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C͜͡a͜͡p͜͡i͜͡t͜͡u͜͡l͜͡o͜͡ 1: SU MAJESTAD HA MUERTO

Osamu, gran emperador del reino del Sur oriental, se había convertido en el hombre más odiado por los cuatro reinos incluyendo el suyo.

Emperador de mierda, decían a sus espaldas llenos de desprecio por su gobernante que se había metido en un conflicto con el reino del Norte.

La guerra ya había durado más de diez años, en ese tiempo hubo un periodo de paz que todos pensaron sería definitivo hasta que el ataque del reino del Norte reinició el conflicto causando una baja descomunal en el reino del Sur.

A partir de ese ataque Osamu se convirtió en el despiadado emperador que desquitó su ira en sus súbditos. Nadie sabía porqué se convirtió en un hombre tan despreciable y obsesionado con destruir completamente a los demás reinos.

Si, este gran emperador declaró la guerra a los tres reinos orientales del Norte, Este y Oeste. Su locura no se detuvo hasta que fue traicionado por un soldado que les permitió la entrada a los enemigos en el reino. No lastimaron a ningún civil, yendo directamente hasta el palacio para arrestar al hombre.

Ahora sólo se trataba de un prisionero de guerra.

Estaba en una celda de limitado espacio para moverse, aunque en realidad tampoco necesitaba un lugar de largas dimensiones porque sus piernas estaban encadenadas con grilletes de hierro sujetos a sus tobillos.

De todos modos, tan denigrante situación era repulsiva y él prefería mantenerse sentado en el rincón más oscuro de su celda. Habían pasado algunas semanas desde su caída; las raciones de comida para un prisionero eran limitadas así que perdió energía rápidamente. Sí las cosas continuaban así, perdería peso a un ritmo alarmante.

Sus ropas ya eran un desastre de tela desgarrada debido a la paliza de los soldados del reino del Norte que solían castigarlo por cualquier cosa insignificante.

(Pedir más comida merecía cinco latigazos; no terminar lo que le daban de comer o quejarse ameritaba una ronda de patadas de parte de tres soldados a la vez; regresar un golpe o insultar a los soldados y su patria era castigado cortando una extremidad).

Osamu ya había experimentado cada uno de esos castigos. Estuvo a punto de morir por desangramiento cuando su brazo izquierdo fue cortado hasta el codo, pero fué salvado sólo para seguir siendo humillado.

Fué traicionado y abandonado. No tenía nada y nadie lo buscaría o salvaría por lo que en realidad no había motivos para vivir. Probablemente había perdido su motivo por el que vivir desde hace tres años cuando seguía siendo el destacado emperador que luchaba por la paz de su nación y antes de que descendiera a la locura.

En ese tiempo quiso terminar la guerra con medios poco ortodoxos y ocasionó una masacre en una ciudad del reino del Norte que se encontraba desprotegido por la falta de guardias, (fué una sutil advertencia), obteniendo así un periodo de tranquilidad que no duró ni un año. Ocho meses después, un soldado del reino del Norte se infiltró en un banquete en el palacio del emperador y causó un revuelo porque buscaba asesinar al gobernante del Sur.

Ese día perdió a la última persona que en verdad lo amaba.

Esas bestias le arrebataron la vida a toda su familia; sólo su hermana menor seguía con vida o eso creía, no la había visto desde el día en que fue encerrado y no sabía nada acerca de ella. Tampoco podía preguntar o sería golpeado hasta quedar inconsciente.

Ahora que había perdido las fuerzas para seguir luchando o buscar venganza, ocupaba su tiempo para pensar en esas personas que ya estaban cruzando el Inframundo en busca de su siguiente vida.

Mantenía la mirada decaída sin ganas de arrepentirse por sus métodos al manejar la guerra. Estaba lleno de odio, no pensó con claridad y admitía que era su propia culpa esa derrota humillante. Sin embargo aquel banquete era parte de sus pesadillas, aún cuando habían pasado tres años y que sus ojos no derramaban más lágrimas, su corazón latía con un dolor indescriptible.

¿Cuándo le otorgarán el descanso definitivo?

¿Podría verlo del otro lado o era indigno para hacerlo?

Dios, sí tan sólo pudiera verlo de nuevo ya no se aferraria a su vida.

En ese momento escuchó algunos pasos acercándose por el pasillo. Levantó la mirada y se acercó arrastrándose hasta los barrotes de su celda.

Fué un momentáneo impulso pues no reconocía el caminar de la persona, se escuchaba elegante, nada brusco a comparación de los soldados.

Cuando esa persona llegó hasta la puerta y se detuvo en frente de él, le dedicó una rápida mirada que reflejaba asco. Osamu se levantó del suelo, sus ojos cafés se veían especialmente oscuros bajo el flequillo despeinado que los cubría hasta la mitad.

—Bestia del Norte, lárgate— escupió dejando deslumbrar la arrogancia de un emperador pese a su estado lamentable. Para este punto ya no tenía demasiado interés por nada; podían romperle todos los huesos o cortar alguna otra extremidad pero no sé contendría con ese hombre en frente de él.

Se trataba de un hombre rubio que mantenía una imagen pulcra con su cabello completamente recogido en un moño y ropa de hilos de oro. Su deslumbrante apariencia contrastaba con el lugar en el que se había metido, pues todo era lúgubre y monocromático.

Los guardias detrás de él tuvieron la intención de adelantarse para golpear al atrevido encarcelado que insultó a su gobernante, hasta que fueron firmemente detenidos por aquel que los lideraba.

El rubio sacó un abanico de entre sus anchas mangas sólo para cubrir la mitad de su rostro, como sí la vista del prisionero le sorprendiera demasiado, aunque en realidad quería ocultar la sonrisa que se estaba plantando sobre sus labios.

—Solo han pasado unas semanas — comentó el hombre en un tono que denotaba su burla —¿Por qué ha perdido sus modales emperador del Sur?

—Un bastardo me hablará de modales… Que burla.

El comentario había sido lo suficientemente arrogante como para irritar al hombre afuera de la celda, aunque no lo demostró al mantener el mismo porte con el que se presentó.

No debería estar soportando los insultos de un hombre que había perdido la razón hace tres años. Se supone que era el emperador del Norte que había sido coronado un año atrás, luego de la muerte de su padre en la guerra.

Escuchó en más de una ocasión la palabra bastardo. No era hijo de la emperatriz, ni de las concubinas del emperador, sino de una prostituta con la que su padre se divirtió un poco. Aún así, ese hombre no tenía un heredero legítimo, no había tenido más hijos y sólo él podía ocupar su lugar.

¿Por qué tendría que seguir escuchando ese insulto?

Ahora que era el emperador y que había derrotado a sus enemigos, merecía respeto.

Él dijo —Su majestad, ¿No teme morir?

Parecía una amenaza que en realidad no inmuta al hombre encadenado. Osamu lo observaba con sus ojos llenos de odio y una sonrisa arrogante que en tal oscuridad se sentía amenazadora y tétrica. El rubio se estremeció en su lugar, no podía creer que un antiguo emperador, acostumbrado a una vida de lujos pudiera mantenerse firme después de perder todo lo que tenía.

Instintivamente dió un paso hacia atrás como temiendo a las garras de una bestia hambrienta.

—¿Por qué debería tener miedo a la muerte?— preguntó el prisionero de cabello castaño que caía como cascada hasta su espalda baja —Es parte de la vida, solo un idiota tendría miedo a morir.

Hizo un énfasis prominente en la palabra idiota que molestó al joven emperador del Norte.

Al final no pudo contener su ira —Me alegra escucharlo, porque mañana será su ejecución, su Majestad— Osamu ni siquiera manifestó un mínimo cambió de expresión —Los consejeros de la corte me han manifestado su preocupación con respecto a su persona así que haré caso a sus peticiones y a tu deseo de morir.

