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ⅩⅤⅠⅠⅠ

*ੈ✩𝐂𝐡𝐚𝐫𝐩𝐞𝐫 18⋆ ☄.

-ˋˏ Campamento  ˎˊ-


↪ Por fin, un día para Kayden. Extendido en su cama como una vaca en un prado, disfrutaba de una paz absoluta. Con su padre fuera por el día, se sumergió en un mar de tranquilidad. Desde la noche anterior, había abandonado cualquier atisbo de responsabilidad, dedicándose a dormir plácidamente, perderse en mundos virtuales y satisfacer sus antojos con comida a domicilio.

Hoy no tenía nada que hacer, sin planes ni actividades que lo llamaran. Miró por la ventana, el sol brillaba invitando a salir. Una mueca torció sus labios. Ironías de la vida: cuando más ansiaba la soledad, el buen tiempo lo obligaba a convivir con la alegría ajena. A pesar de su imagen extrovertida, había días en los que prefería encerrarse en su habitación y dejar aflorar su lado más introvertido.

La pantalla de su móvil parpadeaba, marcando la hora. El estómago rugía, recordándole que debía comer algo. Y de paso, podría aprovechar para hacer algunas compras. Pero un pequeño detalle empañaba sus planes: después del incidente con Aizawa, Nezu le había confiscado la tarjeta. Kayden, sin un centavo, se sentía atrapado en una jaula de oro. Era un castigo cruel, pero no lo suficiente para detenerlo.

A pasos calmados, se deslizó hacia el cuarto de su padre. Sus ojos se posaron en un cuadro que adornaba una de las esquinas. Con movimientos precisos, descolgó el lienzo, revelando la caja fuerte oculta tras él. Sus manos, familiarizadas con la combinación de la caja fuerte, la abrieron sin esfuerzo. Dentro, encontró lo que buscaba: la tarjeta de su padre, dispuesto a financiar sus caprichos.

—Necesitas más que una caja fuerte para detenerme, padre.

Una risa maliciosa escapó de sus labios mientras examinaba la tarjeta con detenimiento. Salió de la casa y pidió un taxi a través de una aplicación. Minutos después, el vehículo se detuvo frente a su puerta. Tras dar las indicaciones al conductor, se dirigió al centro comercial.

Al llegar, se sumergió en la multitud que salía de las tiendas, su mirada recorriendo el lugar con una expresión enigmática. Paseando entre los escaparates, sus ojos se iluminaron al descubrir en una vidriera la edición especial de su juego favorito, la más desafiante hasta la fecha. Sin pensarlo dos veces, entró a la tienda, su corazón latiendo con emoción. Salió con la preciada adquisición en una bolsa, una sonrisa triunfante dibujada en su rostro.

Continuó su camino por el centro comercial, su mente ya inmersa en los desafíos que le aguardaban, cuando de pronto, una figura familiar captó su atención al otro lado de la plaza. Un cabello verde, tan llamativo como una señal de neón, destacaba entre la multitud. Sentado en una de las bancas circulares del centro comercial, parecía ajeno al ajetreo. Sin embargo, fue la figura que lo acompañaba fue lo que despertó su curiosidad. Envuelto en una sudadera con capucha, su rostro permanecía oculto a la vista, sumido en las sombras.

Eso hizo que frunciera el ceño, y comenzara a acercarse. La repentina aparición de Kayden frente a Midoriya y su acompañante los tomó por sorpresa.

—¿No sabía que estabas de compras, Midoriya?—Preguntó Kayden con una voz relajada.

—Bueno, eh... sí, necesitaba unas cosas—Respondió con voz nerviosa.

Kayden clavó su mirada en el encapuchado, que soltó el cuello de Deku con una rapidez sospechosa. Alzó la cabeza lentamente, pero mantenía los ojos bajos.

—¿Conocido o amigo? Te noto un poco tenso, Deku—Inquirió inclinado su cabeza mientras miraba al chico.

