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021


El rugido de los motores siempre ha sido el sonido que marcaba el ritmo de mi vida. Es como una banda sonora que acompaña mis días, recordándome el lugar al que pertenezco. Como ingeniera en Ferrari, cada jornada está llena de adrenalina, precisión y ese instinto por la perfección que exige la Fórmula 1.

Aquí, los errores no son opciones; un solo fallo puede significar la diferencia entre la gloria y el desastre. Cada milímetro de un diseño, cada ajuste que hago, tiene el peso de la historia de un equipo que ha ganado todo, pero siempre lucha por más. Estoy acostumbrada a la presión, la vivo en cada rincón de mi trabajo, en cada ajuste, en cada estudio aerodinámico.

El olor a combustible, el rugir de los motores al inicio de cada carrera, se mezclan con el silencio de las noches en mi escritorio, donde las horas pasan rápidamente entre papeles, cálculos y más cálculos.

A veces, siento que he llegado a un punto en el que ya no soy sólo una ingeniera más. Soy una pieza vital, casi indispensable, en la maquinaria que está construyendo el futuro del automovilismo.

Pero hoy, algo diferente invade mi mente. En medio de la rutina que me es tan familiar, el test de embarazo sobre la mesa es un recordatorio de que el universo tiene la capacidad de dar giros inesperados. Dos líneas. Dos simples líneas que parecen gritar en silencio el caos que se aproxima. En un segundo, todo lo que había construido alrededor de mi carrera empieza a tambalear.

La mente de una ingeniera suele ser lógica, precisa, meticulosa. Y mi primer pensamiento, al ver ese resultado, no es el miedo o la angustia. Es Pierre. Su rostro aparece sin previo aviso, como una pieza de rompecabezas encajando en su lugar.

Él, tan lleno de determinación, siempre al límite, buscando la forma de hacer imposible lo posible, es también mi reflejo en muchas maneras. Como piloto, desafía las leyes de la física, y yo, desde mi taller, diseño los autos que permiten que cruce esas líneas.

Hemos compartido el mismo amor por la velocidad, por la perfección. Pero ahora, el mismo amor está siendo sometido a una prueba más grande que cualquier circuito.

El viento golpea las ventanas de mi apartamento, y las paredes blancas que normalmente ofrecen refugio parecen ahora frías e imponentes.

Los recuerdos de los días de trabajo, las horas en Maranello, el sudor derramado para alcanzar la perfección, se desvanecen en la perspectiva de este nuevo desafío que no puedo controlar. El test sigue allí, en la mesa, implacable.

La puerta se abre, y en ese momento, todo lo que había guardado en mi pecho se siente como una tormenta a punto de estallar. Es Pierre. La familiaridad del sonido de sus llaves, el arrastre suave de sus botas sobre el suelo, llena el aire, pero hay algo en su presencia que ahora me provoca ansiedad.

—Hola, jolie —dice, sin darse cuenta de que está entrando en un terreno completamente desconocido.

Yo, luchando por mantener la calma, le respondo con una simple palabra, que sale como un susurro: —Hola.

Pierre se acerca a mí, notando al instante la tensión en mi rostro, y su expresión se transforma en una mezcla de preocupación y confusión. —¿Estás bien? —pregunta, siempre tan atento a los detalles. Es uno de sus talentos, esa capacidad de leer las emociones ajenas con tan solo una mirada.

—Tenemos que hablar —respondo, mi voz temblando ligeramente.

Él asiente, sin decir palabra, y se sienta frente a mí en el sofá. Su postura refleja la calma que siempre proyecta, pero esta vez es diferente. Hay algo en el aire que ambos podemos sentir, aunque ninguno de los dos lo haya dicho aún.

Respiro hondo, y con manos que me parecen ajenas, levanto el test y se lo entrego. El silencio que se establece en la habitación es tan denso que parece pesado, como si el aire mismo se hubiera detenido.

Pierre observa el test, luego me mira, buscando respuestas en mi rostro. Su expresión cambia, se vuelve seria, sus ojos recorren el objeto una y otra vez, como si fuera una ecuación que no puede resolver. Sus labios se abren, pero las palabras parecen haberse quedado atrapadas en su garganta.

—¿Esto es...? —su voz se apaga, y su cuerpo empieza a moverse de manera nerviosa. Se pasa la mano por el cabello, un gesto que no puedo evitar identificar como su manera de lidiar con la incertidumbre.

—Estoy embarazada, Pierre —le digo, sin rodeos, porque en este momento las palabras no pueden ser más directas.

El shock es inmediato. No se mueve, no habla, y durante unos segundos que parecen interminables, se queda ahí, inmóvil, como si el tiempo se hubiera detenido. Finalmente, se pone de pie y comienza a caminar de un lado a otro, su mente luchando por asimilar lo que acaba de escuchar. El sonido de sus pasos sobre el suelo es lo único que llena la habitación.

—Esto... esto no puede estar pasando ahora —murmura, casi para sí mismo, mientras se pasa una vez más la mano por el cabello.

La sensación de que todo se está desmoronando me embarga. —¿Qué significa eso? —pregunto, mi voz temblando.

Pierre se detiene, y por un momento, parece que va a responder, pero lo que sale de sus labios me sorprende. —Scarlett, mi carrera está en un momento crucial. No puedo permitirme distracciones ahora. Todo lo que he trabajado, las competiciones, los patrocinadores... Estoy luchando por asegurar mi lugar en la Fórmula 1, y esto... cambia todo.

Mis palabras salen en un susurro tenso. —¿Tu carrera? ¿Eso es lo que vas a poner primero?

Pierre, visiblemente alterado, da un paso hacia atrás, pero no me suelta la mirada. —No estoy diciendo que no te importe. Estoy diciendo que ahora mismo no puedo ser lo que necesitas. No sé si puedo manejar esto.

—¿Entonces simplemente te vas? —le pregunto, sin poder creer lo que estoy escuchando.

—Lo siento, Scarlett... —dice, con una mirada que ya no es de esperanza, sino de una angustia profunda—. No sé qué hacer. Mi carrera... es todo lo que tengo.

Recibo esas palabras como un golpe en el pecho. El vacío que se abre entre nosotros se siente insostenible. —Entonces, ¿qué hay de nosotros? ¿Qué hay de lo que estábamos construyendo? —le pregunto, mi voz quebrándose con una mezcla de frustración y tristeza.

Pierre no sabe qué responder, y la distancia entre nosotros se vuelve insalvable. Él da un paso hacia la puerta, recogiendo su chaqueta. Las lágrimas que había intentado contener finalmente caen, pero no me importa. Ya nada tiene sentido.

—Buena suerte con tu carrera, Pierre —le digo, apenas susurrando.

Él se detiene en la puerta, se vuelve hacia mí una última vez, sus ojos llenos de dolor y arrepentimiento. —Lo siento —dice, y se va.

El silencio que queda después de su partida es abrumador. La soledad se siente aún más fría de lo habitual. Me dejo caer en el sofá, abrazándome a mí misma mientras las lágrimas siguen cayendo. Pero, a pesar de todo, mis manos se posan sobre mi vientre, como un recordatorio de que, aunque Pierre haya decidido irse, no estoy sola.

—No estamos solas —susurro, mi voz firme, aún entre sollozos. Porque aunque el futuro sea incierto, sé que soy capaz de salir adelante. Por mí. Por este bebé.

A pesar del dolor, algo dentro de mí se despierta. Tal vez no sé lo que vendrá, pero no importa. Porque ahora, al menos, no tengo que hacerlo sola.

El aire en el apartamento está cargado de emoción, pero también de apoyo, de una especie de calma que solo se puede sentir cuando se está rodeada de personas que realmente entienden lo que significa dar un paso tan grande.

Decidir dejar atrás mi carrera en la Fórmula 1 para concentrarme en el bebé no es fácil, pero aquí, con todas ellas a mi alrededor, siento que he tomado la decisión correcta. El amor y el apoyo que me ofrecen me dan fuerzas para seguir adelante, y aunque el miedo sigue presente, ya no parece tan abrumador.

Emma es la primera en romper el silencio. Se acerca a mí con una sonrisa cálida, como siempre, aunque su expresión muestra también una profunda preocupación. Emma nunca es de mostrar demasiados sentimientos en público, pero en momentos como este, sus ojos hablan más que sus palabras.

—Scarlett, sé que esto no es fácil para ti. El mundo de la Fórmula 1 te ha dado tantas cosas, pero un bebé, una nueva vida... eso es algo que cambia todo. Y quiero que sepas que te entiendo. Como madre, sé lo que significa tomar una decisión así. Lo que te está esperando, ese bebé, es algo mucho más grande que cualquier carrera. Y quiero que sepas que siempre contarás con nosotras. No importa lo que decidas, estaré aquí, y tú siempre podrás regresar cuando lo necesites.

Sus palabras me llegan al corazón, y por un momento siento que las lágrimas amenazan con caer, pero me contengo. Sé que estoy rodeada de personas que me apoyan, y ese apoyo me da la fuerza que necesito para seguir adelante.

Venecia, que hasta ese momento ha estado observando en silencio, se acerca y se sienta junto a mí. Su mirada, siempre tan serena, transmite una calma que contrasta con el torbellino de emociones que siento.

Venecia ha sido mucho más que mi jefa en Ferrari, es mi amiga, mi hermana, la persona que me ha ayudado a mantener el equilibrio entre mi vida profesional y personal, aunque a veces parecía que esas dos partes no podían coexistir.

—Scarlett, quiero que sepas que no importa lo que decidas, siempre tendrás un lugar en este equipo. Ferrari es tu familia, y si alguna vez decides regresar, este equipo te recibirá con los brazos abiertos. Pero, por encima de todo eso, lo que más me importa es que tú seas feliz. Tener un bebé es un viaje increíble, y aunque puede ser aterrador, también es lo más hermoso que puede pasarle a una mujer. No te preocupes por el futuro, porque aunque no tengas todas las respuestas ahora, te aseguro que lo harás bien. Y si alguna vez necesitas hablar, si alguna vez dudas de tu decisión, estaré aquí. Siempre.

Escuchar a Venecia decir esas palabras me llena de una sensación de seguridad. Ella no solo es una amiga leal, sino también una fuente de sabiduría. Sé que puedo confiar en ella, sin importar lo que suceda.

Allegra, que ha estado abrazando a su pequeña Charlie, me mira con una expresión llena de ternura. Allegra sabe lo que es ser madre, lo que significa tomar decisiones difíciles mientras se cuida de una pequeña vida.

Ella ha pasado por tanto, y siempre lo ha hecho con una sonrisa en el rostro, con la fuerza que le da su hija. Nunca olvidaré la forma en que me apoyó durante mi relación con Charles, incluso cuando las cosas se complicaron para ella también. Su fortaleza siempre ha sido algo que admiro.

—Scarlett, yo lo sé. Yo también tengo miedo, porque ser madre es aterrador, lo es. Pero cuando vi a Charlie por primera vez, supe que todo lo demás era secundario. Nada en el mundo me importaba más que ella. Y sé que te sientes igual. Este bebé será tu mayor reto y tu mayor bendición. No hay dudas, no hay miedos que puedan quitarte lo maravilloso que será. Puedes dejar tu trabajo por ahora, pero lo que te espera será mucho más grande que cualquier carrera. Y si alguna vez sientes que quieres regresar, te esperaré con los brazos abiertos. Ferrari te esperará, pero ahora lo que importa es este momento, este bebé. Lo vas a hacer increíble, Scarlett, lo sé.

Su voz es firme y llena de confianza. Aunque Allegra ha sufrido en su relación con Charles, su perspectiva sobre la maternidad nunca ha vacilado. Sabe que el amor por un hijo es una fuerza imparable, una que hace que todo lo demás se vea pequeño en comparación.

Sienna, la última en hablar, está allí, con su sonrisa contagiosa, esa que siempre logra iluminar cualquier habitación. Aunque su enfoque en la vida siempre ha sido positivo, sabe que este momento significa mucho más que eso. Es un momento en que todas nos apoyamos mutuamente, donde las palabras de aliento son las que más importan.

—Scarlett, ¿sabías que un bebé es como una carrera? —dice, inclinándose hacia mí con una expresión traviesa en el rostro—. Tienes que planificar, estar lista para lo inesperado, y de repente todo cambia en un segundo. Pero sabes que ser madre es lo mejor que puedes hacer, ¿verdad? Y lo vas a hacer increíble. Porque tienes todo el amor y la fuerza que necesitas. Tienes a todas nosotras aquí, y siempre tendrás un lugar en Ferrari, no importa lo que pase. Lo más importante ahora es que te concentres en tu bebé, en tu familia, y en tu felicidad. Cuando estés lista para regresar, lo harás. Pero ahora, este es tu momento. Y lo vas a disfrutar, lo prometo.

Me siento más fuerte con cada palabra que escucho. Las chicas me dan un regalo invaluable: confianza. Confianza en mí misma, en mi capacidad para ser madre, en la decisión que he tomado. Aunque dejar mi trabajo en la Fórmula 1 no ha sido fácil, sé que lo que está por venir será mucho más importante que cualquier trofeo o victoria.

Y justo en ese momento, Seth, mi gato, se levanta y camina hacia mí. Se tumba sobre mi vientre, sus ojos fijos en los míos como si supiera exactamente lo que está sucediendo.

Es un gesto sencillo, pero tan lleno de significado. Como si él también estuviera reconociendo que una nueva vida está creciendo dentro de mí, y que debe ser protegida.

Miro a las chicas, y todas sonríen al ver el gesto de Seth. Es una pequeña muestra de cariño que me hace sentir más tranquila.

—Parece que Seth también aprueba la decisión —comenta Allegra, con una sonrisa.

Río suavemente, acariciando a mi gato, que sigue cómodamente acostado sobre mi vientre. Es como si el mundo, en su extraña forma, me estuviera diciendo que todo estará bien, que lo que está por venir será lo correcto.

—Lo haré —digo, con una convicción que no he sentido antes—. Dejaré el trabajo. Me concentraré en mi bebé. Y aunque no tenga todas las respuestas, sé que este es el camino que debo seguir.

Las chicas me miran con sonrisas llenas de orgullo y apoyo. Estoy rodeada de amor, y eso me hace sentir más fuerte. No sé qué deparará el futuro, pero sé que lo enfrentaré con ellas a mi lado.

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