
025
Las cajas están por todas partes. Algunas abiertas, con su contenido desparramado en el suelo, otras aún selladas, esperando pacientemente a ser desempacadas. La mudanza ha sido agotadora, pero aquí estamos. Nueva Jersey. Un nuevo hogar. Un nuevo comienzo.
Respiro hondo mientras miro alrededor del apartamento. Es amplio, con techos altos y grandes ventanales que dejan entrar la luz anaranjada del atardecer.
Desde aquí, se pueden escuchar los sonidos de la ciudad: bocinas lejanas, el murmullo de la gente en las calles. No es Mónaco. No tiene la brisa marina ni el aroma a café de mis rincones favoritos.
Pero este es el lugar donde Jack y yo hemos decidido empezar nuestra vida juntos, donde Evelyn crecerá.
Evelyn.
Acaricio suavemente mi vientre, sintiendo los movimientos de mi hija. Se mueve con energía, como si también estuviera tratando de encontrar su lugar en este nuevo espacio. Me aferro a la idea de que, sin importar dónde estemos, mientras estemos juntas, estaremos bien.
Jack está en la cocina, sacando cosas de una de las cajas. Lleva una camiseta de manga corta que resalta la definición de sus brazos, y su cabello, despeinado por el esfuerzo de la mudanza, le da un aire relajado, aunque sé que él también está agotado.
Me observa de reojo mientras coloca platos en los estantes. Siempre me observa, atento a cada expresión, cada mínimo cambio en mi semblante.
—Esto va a tomarnos días —dice Quinn, apoyado en el marco de la puerta con los brazos cruzados y una sonrisa divertida en los labios.
Él y Luke vinieron a ayudarnos, junto con Jim y Ellen. La familia de Jack. Mi familia también. Aunque no lo diga en voz alta, me reconforta tenerlos aquí, verlos moverse por el apartamento, acomodando cosas como si siempre hubieran sido parte de este lugar.
—Días, mínimo. Yo diría semanas —añade Luke, dejando caer una caja con ropa sobre el sofá.
Sonrío levemente. Luke siempre tiene un comentario para todo, aunque en este caso no está tan lejos de la realidad.
—No exageren, que ni siquiera hemos terminado el primer día —respondo, tratando de sonar más animada de lo que realmente me siento.
Ellen entra a la sala con un par de toallas limpias en las manos, su rostro reflejando satisfacción.
—Bueno, al menos el baño ya está listo. Podrán darse una ducha decente antes de dormir —dice, con ese tono maternal que siempre me reconforta.
Jack suelta una risa mientras se apoya en la encimera.
—Mamá, ¿no te cansas nunca?
—Alguien tiene que asegurarse de que no vivas como un desastre total, cariño —responde Ellen, dándole un pequeño golpe en el brazo antes de volver a la cocina.
Miro la escena con un nudo en la garganta. Me gustaría decir que todo esto es fácil, que la transición de Mónaco a Nueva Jersey no me afecta, pero estaría mintiendo.
Jack y yo tomamos esta decisión juntos, pero ahora que estamos aquí, la realidad se siente más abrumadora.
La noche antes de venirnos, me despedí de Allegra, Sienna, Emma y Venecia. Nos reunimos en nuestro café favorito, el que ha sido testigo de tantas conversaciones importantes en nuestras vidas.
El aroma del café recién hecho y el sonido de la máquina de espresso llenaban el espacio, envolviéndonos en una calidez familiar. Nos sentamos en nuestra mesa habitual, la del rincón junto a la ventana, como si aferrarnos a la rutina pudiera hacer que la despedida fuera menos real.
"No puedo creer que realmente te vas" dijo Allegra, con los ojos brillantes y los labios presionados en una fina línea.
"Yo tampoco" susurré, revolviendo mi té sin necesidad real de hacerlo.
Sienna, siempre la más racional, me miró con seriedad.
"¿Estás segura de esto, Scarlett? Nueva Jersey es... un cambio grande."