La nerviosidad de Deku era palpable. Sus manos se retorcían como si buscaran una salida invisible, delatando una inquietud que contrastaba con sus palabras.

—E-Estoy bien, así que no te preocupes—Balbuceó, pero su tono vacilante y su lenguaje corporal gritaban lo contrario.

—Si tú lo dices... No me meteré—Kayden soltó un bufido y lanzó una mirada cargada de desdén hacia atrás—Bueno, ya me largo. No quiero interrumpir tu salida con Uraraka, nos veremos pronto.

Shigaraki observó cómo Kayden se diluía entre la multitud, imitando sus pasos. Antes de perderse de vista, lanzó una mirada amenazadora a Midoriya, quien lo fulminaba con ira y frustración. Con una sonrisa burlona, Shigaraki desapareció en la marea humana, saliendo del centro comercial y adentrándose en las sombras de un callejón cercano. Sacó un viejo teléfono móvil del bolsillo y marcó un número.

—Kurogiri, ven a buscarme—Ordenó con voz fría para luego cortar la llamada.

—No sabía que te gustaba atormentar adolescentes—Dijo Kayden, provocando que Shigaraki se sobresaltara—Eres todo un extremista, nunca me hubiera imaginado que atacarías a alguien en pleno centro comercial.

—No son tus asuntos—Espetó Shigaraki, clavando una mirada fulminante en Kayden—¿Cómo conoces a ese mocoso?

—¿Por qué quieres saberlo?—Kayden aterrizó con un salto felino, plantándose frente a Shigaraki—¿Vas a matarme solo por ser amigo de alguien que te desagrada?

—Lo haría sin dudarlo, pero no tengo tiempo para idioteces, ya tengo suficientes problemas—Respondió Shigaraki lo examinó con desdén—Y tú, claramente, no eres uno de ellos.

Kayden hizo un puchero exagerado, llevándose una mano al pecho. Con una tristeza fingida que rozaba la teatralidad, suspiró:

—¡Qué cruel eres! Has destrozado mi pobre corazón.

Shigaraki lo miró con una indiferencia glacial.

—Me importan una mierda tus ridículos sentimientos—Espetó, sin inmutarse.

Una sonrisa burlona curvó los labios de Kayden mientras apoyaba un brazo sobre el hombro de Shigaraki.

—Tan frío y cruel ... Me encanta. Imagina lo que podríamos hacer juntos. Seríamos la pareja más disfuncional del universo.

Shigaraki miró a Kayden con una mezcla de repulsión y molestia, su ceño fruncido acentuaba la expresión.

—Qué asco, ¿tú y yo? Lo dudo.

Kayden sonrió, un gesto provocador que contrastaba con la hostilidad del otro. Se acercó y dejó un beso rápido en la mejilla de Shigaraki, quien se quedó quito, sorprendido.

—Bueno, al menos lo dudas—Respondió Kayden, su voz suave y burlona—No dijiste que no, manitas.

Shigaraki apretó los puños, la irá hirviendo en su interior. Estaba a punto de descargarla cuando Kayden lo empujó con fuerza, enviándolo a caer dentro del portal de Kurogiri.

—¡Maldito!—Exclamó Shigaraki, su voz resonando en el silencio del bar.

—¿Sucedió algo, Shigaraki?—Pregunto Kurogiri al ver al contrario tan enojado.

Toga y Dabi, sentados en la barra, observaban con una mezcla de diversión e indiferencia a Shigaraki. Este se había levantado de un salto, su rostro contorsionado por la ira.

—Parece que a Manito no le fue bien—Comentó Toga, lanzando una carcajada que resonó en el ambiente.

—¡Ese maldito bastardo, pagará por lo que hizo! ¡Voy a hacerlo sufrir como nunca antes!—Espetó Shigaraki, su voz resonando con furia mientras apretaba los puños.

Dabi arqueó una ceja, dirigiendo su mirada hacia Kurogiri, preguntó:

—¿Quién es el afortunado?

