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Uno


Las hojas verdes de los árboles estaban cambiando de color, volviéndose marrones y amarillentas. Caían secas y quebradizas sobre la tierra árida mientras el viento soplaba en un ligero silbido. Aquello solo indicaba la llegada del otoño y para Jimin, significaba que debía elaborar mejores abrigos para sus bebés.

Entrecerró los ojos y suspiró antes de alejarse de la ventana. Caminó estoicamente a través de los extensos pasillos para dirigirse a una de las habitaciones especiales que había en la mansión. Empujó la puerta, tratando de no hacer ruido, y lo primero que sus oídos escucharon fue el gimoteo quejumbroso y suave de uno de los Lobeznos. Luego le siguió el otro, y el otro, hasta que la camada entera se encontraba exigiendo su presencia a través de aullidos pequeños.

Las crías eran silenciosas la mayor parte del tiempo. Dormían horas o se entretenían dándose mordiscos entre ellos mismos. De vez en cuando llamaban a su padre Beta para pedir comida, como en ese momento, pero de cualquier modo seguían teniendo un sereno comportamiento. Nacieron dos meses y medio atrás durante una pesarosa noche de invierno, ambos padres Alfas habían esperado ansiosos la llegada de la tripulación de Lobeznos. Fueron días difíciles, pero trabajaban en protegerlos lo más que podían. La camada todavía dependía de los cuidados de sus padres y eso terminaría cuando todos estuvieran listos para su primera transformación híbrida. En ese momento, Jimin sabría que sus bebés lo necesitarían menos.

Pero ese sería el más grande orgullo del Beta. Adoraba tanto a ese montón de bolitas peludas que se amontonaban en la superficie de la cuna. Eran encantadores a su manera. Primero destacaba Jihoon, el Lobezno mayor de pelaje blanco; después estaba la juguetona Naeun, la única hembra de la camada que poseía pelaje oscuro; en tercer lugar tenían a Mingyu, de pelaje blanco con manchas negras; en cuarto lugar estaba el tímido Hyunjin, de pelaje oscuro con manchas blancas; y por último, estaba el quinto pequeño en haber nacido, el menor de los Lobeznos que tenía un peculiar pelaje gris, Jungjae.

—Papá está aquí —susurró mientras abría la puerta de la enorme cuna y se acercaba al tumulto. Los cinco se revolvieron un poco, aún les costaba reafirmarse en sus cuatro patas, eso se los enseñaría el Beta una vez que su otro padre Alfa estuviera presente. Era deber de ambos enseñarles el equilibrio de sus cuerpos—. Papi los ama. —Los Lobeznos eran capaces de reconocerlo siendo humano del mismo modo que lo hacían siendo un lobo; un vínculo inquebrantable los unía, los pequeños podían saber que se trataba de su misma sangre.

Arriba de la cuna había una caja de madera en la que se guardaban unas reservas de alimento para Lobeznos —consistía en biberones llenos de leche—. Al ser humano, el Beta no podía dar lactancia, únicamente en su forma de lobo lograba hacerlo. Las reservas las usaba en casos de emergencia, esa era una ocasión así; no de emergencia, pero sí en la que no podía transformarse en la habitación para ofrecerle a sus bebés la alimentación que ellos preferían. Era un día importante en el que debía estar vestido.

Para darles de comer primero los acomodaba bien, extendía sus cuerpos y colocaba sus cabezas sobre una suave almohada en forma de cilindro. Sobre esa almohada ponía los biberones y sus crías escudriñaban el chupón como si estuvieran buscando las tetillas a las que estaban acostumbrados. Era un acto instintivo.

La sonrisa que el Beta tenía en su rostro a causa de la bonita escena de sus hijos alimentándose se borró cuando escuchó un aullido en el bosque. La tripulación de Lobeznos empezó a removerse con inquietud. El corazón de Jimin latía rápido, era la razón por la cual sus bebés reaccionaban así. Buscó calmarse para aliviar la ansiedad de los pequeños y se levantó de donde estaba para aproximarse la ventana.

El aullido provenía de uno de los lobos guardianes que él había instalado cerca del territorio. Eran señales y tenían sus significados. Tres aullidos: invasión. Dos aullidos: todo está en orden -en los tres tiempos del día: mañana, mediodía y noche-. Y un aullido solo indicaba una cosa: el Alfa Líder estaba de regreso.

Tomando una respiración profunda, el Beta miró a su bonita camada en la cuna. Era su fortaleza verla segura, sana y tranquila.

Revisó a los Lobeznos para cerciorarse de que todo estuviera bien y les dijo que regresaría pronto. Salió de la habitación y bajó a la sala para esperar frente a la puerta principal.

