ᴅɪᴀʀɪᴏ ²
Caminé a paso lento hasta llegar a tu lado y me puse frente a ti. Hoy es nuestro último día en la universidad, y como acordamos nos encontramos en el pequeño y solitario parque frente a ella.
No pude evitar pensar que me diste momentos complicados en lo que va del año hasta hoy — el día que debíamos celebrar nuestro último día de estudiantes universitarios —. Fue difícil y un completo martirio ignorante durante la ceremonia, quería gritar que te detuvieras.
Sentía tus ojos sobre mi espalda todo el tiempo, me sonreías por cada mirada fugaz que te daba y no parecía haber otra persona en el mundo que no fuera yo, era sofocante.
E hipócritamente me gustaba.
Ni al momento de recibir los diplomas quitaste tu vista de mí, tú familia estaba celebrando, gritando: ¡Felicidades! llenos de orgullo y tú no apartabas tus ojos de mí, lo que me hacía sentir nervioso y algo ansioso por tus acciones tan... extrañas.
Aún estoy confundido por lo impaciente que te veías, pero me sentí poderoso en ese momento. Tú centro de atención era hacía mi persona, no tu novia, quien, por cierto, no vi a tu lado.
Pero, pese a eso...
Por primera vez fui yo, no ella.
Nos miramos en silencio por un largo rato. No sabía cómo empezar, y te vi muchas veces querer intentar decir algo, más te quedabas callado y desviabas la mirada frustrado por no saber iniciar. Lo entiendo: No es fácil, nunca lo sería después de tanto tiempo, jamás lo será al saber lo que siento.
Sin embargo, no eres tú quien debería estar tan nervioso, después de todo, quien sufre por ti, soy yo.
No quiero sonar déspota, tú también debes sufrir, pero recuerda que te veo a cada instante, a todas horas y siempre te estás a su lado: sonriéndole, abrazándola y queriéndola.
En ningún momento te he visto mal, cuando estás con ella no hay rastro de tristezas o angustias, no hay malas caras, tampoco creo haya mentiras.
Y sé que personas como tú y como yo pueden fingir una sonrisa para acallar sus sentimientos y las palabras innecesarias de las personas, pero cada vez que te observo, tus ojos, se ven alegres, hipnotizantes, brillantes.
Tan llenos de ese amor que no podrías darte.
— Habla.
Yo comencé, no de la mejor manera, mi voz sonó temblorosa y ruda. No era mi intención, sé que tenía que controlarme, pero mis nervios me traicionaban, e incluso pensé en disculparme, pero preferí quedarme en silencio, evitando decir otra tontería.
Por favor entiéndeme, no sé cómo actuar, eres demasiado, para mí, y para el mundo, porque, siendo sinceros, todos lo saben: tú eres mi mundo.
Comencé a pensar que está sería nuestra última conversación, y vaya... El tiempo pasa volando, estoy impresionado, tantos años siendo amigos, tantos años enamorado, muchos años sufriendo, llorando y autoconsolándome. Que gran lucha fue la que tuve hasta ahora.
No sé si sentirme orgulloso.
Me di cuenta que me perdí por un hombre y malgasté mi tiempo pensándote.
¿De verdad lo malgasté? ¿Debí haber hecho más? ¿Tendría que haberme alejado cuando tuve la oportunidad? ¿Mi tiempo realmente fue malgastado por pensar constantemente en ti? No ha pasado un día que no deje de preguntarme eso.
Es decir, ni siquiera había recordado mi propio cumpleaños, supongo que tú tampoco lo recordaste.
¿Puedes creerlo? No recordé mi maldito cumpleaños por pensar que mi mejor amigo se enamoraría de mí.
BangChan llegó unos días después a mí pequeño departamento, junto a un tímido Félix, y una torta en manos completamente apenado por no saber esa importante fecha. Y es que no me importaba mucho, no era de celebrar mis cumpleaños ni mucho menos, pero ellos no quisieron un: «Estoy bien así», como respuesta y me llevaron al cine para ver la nueva película estrenada y luego a comer pizza, alegrando como nunca ese día.
Fui feliz por no tenerte en mi mente, creo.
Me di cuenta que estaba perdiendo la cabeza, me estaba haciendo a un lado, te ponía como prioridad y eso no estaba bien.
La prioridad debería ser yo. No importa el sufrimiento. No importa el dolor. Era yo y solo yo. Y joder, me arrepiento de haberte sufrido sin llegar a amarme a mí mismo.
Lo único que hacía era tratar de evitar pensar en ti, porque te recordaba a cada segundo. Aún lo hago, no creas que te he olvidado — quiero reírme porque pude hacerlo negado —, pero no había caso.
Te quiero porque te quiero, y no te olvido porque no puedo
Me miraste cohibido — era nuevo para mí ver esa faceta tuya — y abriste la boca comenzando tu discurso.
Inhale y exhale. No estaba listo.
Las palabras que dijiste en un principio no las escuché, estaba demasiado ocupado mirando tu nerviosismo y tratando de controlarme.
Estoy buscando no extrañarte y tan solo olvidarte.
Quería que termináramos esto rápido, quería largarme para llorar el fin de nuestra amistad. Pero parecía que todo ocurría con lentitud, parecía que cada palabra que decías la pronunciabas en cámara lenta, parecía que querías alargar el tiempo.
Me mordí el labio inferior con inquietud. Iba a detenerte, quería que acabarás con lo que sea que estabas diciendo. Y comencé a pensar en las palabras que estabas diciendo, quería atenderte, pero tenía un pitido en mis oídos que no me permitía escuchar con claridad lo que tus labios pronunciaban.
¿Me dirá que me extraña? ¿Me dirá que se aburrió? ¿Querrá explicaciones? ¿Busca respuestas? ¿Insistirá conmigo? ¿Tendrá fe en nuestra amistad?
No obstante, todo lo que en algún momento creí que me dirías, se fue a la mierda, luego de que con tu voz temblorosa me dijeras esas tres malditas palabras.
— ¿Qué dijiste? — Te volví a preguntar mirando el sonrojo que tenías en tus mejillas.
Parecía un tonto ahí parado sin decir nada con la boca abierta, y es que no sabía qué decir, estaba... sorprendido. No. Era mi mucho más que eso. Y sentí que mi corazón se detuvo por un momento.
Esto no es cierto.
Por tanto, tiempo quise que me quisieras, por tanto, soñé con estar contigo, por tanto, tiempo te amé... Y vienes de la nada a decirme eso.
Esto no puede ser cierto.
— Me gustas, Jisung.
Debes estar mintiendo. No te creo.
FIN.
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