—Un adolescente con la realidad bien altera.











↪ Hoy era el día en que palpitaba en el corazón de varios estudiantes de la clase de héroes. El campamento de entrenamiento, un evento tan ansiado, había llegado por fin. La oportunidad de entrenar con las legendarias PussyCats, heroínas cuyos nombres resonaban en cada rincón de la academia, era un sueño hecho realidad. Entre el grupo, destacaba Kota, un joven serio y de pocas palabras, sobrino de una de las heroínas, quien parecía mantener una distancia cautelosa.

—¡El verdadero entrenamiento comienza ahora!—Exclamó Mandalay con entusiasmo.

Antes de que pudieran reaccionar, el grupo de la clase de héroes fue empujado al vacío, cayendo vertiginosamente por el risco hacia un bosque oscuro y desconocido. Abajo, las extrañas criaturas creadas por Pixie-Bob los aguardaban, listas para el combate.

—¡Oiga señora, este lugar es un desastre, apenas hay WiFi!—Exclamó Kayden con un dramatismo exagerado—¡Es un asco!

—¡Tengo dieciocho años, mocoso insolente!—Espetó Pixie-Bob, visiblemente irritada.

Aizawa, con su habitual tono monótono, pero con un brillo de molestia en los ojos, intervino:

—Se supone que debes estar con tus compañeros. Vinimos a entrenar, no a jugar, Kayden.

—Eso es para los novatos. No necesito entrenar algo que no me servirá—Replicó con una arrogancia desbordante.

—Kayden, no me hagas obligarte—Sentenció Aizawa, con voz firme.

Un escalofrío recorrió la espalda del chico al escuchar el tono de voz de Aizawa, pero lejos de intimidarse, una chispa de emoción lo animó.

—Mmh, creo que usted y yo vamos en el sentido contrario, pero solo diré que lo suave no va conmigo—Soltó con una sonrisa pícara, lanzando una mirada desafiante que solo los adultos presentes captaron. El pequeño lo observó con curiosidad, sin entender la doble intención de sus palabras—Pero si eso es lo que prefiere, puedo hacer un esfuerzo por adaptarme.

El azabache, con una sonrisa burlona, guardó su celular en la sudadera y, con un salto que desafiaba la gravedad, se lanzó al vacío. Sin una pizca de miedo, desapareció entre la espesura del bosque. Mandalay, con las manos en la cintura, observó cómo se perdía entre los árboles gigantes.

—Así que él es el hijo de Nezu—Murmuró, frunciendo el ceño—¿Aizawa?

Las dos mujeres adultas y el niño, visiblemente confundido por la situación, observaron al hombre. Sorprendidas, notaron un ligero rubor en sus mejillas que intentaba disimular con su bufanda.

Aizawa, enojado y avergonzado, exclamó:

—¡Ese maldito Mocoso degenerado! ¡Ya verá cuando lo atrape!

Y con un ágil salto, se lanzó en su persecución, decidido a atraparlo y darle una lección que no olvidaría. Kayden, encaramado en una rama del inmenso árbol, observó a Aizawa desaparecer entre la vegetación. Una sonrisa traviesa curvó sus labios. Tal vez podría divertirse un poco con su adorado profesor.

El tiempo transcurrió con lentitud, cada segundo una eternidad para las PussyCats y el pequeño Kota. Sus ojos, fijos en la espesura del bosque, buscaban con tranquilidad el regreso de los jóvenes estudiantes. La espera se tornaba cada vez más aburrida, pero esperaban en especial la presencia de Aizawa y Kayden. Los informes sobre este último pintaban un cuadro de un joven rebelde, impredecible y con una tendencia a desafiar las reglas. Tras dos largas horas, el grupo emergió del bosque, luciendo exhausto y con heridas que hablaban de una prueba nada fácil

—¡Por fin! Creí que nunca llegarían—Pixie-Bob resopló, su impaciencia a punto de desbordarse.

