Este mundo es mucho más retorcido de lo que algunos piensan.

Decidí ir a ninguna parte, irónicamente, esa sería la salvación que me llevaría a la libertad, sin embargo, estaba en una total equivocación.

"Él no era un suicida, era un Ángel triste que deseaba regresar a su hogar."

En clase de mitología nos habían enseñado esa frase sobre un enviado por Dios para guiar a los humanos en este mundo que ha roto las reglas que él nos impuso para vivir en armonía. Pero el Ángel, quien compartía los pensamientos de su Señor, no soportó la crueldad de los humanos, terminando por suicidarse.

Yo estoy muerto. Y confirmo con gran pesar, que esta historia no era más que eso. Porque no hay tal cosa como los Ángeles.

Creemos que la muerte es una liberación de la vida terrenal. Para los religiosos, perecer nos llevará a una vida espiritual eterna. Pero de todo eso, la única parte que es verdad es que el espíritu queda.

—Hanako-san, Hanako-san, ¿estás ahí?.

No muchos humanos pueden verme, ni yo a ellos. A diferencia mía de que si puedo, es porque este nombre que se me ha sido otorgado, se siente ajeno a mi, pero a la vez, es como si fuera lo único que conservo y a lo único que puedo aferrarme.

La puerta se abre entonces, finjo una sonrisa y me levanto el retrete para ver a mi invocadora, sin embargo, esta no me puede visualizar.

—Vaya farsa...

Y se va. El sonido de la puerta retumba en mis oídos, no puedo hacer más que murmurar un lo siento y volver a sentarme en "mi trono" con un suspiro.

Todos vienen a mi buscando deseos, creen que alguien muerto puede cumplírselos, pero nadie pasa de ver más allá de la puerta que se abre sola, porque soy invisible.

Quisiera gritar que celebren, tienen más de cinco años de vida asegurados más o menos. Pero seguirán frustrados. Sus deseos han de ser inalcanzables para simples mortales al recurrir a alguien que tomara algo preciado de ti a cambio.

Miré la palma de mi mano, Haku-Joudai se posó sobre esta y sonreí acariciándolo.

—Y ahí se va una más...

Yo me suicidé.

La muerte no fue una liberación, pues terminé preso dentro del cubículo de un baño, a la merced de los humanos como un genio cumple deseos.

Estoy aburrido, últimamente no hay nada interesante y salir a pasear a los pasillos de esta escuela es más deprimente. Al menos aquí encerrado, puedo imaginar que vivo en un gran castillo, lleno de comodidades. Pero al salir, la impotencia se adueña de mi al tener justo en frente los límites que me tienen confinado y que sin importar qué, no podré romperlos.

¿Cuándo terminará esta agonía?, no siento nada, pero al mismo tiempo lo siento todo. Es un sentimiento agridulce que me ha invadido desde aquel día.

Me paré y salí, asomándome por la ventana. La Luna se pondrá pronto, las clases han terminado, un día más aquí y me queda poco tiempo para contemplar el cielo con el que creí que podría volar al ser un Ángel.

Los humanos no tenemos el privilegio en convertirnos en aquellas criaturas majestuosas, después de morir y que nuestros cuerpos se pudran para ser alimento de gusanos bajo tierra, nuestras almas están encadenadas a este mundo. Porque todos siempre albergaremos algún sentimiento de arrepentimiento mientras existamos.

Quiero romper este círculo... Dejar de basarme en reglas. Yo morí para ser libre. No para volverme Hanako-san del baño.

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Al día siguiente tuve que exparcir mis rumores tomando una forma humana. No era muy difícil siendo un misterio escolar.

Todos se decepcionan y necesito crear nuevas cosas para no morir y me sigan visitando.

Termino el día exhausto y regreso a mi hogar, me reciben unos Mokkes que se iban corriendo con seguramente, por lo que pude ver, un pequeño maletín de cosméticos. Dos muchachas se fueron corriendo gritando que no encontraban su maquillaje.

Me recargué en el barandal de la ventana y escuché unos pasos acercándose, la puerta se abrió y una muchachita de ojos grandes se asomó, vi que temblaba con cierto temor.

No fue difícil descifrar a que venía y rápidamente entré a mi cubículo, esperando a ser invocado.

—Hanako-san, Hanako-san, ¿estás ahí?

Suspiré, acomodé mi gorro y con una sonrisa, tomé la puerta del cubículo para abrirla.

—Hiii~

Me sentía con ánimos de repente. Ver la timidez de esta muchacha me hizo recordar quién soy.

Una aparición.

Si quiero ser libre, debo expiar mis pecados haciendo mi trabajo.

Quien diría, que al final quien trabajaría conmigo sería ella y no yo.

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→A partir de aquí ocurre toda la historia que conocemos.

     →Los mokkes mencionados siguen en su forma normal, ya que su rumor fue cambiado después de que Ndne y Hanako forman su contrato.

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