Asentí lentamente. Lo sabía. Y aún así, lo elegí.
"Lo sé. Pero es lo que necesito hacer. Jack... él es mi familia ahora. Evelyn también."
Emma apretó mi mano sobre la mesa, dándome un apretón suave.
"Nosotras siempre vamos a estar aquí. No importa la distancia."
"Tienes que hacernos videollamadas todos los días." exigió Venecia, con una sonrisa triste. "Y no aceptamos excusas." añadió.
Nos reímos, aunque la tristeza sigue ahí. El momento llega demasiado rápido. Nos abrazamos fuerte, aferrándonos unas a otras como si eso pudiera detener el tiempo. Pero el tiempo nunca se detiene.
Parpadeo y vuelvo a la realidad.
Jack se acerca a mí con una botella de agua y me la ofrece sin decir nada. Su forma silenciosa de cuidar de mí es algo que nunca deja de tocarme.
—¿En qué piensas? —pregunta suavemente, su voz solo para mí.
—En todo lo que dejamos atrás —respondo, tomando un sorbo de agua—. Y en todo lo que nos espera aquí.
Jack no dice nada de inmediato. En cambio, pasa un brazo por mis hombros y me atrae hacia él. Apoyo la cabeza en su pecho y cierro los ojos un momento, sintiendo el ritmo estable de su corazón.
—Va a estar bien, Red —susurra contra mi cabello—. Vamos a estar bien.
Sus manos se deslizan hasta mi vientre y se quedan allí, cálidas y protectoras. Evelyn se mueve otra vez, como si respondiera a su toque.
Jack sonríe.
—Nuestra pequeña está inquieta. ¿Crees que le guste Nueva Jersey?
—Creo que mientras estemos juntos, eso es lo único que le importará —digo en voz baja, más para convencerme a mí misma que a él.
Jack me besa la frente con ternura.
—Entonces no hay nada de qué preocuparse.
Jack se queda así unos segundos más, sosteniéndome contra él, como si supiera que lo necesito, como si pudiera sentir el peso invisible que cargo en el pecho.
Su calor, su presencia, son lo único que me mantiene anclada en este momento, en este lugar que todavía se siente desconocido.
Pero él está aquí. Nosotros estamos aquí.
Tomo aire y levanto la mirada. Jack me observa con esos ojos que siempre han sido mi refugio. No hay prisa en su expresión, solo paciencia y una certeza silenciosa de que todo estará bien.
—Ven, Red —dice con una pequeña sonrisa, tomando mi mano—. Vamos a terminar esto.
Nos giramos hacia el desastre que nos rodea. Cajas apiladas, ropa desordenada, muebles aún sin acomodar. La mudanza es un caos, pero por alguna razón, no se siente como algo imposible cuando Jack está a mi lado.
—¿Dónde quieres empezar? —pregunta Quinn, con una ceja levantada, claramente divertido con nuestra falta de organización.
—Yo digo que terminemos con la cocina primero —dice Ellen, siempre práctica—. Scarlett, cariño, ¿dónde quieres que vaya la vajilla?
Me toma un segundo reaccionar. "Scarlett, cariño." Nunca pensé que esas palabras, saliendo de los labios de Ellen, me harían sentir tan... en casa.
—Eh... creo que lo mejor sería en los estantes superiores —respondo, moviéndome hacia la cocina para ayudar.
Ellen asiente con aprobación mientras Jim abre otra caja y comienza a sacar más platos.
—Mira esto, Jack —dice Luke, sacando de una de las cajas un delantal negro con el logo de los Devils—. Te veo usándolo cada vez que cocines.
Jack lo mira con fingido horror.
—¿Qué te hace pensar que sé cocinar?
—Bueno, Scarlett está embarazada, así que alguien tiene que hacerlo —responde Luke, encogiéndose de hombros.
—Yo puedo cocinar —digo, aunque sé que todos van a contradecirme al instante.
Y lo hacen.
—Sí, pero necesitas descansar —interviene Ellen—. Y no me malinterpretes, Scarlett, pero después de lo que nos contaste de tu intento de hacer galletas... prefiero que Jack aprenda.
Jack se ríe y me lanza una mirada burlona.
—Yo también.
Le doy un codazo suave, aunque en realidad me encanta verlo así: relajado, feliz, rodeado de su familia.
—Bien, entonces el delantal es tuyo —dice Luke, arrojándoselo a la cara.
Jack lo atrapa justo a tiempo y lo deja sobre una de las cajas, sacudiendo la cabeza.
—Ni en sueños, hermano.
La risa llena el apartamento. Y por un momento, se siente realmente nuestro.
Horas después. El sol ya se ha ocultado y las cajas han disminuido, aunque aún quedan muchas por abrir. Jim y Ellen se han ido a su casa, prometiendo volver temprano en la mañana para ayudar con lo que falte.
Luke y Quinn también se despidieron hace un rato, dejando el lugar en un extraño silencio.
Estoy en nuestra habitación, sentada en la cama, doblando ropa que saqué de una maleta. Jack entra con dos tazas de té en las manos y me ofrece una.
—Para ti —dice, acomodándose a mi lado—. No tiene cafeína, lo prometo.
Sonrío, aceptando la taza y sintiendo el calor reconfortante en mis manos.
—Gracias.
Jack se inclina y presiona un beso en mi hombro antes de acomodarse mejor contra las almohadas. Nos quedamos en silencio un rato, disfrutando de la tranquilidad.
—¿Cómo te sientes? —pregunta después de un momento.
Soplo suavemente el té antes de contestar.
—Cansada. Un poco abrumada. Pero... también un poco emocionada.
Jack me observa, atento a cada palabra.
—No tienes que fingir que todo está bien, Red. Puedes decirme si extrañas Mónaco.
Bajo la taza y lo miro.
—Claro que lo extraño. Extraño a mis amigas, mis lugares favoritos... extraño la sensación de familiaridad.
Jack asiente, sin apartar la mirada.
—¿Te arrepientes?
Suelto un suspiro y dejo la taza en la mesita de noche antes de girarme completamente hacia él.
—No —digo con firmeza—. No me arrepiento. Porque estás tú. Porque está Evelyn. Porque esto... esto es nuestra vida ahora.
Jack no responde de inmediato. En cambio, se inclina y me besa suavemente. Sus labios son cálidos, pacientes, transmitiéndome todo lo que no necesita decir en palabras.
—Me alegra que estés aquí —murmura contra mi boca.
Cierro los ojos y me aferro a su camiseta, hundiendo los dedos en la tela.
—Yo también, Jack. Yo también.
Y en este instante, con su cuerpo cálido junto al mío y su amor envolviéndome, sé que sin importar lo que venga después, estaremos bien.
El silencio de la noche llena el apartamento mientras me acuesto de lado, abrazando una almohada. Jack se ha quedado dormido hace un rato, con un brazo descansando sobre mi vientre, como si inconscientemente protegiera a Evelyn incluso en sus sueños.
Su respiración es tranquila, constante. Lo observo por un momento y, aunque debería intentar dormir también, mi mente no me lo permite.
Pienso en todo lo que dejamos atrás.
Mónaco. Ruan.
El taller de mi abuelo, donde pasé incontables horas con él, donde el olor a madera y aceite de motor se mezclaban en un aroma que siempre me hizo sentir segura.
Esas paredes guardaban más recuerdos de mi infancia que cualquier otra parte del mundo. Era el único lugar donde realmente sentía que pertenecía.
Y ahora está tan lejos.
Lo mismo que mis hermanos.
Los mellizos apenas entendieron la magnitud de mi partida. A su corta edad, todo parece temporal.
"Nos veremos pronto, ¿verdad?" me preguntó Blake, con esa inocencia que me rompió el corazón. No supe qué responder. Porque la verdad es que no sé cuándo volveré.
Y luego está Pierre.
Cierro los ojos, pero su rostro aparece en mi mente de todas formas.
Nuestra historia fue un torbellino, un caos que creció demasiado rápido, como una tormenta que no supimos controlar.
Durante mucho tiempo, pensé que éramos invencibles, que nuestro amor podía superar cualquier cosa. Pero la vida nos demostró que no.
Me enamoré de Pierre sin reservas, sin pensarlo, sin cuestionarlo. Y al final, fui yo quien se llevó las heridas más profundas.
Veo su sonrisa en mi memoria. La misma sonrisa que me derrumbó tantas veces, que me hizo cuestionarme si alguna vez fui suficiente.
Pero ya no puedo seguir viviendo en esos recuerdos.
Pierre está en el pasado. En Ruan. Con Kika.
Yo estoy aquí. Con Jack. Con Evelyn.
Respiro hondo y coloco una mano sobre mi vientre. Evelyn se mueve suavemente, como si sintiera mi agitación interna.
—Estoy bien, pequeña —susurro, más para convencerme a mí misma que a ella.
Jack murmura algo en sueños y me aprieta un poco más contra él. Su calor es un ancla en medio de mi tormenta interna.
Sí, extraño todo lo que dejé atrás. Mi abuelo, mis hermanos, el taller.
Pero por primera vez en mucho tiempo, siento que estoy exactamente donde debo estar.
El reloj en la mesita de noche marca las 3:27 a. m. Sus números rojos parpadean en la oscuridad, marcando el paso del tiempo con una insistencia casi burlona.
Hace horas que me acosté, pero el sueño sigue esquivándome. En su lugar, mi mente es un torbellino de pensamientos que van y vienen sin orden, sin darme tregua.
Suspiro y cambio de posición, intentando acomodarme sin despertar a Jack, pero su brazo sobre mi vientre es un ancla firme que me mantiene en mi lugar. Es un peso cálido, reconfortante, un recordatorio silencioso de que no estoy sola.
De que, después de todo, aquí es donde elegí estar.
Jack sigue acariciando mi vientre con movimientos lentos y pausados, como si ya conociera a Evelyn, como si ya la amara.
Y sé que lo hace.
Desde el momento en que le dije que estaba embarazada, desde que le recordé entre lágrimas que no era su hija, él no dudó ni un segundo.
"No me importa."
Lo dijo con tanta certeza que al principio no le creí. Pensé que solo era una reacción impulsiva, que con el tiempo lo pensaría mejor y se daría cuenta de lo que realmente significaba.
Pero los días pasaron, y nunca cambió de opinión.
Jack estuvo ahí cuando vinieron las primeras náuseas, cuando las dudas me ahogaban, cuando todo se sentía demasiado abrumador. No solo con palabras, sino con acciones.
Él no tiene ninguna obligación de quedarse. Nadie lo forzó a asumir este rol.
Pero aquí está.
Cada día.
Cada noche.
Evelyn no lleva su sangre, pero él decidió que eso no importaba. Que sería su padre porque la ama, porque nos ama.
Y aunque una parte de mí todavía teme que un día se dé cuenta de que esto es demasiado, que se canse, que se dé cuenta de que merece algo más fácil... otra parte, la que se aferra a la forma en que me sostiene ahora, quiere creer que esta vez, por fin, alguien va a quedarse.
Evelyn se mueve de nuevo, un roce suave, apenas perceptible bajo mi piel. Cierro los ojos y deslizo una mano sobre mi barriga, siguiendo la sensación.
A pesar de los meses que han pasado, todavía me sorprende. Cada pequeño movimiento me recuerda que hay una vida creciendo dentro de mí, que en cuestión de semanas estaré sosteniéndola en mis brazos.
Es un pensamiento abrumador. Hermoso y aterrador a partes iguales.
La respiración de Jack es tranquila a mi lado, acompasada con la cadencia rítmica del silencio nocturno. Durante un instante, pienso que sigue dormido, pero entonces su voz, rasposa y adormilada, rompe la calma.
—¿Estás bien?