Kirishima, con la cara pálida y las costillas dolidas, se aferró a Sero como un náufrago a un salvavidas.

—¡Me muero de hambre!—Exclamó, mientras recordaba el doloroso golpe que había recibido.

—¡No puedo creer que se hayan deshecho de mis bestias de tierra tan rápido! Son verdaderamente especiales, ¡ya quiero ver en qué se convertirán en estos tres años!—Exclamó Pixie-Bob, los ojos brillándole de emoción.

Mandalay negó con la cabeza, divertida por el entusiasmo de su compañera, bromeó:

—Se nota que estás en la edad para casarte.

—Kero, ¿Aizawa-sensei dónde está?—Preguntó Tsuyu con cierta duda de no ver al mayor.

Mandalay respondió dudosa:

—Supongo que no tardará mucho, pero no estoy segura.

La ausencia de Aizawa y Kayden sumió a los estudiantes en una confusión aún mayor. ¿Dónde se habían metido? ¿Seguiría el azabache en el bosque? Sus preguntas quedaron en el aire cuando, entre los arbustos, surgió el profesor arrastrando a Kayden con sus cintas.

—Lamento la tardanza—Anunció Aizawa con una pizca de ironía—Me costó atrapar a este mocoso.

Kayden, sin inmutarse, le guiñó un ojo al profesor. Bromeó:

—Pero bien que le gustó, ¿verdad?

La respuesta fue inmediata: un golpe en la cabeza y que lo dejaran atado a la rama del árbol.

—¿Quién es ese Mini-Bakugo?—Preguntó Kayden, señalando al niño que acababa de atacar a Deku sin provocación.

—¿¡Qué dijiste, bastardo!?—Espetó Bakugo, acercándose amenazadoramente. Kirishima lo sujetó por los hombros, conteniendo su ira—¡Te voy a hacer polvo, maldito extra!

—Cálmate Bakubro.

—Él es mi sobrino Kota, vivirá con nosotros mientras estamos aquí—Presentó Mandalay.

Kota, con una expresión desafiante, respondió:

—No voy a hacerme el estúpido por ahí con un monto de perdedores que quieren crecer para convertirse en héroes patéticos.

—Genial, otro Bakugo—Comentó Todoroki con voz tranquila.

Antes de que la situación escalara, debido a la mirada enojada de Bakugo, Aizawa los interrumpió con voz sería:

—Una vez que se instalen, coman, dense un baño y descansen, el verdadero reto comienza mañana.

—¿Qué hay de Kayden?—Preguntó Deku, señalando al chico.

Aizawa lo miró con frialdad, sus ojos brillando con una intensidad que heló a los presentes.

—Él se quedará ahí, sujeto como un animal. Y cualquiera que intente desobedecerme sufrirá las mismas consecuencias

Algunos de los estudiantes, pálidos y temblorosos, se adentraron en el edificio, arrastrando los pies.

—Pero tengo hambre—Se quejó Kayden, agachando la mirada.

Aizawa lo miró con indiferencia, dijo:

—No me importa. Come lo que encuentres. Insectos, por ejemplo.

Aizawa dio media vuelta, dispuesto a ingresar al recinto y descansar para mañana.

—Bueno, porque no se acerca y lo como a usted—Bromeó, soltando una risa burlona que se apagó al instante bajo la gélida mirada de Aizawa—Era bromita.

—Pensaba desatarte, pero te quedarás aquí toda la noche—Anunció adentrándose a las instalaciones.

Kayden, con los ojos cerrados y el ceño fruncido, exclamó con indignación:

—Hombres heteros, todos son iguales.



𝐀𝐔𝐓𝐇𝐎𝐑'𝐒 𝐍𝐎𝐓𝐄/~♡

⇝ Imagines incluidas en la historia credito a sus respectivos autores.

⇝ Lamento posibles fallas autográficas.

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♡*:.。.𝐆𝐑𝐀𝐂𝐈𝐀𝐒 .。.:*♡

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