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Afilado

❄️

Día 10
Afilado

Dos puñetazos seguidos en la cara, uno en cada mejilla. No pudo soportarlo más y cayó al frío pavimento.

—Imbécil, sigue de hocicón con tu afilada y víbora lengua y verás que voy a cortártela de un gajo —le advirtió Ryder, el matón de la colonia.

Escupió sangre, se limpió la boca con la manga de su chaqueta, e intentó incorporarse de nuevo.

Pero una patada en las costillas lo dobló por completo.

—Ahí quédate —gruñeron.

Pronto los maleantes se marcharon de ahí, dejando a su suerte al pobre chico pelirrojo tirado en la calle.

Ya no pudo ponerse de pie. Hacía frío, sus huesos estaban fuera de lugar, los ojos moretoneados y el rostro hinchado por los golpes, no podía ver nada.

Poco después, el sonido de las llantas frente en el asfalto lo hicieron respingar. El vehículo pareció frenar a su lado.

La puerta se abrió.

—Ay por Dios, está herido. Llama a la ambulancia —escuchó que una voz femenina gritó.

—En seguida —le respondieron.

La joven rubia se arrodilló frente al muchacho, y lo movió con suavidad, éste soltó un quejido.

—Estarás bien. Sólo aguanta un poco —fue lo último que pudo escuchar antes de caer inconsciente.

[...]

Elsa esperaba angustiada en la sala del hospital. Ningún doctor quería darle información sobre el muchacho porque no era familiar directo. Pero no se sentía bien dejar las cosas así.

—Toma, un café —su hermana le tendió un vaso de polietileno.

—Gracias, ya me hacía falta.

Ambas se sentaron.

—Dime la verdad –empezó Anna en un susurro, Elsa volteó a verla–. Ya lo conocías, ¿verdad? Por eso insististe tanto en que nos detuviéramos —dijo, recapitulando lo que había pasado hace un rato, cuando estaban a bordo del auto.

La rubia le dio un sorbo largo a su bebida, después suspiró.

—Sí... Eh, es un... O bueno, era un compañero del colegio. Su madre murió hace un tiempo, y le estuve ayudando con sus tareas. Un día ya no asistió a la escuela pero ya sé por qué...

A la menor no le gustó esto, por lo que se levantó del asiento.

—Vámonos —exigió.

—Pero... —la interrumpió su hermana con un gruñido.

—Ya basta de ser el centro de recuperación para inadaptados que no valoran su vida, Elsa. Ese no es tu deber. ¿O necesitas que lo mencione? —se giró a verla, con una mueca de enojo.

Y recordó a esa persona que la destruyó mental y físicamente. Quien no le tuvo ni un poco de piedad, dejándola a su suerte con la incertidumbre de si realmente la amaba o sólo le gustaba lo fácil que era manipularla.

—Tienes razón... Vámonos.

Las dos salieron del hospital, dejando atrás a ese caballero que le gustaba estar en cosas turbias y que recibía todo el tiempo la lástima de las personas.

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