La mansión era habitaba de vez en cuando por el servicio de limpieza, un par de mozos y una cocinera, pero estos no pasaban todo el día acompañando a la manada, tenían sus propios hogares. En el caso de los lobos Guardianes, ellos siempre estaban en las orillas del territorio, protegiéndolos. Vivían y se preparaban para eso, eran lobos independientes que poseían el sentido de protección. No existían otras residencias en el interior del área, fuera de él sí, pero a la manada le gustaba la privacidad y exclusividad, por lo tanto vivían algo alejados de los demás.

Entonces lo escuchó y se vio obligado a salir de sus pensamientos. El Alfa Líder venía cerca, oía sus pisadas a lo lejos, corriendo y apresurándose a llegar a la mansión. Jimin irguió su espalda, viendo la puerta abrirse lentamente para mostrar a quien era su pareja, padre de sus bebés y el eterno amor de su vida, Min Yoongi.

Tenerlo ahí era abrumador como de costumbre. No le hacía sentir intimidado, sino aliviado. El aspecto del Alfa era impecable, su traje negro estaba ordenado y pulcro, la camisa blanca debajo del saco estaba en su respectivo lugar junto a la corbata bien atada en su cuello. Y más allá de la usual vestimenta que Yoongi utilizaba en todos lados, la expresión de su afilado rostro continuaba viéndose imponente. Sin embargo, la autonomía que el Alfa cargaba en su semblante duraba poco cuando lo tenía a él cerca.

El par de ojos felinos, oscuros y misteriosos escanearon el cuerpo entero de Jimin sin la intención de incomodarlo. El Alfa solo se encargaba de asegurarse de que su Beta estaba intacto y sano. Se acercó despacio luego de cerrar la puerta a sus espaldas y se colocó delante de él. Una de sus manos se alzó y la dirigió a la mejilla de Jimin para dejar una ligera caricia, después la llevó a su barbilla para levantar un poco su cabeza y ahí Yoongi aproximó su vista a los labios rosados que el Beta poseía. No tuvo que pedir autorización, Jimin ya se la estaba entregando. Primero se dieron un pequeño beso en la boca, rozaron sus narices y finalmente compartieron un perdurable abrazo.

Para los lobos era reconfortante estar resguardado en los brazos de su pareja. Después de dos días sin verse, el Beta y Alfa finalmente se tenían de vuelta.

Jimin sintió una mano sobar su espalda, él decidió empuñar sus manos en la tela de su saco, aferrándose a su Alfa. También compartieron una mirada en la que no fueron necesarias las palabras.

"¿Cómo han estado, Beta?"

Jimin bajó la cabeza, no queriendo seguir con el contacto visual, y se abstuvo a responder.

—Jimin —le habló Yoongi. El Alfa era un hombre de pocas palabras, pero cuando le hablaba a él su tono siempre transmitía suavidad. Todo lo contrario a su común voz de Líder intimidante y fuerte. Con ellos era alguien diferente, Yoongi trataba a su familia de una forma más delicada—. Amor.

Y ahí estaba la debilidad del Beta. Los apelativos.

Frunció el ceño y levantó la cabeza para mirar a su Alfa. No era justo.

—Te extrañamos, Alfa.

Los dedos de Yoongi acariciaron de nuevo su mejilla, donde dejó un tierno beso.

"También los extrañé"

—Llévame con nuestros bebés, deseo verlos —pidió Yoongi en voz baja.

Entrelazaron sus manos y subieron las escaleras para encaminarse a la habitación de los Lobeznos. Entraron en silencio y de inmediato escucharon los chillidos de los pequeños peludos desde la cuna, los cinco emocionados por la llegada de su padre Alfa. La pareja se acercó y Yoongi abrió la puerta de la cuna para sentarse en la orilla del colchón. Acarició las cabezas de los Lobeznos con sumo cuidado y una sonrisa pequeña se dibujó en su cara. Invitó a Jimin a sentarse en su regazo, este lo hizo sin dudar y juntos vieron a su preciosa camada de bebés.

—Se han portado bien —dijo Jimin—. Empiezo a sentir su aroma humano, falta poco para que la etapa de transformación llegue. Lo haremos juntos, ¿verdad, Alfa?

Yoongi lo miró con adoración y asintió rápidamente. Tomó su mano y dejó un beso en su dorso. Era una costumbre del Alfa besar a su Beta tanto como pudiera, Jimin lo agradecía.

—Hola, hijos —Yoongi volvió a sonreír cuando los Lobeznos se removieron contentos—. Papá está de vuelta.

Jimin suspiró y se abrazó a él.

-Nany

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