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Cinq | 𝘕𝘰𝘤𝘩𝘦 𝘥𝘦 𝘕𝘢𝘷𝘪𝘥𝘢𝘥。

    Navidad. Hacía mucho tiempo que no pasaba una fiesta cómo esta con gente nueva... o con personas en general.

    Era una de ésas festividades que llenaba mi corazón de alegría. Siempre hacíamos algo grande en el gran salón de artes marciales, había anunciado mi partida una Navidad, después de haberme divorciado.

    Mis chicos, los que habían empezado el año pasado y los más adultos (que hacía cuatro o cinco años habían dejado de venir a entrenar); dijeron que iban a extrañarme, y que pensaban verme pronto nuevamente.

    No tengo pensado volver a Tokio, al menos, por el momento, no puedo dejar de pensar en ello. Cada vez que pienso en aquella ciudad de grandes calles y luces, muy parecida a Las Vegas, la cara de Pucca vuelve a mi memoria.

    ¿Mi subconciente me está diciendo que debería llevarla a Tokio?, ¿deberíamos escapar?, ¿por qué ésto es tan difícil?

    Me preparaba para salir, iría solo, ya que me tomé mi tiempo antes de ponerme el traje. Ssoso se había ido a las ocho con veinte, y Ring Ring salió a las nueve; eran las diez y yo veía cómo las últimas personas salían del edificio, para subirse a sus autos o marcharse caminando. Y yo seguía aquí.

    Diez con diez corrí al baño y diez con quince salí de ducharme. Los pantalones y el saco son negros, la camisa en gris oscura, lo mismo con mis zapatos de vestir. No conseguí una rosa roja falsa, pero pude conseguir una blanca, que no tiene ningún tipo de olor anormal, sólo el de las rosas, cómo si sólo hubiera sido desteñida.

    Mis manos, maltratadas por la tierra y las espinas de las plantas, estaban adornadas con un par de guantes blancos y un reloj gris en mi mano izquierda.

    Salí de mi edificio y cerré la puerta, caminé hasta mi camioneta aún sintiéndome un poco mareado de usar traje otra vez.

    El viaje sólo duraba dos minutos, tal vez cinco minutos a pie.

    Me preparé mentalmente, y mientras veía gente ingresar en el Go Rong, me adentré sin pensarlo dos veces. Mi primera vista fueron los tíos de Pucca, quienes me recibieron con unas increíbles y enormes sonrisas. Me hacían sentir cálido y amado.

    ㅡNos alegra que hayas venido ㅡdijo Dumpling, mientras me daba un fuerte apretón de manos, su traje blanco con negro contrastaba cómo su cabello y piel.

    ㅡEstuvimos toda la noche aquí, pensamos que ya no vendrías ㅡdijo, ésta vez, Linguini; con un traje celeste claro.

   A éste punto, me alegra no haber conseguido el traje azul.

    ㅡTuve que hacer unas compras a último momento, y al parecer me atrasé un poco ㅡdije, con media sonrisa.

    ㅡTu presencia aquí siempre será grata y bienvenida ㅡdijo Ho, con un traje que variaba en los colores blanco, celeste y negroㅡ. Iría a buscarte si es que pensabas en no venir...

    ㅡÉso jamás ㅡmurmuré, con una sonrisa.

    Cuando volví a levantar la vista y empecé a caminar, ví a lo lejos a Ching, a quién saludé con un gesto de manos. Al parecer, el chico que está a su lado es su pareja Abyo... bueno, es muy guapo, el amarillo de su traje le sienta bien; y de cierta forma combina con el vestido rosado con moños rosados pasteles de Ching.

    A mi derecha había una larga sección de comida y bebidas, a mi izquierda había algo similar, y el centro del restaurante había sido completamente despejado para parecer una pista de baile. Mientras más llegaba al fondo del salón, cerca de unas escaleras, me encontré con Ring Ring y a Ssoso.

    Ring Ring llevaba un hermoso vestido rosado de pequeñas capas, en el centro de su pecho había una rosa y de ella salían dos tiras que se ataban detrás de su cuello. Era corto hasta más allá de sus rodillas.

    Ssoso llevaba consigo un traje completamente negro, con zapatos de vestir y moño negro. A un lado de Ring Ring, con una copa de vino y un traje platinado, Dada, el mesero del Go Rong.

    ㅡPensé que ya no vendrías.

    ㅡ¡Ni hablar! No quería perderme semejante belleza ㅡdije, halagando de cierta forma a Ring Ring.

    ㅡMe siento realmente halagada ㅡdijo, entoncesㅡ, pero creo que a quién buscas acaba de entrar.

    Me volteé con suavidad, algo confundido.

    Ahí a lo lejos se podía apreciar a una muchacha de cabellos cortos y atados en dos pompones, con un maquillaje tenúe pero visible al mismo tiempo, con una rosa en su cabello y aquel increíble vestido rojo hasta la punta de sus pies. Un pequeño cinturón dorado se encontraba en su vientre, en su pecho una pequeña esmeralda y dos largas tiras doradas que se posaban en sus brazos.

   Le miré con una sonrisa, y ella me devolvió el gesto de inmediato.

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