Alguien golpeteaba mi puerta.

    ㅡBuenas tardes, vecino ㅡdijo la muchacha que ahora tenía una coleta en su cabello, en lugar de dosㅡ. He estado oyendo unos ruidos que provenían de mi suelo, ¿puede ser que haya puesto algo de música?

    ㅡAh, creo que sí ㅡmiré hacia atrás para intentar dejar de sonreír, mi plan había funcionado; luego volví a mirarla, un poco más serio esta vezㅡ. Lo siento, creo que me pasé un poco...

    ㅡNo, está bien ㅡsonrió y me explicó las leyes de convivencia del edificio, sobre el ruido a altos volúmenes y demás.

    ㅡMuchas gracias por recordármelo, creo que necesito un papel o algo para no olvidarlo ㅡreí suavemente, mirando a sus ojos.

    Ella volvió a sonreírme cómo la primera vez en el supermercado.

    ㅡPucca, ¿podría decirte algo? ㅡpregunté, antes de que ella se fuera.

    ㅡS-Sí... ¿Qué sucede?

    Me alejé un poco de la puerta, permitiéndole pasar, pero ella seguía mirando sus pies. Carraspeé mi garganta y ella me miró dándole el paso, un semblante confundido adornó su rostro y yo sólo pude sonreír de lado.

    ㅡPrometo no jugar contigo, siempre serás bienvenida a entrar; puedes quedarte por una hora o dos si es que necesitas un amigo ㅡexpliqué.

    Ella, con ojos cristalinos y a punto de largarse a llorar, me sonrió genuínamente y se adentró con una pequeña reverencia a mi apartamento.

    Fui hasta la cocina, mientras ella se sentaba en uno de los sofás, a buscar algo para beber. Hice un café y un chocolate caliente, algunas galletas de chocolate y vainilla y me fuí nuevamente hasta el salón principal.

    ㅡTienes plantas muy bonitas ㅡsonrió, tocando las amapolas que estaban colgadas en la esquina dónde estaba la cortina que daba al balcón.

    ㅡ¿Te gustan las plantas? ㅡpregunté, ella asintióㅡ. Bien, podría llevarte a la florería donde trabajo, hay plantas aún más bonitas ahí.

    Su rostro se iluminó en alegría, aprecio y emoción cuando comenté aquello, haciéndome sonreír también.

    Tomamos dos cojínes y los pusimos sobre el piso, a un lado de la puerta que daba al balcón, y comimos los refrigerios hasta que el sol empezó a ponerse a las seis.

    ㅡÉl llega a casa a las once ㅡme confesó, sin sacar la mirada del atardecer, ni sus manos aferradas al saco que le presté.

    ㅡEntiendo ㅡmurmuré, me acerqué un poco más y alejé unos cabellos de su rostro, poniéndolos detrás de su oreja.

    Se acercó a mi mano con algo de cariño, mientras arreglaba la corona de flores que habíamos hecho juntos ésa tarde, entonces llamé su atención con un pequeño "mh".

    ㅡPodemos hablar sobre el ruido cuando estés lista ㅡdije, y ella volteó a mirarme algo preocupadaㅡ. Pero, hasta entonces, diré que ha debido ser el viento.

    Pasé mis ojos de su cabello a sus ojos, que me miraban con tristeza, pero con un brillo de esperanza a la vez.

    ㅡTienes razón, el sonido que escuché al principio, el del vidrio roto ㅡle recordéㅡ, pensé en ello y sí, estoy seguro que ha sido el viento.

    Le sonreí con calma, y ella hizo lo mismo. Aquella noche, cuando ella se fue, me dió un abrazo y murmuró un gracias por sobre mi oído. Desde ése entonces, no puedo esperar al día en el que pueda llevarla a la florería.

    No puedo esperar el día en el que pueda decirle cuánto he luchado yo también.

    Y que puede seguir luchando, aunque aquello cueste.

「 Fin del Primer Volúmen 」