Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

daisy

—¡Te dije que te mantuvieras callado!— le reprocho a Lorenzo, frustrada, mientras tiro una vez más de la puerta del yate—. George seguro está enfadado conmigo, ¿por qué no puedes prestarme atención un segundo?

—La verdadera pregunta es... ¿por qué mentiste? —me lanza sin inmutarse, observándome con calma.

—Oh, claro, porque la verdad suena súper creíble, ¿cierto? —respondo con ironía, rodando los ojos. Me cruzo de brazos, cansada de todo—. Oye, George, ¿sabes qué? Hice que Charles me fuera a buscar a mi casa, pero resulta que ahora estoy atrapada en el yate de mi exnovio, que no tienes ni idea de que es mi ex, porque rompimos la puerta sin querer. ¿Qué tal suena eso para ti, Lorenzo? —mi tono sarcástico es evidente, pero él simplemente se encoge de hombros.

—Muy tú —responde, como si fuera lo más obvio del mundo.

Sigo intentando abrir la maldita puerta, pero es inútil. El estrés empieza a acumularse en mi pecho, y Lorenzo, en lugar de ayudar, simplemente se ríe.

Lune, Charles va a llegar en cualquier momento. Relájate.

Lo miro con frustración, sin poder creer que él esté tan tranquilo, y eso solo lo hace reír más.

—Deja de reírte, no es gracioso.

—Tu cara sí lo es —replica sin dejar de reírse, y aunque trato de mantenerme seria, su risa es contagiosa. Me esfuerzo en esconder la sonrisa que se me escapa, pero al final cedo.

—Te odio —le digo, fingiendo estar molesta, mientras suelto una risa inevitable.

Me dejo caer en la mesa del yate, derrotada, y él se sienta a mi lado, empujándome suavemente el hombro como solía hacer cuando éramos niños.

—¿Qué? —le pregunto, mirándolo de reojo.

—Nada, hace mucho que no te molestaba —dice, con una sonrisa que no puedo evitar corresponder—. Así que... tú y George han vuelto —dice Lorenzo, pero esta vez su voz no tiene la ligereza habitual. Hay algo más ahí, algo que se esconde detrás de esas palabras.

—No... bueno, sí... —resoplo, sintiéndome atrapada en mi propia confusión. No puedo mirarlo a los ojos mientras hablo, porque tampoco tengo las respuestas—. No lo sé.

El silencio se instala entre nosotros, denso, como si ambos estuviéramos buscando las palabras adecuadas. Lorenzo, con la mirada fija en el suelo del yate, cambia de tono. Ya no es el chico despreocupado que siempre tiene una broma lista. Su voz se vuelve seria, casi melancólica.

—Yo creo que nunca terminaron —afirma en voz baja, sin mirarme, como si esa revelación fuera más para él que para mí.

Siento cómo mis hombros caen bajo el peso de lo que está a punto de decir. Lorenzo siempre ha tenido una forma especial de entender las cosas, de leer entre las líneas que ni siquiera sabía que estaba escribiendo.

Suspiro, intentando armarme de valor.

—Lorenzo, nunca quise...

—Lo sé, lune. Sé que no querías lastimarme —me interrumpe, su voz tan suave que apenas es un murmullo. Me mira por un segundo, lo suficiente para que pueda ver la tristeza que intenta esconder—. El corazón quiere lo que quiere, no es tu culpa.

Y esas palabras, aunque son dichas con calma, me desarman. No hay reproches en su tono, pero el dolor está ahí, escondido entre cada sílaba. Un dolor silencioso, el tipo que se acepta en lugar de combatir. Puedo ver lo difícil que ha sido para él llegar a este punto, aceptarlo sin quejarse, sin gritarme por todo lo que no pudimos ser.

—Realmente lo intenté, ¿sabes? —mi voz se quiebra un poco, y cierro los ojos, incapaz de sostener su mirada—. Por un momento, de verdad pensé que podíamos hacerlo funcionar. Que tal vez, con suficiente tiempo, con suficiente esfuerzo, yo podría enamorarme de ti como tú lo mereces.

Lorenzo no dice nada, solo escucha, como siempre ha hecho. Ese silencio me da permiso para continuar, aunque cada palabra duele.

—Pero George... —tomo aire, tratando de que mi voz no tiemble—. George siempre ha sido él. Pensé que sería un amor pasajero, algo que con el tiempo se desvanecería. Pero nunca fue así. Nunca dejó de estar ahí, en algún rincón de mi mente, como si siempre hubiera sido él.

Lorenzo asiente, como si ya lo supiera, como si siempre lo hubiera sabido. Y tal vez lo hizo.

