Mientras Moonbyul se recuperaba, Yoongi y ella estuvieron conversando. Luego la hechicera lo acompañó a su habitación y hechizó el ventanal de este.

Mejor prevenir que lamentar.

Regresó sola y a pasos decididos al cuartel. Se sentó en su escritorio y sacó una tabla de madera de un cajón de este. La tabla tenía tallado un mapamundi. Esa tabla le permitía comunicarse con otros hechiceros que había en todo el mundo.

Movió su varita sobre la tabla y pronunció las palabras correctas, a los segundos la tabla destelló. En el lado izquierdo apareció la imagen de Seokjin y al otro la de Jiwoo.

Necesitaba comunicarse con sus amigos, avisarles del traidor. Y también hacerles saber que sus hijos estaban bien.

Jiwoo tenía ojeras muy notorias y bostezaba cada diez segundos.

—¡Seokjin, Jiwoo! —exclamó feliz de verlos.

—¡Byulyi!

—¿Qué sucede? —preguntó Jin preocupado—. ¿Algo le pasó a mi pequeño?

Moon rió antes de contestar: —Tu pequeño está muy bien.

—¿Y mis niños? —preguntó ahora Jiwoo, con voz dulce. Los extrañaba.

—Jungkook igual de dulce y Hoseok me sigue dando dolores de cabeza, pero ya no tantos como antes —rió corto.

—Me haces recordar cuando tu madre hablaba de mí —comentó Jiwoo.

Esos días de escuela, donde ellos eran un trío imparable, se veían tan lejanos. Aunque todos hubieran tomado caminos diferentes y grandes responsabilidades, el cariño era el mismo.

—Si no fuera por Byulyi, te hubieran expulsado más de una vez, Jiwoo —dijo Jin entre risas, rememorando tres ocasiones específicas como mínimo.

—¡Hey! —exclamó como regaño Jiwoo—. ¡A ti también te hubieran expulsado! Además, yo sé que en el fondo la señora Moon me quería —se quejó infantilmente.

—Sí, sí. No peleen —interrumpió la actual directora—. Tengo algo muy importante que decirles.

Automáticamente, los dos borraron sus sonrisas.

—¿Qué?

—¿Y eso es...? —preguntaron al mismo tiempo.

—El traidor está aquí. Jiwoo, ya puedes romper el hechizo.

—Sobre eso —interrumpió Seokjin—. Nam y yo nos estamos preparando para ayudarlos —completó para Jiwoo.

—Eso me alegra, pero... Es peligroso que los chicos estén ahí —comentó Jiwoo, refiriéndose al traidor.

—Tranquila, yo los protejo —dijo Byul con una sonrisa que mostraba seguridad. Confianza.

—Bien, mañana a primera hora salgo con Namjoon.

—No sé si tendré fuerzas suficientes para deshacer el domo y teletransportar a Heechul, Chan, los pocos lobos que quedan y a mí. Tampoco creo que a ti y a Namjoon les alcance la magia.

—Hagan una cosa —dijo Moon—. Mejor, antes de venir a Corea, vayan a Australia, quédense ahí unos días hasta recuperarse. Luego tendrán la fuerza suficiente para venir aquí —sugirió.

—Creo que me parece bien —dijo Seokjin—. Además, si o si, con Namjoon y los niños tenemos que ir, sí o sí. Lo mejor sería que fuéramos todos juntos.

—Gracias, dulzuritas —murmuró Jiwoo, con los ojos brillantes por las lágrimas que querían salir—. No sé qué haría sin ustedes.

—Sabes que siempre puedes contar con nosotros.

—Para todo —completó Seokjin.

Moonbyul suspiró. Ella quería hacer más.

—Iría a China para ayudarles a romper el hechizo, pero tengo que cuidar la escuela —se lamentó.

—Eso lo sabemos —dijo Seokjin con cariño, queriendo consolarla—, no te preocupes, nosotros podremos hacerlo. Ya verás que en unas semanas estaremos ahí —Jiwoo bostezó por trigésima vez—. Solecito, creo que deberías ir a dormir un poco.

—Sí —murmuró Jiwoo con una sonrisa floja—. Eso haré ahora. No olviden que las quiero mucho, mucho.

—Yo también, solecito... Y Byulyi, cuida de mi pequeño —advirtió Jin—. Mi nena quiere que le lea un cuento antes de dormirse, así que también me voy.

—Adiós, niños —bromeó Moon—. Y Jiwoo, dale un beso a mi ahijado por mí, ¿sí?

Moonbyul era madrina de Christopher.

Jiwoo solo asintió mientras bostezaba.

La tabla volvió a la normalidad después de despedirse otra vez de sus mejores amigos de toda la vida.

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