
|02|
UNA MORDIDA.
Quizás ese era el momento más duro para Yoongi, Namjoon solo le había dicho que debía seguirlo, y Yoongi estaba por convertirse en un animal; aunque lo era hasta cierto punto. El salvajismo y la violencia que emanaba por su cuerpo provocaba en él un impulso de lastimar a quien se le atravesara, incluyendo Namjoon. Pero sabía que el otro vampiro tenía ventaja por siglos para defenderse, él, en cambio, apenas lograba adaptarse a lo que era, se tropezaba constantemente y sus reflejos no funcionaban del todo bien. ¿Acaso algo andaba mal en él?
—¿Adónde vamos? —preguntó Yoongi, sonando un poco desesperado. Su entorno estaba húmedo, parecía que recién acababa de llover.
—Mantén la calma, estoy aquí contigo. Hablemos un poco, ¿te parece?
—Es que no sé qué decir.
—Vamos a mantener presente toda información sobre ti. Dime, Yoongi, ¿cuántos años tienes?
—Eh, veinticinco, creo...
—Tu fecha de nacimiento.
—No lo recuerdo.
—Encontré tu identificación. Naciste en 1993, el 9 de marzo específicamente.
—De acuerdo, ¿y qué día es hoy?
—En Galadohm manejamos un calendario diferente, Yoongi —comentó Namjoon—. No existe el domingo, como en el mundo humano. Hoy es sábado, mañana es lunes. El siguiente año es tu cumpleaños, a partir de este momento, tus años irán aumentando y no hay una edad determinada donde mueres. Irás envejeciendo únicamente en años, pero te mantendrás igual que como luces en este momento.
—No sé cómo luzco —murmuró Yoongi, abatido—. ¿Me veo cómo tú?
Yoongi se fijó en ciertos detalles en el físico de Namjoon. Sus ojos eran oscuros, teñidos de rojo escarlata, tenía una mirada profunda. Y resaltaba la forma de sus venas moradas, finas y opacas, rodeando su rostro. No lograba concebir el hecho de que pudiera verse así. De cualquier manera, tampoco recordaba cómo se miraba antes de convertirse en lo que era ahora. Tenía miedo en realidad. Era una incertidumbre inexplicable.
—No comprendo el motivo por el que estoy aquí. Me siento diferente, confundido. Esto es nuevo.
—Nuestra perspectiva cambia al ser esto que somos. El día en que mi hermano me convirtió, devoré un pueblo entero por culpa de los impulsos salvajes —dijo Namjoon de manera sombría, como si el recuerdo no le agradara del todo—. No quiero que caigas en eso. A diferencia de los humanos, nuestro razonamiento lo utilizamos para la cacería, para instintos animales. Somos semejantes a ellos, pero, ¿tu mente qué dice sobre ello?
—No lo sé, en el momento en que vea a uno, ¿tendré compasión hacia él?
—Te darás cuenta cuando pase. Recuerdo cuando me sucedió a mí, observé a quien me había dado la vida humana, mi madre. No pude sentir el mismo afecto, simplemente mi curiosidad fue sobre la razón por la cual lucía igual como ella. Pero es otra cosa, los lazos entre padres e hijos son inquebrantables. Te unen a ellos. Sin embargo, se rompe la cercanía y el sentimiento de querer protegerlos.
—Namjoon, ¿tu madre sigue viva?
—No, hace una década ella cumpliría cien años. Además de eso, estamos a kilómetros y a una dimensión de distancia. No la buscaría. El interés por verla, todo eso, se pierde. ¿Tú sientes que deseas saber de tu vida pasada, Yoongi?
—No —respondió Yoongi, sin dudar mucho. Y el no mostrarse interesado, sí era conmocionante—. ¿Por qué, Namjoon? ¿Qué me sucede?
—No te preocupes, es parte de esto. Llevas unas horas desde que despertaste, por favor, mantén la calma. Puedo entender lo extraño que debes sentirte.
—Es que, ¿qué es este ardor en mi garganta? ¿Por qué tengo sed? ¿Sed de qué?
—De sangre, Yoongi. Necesitas y debes beber sangre.
—¿Por qué me hiciste beber de tu sangre? —preguntó Yoongi—. ¿No puedes darme otra vez?
—Compartir sangre es una manera de formar un vínculo. Soy tu creador, y como tal no podía despertarte sin que probaras de mi sangre. Pero ahora tú corres a tu suerte, y aprenderás a cazar.
—Pero no sé cómo hacerlo. ¿Adónde haré eso?
—Es ahí donde nos dirigimos —dijo Namjoon—. Vamos en busca de un área civilizada. Será tu primer encuentro con una especie de la que te alimentarás a partir de ahora.
Yoongi apenas se había dado cuenta de lo mucho que avanzaron. A varios kilómetros estaba el sitio donde había despertado, sus pasos no le fallaron en ningún momento. Platicar con Namjoon lo hizo concentrarse en el tema de conversación, quizás había tropezado, pero no se percató de ello. Estaba más intrigado por lo que se aproximaba, iban de camino a un lugar que desconocía. No tenía idea de cómo reaccionaría ante la humanidad, aquello de lo que fue parte alguna vez, durante veinticinco años.
Había una niebla espesa alrededor de los árboles, las hojas de los mismos y de los arbustos o plantas se encontraban húmedas, empapadas de agua por la lluvía que había caído.
—¿Estás listo para correr? —Namjoon lo sujetó de los hombros—. Empezaremos con que conozcas tu velocidad. Esta es la salida de nuestro mundo, así que iremos rápido, ¿de acuerdo?
Yoongi asintió, sin estar preparado. Era una frontera que dividía su mundo con el de los humanos, a medida que avanzaba veía las luces de los caseríos a lo lejos, aún no llegaba, pero lograba verlo. La temperatura cambió de manera abrupta, su entorno no era igual. La mayor parte de Galahdohm era frío naturalmente, a excepción de algunas áreas, pero el calor seguía siendo diferente al del mundo humano. El campo frente a sus ojos estaba repleto de césped seco, llegaba a su torso, y se movía en un vaivén al ritmo del viento. Yoongi se dio cuenta de que todo pasaba de manera lenta a su alrededor, y era agradable.
Corría y de pronto se encontraba cerca de su objetivo. No podía explicar lo extraño que era, estaba corriendo, pero era como levitar. Volteó a su derecha y Namjoon le sonreía, aquello le brindaba seguridad.
Eran casos especiales en los que humanos intentaban conocer más allá del bosque oscuro. La curiosidad por lo desconocido los llevaba a meterse en las profundidades, pero no salían vivos para contarlo. Y en las orillas solía aparecer uno o más, queriendo ver qué podría salir de ahí.
—En esta aldea, hay una hora determinada en la que todos se ocultan dentro de sus hogares. Como si no pudiéramos entrar —rió Namjoon—. Podríamos cazarlos antes, a todos de hecho. No dejar a nadie vivo. Pero se pierde lo emocionante de una cacería, intimidar y atacar.
Yoongi escuchó con atención lo que Namjoon comentaba. No podría olvidarse de los detalles que el vampiro le brindaba.
—No sé cómo empezar...
—No estaré contigo en ello, Yoongi. Es entrometerme en tus instintos. Escúchalos y da el primer paso que consideres necesario.
Namjoon retrocedió para dejarlo solo y Yoongi deseó gritar. Exigirle que cazara por él, pero no se atrevía. Demostraría que era capaz. Nada ni nadie lo detendría. Observó la aldea, e inhaló profundo para poder percibir el aroma de lo que deseaba.
¿De qué manera podría describir aquello?
Sus músculos se tensaron, eran demasiados olores, unos más agradables, y otros no tanto. Pero, entendía de alguna manera que esos aromas no eran de humanos adultos. Con la punta de su lengua, Yoongi tocó sus propios colmillos, su lengua era áspera que no podía lastimarse. No pretendía echarse para atrás, tampoco era como que podía, sus pies se movían por sí solos a una dirección. Hacia ese pueblo poblado con personas temerosas, sentía el miedo a lo desconocido que todos ellos tenían.