Su brazo se tensa ligeramente alrededor de mí, como si su subconsciente reaccionara antes que él.
No quiero preocuparlo. Se ha pasado los últimos días agotado, cargando más de lo que debería. Organizando cosas, asegurándose de que todo esté listo para cuando Evelyn llegue.
Incluso cuando le digo que descanse, que se tome un respiro, él simplemente me sonríe y dice que está bien. Que quiere hacerlo.
Que quiere estar aquí.
—Sí —murmuro, sin abrir los ojos—. Solo... no puedo dormir.
Siento cómo su respiración cambia, cómo su consciencia despierta un poco más. Se mueve con lentitud, desperezándose antes de girar apenas lo suficiente para mirarme.
—¿Pesadillas? —pregunta en voz baja.
—No exactamente. Solo... pensando demasiado.
Jack se incorpora un poco, apoyando la cabeza en su mano mientras me observa. Incluso en la penumbra, siento la intensidad de su mirada. Esa forma en la que me estudia, en la que intenta descifrar lo que no digo en voz alta.
—¿Quieres hablar de ello?
Pienso en decirle que sí. En contarle todo lo que mi cabeza no me deja soltar. El peso de la nostalgia, el miedo al futuro, la incertidumbre que a veces se cuela en los rincones de mi pecho.
Pero lo miro y me obligo a tragarme las palabras.
No es nada importante. No lo suficiente como para robarle el descanso.
Así que solo niego con la cabeza y me esfuerzo en sonreír.
—No es nada importante.
Jack frunce el ceño, no muy convencido, pero no insiste. En lugar de eso, su mano desciende hasta mi vientre y lo acaricia con un movimiento lento, casi hipnótico.
Evelyn responde con una pequeña patada, y Jack sonríe.
—Definitivamente va a ser una luchadora —dice en un murmullo, y la ternura en su voz me desarma.
Lo observo mientras sigue acariciando mi barriga, con la mirada fija en ese punto, como si pudiera ver más allá, como si ya la conociera.
Su expresión es serena, tranquila. Como si no pudiera imaginarse en ningún otro lugar más que aquí, conmigo, con ella.
Y me pregunto cómo es posible que, después de todo lo que pasó, después de todo lo que dejé atrás, Jack haya logrado convertirse en mi hogar.
Jack es mi hogar.
El pensamiento me golpea con la misma fuerza con la que me ha estado acechando toda la noche.
Un eco silencioso, una certeza que se desliza en los huecos de mi pecho y se instala ahí, con la misma inevitabilidad con la que el amanecer eventualmente llegará.
Sus dedos siguen trazando círculos perezosos sobre mi vientre, como si estuviera dibujando algo invisible sobre mi piel. Me pregunto si es consciente de lo que hace o si es solo un reflejo inconsciente, una necesidad de mantenerse conectado con Evelyn incluso en la bruma del sueño.
Evelyn.
Digo su nombre en mi cabeza como si al repetirlo pudiera hacerlo más real. Como si pudiera convencerme de que estoy lista para todo lo que viene.
Porque la verdad es que no lo estoy.
Estoy aterrada.
No solo por ella, por lo que significa traer una vida al mundo, sino por todo lo demás.
Por lo que dejé atrás. Por lo que aún no he terminado de soltar.
Por Pierre.
Cierro los ojos con fuerza, como si eso pudiera mantener a raya los recuerdos. Pero su rostro se dibuja en mi mente con una claridad que me asusta.
Su sonrisa ladeada, la forma en que sus dedos atrapaban los míos con una seguridad que alguna vez confundí con amor.
Durante mucho tiempo pensé que Pierre era mi destino. Que éramos dos almas condenadas a encontrarse una y otra vez, sin importar cuántas veces el mundo nos pusiera a prueba.
Y tal vez lo éramos.
Pero eso no significaba que estuviéramos destinados a quedarnos juntos.
Nuestro amor fue como una chispa en una habitación llena de gasolina: intenso, incontrolable, hermoso y devastador al mismo tiempo. Y cuando se apagó, dejó cenizas que todavía cargo en mi pecho.
Me pregunto si él piensa en mí.
Si, en las noches en que el sueño lo evade, se pregunta cómo estaría nuestra vida si todo hubiera sido diferente.
Si Evelyn hubiera sido nuestra.
El pensamiento me sacude más de lo que debería, y siento un nudo formándose en mi garganta.
No debería pensar en esto. No ahora. No cuando tengo a Jack a mi lado, cuando él ha demostrado una y otra vez que está aquí porque quiere, porque lo elige.
Pero la culpa es un monstruo persistente, uno que me susurra al oído incluso cuando trato de ignorarlo.
Tal vez parte de mí siempre se preguntará qué habría pasado si las cosas hubieran sido diferentes.
Si Pierre no me hubiera roto.
Si yo no lo hubiera dejado.
Si hubiéramos encontrado una manera de salvarnos en lugar de destruirnos.
—Estás temblando —susurra Jack de repente, su voz grave y adormilada.
No me había dado cuenta.
Abro los ojos y me encuentro con los suyos, aún pesados por el sueño pero llenos de preocupación.
Me obliga a girarme lo suficiente para quedar frente a él y me estudia con esa intensidad suya, esa forma en la que siempre parece ver más allá de lo que digo en voz alta.
Sé que debería mentirle. Decirle que estoy bien.
Pero no puedo.
—No puedo dejar de pensar —susurro.
Jack suspira y acaricia mi mejilla con el dorso de los dedos.
—En él.
No es una pregunta.
No necesito responderle, y aun así, lo hago.
—Sí.
No hay juicio en su rostro, solo un entendimiento silencioso que me desarma más que cualquier otra cosa.
Jack siempre ha sabido que Pierre es una sombra en mi vida, que todavía cargo con partes de él que no sé cómo soltar.
Y, sin embargo, aquí está.
No se aparta. No se enfada. No exige que lo olvide.
Solo me mira con esos ojos que me han enseñado que el amor no siempre tiene que doler.
—Él es parte de tu historia —dice, su voz suave pero firme—. Pero no tiene por qué definir tu futuro.
Desliza su mano hasta mi vientre de nuevo, como si Evelyn fuera la prueba tangible de que tiene razón.
—No lo sé, Jack —admito en voz baja—. A veces siento que nunca voy a poder soltarlo del todo.
Jack asiente lentamente, como si entendiera más de lo que dejo ver.
—Tal vez no. Tal vez siempre será una parte de ti. Pero eso no significa que tengas que vivir en su sombra.
Sus palabras me envuelven como un bálsamo, un consuelo que no sabía que necesitaba.
Durante mucho tiempo pensé que el amor era algo que se ganaba, algo que había que pelear y sufrir para merecer.
Pierre me enseñó eso.
Pero Jack...
Jack me está enseñando otra cosa.
Me está enseñando que el amor puede ser fácil.
Que puede ser elegir a alguien una y otra vez, incluso cuando las cosas no son perfectas.
Que puede ser una mano sosteniendo la mía en la oscuridad, sin esperar nada a cambio.
Mis ojos arden, pero esta vez no por el dolor.
Sino porque, por primera vez en mucho tiempo, me doy cuenta de que tal vez no estoy tan perdida como pensaba.
Tal vez ya encontré mi camino.
Me acerco a Jack y entierro el rostro en su cuello, dejando que su calor me envuelva.
—Gracias —murmuro contra su piel.
No le digo por qué.
No le explico todo lo que acaba de pasar por mi cabeza.
Pero él solo me abraza más fuerte, como si entendiera de todas formas.
Y en ese momento, decido que está bien.
Que está bien no tener todas las respuestas.
Que está bien seguir sanando a mi propio ritmo.
Porque, al final del día, Jack no me pide que olvide mi pasado.
Solo me pide que no deje que me impida construir un futuro.
Y tal vez, solo tal vez, estoy lista para intentarlo.
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