
PRIMER ARCO: |01|
RENACIMIENTO.
Había una cosa que Yoongi nunca había considerado, y era acabar con su vida por cuenta propia. La muerte era algo que había esperado por mucho tiempo. Nunca trató de atentar contra sí mismo, en realidad, muchas ideas cruzaron por su cabeza a lo largo de su vida, pero algo lo detenía siempre. Y Yoongi no quería responsabilizar a nadie por seguir vivo, se había encargado de no evidenciar sus ansias por dejar de existir.
No imaginó que ese día sería el último que le quedaba, había vivido veinticinco años y ahora estaba en un lugar diferente. Veía su cuerpo siendo cargado por alguien, o por algo, no lo sabía. Le habían concedido una oportunidad para ver más allá de lo escaso que conocía del mundo. No guardaba la esperanza de que podría gustarle, en ningún momento pidió ser rescatado, la cuestión era que algo dentro de sí le decía que debía explorar el sitio adonde se dirigía. Yoongi no se creía capaz ni merecedor de nada, pero no había tiempo para arrepentirse. Estar cerca de la muerte fue más tormentoso de lo que pensó, decidir que debía llegar a eso no fue fácil, las cosas tomaron un rumbo diferente al momento de afrontarlo. ¿Cómo pudo ser tan fácil elegir abandonarlo todo?
La resignación a lo que pudiera ocurrir, quizás lo había llevado a eso, vivir o morir no era una opción para él, entonces, ¿por qué no tomar otra alternativa que no fuera alguna de las dos? Era ir al cielo, o al infierno. No merecía la bondad del cielo ni soportar más angustias en el infierno. Solo quería desaparecer.
Sin embargo, su entorno se percibía de una forma indescriptible. Podía asegurar que levitaba, era una sensación confusa. Y seguía observándose, su cabello negro caía hacia atrás, debajo de su cabeza abundaba la sangre debido al golpe de la caída, tenía severas fracturas y daños en su cuerpo. La piel se le veía más blanca de lo que ya era, pálido, sin vida. Para su suerte, no recordaba el dolor físico que le había tocado sufrir. De hecho, con mucha dificultad podía recordar más que eso, a medida que iba avanzando, identificaba menos el espacio que lo rodeaba, pero logró mirar dos luces brillantes.
La que más captó su atención no fue la luz blanca, sino la que resplandecía en una tonalidad rojiza. Estaba siendo acogido por un calor absorbente, para nada desagradable, que lo envolvía con suavidad. Escuchó voces, sonidos familiares, pero todo se iba desvaneciendo.
Yoongi olvidaría su origen, su crianza y también su muerte. Sería empezar de nuevo, nacer otra vez. Se dejó deslumbrar por su alrededor, las voces e imágenes desaparecían, los recuerdos ya no estaban en su cabeza. Su cuerpo lo esperaba, su alma lo buscaba entre la oscuridad. Al encontrarse consigo mismo, no pudo evitar comparar la sensación ardiente en su organismo con el fuego, por segunda ocasión, sentía que todo su ser se quemaba en una hoguera. Las fracturas de su cráneo se reparaban, como las del resto de su cuerpo. Sus extremidades se asemejaban a una pieza de porcelana rota, que poco a poco volvían a reconstruirse con la ayuda de un tercero. Nunca más se quebraría.
En su dentadura, desde los huesos maxilares, dos pequeños y afilados colmillos sobresalieron. La punta de su lengua se convertía en un receptor, aún no podía abrir los ojos, pero ya lograba percibir la cercanía de sangre, que era lo que necesitaba. No supo en qué momento ocurrió, solo que pudo saborearlo. Era la sangre de quien lo transformaba. "Namjoon", escuchaba en su mente. Seguido de eso, la plenitud era gratificante, el dolor se esfumó, quería quedarse en ese lugar para siempre. No existía ningún peso en su cuerpo más que el propio y no podía esperar a ver su nuevo entorno. ¿Qué le esperaba? Tampoco se preguntó si llegaría a gustarle lo que se le presentaría, estaba sumergido en la paz que lo abrazaba.
Sin embargo, el tiempo fue rápido y ahora sus párpados estaban listos para abrirse. Yoongi despertó en una habitación oscura, estaba acostado en una cama y no tenía ni la menor idea de cómo había llegado ahí. Muy despacio, enderezó la espalda para observar su panorama. Las oscuras paredes de esa habitación eran frívolas, estaban manchadas y desgastadas, aquello no era bonito ni cálido como la sensación de su cuerpo. Le asustaba el silencio, era un sitio oscuro, pero a pesar de eso veía bastante bien, mejor de lo que hubiera pensado. Se puso de pie con paciencia, porque temía de sus propios movimientos, cualquier cosa que hacía era liviano para él, sin embargo, por alguna extraña razón, creía que estaba siendo más rápido de lo que parecía.
Hizo un esfuerzo para acercarse la ventana, caminando lento, o eso suponía. Yoongi vio muchos árboles desde su distancia. Algunas plantas ornamentales se enredaban en la baranda del balcón, admiró lo agradable que era la vegetación que lo rodeaba. Aun así, no se ubicaba. Desconocía el lugar. Estaba en medio de la nada, eran muchos árboles, y fue desconcertante ver a lo lejos riachuelos y barrancos. Le aterraba, veía cada detalle del frondoso bosque desde donde estaba, era espectacular. Alzó la mirada, y vio las dos lunas juntas en el cielo. Era un deleite observarlas, una se trataba de su creadora, la razón por la cual tenía una oportunidad más para vivir, mientras su acompañante, la luna blanca, irradiaba luz para iluminar su camino.
