Puedo decir que tu suéter negro ya no es mi favorito, porque se lo diste a ella.

Ridículo, ¿no?

Se lo prestaste, y hasta ahora no te lo ha devuelto. Hoy se lo vi puesto mientras caminaba a tu lado cuando iban tomados de la mano, como una pareja feliz, una pareja envidiada, una pareja... Enamorada.

Estoy dolido, como cada día desde que descubrí que estaba enamorado de ti, desde hace cinco años. Soy masoquista. Soy un idiota. No sé por qué sigo así.

Me repito constantemente que no debería ni siquiera pensarte. Tú tienes una especie de novia, aún no lo es, pero lo será, lo sé. Te delatan los nervios que tienes cuando estás con ella o las muchas veces que me has pedido consejos para enamorarla.

En cambio, yo tengo... Ni siquiera sé si tengo amigos. Mis días se basan en estar contigo todo todo el tiempo, aguantar tus momentos cursis con tu novia, desear ser yo en lugar de ella y, finalmente, escapar de todo eso cuando por fin tenemos que regresar a casa, borrando todo rastro de fingida felicidad de mi cara.

Sí, he creado la sonrisa perfecta. Esa sonrisa con la que puedo evadir preguntas inútiles que lo único que consiguen es bajonear más y más mis ánimos.

Joder, ahora estoy más deprimido. Me siento solo. Me siento una mala persona.

Era una faceta de la que ni siquiera yo estaba del todo consciente. Sabía que existía, más no que saldría a la luz por una situación como esta.

Minho, sé que la amas, y sé que ella es un ángel, pero no puedo evitar desear aquello que no poseo, no puedo evitar querer verla muerta cada vez que te besa y disfruta aquello que yo quisiera disfrutar, y toca aquello que yo quiero tocar, y ama... A aquello que no lo hace conmigo.

Sentí por un momento que me refería a ti como un objeto, sentí por un momento que estaba compitiendo con ella en algún tipo de carrera, y me es bastante gracioso, porque tengo todas las de perder, ya que, nunca fui bueno en los juegos, y lo sabes, siempre perdí, siempre fracasé.

En el juego y en el amor.