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Zéro | 𝘌𝘱𝘪́𝘭𝘰𝘨𝘰。

        La Montaña del Lago Azul es un lugar algo escondido dentro del Parque Nacional de Sooga. Aquellas pequeñas mal llamadas "montañas" son lo único que separa al pequeño pueblito de Sooga de la gran ciudad de Seúl. El agua que forma el pequeño lago, alguna vez, fue parte del gran Río Han.

        La única pequeña montaña tiene una bella vista de las luces de la ciudad y del lago, más abajo. Hay una leyenda que un anciano me contó mientras trabajaba en un asilo, sobre aquellos desesperanzados que buscaban milagros. Metían, en un pequeño frasquillo transparente, una nota con una afirmación. El frasquillo se tiraba al lago, y éste llevaba tu pequeño deseo por sus aguas, hasta que desaparecía de tu vista.

        El anciano dijo que todo se cumpliría si lo hacías con buenas intenciones y sin desearle a nadie ningún mal. Según me dijo, los pequeños frasquillos siguen su curso hasta el Río Han, y de ahí... bueno, vaya uno a saber dónde llegarán.

        Pucca me dijo, la primera vez que vinimos, que no quería escribir nada extraño o malo, porque las sirenas que vivían en lo profundo del Río Han, podrían leer su deseo y asustarse. Le dije que si era realmente malo, cómo desear la muerte a alguien, entonces su deseo jamás se cumpliría.

        Ella lo pensó, aún algo aturdida y pensativa. Jamás llegaré a saber qué fue lo que ella escribió, pero yo pedí borrar las cosas malas de mi pasado. Crecí sin un padre, y luego mi madre falleció. Quería recordar a mis amigos, y los momentos con el resto de mi familia. Pero, no quería recordar a Clara. Ni las cosas que dijo o hizo para herirme.

        Aún había cosas que quería recordar de ella; cómo las cosas que me hicieron enamorarme profundamente de su ser.

        ㅡ¡Te encontré! ㅡcanturreó Pucca, con una sonrisillaㅡ, ¿qué es...? Oh.

        El lugar, completamente decorado, le había hecho detenerse en seco. Los árboles tenían girnaldas de pequeñas luces blancas colgadas desde sus ramas más bajas, y una pequeña mesa redonda se apreciaba en el centro, debajo de todas esas luces.

         Algo de vino, unas buenas pastas, flores y velas.

        ㅡÉsto... ¿es demasiado? ㅡpregunté, mirándome.

        ㅡNo, te ves lindo ㅡcomentó, sonriéndomeㅡ. ¿A qué se debe todo esto?

        Estaba por anochecer. El atardecer, naranja con tonos rosados, dejaban poco que desear. Las estrellas se mostrarían pronto, y la suerte seguía estando de mi lado. No habría nubes esta noche.

        ㅡSentémonos, primero. Las cosas seguirán dándose a su tiempo ㅡle dije, con una sonrisa.

        Luego de un tiempo, de habla y de cena, Pucca se levantó con su copa y empezó a pasear con tranquilidad admirando todo el paisaje. Después, apuntó al cielo con una sonrisa.

        ㅡ¡Mira eso! Las estrellas se ven tan hermosas.

        ㅡ¿Sabes qué es más hermoso que estas estrellas?

        ㅡTodo este lugar ㅡseñaló, con pequeñas risitasㅡ. Todo esto que has creado para nosotros, esta noche.

         ㅡBueno, gracias ㅡme reí, acercándomeㅡ; pero hablaba de tí. eres más hermosa que las estrellas.

        Ella se abrazó a mí, apoyando su cabeza sobre mi pecho; me agradeció en voz baja. Acaricié su espalda, mientras seguía admirando el paisaje.

        ㅡ¿Puedo contarte un secreto? ㅡsusurró, levantando la cabezaㅡ. El deseo de la botella que lancé al Lago.

        ㅡNo tienes que decírmelo si no quieres.

        ㅡQuiero hacerlo ㅡpalmeó mi hombroㅡ. Deseé que mi vida mejorara. No importaba de qué forma fuese, sólo quería que fuese mejor que la que estaba llevando. Y ahora, es mejor... gracias a tí.

        ㅡNo me des el crédito que tú misma te mereces ㅡpuse un par de mechones de su cabello, detrás de su orejaㅡ. Tú lograste que tu vida cambiase, yo sólo te ayudé un poco.

        ㅡUn poco ㅡdijo, haciendo una seña con sus dedos, riéndose.

        ㅡPucca... ¿recuerdas lo que te dije, cuando me comentaste que querías mudarte?

        ㅡSí, dijiste que me ayudarías.

        ㅡY cuando te acompañé delante del juez, a testificar, ¿recuerdas lo que te dije?

        Ella asintió: ㅡQue hay que aguantarnos la vida, aunque sea muy pesada para sostenerla.

        ㅡY te lo recuerdo, si lo olvidas ㅡmurmuréㅡ, también crecimos peleando. Y, además, sin quererlo, nos gustamos.

        Me sorprende que ella no esté sorprendida. Incluso, que me regale una dulce sonrisa mientras hablo.

        ㅡY, aunque pasamos muchas cosas, no tengo miedo de decirte lo que pienso.

        ㅡ¿Ah, sí? ㅡella asintió mientras reíamosㅡ. ¿Me dirías lo que piensas, ahora mismo?

        ㅡQuiero ser tu refugio.
 
        ㅡSi tú me dejas ser el tuyo ㅡrespondí.

        Nuestros ojos se conectaron, y en ellos pude ver el millón de estrellas que estaban en el cielo. Me incliné un poco, y ella se puso de puntillas; ese beso que estaba esperando, finalmente estaba siendo correspondido.

        No importa cuántos nos tardemos, o cuánto tenga que hacer para acercarme aún más a ella; sé que lo haré. Sé que estaremos juntos, aunque una relación amorosa oficial no sea lo que nos espere en el futuro.

        Amo el refugio que ella me brinda, y también la amo a ella.

「 Fin del Segundo Volúmen 」

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