Centró su mirada en el interior de la habitación y divisó una puerta en la esquina. Ahora debía conocer al que lo había transformado, sería padre o hermano, lo que fuera, lo seguiría para que lo guiara. Le atemorizaba dar un paso equivocado, así que primero sacó la mitad de su cabeza y un amplio corredor se introdujo en su vista. Al terminar de inspeccionar el sitio, no encontró posibles criaturas esperándolo, así que se dispuso a sacar su cuerpo por completo. Al fondo del pasillo notó unas escaleras, entonces se aproximó hacia ellas y tuvo el anhelo de que lo dirigieran a un lugar más agradable.
Pero a medida que iba bajando, se dio cuenta de que las escaleras de caracol lo llevaban a un enorme salón con un techo en forma de cúpula. Había un candelabro oxidado en el centro, los balcones a su alrededor eran decorados con arcadas doradas y de las paredes colgaban unas mantas de textura áspera con pinturas abstractas. Nada era pulcro, casi todo estaba quebrado, destruido, sucio y maltratado. No había claridad más que el destello de las lunas atravesando por los ventanales a su costado. El polvo sobresalía, tierra y monte se filtraba del suelo hacia la superficie. Cabía la posibilidad de que la bóveda podría caer sobre su cabeza si prolongaba su estancia ahí.
Retomó su exploración y avanzó a un salón todavía más amplio que el anterior. A diferencia del primero, aquel se miraba ordenado y aseado, pero sin alejarse de ser tenebroso. Parecía una cosa irreal, como estar en un cuento de príncipes y princesas, pero de terror. Desde que despertó cargaba sobre su espalda la seguridad de que un sinfín de ojos inexistentes se burlaban de su cobardía y zancadas torpes. Pero lo sorprendente para él fue percibir antes de tiempo la compañía de alguien más en la habitación, pudo olfatear el aroma familiar que había sentido cuando estaba dormido todavía. Era Namjoon.
Yoongi giró la cabeza hacia su dirección y parpadeó. Era un hombre atractivo, su expresión le daba seguridad. Él estaba de pie sobre una losa de piedra y parecía estarlo esperando. Se preparó para soltar sus primeras palabras, le costaba un poco hacerlo, no sabía si podía articular siquiera un sonido.
—Nam... Namjoon... —pronunció con lentitud.
—Así me llamo, un placer. ¿Cómo te sientes? —preguntó Namjoon, bajando de la losa para acercarse—. ¿Puedes decirme cuál es tu último recuerdo?
—No... realmente —balbuceó Yoongi. Tenía la mente en blanco—. No recuerdo nada.
—Tu nombre es Yoongi, sé que es lo único que sabes. Por favor, acompáñame.
El resto del castillo tenía un aspecto lúgubre. Había demasiadas habitaciones inmensas, algunas en las mismas condiciones que el salón principal y otras más aceptables. Primero bajaron muchas escaleras en forma de caracol y luego pasaron por un túnel oscuro; Namjoon le hizo cargar una antorcha en todo el recorrido para iluminar el camino. Al principio se sintió indefenso, pero al mismo tiempo un extraño frenesí lo envolvía, estaba teniendo mucha fuerza de voluntad para no estallar.
Namjoon se detuvo delante de una puerta casi descompuesta en su totalidad y rompió el candado que la aseguraba con una mano. Procedieron a ingresar rápidamente. Las paredes eran de ladrillo y eso no impidió que se viera mejor que las habitaciones de arriba en el templo. Yoongi no miró ventanas en ningún lado, por lo que llegó a la conclusión que estaba dentro de un calabozo.
—Puedes cambiarte de ropa, conseguí esto para ti —Namjoon apareció frente a sus narices, cargando en sus brazos un conjunto de ropa doblada. Yoongi no dudó en tomarla, hacía rato que sentía incómoda la ropa que llevaba puesta—. Puedes vestirte ahí atrás —señaló un biombo ubicado en una esquina de la guarida. Yoongi torció la boca al ver que Namjoon se sentaba en un escritorio de lo más cómodo y este lucía desconcertado por su actitud—. ¿Sucede algo?
Yoongi se abstuvo de decir algo y negó antes de esconderse detrás del vestidor. Desdobló la ropa, tenía unos pantalones oscuros más una camisa negra de botones.
—No estoy seguro de que sea buena idea que sepas sobre tu anterior vida —habló Namjoon, obligándole a parar sus movimientos durante unos breves segundos. Reanudó su labor al tiempo que ponía suma atención—. Comprendo cómo te sientes porque también fui transformado, lo único que considero que deberías saber es que te rescaté de un fatídico accidente —explicó.
Yoongi terminó de abotonar su camisa con manos temblorosas, pues por cada palabra que Namjoon soltaba, el miedo se apoderaba de él. Una vez vestido, Yoongi tomó valor para salir del biombo.
—Un accidente —repitió Yoongi, analizando la poca información. Quería preguntar más, pero no sabía cómodo empezar, relamió sus labios y sintió lo afilado de sus pequeños colmillos—. Me siento... extraño.
—Bebiste mi sangre —dijo Namjoon, señalando la palma de su mano donde había un pañuelo cubriendo lo que parecía ser un corte—. Eso nos hace hermanos, te presentaré en el clan dentro de unos días. Hablaremos un poco y luego te enseñaré a conocer tus sentidos, apuesto a que te encuentras débil. Eso te hace propenso a ser mal entrenado, conmigo aprenderás lo correcto.
Yoongi no sabía qué era correcto o incorrecto en esos instantes. Ni siquiera comprendía qué debía hacer a partir de ahora, estaba muy confundido, y al parecer Namjoon simpatizaba con su frustración. Le daba miradas tranquilizadoras y hablaba despacio para que entendiera cada palabra.
—Tengo... —murmuró Yoongi, sofocado, y Namjoon lo escuchó atentamente—. Sed.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro