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Neuf | 𝘋𝘦𝘴𝘢𝘴𝘵𝘳𝘦。

    El maldito estrés y los malditos horarios de trabajo que me tienen aún más confundido, me hicieron gritar. Maldito seas, Tobe, ¿por qué tenías que comportarte como un completo idiota?

    ㅡPor favor, sólo... necesito que abras la puerta, ¿sí?

    ㅡ¡No! ㅡgritó, desde adentro.

    Pucca estaba encerrada en el baño. No tenía muchos lugares dónde correr, estando yo casi pisándole los talones. Me cerró la puerta en la nariz.

   ㅡNo quise gritarte, ¿está bien?

    ㅡ¡Eres un mentiroso!

    ㅡEntiendo que estés enojada... pero, deberás entender que no voy a irme de aquí hasta que salgas y arreglemos ésto cómo los adultos que somos.

    ㅡ¡Vete al trabajo! ㅡgritó, luego de un corto silencio a mi sermónㅡ, ¡ahora!

    ㅡNo, pedí en día libre. De aquí, no me voy.

    ㅡ¡No puedes pedirte el día libre!

    ㅡClaro que puedo ㅡcomenté, aguantándome la risaㅡ, ¡soy el jefe!

    ㅡ¡Agh!

    Reí bajito, ocultándolo detrás de mi mano. Entendía su enojo, o su miedo, pues salir de un lugar dónde todos los días eran gritos y peleas, y que luego todo parezca volver a comenzar, era difícil. Y muy horrible para ella, por supuesto.

    Pero, tal vez había sido que me tardé mucho en ir a buscarle... o que alcé de más la voz... incluso podría tener la cara humeando y roja entre el fastidio de los papeles y la jaqueca que me estaba dando.

    Respiro hondo mientras me apoyo en la pared a un lado de la puerta. Los recuerdos de aquellas mañanas y noches etéreas dónde la tengo sostenida entre mis brazos, esperando que su respiración se vuelva suave y verle dormir. Aquellas noches en la que no puedo cerrar los ojos porque ella no está durmiendo conmigo.

    Haberle gritado me recordó a cuando quería ayudar a mi ex esposa y terminabámos teniendo una discusión sobre cómo yo me estaba "metiendo en sus asuntos". No, yo no soy cómo ella.

    Cuando Pucca y yo estamos juntos, jamás llegamos a otros extremos. Siempre que me quedo despierto hasta que ella se duerma; acaricio sus cabellos, besos sus manos, le tarareo una canción o le cuento cosas que he estudiado a través de los años... los besos en el cuello son sus favoritos.

    Aquella mañana, cuando desperté, le dije que no recogería los besos que había dejado la noche anterior en su cuello, mientras se preparaba para ir al jardín de niños. Rió, besándome en la mejilla, diciendo que había sentido todos y cada uno de los besos que le había dado. Entre mi sueño y la realidad, sé que sonreí.

    También está aquella otra mañana... por alguna razón se despertó molesta, tal cómo un bebé berrinchudo. Habíamos hablado un poco, pero se le notaba enojada. Le decía a Yani que se alejara de ella, hacía berrinches y pucheros por todo e incluso bufaba cada vez que iba de un lado a otro. Me preguntó por qué la dejé comportarse cómo una niña pequeña, y sólo respondí con una serie de cosquillas para alegrarle el día.

    Quiso esconder sus manías de mi, pero no lo hizo tan rápido. Una de ellas eran las plantas, siempre lleva anotado cuando las regó y cuánto les puso de agua, para poder hacer lo mismo la próxima vez que necesitase regarlas. Estoy seguro que hay otras... pero debo tomarme el tiempo exacto para verlas bien de cerca.

    Y ahora pasa ésto... mierda, soy un completo idiota. Completito.

    ㅡPor favor, necesito que salgas ㅡmurmuré, acercándome de nuevo a la puerta.

    ㅡSi tanto necesitas ir al baño, ve a casa de Ssoso.

    ㅡNo necesito usar el baño, sólo... sabes que no voy a irme, sólo soy feliz contigo... y ahora, más que nunca, necesito darte un abrazo y que tú me hagas saber que todo está bien.

    El click de la cerradura me hizo retroceder un poco. La puerta se había abierto leeeentamente, hasta dejarme ver su rostro cabizbajo.

    ㅡ¿Me dejarías abrazarte? ㅡpregunté, cuando pude ver su rostro completo al salir. Negó suavemente, mientras cerraba la puerta detrás de su espaldaㅡ. Bueno... m-mira lo que tengo aquí ㅡlevanté mis manos.

    En medio de ellas estaba el collar blanco de Yani, un collar que sus tíos le habían regalado junto a la gatita, y que ella no quería perder jamás. Sus ojos se volvieron llorosos y lágrimas amenazaban con salir de ellos.

    Todo el escándalo había sido por el collar de Yani... y, claro, mi estúpida manía de no poder ver a los seres cercanos a mi estando tristes o necesitando ayuda. La acerqué a mi dándole un fuerte abrazo, mientras lloraba sobre mi pecho.

    ㅡLo siento, no quería que me tuvieses miedo ㅡmurmuré, acariciando sus cabellos.

    ㅡNo te tengo miedo... sólo... no pensé que me gritarías y me asusté un poquito.

    ㅡDios, somos... un desastre ㅡreí, mientras secaba sus lágrimas con mis pulgares.

    ㅡPero, nos queremos, ¿no es así? ㅡme susurró en respuesta, aquella sonrisilla saliéndole de las labios me hizo darle otro fuerte abrazo entre risas.

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