ellas una mitad de galleta. Todos pudieron ver el dulce en ella antes de esconderla, y Ann llevó su mirada rápido a la bandeja, apenas notando que faltaban bastantes de las que había en un principio—. Los Paramilitares no somos individuales, yo solo acato normas.

Solo por eso, Aguni se olvidó del desastre de principio de reunión y la envió un pequeño asentimiento. Volvió a sentirse orgullosa, como cuando te felicitan por una buena nota en un examen o recibes una calificación alta en una competición.

— Seguiremos buscando las cartas y en cuanto se localice una de corazones Michiko será enviada con alguien más — propuso el Sombrero, aunque parecía ser la última oferta—. Sólo si esa carta es nueva.

Aguni asintió, por lo que ella también lo hizo.

— Tss, Chishiya – le susurró, ignorando como discutían sobre los suministros de agua potable que tenían hasta que tuvieran que conseguir más. Todos coincidían en que la lluvia había sido un factor favorable para así recoger agua de lluvia, regar las plantas y limpiar algo lo que ensuciaba la gente. Lo malo es que esto tenía a los jugadores descontentos por su falta de fiesta desbocada, pero ahí es dónde tendrían que intervenir los Paramilitares, controlando la situación y evitar conflictos por berrinches de niños pequeños.

— ¿Qué?

Ella se inclinó hacia él, y él estaba ya inclinado hacia su lado, por lo que quedó a centímetros de su oído acercandole una galleta a escondidas. Ann había quitado los dulces alegando que debía concentrarse en la reunión y no en lo que había en la mesa, pero había cogido otro par antes de eso.

— ¿Quieres una galletita?

Chishiya dudó, pero acabó extendiendo la mano. Michiko depositó la galleta despacio, y se limpió las migas sacudiendo la mano. Mientras de fondo escuchaba a Mira opinar sobre una salida en busca de más reservas, recibió un tirón de pelo y una patada por debajo de la mesa casi que al mismo tiempo. No sabía si regañar primero a Samura o a Niragi, por lo que decidió devolver la patada con más fuerza al que tenía enfrente y echar la silla hacia atrás haciendo que chocara con el tatuado.

— ¿Ocurre algo, Michiko?— preguntó Ann, habiendo escuchado el desastre que había armado en dos segundos.

Una excusa rápida y útil, una buena excusa.

— Necesito ir al baño urgentemente, la lluvia hace que tenga más ganas.

— Tercera puerta — señaló Mira. Sonrió de manera tensa sujetando las galletas contra su abdomen procurando que no cayera ni una miga, y pisó el pie de Samura cuando pasó por su lado, teniendo como resultando una mala mirada de su parte y un casi infarto de Ann, quién había visto esa muestra de agresividad y no estaba al tanto de la extraña relación de "amistad" que tenían.

A unos centímetros de la puerta, una galleta cayó al suelo revelando su tesoro completo, y acabó saliendo corriendo perdiendo otra por el camino.

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— ¿Pretendías robarme el pelo?— le persiguió—. Digo, no te juzgo, tal vez ya empieces a extrañar tu melena salvaje y quieras de mi bonito y cuidado pelo — lo echó hacia atrás, sonriendo como si fuera una de esas ricachonas presumiendo de hoteles y coches—. Ay, Samura, te tiraría del pelo si pudiera.

Siguió caminando por el pasillo con ella detrás como un perrito, causando un silencio allá por donde iban por respeto y miedo al conocido como Last Boss, con una fama de psicópata tétrico que causaría que hasta It* se lo hiciera en los pantalones.

— Deja de seguirme.

— Se supone que debemos controlar la situación, y como no pienso ir con Niragi o Aguni me uno a ti — se puso a su ritmo, caminando a la par suya—. ¿Me dejas la espadita? Quiero aprender a hacer eso que haces tú dando saltos como un mono.

— No.

— Venga ya, te recuerdo que yo te la di, legalmente es mía — insistió—. Y te recuerdo que el pago por los tatuajes está incompleto, se supone que ibas a ser mi súper compañero del alma y desapareciste por semanas ocultandote en este nido de rayas ninfomanas — acuñó ahora a hacerse la víctima—. Oh, Samura, eres la única persona en la que confío aquí, pero veo que no es recíproco, tal vez recurra a las drogas y el alcohol para ahogar mi soledad.

— Qué pesada.

Dispuesta para lanzar su discurso sobre lo ofendida que estaba, abrió la boca y se detuvo en medio del pasillo, deteniendo de igual manera al espadachín. Sabía perfectamente que Samura la apreciaba en el fondo, porque hasta ahora había sido el único que la había sacado de innumerables problemas, salvando su vida en dos ocasiones y cuidando sus espaldas como había hecho en la reunión, porque sabía que había tirado de su pelo para que disimulara porque Aguni miraba qué estaba haciendo a escondidas con el rubio. Nunca lo admitiría, bastante que no la había apuñalado ya por pesada, pero eran compañeros, y confiaba en él más de lo que confiaba en Aguni, el Sombrero o Chishiya, aunque nadie lo hiciera.

Por eso no se asustaba cada vez que la apuntaba con la espada como justo ahora.

— Oi, la tienes sucia — la apartó con el dedo índice—. ¿Hace cuanto no la limpias? Qué descuidado.

— ¿Sucia? — la miró atentamente, fijándose en el filo y hasta en el mango.

— Ajá —volvió a apuntarla creyendo que se estaba burlando de él —. Eres muy irascible, ¿lo sabías?

— ¡MICHIKO! — gritó Ann llegando corriendo sobre esos zapatos tan altos con los que iba a todas partes. Nunca la había visto moverse tan rápido, pero en unos segundos había tirado de su brazo alejandola tres metros de Samura y su amenaza nada peligrosa—. No volverá a pasar — parecía una especie de disculpa hacia el militar, mientras tiraba de ella por el pasillo—. Niña, ¿en qué estás pensando?

— Estaba haciendo la ronda que nos ha ordenado Aguni para controlar que no hubiera conflictos en el interior por la lluvia — citó literalmente lo dicho en la reunión casera de los Paramilitares, justo después de la de los ejecutivos—. ¿Por qué me has sacado así?

— ¡Te iba a matar! — exclamó con obviedad—. No entiendo como es que no temes a morir cuando juegas así con la paciencia de Last Boss y Niragi.

— Corrección, Ann —alzó el dedo—. Ellos juegan con mi paciencia, ¡por culpa de Niragi he llegado tarde!

— ¿Pero a qué juegas con molestar a Last Boss? Te estaba apuntando en pleno pasillo y te estabas riendo en su cara.

— Ah, no te preocupes por eso, desde que le di la espada siempre anda amenazándome así — restó importancia, mirando sus uñas—. Una vez trató de cortarme el pelo por bromear con el suyo.

Era tal vez demasiada información de golpe, y Ann seguía alucinando por lo que estaba escuchando.

—Entonces le conoces de antes — respiró casi que más tranquila—. Ten más cuidado, Michiko, no todo el mundo es como yo, otros directamente te habrían matado.

— Que tierna, Ann — puso voz ñoña—. ¿Soy tu dolor de cabeza favorito? Di que sí, me has cogido cariño.

Ann negó, y entró a su laboratorio estilo Frankenstein dejándola sola en pleno pasillo.

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[*Pennywise, el payaso bailarín, también llamado Eso (en inglés, It), es un personaje ficticio creado por el escritor Stephen King para su novela de terror It, en la cual es el principal antagonista y villano.]

𝗚𝗥𝗔𝗣𝗛𝗜𝗖 𝗔𝗥𝗘𝗔

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