δεκαπέντε | 𝘌𝘹𝘵𝘳𝘢𝘯̃𝘰。
PUCCA
Las señas de Abyo me hacen guardar silencio. Pero, aún así, oigo los latidos de mi corazón en mis oídos.
ㅡTengo que decirte algo antes ㅡme confiesa, tengo que tomarme un segundo y sentarme en el sofá.
ㅡ¿Qué fue lo que ocurrió? ㅡpregunta Ching, sentándose a mi lado. Toma mis manos, que no dejan de temblar.
ㅡEstábamos en casa de Clara, con ella y su abogado, hasta que Minho recibió una llamada importante y yo fui al baño ㅡintentó explicar, rápidamenteㅡ. Cuando estoy saliendo, veo al abogado de Clara subir y le escucho susurrarme que no sabía nada acerca de la habitación que Clara había convertido en gimnasio.
Ching interrumpe rápidamente: ㅡ¿Qué habitación?
ㅡLa vieja oficina de Tobe. Creo que la que utilizaba cuando enseñaba artes marciales. El punto es... ella le dijo al juez que las habitaciones de la casa estaban iguales a cuando él se fue, pero no había un gimansio ahí antes ㅡdijo, asintiendo a sus propias palabrasㅡ. Ella mintió, lo cuál es una falta grave. Entonces, oímos una queja lo suficientemente fuerte y extraña, proveniente de Tobe, y corrimos a ver que ocurría.
Silencio. Se veía que estaba intentando conseguir las palabras correctas. Me mira directamente y siento que sus ojos se dirigen a mis labios y los toco rápidamente.
ㅡEntramos y Clara estaba sobre Tobe, intentando quitarle la ropa o algo así. Cuando los separamos empezó a gritar que él había estado intentando abusarla, pero...
ㅡ¿Pero, qué? ㅡmusitó Ching, exasperada.
ㅡPero vió... marcas... en la piel de Tobe y comenzó a volverse loca, diciendo que él estaba con otra mujer, cómo si aún estuviesen casados.
ㅡ¿Dónde está ahora?
ㅡEn su habitación ㅡantes de que pueda irme, me toma del brazoㅡ. Escucha, no nos importa que hayan tenido relaciones, sólo... no le digas que te conté lo de Clara, ¿sí?; él no quería, pero... me es inevitable no decírtelo, tal vez tú si puedas ayudar mejor que yo.
Mis ojos se suavizan ante su honestidad y Ching me asiente sonriente desde el sofá. Luego los dejo solos y me adentro a la oscura habitación.
ㅡ¿Abyo? ㅡpregunta, cuando acaricio su brazo.
ㅡNo, soy yo, Pucca ㅡmi nombre lo hace saltar de la camaㅡ. Está bien, no te preocupes ㅡlo hago callar, recostándolo nuevamenteㅡ. Ya estoy aquí.
ㅡLo lamento.
ㅡ¿Por qué?
ㅡPor no haberte llevado conmigo. Aquella casa es un caos.
ㅡLo entiendo ㅡbesé su frenteㅡ. ¿Por que no estás durmiendo?
ㅡMe siento extraño.
ㅡ¿Extraño?
ㅡEs que... me siento muy asqueado y... bueno, al menos ya me siento un poco mejor. Creo que pude deshacerme de toda mi ansiedad por un segundo.
Él se volteó, recostándose con su espalda completa en la cama. Me acaricia la cintura con una mano, y con la otra entrelaza sus dedos con los míos.
ㅡEscuché que Abyo dijo que fuiste al baño a... bueno, éso.
ㅡSí, creo que eso ayudó ㅡsuspiróㅡ. Fue un remolino de cosas en mi cabeza, y estalló en mi estómago.
ㅡ¿Quieres que me quede aquí contigo?
ㅡSí, por favor ㅡmurmuró, y se movió para hacerme un lugar en la camaㅡ. ¿Puedes... cantar para mi?
Me recosté junto a él: ㅡ¿Cómo les canto a mis alumnos?
ㅡOh, eso sería encantador ㅡsonrió, abrazándose de mi cintura.
Tomé las sabanas y nos cubrí a ambos con ellas.
Comencé a tararear suavemente y luego canté en murmullos para él, arruyándolo, cómo una suave canción de cuna sonando en la radio.
«Si no puedo encontrar la cura,
te arreglaré con mi amor.
No importa lo que creas,
intentaré arreglarte con mi amor.
Si me dices que estás bien,
te curaré de todos modos.
Te prometo estar siempre ahí,
prometo que seré la cura»
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