Ha pasado mucho tiempo, veinte días para ser exactos, y en ningún momento me has mirado o hablado. No te has acercado como creí que lo harías, ni me has extrañado — o no parece —, como anhelaba que hicieras. Me pregunto de nuevo: ¿Hice mal?

Nuevamente me decepcioné de algo que no esperaba.

Sé que el alejamiento fue de parte mía desde un principio, sé que fui yo el que lo decidió así, pero... ¿De verdad no puedes luchar siquiera por mi amistad? ¿Qué tan poco soy? ¿Tan poco valgo?

No sé qué hacer, en mis pensamientos sigues tú, mi corazón sigue latiendo por ti, y mis manos anhelan volver a tocarte. Y sin importar cuanto te ignore o me ignores, no podré cambiarlo.

Y, nuevamente, me lastima.

Me lastima el hecho de que tú puedas vivir sin mí. Pero yo no sin ti.