Algunos aún seguían ahí afuera, apresurados por esconderse. Lograba verlos, eran más que todo hombres cuidando de sus esposas e hijos. Los niños eran los que tenían un aroma desagradable, apenas podía tolerarlo, pero aún así, Yoongi estaba seguro de que quienes le atraían eran todos esos adultos, viejos y jóvenes. No identificaba rostros, únicamente podía notar la circulación de sus cuerpos desde la distancia en la que estaba. En su interior sentía una euforia incontrolable que por poco creía en seguir su necesidad de dirigirse hacia el centro del pueblo, intimidarlos y acorralarlos para así saciar su sed con cada uno de ellos.
En menos de lo previsto, solo quedaba un par de hombres cerrando un granero bajo la luz de la luna. Yoongi logró escabullirse detrás de un gallinero, escuchaba los animales empezando a revolverse por su presencia, lo que provocó en los hombres la atención que buscaba. Ambos sujetos se dieron la vuelta, observando su entorno para buscar qué era eso que tenía inquietos a sus animales. Yoongi corrió hacia un lado del granero, y sus rápidos movimientos hicieron que los hombres sacaran a relucir las escopetas que cargaban. Eso no intimidó a Yoongi, en lo absoluto. Al contrario, despertó en él una sensación de adrenalina a la espera de lo que intentarían hacerle.
Yoongi tenía sus ojos sumamente oscuros, no se lograba distinguir el rojo natural de ambos, era más la profundidad de su mirada que pondría los pelos de punta a cualquier humano.
Uno de los hombres cargó la escopeta al escuchar sus pasos, pero Yoongi fue rápido para correr hacia el otro sujeto, tomarlo del cuello y arrastrarlo hacia atrás del granero. Su compañero no vio venir aquello, Yoongi le siseó al señor que lo veía aterrorizado, sin poder emitir una palabra porque tenía un par de manos heladas rodeando su cuello. Iba a morderlo, porque su sed dependía de ello. Así que, de una manera desesperada, incrustó sus colmillos en el cuello descubierto y bebió ese líquido vital, sumamente impactante para su cuerpo. Por su espina dorsal recorrió un estremecimiento que lo hizo temblar. Tomar sangre nunca había sido tan exquisito y excitante.
Tanto así que Yoongi cayó al suelo y no veía su entorno con claridad. Apretó los ojos para tratar de concentrarse, porque de alguna forma había perdido el enfoque de lo que sucedía a su alrededor. Beber sangre había sido lo más satisfactorio que había experimentado. Yoongi se llevó ambas manos al rostro, ofuscado, y trató de centrarse en lo próximo que venía. Un disparo a su lado le hizo volver en sí, era el otro hombre, que veía con horror el escenario de su compañero muerto, con el cuello roto y bajo un charco de sangre. Yoongi tenía un desastre, pero era la primera vez que hacía algo así. Beber de un humano. Y como lo había disfrutado. La energía en él aumentó, que se dejó llevar por la necesidad de ir por el otro hombre, antes de que pudiera reaccionar, y lo mordió de la misma manera.
Era la segunda mordida en ese momento. Yoongi bebió hasta sentir que podía estar satisfecho, pero aún quería más. Deseaba romper las paredes de todas las casas y las ventanas, acabar con todo aquel que se le atravesara.
Observó el cielo, las dos lunas que iluminaban su oscuridad. Sabía que ese alimento había sido una ofrenda de agradecimiento igualmente, y Yoongi no podía pensar en otra cosa que en seguir sirviendo a quien le brindaba una seguridad y protección inigualable. Estaba agradecido por estar en ese lugar. Sentía la mirada repleta de orgullo de Namjoon desde lejos. No lo había hecho tan mal para ser su primera vez.
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