➜ 𝗘𝘅𝘁𝗿𝗮 𝗜 ⨟ 𝘋𝘪𝘷𝘰𝘳𝘤𝘪𝘰。
CAPÍTULO 6.5, parte uno。
los sucesos de este extra se dan poco
después del capítulo 6, “baile formal”
y son contados desde el punto de vista
de Pucca.
Estaba cansada. Cansada de todo. Y, finalmente, me había decidido a dejar de vivir recluída con un monstruo atormentándome todos los días.
Estaba cansada de esperar una suave caricia, un beso sincero, compartir algo sin tener que oír a mi persona amada decir que ya lo había oído antes, que ya lo había hecho, que yo siempre estaba equivocada.
Estaba cansada de no ser amada. Cansada de que me mintiera de nuevo.
Cansada.
Le pedí por favor, e intenté hablar con él sobre el problema. Le dije que no me gustaba su comportamiento conmigo, pero en lugar de escucharme, empezó a servirse otra copa de vino.
Ya había tomado mucho en la fiesta... bueno, parece que no fue suficiente para él.
“Siempre quieres, quieres y quieres. ¿No vas a dejarme en paz, ni siquiera en una noche cómo esta?”; me respondió.
“No quiero oírte, ¿acaso no lo entiendes?”; me dijo, cuando le rogué que me escuchara, sólo ésta vez.
Pero no tenía porqué hacer eso. No tenía que rogarle por atención, ni por que necesitaba que me escuchase. Él tenía que hacerlo de vez en cuando, soy su esposa; ¿no es eso lo que los esposos hacen con sus esposas? ¿Ayudarlas, escucharlas y, a veces, consentirlas? Él no hacía ninguna de todas esas cosas.
La copa terminó en el suelo, manchando la alfombre blanca, cuando él golpeó su mano contra la mesa de madera. Se puso de pie, mirando el desastre que él mismo había provocado.
“Ah, ¿ves lo que provocas?”; me tomó del brazo y me lanzó al suelo, sobre la mancha.
“Te ves cómo una prostituta en ese vestido, ¿no te lo había dicho ya?”
Le pregunté si no tenía vergüenza. Vergüenza de golpearme de esa forma, de tratarme como una escoria todos estos años... de haberme engañado con aquella mujer de caderas pequeñas con la que estuvo bailando toda la noche en el Go Rong.
“¿Cómo te atreves a decir esas cosas? Tú eres la que va alrededor de los hombres cómo una estúpida mosca siguiendo basura. No me reclames sobre mis compañeros de trabajo y cómo los trato, si tú también vas a estar en la cama con alguien más”; fueron sus palabras.
Fuerte y claro. Creo que lo grité. Le dije que quería el divorcio.
Al principio no se lo creyó. Esta segunda vez, estoy segura que sí lo grité. Se lo grité en la cara. No quería aguantar mis lágrimas y mi rabia por una noche más, quería ya no aguantarlas; quería ya no tener que aguantarlas nunca más.
Mis alucinaciones sobre él entrando en nuestra habitación, apuñalándome varias veces, mientras se reía en mi cara; ya no las quería.
Mi temor de decir o hacer algo mal porque él llegaría en algún momento, lo vería y oiría todo, y me golpearía cómo suele hacerlo; ya no quería sentirme así.
Quería el divorcio.
Pero, tambien quería que él desapareciera. Para siempre.
Que se muera, o matarlo. Golpearlo, dormirlo, envenenarlo... o hacer eso conmigo misma. Envenenarme, golpearme lo suficientemente fuerte en la cabeza, lanzarme desde el balcón de la sala...
Cerrar los ojos, y no volverlos a abrir jamás.
Él me orillaría a mi propia muerte, sería el culpable de que yo ya no esté en este mundo terrenal, de que ya no puedan oír mi voz, de que ya no puedan ver mi rostro.
Pero, ¿sentiría él la culpa? ¿se sentiría triste por haberme perdido? Probablemente no, una vez que yo muriese, ¿se iría con la chica que ví en la fiesta hoy? ¿Empezaría de nuevo su vida, con ella?
Pero, ¿y Ching? No puedo abandonar a mi mejor amiga de una forma tan repentina y horrible. Y, ¿qué hay de mis tíos? Ellos se sentirían culpables por mi muerte, aunque no fuese culpa suya.
¿Qué hay de Tobe?
Mientras la inconsciencia amenazaba con cerrarme los ojos, mientras él golpeaba fuerte en todos mis lugares sensibles, pensé en él. En las noches pasadas, en los días de mucha habla, en las tazas de café.
Él está solo. Solo, igual que yo.
“¿Quieres el divorcio, huh? ¿Para qué lo quieres? ¿Para poder escaparte con tu querido vecinito? ¿Para poder casarte con él, eh? Aprende una cosa de una maldita vez; tú me perteneces a mí, eres de mí propiedad, y nadie ni nada hará que te separes de mí, ¡nunca!”
Ya no podía ver con mucha claridad, posiblemente por las lágrimas. Me intenté proteger cómo pude, creo que me da doblado una mano, y me sangra la nariz. Pero no me rindo ante el sueño repentino, sigo respirando, sigo aferrándome a la vida.
No sé si los uniformados fueron parte de mi imaginación, o si de verdad irrumpieron en mi casa aquella noche. Tampoco recuerdo si aquel ángel guardián que me ha protegido todos estos años de verdad estaba ahí.
“Te tengo. Estarás bien. No te duermas”
Ni siquiera sé si esas palabras fueron reales, o producto de mi imaginación. De una cosa estoy segura... finalmente, me he quedado dormida.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro