τρία | 𝘛𝘶𝘭𝘪𝘱𝘢𝘯𝘦𝘴 𝘉𝘭𝘢𝘯𝘤𝘰𝘴。
TOBE
No recuerdo el tiempo que me tomó recordarle que solo iríamos a Tokio por los papeles de divorcio, pero sí recuerdo cuánto tiempo le tomó a ella convencerme de ir de turismo también.
Cinco segundos. No más, ni menos. Cinco malditos segundos.
Con sólo mirarme directo a los ojos, unos besos en los nudillos de mis manos y sonreírle al gran ventanal mirando hacia las nubes. Ella me tenía a sus pies y no lo sabía.
O, bueno, tal vez si lo sabía. Sabía lo que podía hacer con esos hermosos ojos marrones, si me miraban sólo a mí, estoy completamente seguro de éso.
En el fondo de la florería, cerca del desván, había un lugar lleno de plantas y árboles, ahí podían entrar todas sin problema, mientras que las flores estaban todas en la parte delantera de la tienda.
Uno de mis empleados llegó, mientras yo estaba tirado de espaldas en el medio del pasillo de las rosas con espinas y los cactus, para avisarme que había llegado alguien, buscándome.
Cualquiera moriría de risa si viera a su jefe teniendo un desorden mental mientras está tirado cómo una estrella de mar en el suelo del desván detrás de la tienda... mi empleado se fue aguantándose la risa, pero lo oí reír cuando estuvo lo suficientemente lejos (que no fue "muy lejos", porque lo oí de todas formas).
Me reincorporé cuando oí los pasos de unos suaves tacones en el suelo de piedrilla. Mi felicidad creció en una enorme e inaguantable sonrisa cuando la ví entrar.
ㅡ¡Buen día, señor Tobe! ㅡme sonrió Ching.
ㅡBuenos días, Ching ㅡme acerqué a ella, mirándola de pies a cabeza.
La mejor amiga de Pucca, Ching, y su reciente esposo, Abyo; regresaron de sus vacaciones hace una semana, pero con los problemas del divorcio y las flores marchitas de la florería, no he tenido tiempo de verlos o visitarlos.
La razón tan grande de mi felicidad, también, son las dos gemelas que están creciendo en su vientre.
ㅡOh, mira eso ㅡreí a que una de ellas me pateara cuando acaricié el vientre de su madreㅡ. Crecen cómo las hiedras.
ㅡ¿Cómo las hiedras?
ㅡChiste de plantas ㅡdije, restándole importanciaㅡ. Estas dos pequeñas van a tener que acostumbrarse.
ㅡOh, no ㅡdijo, entre risasㅡ. Ay, esta niña...
Me reí a su mueca; ㅡ¿Te patea mucho?
ㅡDesde la última vez que nos hiciste una vídeollamada, una de ellas ha estado pateando cada vez que escucha tu voz en algún lugar.
ㅡOh ㅡmurmuró, frunciendo el ceñoㅡ. Lo siento, Ching... debí haberlos visitado antes, o haberles llamado... ni siquiera han nacido y ya soy un mal familiar para ellas.
Ching palmeó mi hombro: ㅡNo te preocupes, ellas te amarán. Ah, por cierto... no te enojes con Pucca, sabes que ella sólo intenta ayudar ㅡahora fue ella la que se reía de mi muecaㅡ. Nos contó sobre Japón.
ㅡYa veo... no es necesario que hagan nada, con sólo tener su apoyo es suficiente para mí.
ㅡNecesitarás más que sólo un poco de apoyo si quieres terminar con ese matrimonio de una vez por todas ㅡacunó mi cara entre sus manosㅡ. Abyo es abogado, por si no lo sabías. Todos los juicios que ha aceptado, los ha ganado. No quiero darte alguna falsa esperanza, pero él puede ayudar... legalmente hablando ㅡme sonrió dulcementeㅡ. Tobe, déjanos ayudarte.
ㅡAish, no puedo decirle que no a una mujer con niños ㅡdije, cruzándome de brazos.
ㅡ¡Qué bien, qué bien!~ ㅡapludió, contentaㅡ. Bueno, ahora que tú has aceptado mi oferta; ¿me harías un favor?
ㅡDepende... ¿qué necesitas?
ㅡ¡Un pequeño ramo de tulipanes blancos! ㅡseñaló, con una sonrisaㅡ. Sabes que son las flores favoritas de las niñas.
ㅡEstá bien, vamos a la tienda ㅡreí, caminando a su lado.
Sé que sonará estúpido, pero Abyo podría ayudarme, sí. Es abogado, ahá, pero tendré que contarle todo lo que he pasado... sé que él ya sabe lo que pasó entre Pucca y Garu, pero me inquieta un poco lo que él podría decirle a Pucca al respecto sobre mi ex matrimonio.
Sé que si le pido su silencio (o le pago por ello), mantendrá la boca cerrada. Sé que no lo usaría en mi contra, cómo para obtener un favor al que me he negado varias veces. Estoy seguro de que él no haría cosas malas con la información, o se lo diría a Pucca lientras toman el té... pero, honestamente, me da miedo.
No quiero contarlo, ni revivirlo, ni sentirlo de nuevo en mi lengua cómo un cubo de hielo; tan frío que es capaz de quemarme. El dolor de todo lo vivido va a regresar a mí cuando los ojos de Clara se claven en los míos, y podrá irse cuando Pucca tome mi mano... aunque, ¿qué tan seguro estoy de todo eso?
No sé cuánto tiempo podré ser capaz de aguantar...
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