El rubio apartó el abanico que había estado cubriendo su rostro, se dió la vuelta con un ligero movimiento de sus mangas y estaba listo para salir de un lugar tan repugnante.

—Espera…— fue repentinamente detenido por la voz del hombre que estaba encerrado. En esta ocasión inclina su cabeza sólo lo necesario para ver a Osamu quien sigue de pie en el mismo lugar mientras se fuerza a escupir unas últimas palabras —¿Dónde está Yosano?; ¿Qué pasó con mi hermana?

El emperador del Norte sonrió con suficiencia antes de responder.

—Ella está bien. Prometí que no lastimaría a nadie más a parte de ti— la falta de etiqueta al llamarlo era imperdonable, Osamu frunció el ceño hasta que escuchó al rubio continuar hablando
—... Sin embargo, el bebé en sus brazos es un inconveniente para mí corona. Supongo que ese niño te alcanzará en el Inframundo.

El castaño baja la mirada, no pretende demostrar lo mucho que le importa su hermana menor porque podría ser torturada sólo para seguir matando por dentro al antiguo emperador. Quiere darle una oportunidad de tranquilidad a Yosano aunque sepa que ella no lo dejará de odiar.

Era la única persona que quedaba de su familia pero ella se rompió diez años atrás, cuando la guerra inició y su relación de hermanos también se desmoronó después de la tragedia y el dolor extremo. Eran hermanos, pero el castaño nunca quiso comprender a la mujer que vivía con él bajo el mismo techo.

Era como sí culpara a Yosano por lo que sucedió.

De todos modos, aunque ellos dos no pudieron mantener una relación como la solían tener, cada uno tenía dónde refugiarse. Yosano era cuidada y protegida por el hermano mayor de ambos que al igual que la mayoría de soldados, tuvo un final trágico en las filas principales que combatían contra el reino del Norte.

Con la muerte de su hermano, ella perdió por completo la cordura. No podía aceptar tanto dolor porque ese hombre fue su pilar cuando ya estaba en una condición lamentable. Así que, a pesar de que no lo quería, se aferró al bebé que en ese momento seguía en su vientre aún cuando Osamu los aborreció por completo.

La realidad es que Osamu nunca podría aborrecer a su hermana. Los únicos que merecían su odio eran las bestias del reino del Norte que trajeron tanto dolor y muerte a su reino del Sur.

Ahora, el gran emperador del reino del Sur oriental observaba cómo se alejaban aquellas personas que odiaba. Finalmente se había rendido dejándose caer en el suelo y cerrando los ojos.

Hubiera sido bueno que al cerrarlos pudiera ver a su familia como solían ser antes del inicio de la guerra. Sin embargo parecía que lo que más lamentaba respecto a los años de batalla era la muerte de una persona en específico.

No era parte de su familia. Ni siquiera se trataba de su emperatriz. De ella nunca supo cómo terminó y la verdad tampoco estaba interesado.

La muerte por la que había sufrido más fue la de su amante...

Cuando se sumió en la oscuridad de sus ojos cerrados, deslumbró su hermosa y delgada figura. Sólo ahí podían reunirse nuevamente a pesar de que nunca era capaz de tocarlo. Generalmente cuando soñaba con él, terminaba despertando con un enorme vacío en el pecho.

En esta ocasión despertó con una ligera sonrisa… Quizá porque sabía que sería la última vez…

. . .

Después de despertar fue arrastrado por dos guardias fornidos de los que no tenía ni una oportunidad para escapar.

Saliendo de los calabozos fué obligado a caminar por su cuenta, aunque eso significaba una horrible sensación de pesadez en sus piernas por las semanas en las que llevó pesadas cadenas. Había demasiadas personas reunidas, lo que significaba que la noticia de su ejecución fué propagada velozmente para que pudieran ver el espectáculo.

Osamu caminó varias calles hasta la plaza central del reino del Sur en la que se encontraba el podio utilizado en ejecuciones o juicios públicos. En toda su caminata sintió las miradas llenas de desprecio de las personas que en algún momento lo veneraban y que ahora no hacían nada más que esperar el momento en que su cabeza cayera de su cuello.

Subió cinco o seis escalones para estar en el escenario y lo obligaron a arrodillarse. Escuchó los gritos de la gente que reclamaban sangre por todas las atrocidades que había hecho desde su coronación.

En su corazón, para esas personas no existía nada más que indiferencia. Ni siquiera sentía algo por el soldado que les permitió la entrada a los del reino del Norte.

Sin embargo, estaba especialmente tranquilo incluso cuando sabía que el hombre que merecía todo su odio estaba sentado en primera fila para observar su muerte. El emperador del reino del Sur sonreía con arrogancia.

Un juez a su lado empezó a enumerar la cantidad de pecados cometidos por los que debería pagar con la muerte. No lo escuchó, estaba más preocupado por su siguiente destino.

¿No podría reencarnar?

¿Realmente fué tan mal gobernante que merecía morir siendo humillado hasta el último momento?

¿Acaso no fué el antiguo emperador del Norte el que comenzó la guerra cuando mató a su padre, el anterior gobernante del Sur?

¿Por qué debería ser el único castigado?

No le asustaba el castigo pero aún no estaba seguro que pudiera reencontrarse con esa persona en otra vida.

Suspiró y susurró ocultando su rostro con el largo cabello.

Dios… Sí realmente existes… Yo… Sólo quiero verlo— nadie lo escuchó, probablemente ni siquiera él mismo podía escuchar su voz —... Sí me das la oportunidad de verlo en mi siguiente vida, juro que lo voy a proteger. No permitiré que vuelva a morir en mis brazos. Él será la única persona que amaré, sólo déjame demostrarlo… Quiero reencontrarlo, volver a enamorarlo…

Dejó de susurrar. No estaba acostumbrado a suplicar, ni siquiera al Dios en el que la gente solía confiar sus oraciones. Tal vez ahora estaba un poco asustado, lo que ameritaba decir estupideces.

Cuando levantó la mirada notó que ya había un nuevo hombre que sostenía una espada de reluciente filo a un lado de su rostro. Fingió tranquilidad, sólo esperaba que tuviera experiencia y lo hiciera de un solo corte, no quería sufrir el desgarrador dolor de un corte erróneo que no lo matará al instante.

Alejó un poco la mirada, tenía la intención de mirar al emperador del Norte que tenía de frente para que soñará con sus ojos de odio por los próximos 20 años…

Pero… Se distrajo…

Un par de filas detrás de ese hombre de cabellera rubia, había alguien peculiar.

¿Por qué es peculiar?

No lo sabía…

No debería ser más que otro espectador y sin embargo, su mirada no reflejaba el asco o el repudio que los demás replicaban. Estaba carente de sentimientos cómo sí los eventos a su alrededor fueran alguna clase de ilusión a la que ya estaba acostumbrado.

El caso es que lo estaba observando con atención, mientras que en sus labios había una extraña sonrisa de satisfacción. Ese hombre le susurró algo justo en el instante en que notó el filo de la espalda alzarse sin pesar.

Deseo concedido… Leyó a través de los labios contrarios.

Entonces, sintió un leve ardor en su cuello antes de que perdiera de vista a la persona que le sonreía.

¿Quién eres?

Pensó…

.

.

.

Hola mis lectoras preciosas.

Historia nueva porque quiero y puedo XD 😏

Quiero dedicarla a El_Piojo_De_Hawks por todo el apoyo que me has dado linda, en serio muchas gracias y disculpa cuando me tardo los años en responder tus comentarios. Has sido de las personas que más me animan a escribir así que por eso quisiera dedicarte está historia.

Besos a todos y nos leemos en un próximo capítulo. ❤️🌹

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