—Brillas, lune —dice de repente, rompiendo el silencio de una forma que me deja completamente fuera de guardia.

—¿Qué? —pregunto, soltando una pequeña risa nerviosa, sin entender lo que quiere decir.

—Cuando hablas de él, brillas —me explica, sus ojos encontrando los míos por primera vez en lo que parece una eternidad. Su sonrisa es triste, pero genuina—. He visto esa luz en ti cuando mencionas a George. No puedes evitarlo. Creo que tú lo haces menos idiota, y a cambio, él te hace brillar.

Sus palabras me golpean con una intensidad que no esperaba. Hay un nudo en mi garganta que crece, y de repente, cualquier cosa que podría decirle se siente vacía, insuficiente. ¿Cómo le explicas a alguien que, a pesar de todo, él no fue suficiente, pero no porque no lo intentaras o porque él no fuera bueno? ¿Cómo le dices que lo quisiste, pero no de la manera en que él merecía ser querido?

—Lorenzo... —susurro, sin saber qué más agregar. Él lo entiende. Siempre lo ha entendido.

—Lo sé, Daisy, lo sé. Pero si he causado problemas entre ustedes puedo hablarle a George y... —empieza, pero lo interrumpo antes de que termine.

—No, zon, no es necesario. Yo puedo arreglarlo —le digo, apoyando mi cabeza en su hombro, buscando un poco de consuelo—. Además, ni él te cae bien ni tú le caes bien. No vamos a engañarnos.

—¿Por qué no le caigo bien? —pregunta con una mezcla de curiosidad y humor—. Creí que no sabía que habíamos salido.

—No lo sabe, pero tiene la teoría de que siempre has estado enamorado de mí, desde que salía con él —le explico con una sonrisa cansada.

—Oh...

—Lorenzo... —lo advierto cuando veo la dirección a la que esto se dirige.

—Demasiada cursilería por hoy —dice rápido, cortando el momento antes de que se vuelva demasiado sentimental—. ¿Estás emocionada por la carrera? Sé cuánto te gusta estar aquí.

—Sí... en Mónaco todo tiene una vibra distinta —susurro, mientras miro mi teléfono y vuelvo a llamar a George sin éxito. La frustración se acumula en mi pecho una vez más.

De repente, escuchamos ruidos del otro lado de la puerta y nos miramos esperanzados. Charles y Arthur finalmente la abren.

—¿Qué están haciendo ahí dentro? —pregunta Charles con una mezcla de incredulidad y diversión en el rostro.

—Hemos estado aquí por dos horas, Charlie —respondo, cansada.

—Y te hemos estado llamando esas dos horas, a ambos —agrega Arthur, mostrándonos su teléfono con un gesto divertido.

—Oh... es cierto —admite finalmente, dándose cuenta.

—Bueno, muero de hambre —se queja Charles—. Charlotte y yo preparamos sándwiches. Vengan.

Horas después, sigo en el yate, mirando el sol ponerse mientras los chicos juegan a las cartas adentro. El aire fresco de la tarde me calma, y cierro los ojos un segundo.

Belle —me llama Charles desde atrás—. Pierre está de camino a Mónaco.

—Charles... —digo con un tono de advertencia—. No me regañes, ¿está bien? —se defiende rápidamente—. Es lo que hacemos. Alguno está mal, y los demás vamos por él sin importar dónde estemos. Además, se iba a poner celoso si no sabía que estábamos aquí sin él.

—Estoy bien, en serio. No tienen que preocuparse por mí.

Charles se sienta a mi lado, mirando el atardecer.

—Lorenzo me contó lo que pasó con George —dice, sin rodeos.

—Es un chismoso —me quejo, intentando esquivar el tema.

—No, porque tú no ibas a contarme nada.

—No es importante —susurro, como si al decirlo en voz baja pudiera restarle valor.

—¡Claro que lo es! —insiste Charles—. El día que creas que tus problemas son dignos de contar será el día que me retire de la Fórmula 1.

Río ante su comentario, pero sé que no bromea. Me encojo de hombros, mirando los últimos destellos del sol.

—Siempre te salvaremos de la casa embrujada, belle, no importa qué tan complicado se ponga —dice, su voz suave pero firme.

Mi corazón se aprieta con esas palabras. No puedo evitar pensar en cómo, a pesar de todo, siempre termino aquí. Con ellos. En familia. Y aunque no sean mi familia de sangre, son la que elegí y no puedo sentirme más agradecida por eso.

—Sé que lo harán. 


holiss, cómo andan??
Charles y Pierre son quienes le dedican Seven a Day por si no lo notaron, son unos tiernos <3

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro