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Final


— Me gustas, Jimin. 

Las palabras emergieron de mi boca con una mezcla de temor y dulzura, como si fuera un susurro tímido en medio de un silencio abrumador. Los nervios seguían presentes, apoderándose de mí y alimentando las preguntas e inseguridades que inundaban mi mente. 

Con cada segundo que pasaba, mis ojos se mantenían fijos en su reacción, pero lo único que pude percibir fue cómo sus manos temblaban y sus ojos se llenaban de lágrimas a punto de desbordarse.

— ¿Jimin? — mi voz sonó cargada de preocupación y desconcierto. El nudo en mi estómago se apretó aún más al no comprender qué estaba sucediendo. Me dolía ver cómo luchaba internamente, cómo sus dudas y miedos parecían consumirlo de una manera tan palpable.

Quería acercarme a él, ofrecerle consuelo y comprensión, pero temía que cualquier movimiento fuera incorrecto y empeorara la situación. Me sentía impotente, deseando poder entender y aliviar su dolor.

Háblame, estoy aquí, estoy para ti

Sus puños apretados mostraban la tensión que sentía, sus uñas clavándose en la palma de su mano como un intento desesperado de canalizar la ansiedad que le abrumaba. Y sus labios, ligeramente lastimados por el constante mordisqueo, eran el reflejo visible de la angustia que te invadía.

Suspiré, sintiendo cómo mi confianza se desvanecía y daba paso a una preocupación abrumadora. No sabía qué decir o cómo consolarlo, me sentía un completo inútil.

¿Tan malas fueron las noticias? ¿Me equivoqué de nuevo? 

Inmediatamente lamenté haberme confesado. Habría sido mejor guardar silencio. ¿Realmente valió la pena revelarte lo que había mantenido oculto en lo más profundo de mi corazón? 

Un nudo de angustia se apretó en mi garganta, haciéndome sentir una opresión asfixiante. Cada vez más, la sensación de haber cometido un error grave se arraigaba en mi ser, como una sombra persistente que no podía sacudir. Los pensamientos de arrepentimiento se mezclaban con preguntas sin respuesta, y mi corazón palpitaba con una mezcla de ansiedad y remordimiento.

Cada latido de mi corazón susurra tu nombre en medio de la tristeza.

Sabía que no era una buena idea. Ahora, no había oportunidad de recuperar ni siquiera nuestra amistad.

Por favor, Jimin, dime algo

Jimin, estoy aquí, sigo aquí

Estoy esperando desesperadamente alguna señal, alguna respuesta que me ayude a entender lo que está pasando. Necesito saber si de nuevo lo he arruinado todo.

Sin embargo, y contrario a todo lo que esperaba, noté que comenzaba a reír, una risa extraña y confusa. La situación me dejó aún más perplejo, incapaz de comprender lo que estaba sucediendo. Entre sus risas, sentí un llamado desesperado, una indirecta que no lograba descifrar. Pero, ¿por qué tendría que decifrarlo? ¿Qué intentaba decirme? ¿Qué buscaba? 

La confusión y la angustia se apoderaron de mí. Me encontraba en un estado de desconcierto total, sin saber cómo reaccionar o qué hacer para enmendar la situación. Solo deseaba poder retroceder en el tiempo y deshacer todo este desastre.

¿Se está burlando de mí? ¿Se está burlando de mis sentimientos?

Intenté acercarme un poco más, esperando que notara mi presencia y se diera cuenta de que estaba allí. Pero parecía que, tanto su risa como el dolor que comenzaba a percibir, se intensificaba cada vez más. 

No entendía lo que estaba sucediendo con Jimin. No lograba comprender el trasfondo de su risa y sus lágrimas. Me sentía perdido y desorientado frente a esta situación a la cual no sabía poner fin.

— ¿Esto es alguna especie de broma, Jungkook? — su pregunta, acompañada de la expresión en su rostro, me hizo sentir diminuto. Sus lágrimas continuaban rodando por sus mejillas, sus ojos seguían reflejando un dolor que no podía comprender de dónde provenía.

Guardé silencio, sin poder encontrar las palabras adecuadas para responder. Su pregunta fue como un golpe directo al corazón. ¿Era tan difícil de creer? ¿Era tan malo lo que sentía por él?

— Jungkook... — su susurro apenas audible resonaba en mis oídos —. ¿Qué estás haciendo? ¿Qué me estás diciendo?

No sabía cómo responder. Me encontraba en una encrucijada, luchando por encontrar las palabras adecuadas para explicar lo que estaba sintiendo. Pero antes de que pudiera siquiera intentar responder, soltó un bufido de frustración, dejándome aún más perplejo y sin poder encontrar una respuesta coherente.

Estaba atrapado entre la necesidad de explicar mis sentimientos y el miedo a arruinar el recuerdo de la amistad que habíamos tenido.

— Jimin, mierda... — dije, sin saber cómo continuar adecuadamente. Sentía la urgencia de expresar lo que había mantenido oculto por tanto tiempo —. Me has gustado por tanto tiempo...

El silencio llenó el espacio entre nosotros, creando una tensión palpable.

Y entonces, reuniendo el coraje que me quedaba, añadí las tres palabras que definían todo lo que sentía: — Te amo.

Y antes de que pudiera si quiera procesar el hecho de que había confesado por completo lo que sentía, él gritó:

 — ¡Mentira! ¿Cómo puedes venir a decirme eso después de todo lo que he pasado? ¿Cómo demonios debo aceptarlo? ¿Tienes idea de lo que haces en mi corazón? ¿Sabes lo horrible que es tener un dolor constante en el pecho? ¿Sabes todo lo que has hecho? ¡Estoy cansado! No quiero seguir sufriendo. ¡Todo este tiempo perdido! ¡Todas las lágrimas derramadas! ¡La opresión en mi pecho! ¡La asfixia en mi cuerpo! ¿Cómo puedes?

Hubo un silencio, uno en el que pude sentir la tensión palpable y nuevamente la confusión se apoderó de mí.

— Por supuesto, no tienes idea... — volvió a hablar —. Tú no sabes nada... — sus labios temblaron mientras sus palabras salían entrecortadas —. Nunca te lo dije. No puedo culparte... Lo siento.

Jimin cayó de rodillas en el césped, continuando con sus lágrimas.

La confusión se apoderó de mí mientras observaba su dolor. Quería entender qué estaba pasando, por qué se sentía así. Me arrodillé a su lado con cautela, sin querer invadir su espacio, y comencé a acariciar su espalda en un gesto de consuelo.

— Jimin, ¿estás bien? — Mi pregunta era estúpida, era evidente que no estaba bien, pero fue lo primero que salió de mis labios en un intento desesperado de entender lo que estaba sucediendo. —. ¿Qué pasa?

A veces, el amor trae consigo la tristeza más profunda, y ese es el precio que estoy dispuesto a pagar por amarte.

Sus lágrimas se mezclaron con una sonrisa, mostrándome una faceta completamente distinta.

Ojalá supiera cómo renunciar a ti.

— Eres un idiota — dijo, y pude percibir un atisbo de humor en su voz a pesar de la tristeza que aún lo embargaba.

 — Jim-

— ¿Cómo no sabías que también me gustas?

A pesar de ti, de mí y del mundo que se resquebraja, yo te amo.

 — Ji-Jimin, ¿cómo...?

Sin previsto, una sonrisa se expandió por mis labios, como un rayo de sol en un día nublado. En ese instante, una sensación de confianza se apoderó de mí, como si todos los miedos se hubieran desvanecido.

La realidad de que Jimin compartía mis sentimientos era como un sueño hecho realidad. Cada latido de mi corazón resonaba con una mezcla de incredulidad y euforia.

¡Le gusto a Jimin! ¡Realmente le gusto a Jimin! Esas palabras retumbaban en mi mente, llenas de felicidad y emoción. 

— Es demasiado para mí — susurró Jimin lentamente apoyando su espalda en unos de los árboles de los árboles del pequeño parque —. Me duele la cabeza, no... No me siento bien.

Imité su acción, deslizándome con suavidad para sentarme a su lado, sintiendo el impulso irrefrenable de abrazarlo, pero ejercí un control sobre mis emociones. En silencio, ambos nos sumergimos en la contemplación del cielo azulado.

— Jimin, tal vez fuimos unos idiotas — mi voz ciertamente no era la mejor, pero traté de aligerar el ambiente —. Mierda, yo te gusto.

Jimin dejó escapar otra sonrisa, y decidí seguir hablando.

— ¿Por qué? — pregunté con curiosidad genuina —. ¿Por qué no me lo dijiste antes?

— ¿Por qué no lo dijiste tú primero?

Una pequeña risa escapó de mis labios, reconociendo la ironía del momento.

— Touché.

¿Cuánto pudimos habernos ahorrado?

¿Cuántas lágrimas pudimos no haber derramado?

— Tenías novias, Jungkook — comenzó él, de repente —. Al principio, pensé que era solo un enamoramiento pasajero, ya sabes, un simple crush que suele suceder entre mejores amigos, al menos eso dice Google — lo sentí nervioso, tartamudeaba —. El punto es que, al principio no lo tomé en serio. Me convencí a mí mismo de que eventualmente pasaría, que todo se resolvería, pero no fue así... — Inhaló profundamente antes de continuar —. Todo empeoró: mis sentimientos, mis miedos, y lo que supuestamente era temporal, duró más de cinco años.

— Mierda, Jimin — mi voz sonó demasiado crédula —, eso...

— Y tú... — interrumpió antes de que dijera más —. ¿Cuándo te enamoraste de mí?

— Honestamente... no lo sé — dije después de un silencio —. Tal vez desde siempre — sonreí — No creas que es una exageración — mi voz sonó suave, impidiendo que dijera alguna palabra —. No te tomes esto a la ligera. Me has gustado desde hace mucho tiempo, Jimin.

Suspiré, con miedo.

— También quiero que me escuches — susurré, tragando saliva —. Tengo miedo. Siempre he sentido miedo. Hay un temor, un terror que recorre todo mi cuerpo y no sé de dónde viene. Puede haber sido por tantas cosas que experimenté cuando era pequeño, o tal vez fue el rechazo constante que presencié. No lo sé. Hay algo que me impide ser quien realmente soy, y nunca pude liberarme de ello. Simplemente me rendí y acepté ese destino, esa oscuridad, esa soledad.

Tomé aire y sonreí, buscando las palabras adecuadas para romper el silencio entre nosotros.

— Tú eras solo un chico más al principio, es cierto, pero había algo en tus ojos, algo en tu mirada, en la forma en que hablabas... que me cautivó. Me enamoró. Conseguí olvidar mis miedos a tu lado, y lo más importante, me permitiste ser yo mismo, sin restricciones. Fuiste la persona que me mostró lo que es la verdadera libertad, la única que me hizo experimentar una felicidad genuina.

Hice una pausa, sintiendo que había dicho lo que necesitaba decir, y lo observé por unos segundos.

— Recuerdo el día en que te conocí, estaba en la secundaria. — Dije, un suspiro escapando sin querer.

— Y desde entonces, he estado a tu lado. — Respondió Jimin, su tono suave pero lleno de una sinceridad que me tocó.

— Debo admitir que fue realmente embarazoso para mí. No sabía cómo acercarme, no sabía qué decir, hasta que...

— Derramaste tu jugo en mi camisa. — Me interrumpió, esbozando una sonrisa juguetona, como siempre.

— Sí, fue una excusa tonta, pero al menos aquí estamos, ¿no? — Respondí, sonriendo con una mezcla de nostalgia y cariño.

— ¿De verdad era solo una excusa? — Preguntó con un atisbo de curiosidad en la voz.

— Solo una excusa — confirmé con una sonrisa. — Quería acercarme, iniciar una conversación contigo. — Mis mejillas se encendieron, el recuerdo de aquel primer momento haciéndome sonrojar. — No me arrepiento, Jimin. Porque aquí estamos, al final.

Su expresión se volvió seria, y me sorprendió la fragilidad en su voz cuando habló.

— En este momento, somos dos personas destrozadas por dentro, Jungkook. No entiendo qué ves de bueno en todo esto. — La duda estaba clara en su tono, pero también una preocupación que me hizo pensar.

Lo miré intensamente, sin perder su mirada.

— Lo bueno es que aún estás aquí, conmigo. — Dije, pasando rápidamente la lengua por mis labios, intentando calmar la tensión. — Y, en contra de lo que piensas, yo... intenté confesármelo muchas veces.

— ¿Qué? — Su tono mostraba sorpresa, y no pude evitar sonreír con una mezcla de tristeza y alivio.

— Las flores, en secundaria... — Dije después de un breve silencio, mi voz más baja.

— Esas flores eran para tu novia, ¿verdad? — Interrumpió, como si estuviera completamente seguro de lo que había sucedido.

— No... — Respondí con una sonrisa nerviosa. — Esas flores eran para ti.

Jimin me miró confundido, como si no pudiera comprender lo que le estaba diciendo.

— Me dijiste que eran para ella, para celebrar su primer aniversario... — Dijo, frunciendo el ceño.

— Maldita sea... — Susurré, dejándome llevar por la frustración. — Ni siquiera tenía novia.

Una risa nerviosa escapó de mis labios mientras el recuerdo de aquellos días llenaba mi mente. Aquellos cinco o seis años atrás, cuando todo parecía tan simple. Cuando todavía era solo un chico enamorado, antes de que el miedo se apoderara de mis decisiones y lo complicara todo.

Recuerdo ese día como si fuera ayer. Estaba en la secundaria, con un gran ramo de rosas azules en las manos, sabiendo que era uno de los colores favoritos de Jimin. Mi rostro estaba marcado por una sonrisa temblorosa, el corazón latiendo a mil por hora. Estaba listo para confesarle mis sentimientos, pero también estaba listo para huir, sin importar si había cometido un error o si todo había salido bien.

Era un plan absurdo, completamente cursi, pero en ese momento, era lo mejor que se me ocurría. No había una hoja de ruta para esto, solo la necesidad urgente de que él supiera lo que sentía.

Sin embargo, dos cosas me impidieron llevar a cabo mi confesión. La primera, y la más obvia, fue el miedo al rechazo. El temor de que Jimin no solo rechazara mis sentimientos, sino que también comenzara a verme diferente, como si eso que sentía ya no fuera parte de nuestra amistad. Mis manos temblaban de tal manera que las rosas casi caen de mis dedos. El miedo me paralizaba y mi corazón latía con una agitación desesperada, queriendo escapar de todo.

La segunda razón fue algo que me hirió más de lo que podía imaginar. Vi a Jimin conversando con otro chico.

No fue nada importante, solo una charla amistosa, sin abrazos ni gestos de cariño, solo una conversación seguida de una risa a medias. Pero para mí, fue suficiente. Fue todo lo que necesitaba para desmoronarme. Me invadió una inseguridad abrumadora. Esa interacción, tan inocente y sin importancia, se convirtió en la excusa perfecta para callar mi confesión, para esconderme tras mis propios temores y dejar de lado lo que realmente sentía.

Me dejé arrastrar por mis dudas, por ese miedo irracional a ser vulnerable. Perdí la oportunidad que, en el fondo, sabía que no iba a volver.

— Dame una oportunidad — dije, mirando fijamente su rostro, buscando algo, alguna señal, una respuesta.

Jimin no contestó de inmediato. Guardó silencio, como si estuviera procesando mis palabras, como si mi súplica le llegara con la misma fuerza con la que había salido de mi pecho. Sentí una mezcla de esperanza y ansiedad, un nudo en el estómago mientras esperaba su respuesta.

— Si me lo hubieras dicho hace algunas semanas, o incluso unas horas antes, tal vez... lo habría aceptado con gusto — susurró, su voz cargada de una sinceridad que me cortó el aliento. — Pero no puedo, Jeon... Estamos demasiado heridos por dentro.

Mi corazón dio un vuelco ante sus palabras. Sabía que tenía razón, pero aún así, no podía aceptar que todo estuviera pasando tan rápido, que lo que había soñado durante tanto tiempo se desvaneciera de esa manera.

— Jimin, por favor... — intenté interrumpirlo, pero levantó la mano, deteniéndome con una firmeza que no pude ignorar.

Tápate los oídos, muy fuerte, fuerte, fuerte. ¿Oyes lo mucho que te quiero? 

La frustración me envolvía, pero él no terminó.

— Debemos alejarnos. Necesitamos estar bien antes de comenzar una relación.

Esas palabras me atravesaron, una verdad dolorosa que no quería escuchar. Sabía que tenía razón, pero no quería aceptarlo. No podía entender por qué, ahora que finalmente estábamos tan cerca, debía irse todo a la mierda.

— Jim... — murmuré, casi sin voz.

— Debes escucharme — dijo con una suavidad que contrastaba con la dureza de su decisión.

Mi corazón latía con fuerza. No entendía el sentido de todo esto. Estábamos aquí, frente a frente, con la oportunidad que tanto habíamos deseado, y ahora... ¿debíamos alejarnos?

— ¿Cuál es el sentido de hacer esto? — mi voz se elevó involuntariamente, mi pecho lleno de desesperación. Mis ojos lo buscaban, suplicándole sin palabras que entendiera, que lo entendiera. — ¡Estoy aquí! ¡Nos tenemos el uno al otro! ¡No hay necesidad de separarnos!

Sus ojos se cerraron por un momento, como si intentara encontrar las palabras adecuadas.

— Una pareja no siempre es el pilar más fuerte — murmuró con una calma que solo me hizo sentir más perdido —. Podemos desmoronarnos en cualquier momento, especialmente yo... — humedeció sus labios, buscando alguna forma de continuar —. No podemos empezar una relación de esta manera. Podemos amarnos de una manera más sana, más segura. Si seguimos así, solo nos haremos más daño. Por favor, entiende, necesitamos tiempo. Necesitamos... alejarnos. El destino decidirá si nos reunirá de nuevo o no. Ahora solo queda esperar.

La frustración se apoderó de mí, el enojo burbujeaba por dentro.

— ¡Y una mierda con el destino! — grité, sin poder controlar mis emociones, mi voz vibrando con rabia. — ¿Quién se cree que es el destino para decidir lo que pasa entre nosotros?

Jimin me miró con tristeza, pero también con determinación. Negué con la cabeza, incapaz de aceptar su decisión.

— No... — susurré, casi suplicando. — Jimin, por favor.

— Tienes que confiar en ti mismo, salir de la oscuridad que te agobia, buscar la libertad que anhelas y ser quien realmente eres. Y yo debo aprender a amarme aún más, tal vez ser más abierto en expresar mis sentimientos.

— No — negué, sintiendo que todo esto era demasiado —. Jimin, por favor, no es necesario. Podemos enfrentarlo juntos. Sé que podemos hacerlo.

— Espero que lo hagas, y si lo haces, hazlo más por ti que por mí. Mereces ser feliz.

Mi corazón se retorció al escuchar sus palabras, pero aún no podía dejarlo ir. No quería aceptar que todo lo que habíamos pasado y todo lo que significábamos no era suficiente para sanar las heridas que ambos llevábamos.

— Jimin, te lo suplico.

— Jungkook, por favor, trata de entenderlo.

— ¿Qué se supone que debo entender? ¡Estoy aquí! ¡Estoy a tu lado! ¡Maldita sea! — Mi voz se elevó, mis nervios ya no podían ocultar el dolor que sentía. No podía seguir fingiéndolo. — Te amo...

Un silencio tenso llenó el espacio entre nosotros. Sus ojos se abrieron un poco más, sorprendidos, y pude ver cómo la lucha interna reflejada en su rostro no era fácil. Finalmente, habló en un susurro:

— Yo también te amo, pero el amor no siempre es suficiente, por eso tenemos que hacerlo.

Nos miramos en silencio, procesando todo lo que habíamos compartido. Había tantas verdades dichas, tantos sentimientos encontrados, que el aire entre nosotros se volvió denso, como si todo lo que habíamos callado por tanto tiempo hubiera salido a la superficie.

— ¿Estás seguro? — volví a preguntar, mi voz apenas un susurro.

— Estoy completamente seguro, Kook — respondió él, sin dudar.

¿Por qué debería aceptarlo? No podía hacerlo. No quería hacerlo.

¡Entiende que no quiero alejarme de ti! Pero entonces, al mirarlo bien, vi la sinceridad en sus ojos, la tristeza que reflejaban y la expresión nostálgica en su rostro. Fue entonces cuando me di cuenta de que Jimin tenía razón, aunque no quisiera admitirlo. Él sabía lo que necesitábamos, aunque el dolor de aceptarlo me estaba destrozando por dentro.

Me rendí ante la situación, sabiendo que era lo mejor para ambos. No podía seguir aferrándome al miedo y la incertidumbre. Confío en él, y aunque me resistía, entendí que lo que decía era lo más sensato.

Porque confío en ti, Jimin. Y aunque no quiera aceptarlo, sé que lo que dices es lo cierto.

— Lo haré por nosotros — susurré, acercándome lentamente. Me coloqué frente a él y, con ternura, acaricié su mejilla. — Déjame besarte.

¿Me podrías dar un último primer beso?

— ¿Eh? — Jimin pareció sorprendido por mi propuesta repentina, sus ojos brillando con una mezcla de asombro y algo más, algo que no podía descifrar al principio.

Sin darme tiempo para arrepentirme, mis labios se encontraron con los suyos. Fue un beso intenso, cargado de todas las palabras que no habíamos dicho, de los miedos que habíamos dejado atrás y de las promesas que aún no sabíamos cómo cumplir. Cada segundo fue eterno, pero al mismo tiempo fugaz. En ese instante, todo lo que había entre nosotros cobró un nuevo significado.

— La próxima vez que nos veamos — susurré entre sus labios, casi sin atreverme a hablar, pero necesitando que él lo supiera —, lo primero que haré será besarte.

Decidí no avergonzarme más. No había razón para hacerlo. No cuando lo quería así, tan claramente, sin dudas.

— Estaré esperando — respondió sin reservas, una sonrisa tímida asomándose en sus labios mientras sus ojos mantenían ese brillo que tanto me había cautivado.

Una vez más, nuestros labios se encontraron, y esta vez sentí cómo todo a mi alrededor se desvanecía. No importaba el lugar, ni el momento. Solo estábamos nosotros.

Cuando finalmente nos separamos por falta de aliento, nuestras frentes se apoyaron con suavidad, como si fuera lo único que podía mantenernos cerca.

— Te he amado durante tanto tiempo — comencé a decir, las palabras saliendo con más facilidad de lo que pensaba, pero aún cargadas de un sentimiento tan profundo que me dolía el pecho.

— He mantenido estos sentimientos ocultos durante tanto tiempo — continuó él, su mirada intensa y fija en la mía, como si quisiera ver dentro de mí, comprenderme por completo.

— Solo quería abrir mi corazón y expresar lo que tanto he deseado. Quería que me aceptaras tal como soy — sus palabras fueron suaves, pero también decididas, como si finalmente hubiese soltado un peso que llevaba consigo desde siempre.

— No es un adiós, debes saberlo — susurró, tocando suavemente mi frente con la suya, como si nuestras almas se comunicaran en ese único gesto.

— Nos volveremos a encontrar — afirmé con convicción, sintiendo la certeza dentro de mí, como si todo lo que habíamos vivido nos hubiera llevado hasta este preciso momento.

— Cuando el destino así lo decida — respondió, con una sonrisa que no ocultaba la esperanza que compartíamos, esa que, aunque llena de incertidumbre, se sentía tan cierta como el latido de nuestros corazones.

— Jimin... — murmuré, la voz temblando, sin saber si lo que sentía era miedo, desesperación o un amor tan fuerte que me hacía sentir vulnerable ante la situación.

— Te amo, Jungkook — dijo una vez más, sus ojos brillando con las lágrimas que se acumulaban, y vi las mías reflejadas en su mirada. — Espero encontrarte nuevamente en el futuro.

El peso de sus palabras me hizo sentir como si el aire se me escapara del pecho.

— No te vayas — sollocé, sin importarme cuán vulnerable me sentía, sin preocuparme por las inseguridades que siempre me habían frenado. No quería perderlo, no cuando sentía que por fin había algo real entre nosotros, algo que había estado esperando durante tanto tiempo.

Jimin se detuvo por un momento, y giró lentamente hacia mí. Sus ojos estaban llenos de dolor y confusión, como si la situación también lo desgarrara por dentro.

— No es un adiós — susurró, una pequeña sonrisa apareciendo en sus labios, pero fue una sonrisa triste, una sonrisa que dolía más de lo que quería admitir. Poco a poco, comenzó a alejarse, su figura alejándose en la distancia.

Lo observé, impotente, cómo se hacía cada vez más pequeño a medida que se alejaba. Un nudo se formó en mi garganta, y el dolor me invadió por completo. Mis manos temblaban, y no sabía si era por la rabia, la desesperación o el miedo.

— ¡Jimin, te amo! ¡Me gustas, Jimin! — grité, con todas las fuerzas que pude reunir, dejando que toda la adrenalina recorriera mi cuerpo. — ¡Te amo y prometo cambiar! ¡Cuando nos volvamos a encontrar, te conquistaré! ¡Seremos una hermosa pareja!

Mis palabras flotaron en el aire, como si el viento las hubiera arrastrado. Pero necesitaba decirlas, necesitaba que las escuchara, que supiera lo que realmente sentía.

Nos volveremos a encontrar, lo sabía en lo más profundo de mi ser. No importaba cuánto tiempo pasara.

Y entonces, una voz familiar llegó a mis oídos, volviendo mi corazón a latir más rápido.

— ¡También me gustas, Jungkook! — gritó Jimin, y cuando lo miré, su rostro brillaba con una sonrisa radiante que iluminaba todo a su alrededor, como si sus palabras fueran la promesa de algo mejor, de un futuro al que aún no sabíamos cómo llegar. — ¡Cuando nos volvamos a ver, juro que seré una mejor persona! ¡Para ti y para mí!

¿Crees en el destino?

Ellos no, pero estaban poniendo las manos al fuego para que el destino los volviera a unir.





...

espero lo hayan disfrutado.

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