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ꜱɪʟᴇɴᴄɪᴏ


No sé en qué momento ocurrió, pero apareciste frente a mí cuando caminaba en el centro comercial. Nuestro encuentro fue inesperado, ni siquiera tenía planeado estar más de una hora fuera de mi casa, pero me fue imposible negarme a la sonrisa que me regalaste.

Tomaste mi mano y me llevaste a jugar a esos locales que acostumbramos a ir de jóvenes, también me invitaste el almuerzo, comimos juntos unas hamburguesas, y por último caminamos por el parque cuando ya estaba atardeciendo.

Sin embargo, y por mucho que quise, no hablé, no hablamos. Todo fue completamente extraño. Apareciste e hiciste todo lo demás, sin decir mucho. Nuestra comunicación era casi telepática, decías monosílabos o algunas frases referentes a lo haríamos después, y yo asentía o negaba en completo mutismo.

Supiste convencerme y hacerme quedar a tu lado.

El silencio predominó el ambiente, era nuestro fiel acompañante.

No éramos dos, éramos tres contando el silencio.

Y me asustaba. Me ponía nervioso. Ansioso. Y me mordía los labios acallando todo rastro de temor.

Por más que quise negarlo, lo disfruté, por supuesto que iba a hacerlo, estaba contigo. Y estar contigo es como tener el mundo girando por mí.

— ¿Estás con Félix? — Tú pregunta me tomó por sorpresa, no entendía por qué te importaba, tampoco lo que pretendías hacer con esa información, y mucho menos por qué lo decías, ya que, yo estaba en algo con BangChan y creía que era obvio para todos, aunque no fuera cierto.

Desde hace ya bastante tiempo habíamos dejado de besarnos o ir más allá de nuestra relación de amistad, fue algo que se dio naturalmente y del cual, ninguno puso objeción, más, por alguna razón, decidimos mantener esa fachada de "pareja que aún no se formaliza, ni tampoco lo hará".

— No.

Mi respuesta fue corta y precisa. Incluso me reiteré en volver a contestar, pero preferí quedarme callado.

El silencio era algo que siempre he controlado. Algo que, sin importar qué, permanece a mi lado.

— ¿Estás con BangChan? — Volviste a reiterar.

— Sí — Contesté de inmediato.

Luego de unos segundos, que para mí fueron como horas, asentiste con la cabeza y volviste a formar con tus labios una brillante sonrisa.

No volvimos a hablar después de eso y nuestros caminos se separaron en el semáforo a una esquina de mi casa.

Me pregunto, ¿qué está pasando?

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