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μηδέν | 𝘌𝘱𝘪́𝘭𝘰𝘨𝘰。

TOBE

        Bienvenidos de nuevo. Mi nombre es Tobe. O bueno, así me dicen. Tengo treinta y seis años.

        Mi última relación amorosa fue un asco. Casi quince años de matrimonio tirados a la basura por la violencia doméstica de mi ex esposa hacia mí. Tuve que dejar toda mi vida en Tokio atrás, pues ya era un hazmerreír en todos lados. Por culpa de los traumas que me provocó dicha violencia, tuve que dejar mi trabajo de profesor de artes marciales mixtas y mudarme del país.

        Esto último, lo de escaparme de Japón, fue una idea repentina y me pareció la mejor de todas las que había tenido antes.

        En busca de una vida completamemte nueva, en un lugar que nadie me conociese; me encontré con Sooga, un pequeño lugar alejado de la gran ciudad de Seúl, en Corea del Sur.

        He conocido personas increíbles desde el primer día en que llegué (hace casi seis años atrás); tres magníficos cocineros, una vecina amante de la moda que se ha convertido en una influencer famosa, un vecino muy amable para el que trabajo medio tiempo... y con el que aún comparto internet y línea de teléfono.

        Oh, y una muchacha hermosa. Una mujer que sufría en su matrimonio de la misma forma en la que yo había sufrido. Le ayudé cómo pude, le dí alojamiento mientras escapaba sin obtener recompensa alguna. Le dí apoyo, le dí un hogar...

        Le dí amor.

        Así cómo ella me lo ha dado todo.

        Me muevo de lado a lado, caminando por toda la extensión de la habitación, acomodándome la coleta baja de mi cabello y la corbata en mi cuello. Ho, uno de los tíos de dicha asombrosa muchacha, entra en la habitación y se ríe de mí.

        ㅡ¿Estás bien? ㅡpregunta, con una sonrisilla.

        ㅡSí, sólo... algo nervioso.

        ㅡTe entiendo ㅡasintióㅡ. ¿Estás asustado?

        ㅡSí, eso... eso también.

        ㅡ¿Estás dudando? ㅡme preguntó.

        Ya veía venir esa prégunta. Dudar... dudar si quiero casarme o no con su sobrina. La respuesta a la pregunta, cada vez que me la preguntaba, era siempre la misma: estoy completamente seguro que quiero hacerla mi esposa.

        ㅡSon los nervios ㅡasentí, acomodándome de vuelta la corbata, que había deshecho por octava vezㅡ. Me preocupa que ella piense... que este matrimonio acabará cómo su ex matrimonio.

        Él se acercó, despojando mis manos temblorosas de la pobre corbata. Mientras la anudaba en mi cuello, sostenía una pequeña sonrisa entre los labios.

        ㅡSé que eres un buen hombre ㅡpalmeó mis hombros, mirándomeㅡ. Un hombre seguro, decidido a hacer feliz a mi sobrina. Un hombre que ama ver a todo el mundo feliz aunque él no la esté pasando bien ㅡse alejó un poco de míㅡ. Pucca escogió a la persona correcta esta vez. Una persona que realmente la ama y que no la dejará escapar tan fácil.

        ㅡGracias, Ho ㅡmurmuré, abrazándolo.

        ㅡ¿Sabes? ㅡdijo, en medio del abrazoㅡ. No me molestaría que me llamaras 'papá'.

        Ambos nos reímos. Los otros dos tíos de Pucca, Linguini y Dumpling, aparecieron en la puerta y se unieron al abrazo. Abyo, el esposo de la mejor amiga de Pucca y ahora padrino de mi boda, viene a buscarme y nos lleva a todos hacia el altar.

        Los famosos cocineros del Go Rong tienen una pequeña tradición familiar; en la que el hermano menor ingresa lanzado pétalos de rosa al suelo por el que caminará la novia, el padre va del brazo de la muchacha, y el hermano mayor (sino, algún primo) trae los anillos de bodas detrás de ellos.

        Dumpling tira las rosas, Linguini viene con los anillos... y, detrás de todo, un tiempo más tarde, la mujer más hermosa que jamás hayan visto mis ojos, junto a Ho. Abyo me pasa un pañuelo y me seco las lágrimas que empezaton a caer hace un tiempo.

        ㅡVas a hacerme llorar a mí ㅡme comenta, cuando estamos de pie el uno frente al otro.

        ㅡEs que te ves tan hermosa ㅡle sonrío, tomándole las manos con un poco de fuerzaㅡ. Te ves aún más hermosa que cuando te conocí.

        ㅡEso no se vale, tú tu ves guapo todos los dias ㅡme dió un ligero apretónㅡ. Me alegra que seas tú el que me espera al final del pasillo.

        ㅡMe alegra que hayas confiado en mí cuando intenté ayudarte la primera vez que nos vimos ㅡtomé aire y lo expulsé con unas pequeñas risitasㅡ. ¿Estás... lista?

        ㅡCompletamente... ¿y tú?

        ㅡCompletamente.

        ㅡ¡Atención, todos! ¡Necesito un poco de su atención! ㅡgritó Pucca, de pie detrás de la mesa dónde estábamos cenando.

        La fiesta se llevó a cabo en el Go Rong. A los pies de la bella escalera se encontraba una mesa en la que sólo estábamos Pucca y yo. Ahora mismo, está planificado que haya un brindis. Junto a él, un mensaje de agradecimiento de los recién casados a las personas invitadas.

        Todos guardaron silencio, levantaron sus copas cuando Pucca lo hizo. Agradecimos con alegría, hicimos llorar a algunos varios, e incluso todos empezaron a gritar vítores después de darnos otro beso; uno que sellaba con amor los "te amo" que ambos habíamos compartido al finalizar nuestras palabras.

        Agradecí a los tíos de Pucca por prestarnos el lugar para la fiesta, a Abyo y a Ching que nos regalaron parte de la fiesta, y a todos los que habían venido desde Japón para la celebración.

        Entonces, cuando creíamos que todo había terminado y podríamos irnos a bailar otra ronda más... Pucca se mantuvo de pie.

        ㅡ¡Una cosa más! ㅡdijo, llamando la atención de todos otra vezㅡ. Sé que hemos prometido no darnos ninguna clase de regalo el día de la fiesta, pero ya no me puedo aguantar ㅡme dijo, mientras rebuscaba algo en su pequeño bolso.

        ㅡ¿De qué estás hablando? ㅡme reí, mientras ella me pasaba una pequeña cajaㅡ. No tenías que hacerlo... yo dejé nuestro regalo en la casa ㅡdije, un poco avergonzado.

        ㅡ¡No importa! ㅡpuso ambas manos sobre la caja y me sonrióㅡ. Quería que todos vieran este, así que este es el momento perfecto.

        Mientras todos estaban expectantes, levanté la pequeña tapa de la cajilla blanca y saqué el regalo de la envoltura de papel. Con cuidado, lo ví por todas partes, sin moverlo demasiado, sin tomarlo entre mis dedos. Levanté la vista hacia ella con una sonrisa que iba creciendo aún más.

        A la expectativa de todos, dejé la cajilla en la mesa y me abracé a mi esposa (woah, se siente muy bien llamarle así ahora), la hice girar un poco y, cuando me confirmó lo que había visto, me volteé al resto de los invitados con lágrimas en los ojos.

        ㅡ¡¡Vamos a ser padres!!

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