
019 ▪︎ ᴇꜱᴘᴇᴄɪᴀʟ ɴᴀᴠɪᴅᴀᴅ 🎄🎅
La Navidad en París es un sueño hecho realidad. La ciudad brilla con una elegancia que no se puede comparar con ninguna otra parte del mundo, especialmente en esta época del año.
Las luces de la ciudad se reflejan en el Sena, la Torre Eiffel se ilumina en todo su esplendor y el aire frío de la noche se siente fresco, pero no lo suficiente como para quitar la calidez de las celebraciones.
Esta noche, sin embargo, es aún más especial. Pierre y yo hemos decidido celebrar esta Navidad con nuestros amigos más cercanos, y para ello, hemos reservado una mesa en uno de los restaurantes del hotel más exclusivo de la ciudad.
Es un lugar elegante, de paredes de mármol blanco y mesas de madera oscura con sillas de terciopelo. La luz suave de las velas da al ambiente un aire íntimo, y el sonido de los cubiertos y las conversaciones susurradas crea una atmósfera de sofisticación.
El restaurante está lleno, pero a pesar de la multitud, el ambiente sigue siendo tranquilo. Todos estamos reunidos en una mesa redonda al fondo, cerca de una gran ventana que da al río.
La vista es impresionante, especialmente con las luces navideñas reflejándose en el agua. Los platos que nos sirven son una mezcla perfecta de alta cocina francesa, con foie gras, langosta, y un delicioso pato a la naranja que parece derretirse en la boca.
Pierre está a mi lado, y no puedo evitar mirarlo con una sonrisa mientras él conversa animadamente con Charles, Allegra y Lando sobre una carrera reciente. A pesar de estar en un restaurante de lujo, la calidez de su presencia me hace sentir como si estuviéramos en casa.
Nos tomamos de la mano bajo la mesa, y me siento segura, tranquila. La Navidad siempre ha sido especial para mí, pero este año, rodeada de amigos, se siente aún más mágica.
Sienna y Max están justo enfrente de nosotros, y están inmersos en una conversación profunda sobre su último proyecto de trabajo. Sienna tiene una forma de hablar que siempre logra que todos se detengan y presten atención, y Max, aunque más callado, no pierde la oportunidad de añadir algún comentario irónico que siempre hace reír a todos.
Venecia y Lando están en su propio mundo, entre bromas y risas sobre sus últimos viajes, y Emma y Carlos se encargan de repartir risas y buenos deseos por toda la mesa.
Mientras tanto, Charlie, la pequeña hija de Allegra, corre de un lado a otro entre las sillas, exclamando "¡Feliz Navidad!" cada vez que pasa por alguien.
A pesar de la cantidad de gente, me siento en paz. La cena fluye a la perfección, con las risas y las conversaciones llenando el aire. De vez en cuando, Pierre y yo intercambiamos miradas cargadas de significado, disfrutando del momento juntos, sin necesidad de palabras.
La compañía es lo que hace que este día sea tan especial, y sé que este es un regalo que ninguno de nosotros olvidará.
Cuando llega el momento de los postres, Pierre se levanta con una sonrisa en el rostro y se acerca a mí, sosteniendo una pequeña caja con un lazo rojo.
—Jolie, tengo algo para ti —dice en voz baja, pero suficientemente fuerte como para que todos en la mesa se giren hacia él.
Mis amigos nos miran curiosos, y siento cómo mi corazón late un poco más rápido. Pierre me entrega la caja con delicadeza, y la abro para encontrar un pequeño collar de oro con una letra "P" elegantemente tallada.
El collar es simple, pero tiene un toque único que lo hace especial. Me quedo sin palabras por un momento, admirando la joya en mis manos.
—Es hermoso, Pierre —le digo, levantando la vista hacia él, tocando suavemente la letra "P" con los dedos. —Gracias.
Pierre sonríe, y el brillo en sus ojos me dice más que mil palabras.
—Quería que tuvieras algo especial para esta Navidad. Algo que representara lo que eres para mí —responde con una suavidad en su voz que hace que mi corazón se derrita.
En ese momento, Allegra se acerca, sonriendo ampliamente.
—Eso es increíble, Pierre. Muy romántico —dice, abrazándome rápidamente. —Te felicito, no se me hubiera ocurrido algo tan bonito.
Sienna, que está justo al lado de Allegra, también se inclina hacia mí, admirando el collar.
—Es perfecto para ti, Scarlett. Te queda increíble —dice con una sonrisa. —Ahora tendrás algo que siempre te recuerde a Pierre.
De repente, Pierre me mira con una chispa traviesa en los ojos y, en voz baja, añade:
—Jolie, aún no has abierto el otro regalo.
Me quedo un momento sorprendida, mirando el paquete pequeño que él me ha dado, y luego lo abro con cuidado. Dentro, encuentro un set de pintura corporal, con colores brillantes y delicados pinceles.
La caja tiene un mensaje divertido y juguetón, y me siento completamente sorprendida y un poco nerviosa. La mirada de Pierre es suave pero llena de una mezcla de cariño y travesura.
Todos en la mesa empiezan a reír y aplaudir, y aunque mi rostro se tiñe de rojo, no puedo evitar sentirme emocionada por el regalo tan único y personalizado.
—¡Pierre! —exclamo, sonrojada. —Esto es… definitivamente inesperado.
—Quiero que sepas cuánto me importas, Jolie —responde él, mirándome con intensidad. —Este es un regalo para nosotros, para que pasemos un buen rato juntos después de todo este ajetreo.
Todo el mundo se ríe y continúa con sus conversaciones, mientras yo miro a Pierre, sintiendo cómo mi corazón se acelera por la calidez de su gesto. Este año ha sido increíble, y la forma en que él siempre logra hacerme sentir tan especial, incluso en los momentos más sencillos, me deja sin palabras.
Los chicos, al parecer, no han sido menos atrevidos en sus regalos, y cada uno ha decidido sorprender a sus respectivas parejas con algo un poco más... personal.
Charles, con su eterna sonrisa de confianza, entrega a Allegra una pequeña caja. Ella la abre con curiosidad, y cuando ve lo que hay dentro, su rostro se ilumina con una mezcla de sorpresa y diversión.
Dentro de la caja, hay un elegante conjunto de lencería negra con detalles de encaje. Allegra lo mira a él con una risa entrecortada, y él responde con una sonrisa cómplice.
—No es solo para ti —le dice Charles con un guiño. —Es para ambos. Lo disfrutarás tanto como yo.
Allegra, aunque un poco sorprendida, no puede evitar reírse, y todos en la mesa se unen a su risa. Ella le da un beso en la mejilla, reconociendo lo atrevido del regalo.
Sienna y Max no se quedan atrás. Max, que suele ser más serio, le entrega a Sienna un elegante y delicado estuche. Dentro, hay un reloj de pulsera que parece haber sido especialmente diseñado para ella.
El toque atrevido, sin embargo, está en el mensaje que está grabado en la parte interior: "Te espero en el hotel". Sienna se ríe suavemente, sintiendo el calor del gesto.
—¿No podrías ser un poco más directo, Max? —bromea, mientras lo abraza. —Pero, gracias. Es perfecto.
Venecia, por su parte, recibe un regalo menos esperado. Lando, con una sonrisa juguetona, le entrega una caja con un collar muy bonito, pero cuando Venecia lo abre, descubre que es un collar muy sensual, con una piedra preciosa en forma de corazón, acompañado de una tarjeta que dice: "Para cuando decidas ser mía por completo". Venecia no puede evitar sonrojarse, y aunque le lanza una mirada burlona a Lando, la ternura de la situación se hace evidente.
Finalmente, Emma recibe un regalo igualmente atrevido de Carlos: un set de ropa de cama de seda en tonos oscuros, con una pequeña tarjeta que dice "Solo para ti".
Emma, sorprendida, lo mira por un momento antes de sonreír y dar un beso rápido en los labios a Carlos, agradecida y algo avergonzada.
La noche continúa con risas y más brindis, mientras las copas se llenan una y otra vez, y las conversaciones se entrelazan entre nosotros como siempre.
Charlie, cansada después de correr por todo el restaurante, se acurruca en el regazo de Allegra, y todos comenzamos a relajarnos un poco más mientras disfrutamos de los últimos bocados de tarta y chocolate.
Cuando finalmente el postre se termina, Pierre me toma de la mano y, mientras nos levantamos para hacer un brindis final, susurra:
—Te amo, Jolie. Y esta Navidad ha sido más especial de lo que jamás imaginé.
—Yo también te amo, mon cœur. Gracias por hacer que cada día sea único.
Nos miramos por un momento, rodeados de nuestros amigos y de la belleza de la ciudad, sabiendo que, aunque estemos lejos de casa, estamos exactamente donde debemos estar: juntos.
El pasillo del hotel está sumido en un silencio profundo, roto únicamente por el eco de nuestras risas y murmullos mientras Pierre y yo caminamos en dirección a nuestra habitación.
El suave sonido de nuestros pasos se mezcla con el resplandor cálido de las luces doradas que adornan las paredes, creando una atmósfera casi mágica. Acabamos de salir del ascensor y nos despedimos de nuestros amigos después de una velada inolvidable en el restaurante
La noche ha sido perfecta, una mezcla de risas, charlas animadas y copas de vino que siguen girando en nuestra mente, mientras las luces de París siguen brillando más allá de las ventanas del hotel.
El aire nocturno que se cuela por las ventanas abiertas parece fresco, un contraste agradable con el calor acogedor de los pasillos.
París, la ciudad de la luz, sigue siendo un sueño, tan palpable y tan viva como siempre, pero esta vez tiene un toque aún más especial. Este hotel de lujo, con sus detalles elegantes y su estilo sofisticado, se suma a la perfección de la noche, agregando ese toque final que hace que todo se sienta como un cuento.
Delante de nosotros, Allegra y Charles caminan de la mano, charlando en voz baja, sus risas y murmullos se mezclan con el susurro de la brisa que pasa por el pasillo. Ellos parecen completamente sumidos en su propia burbuja, sus dedos entrelazados con la misma facilidad con la que conversan.
Unos pasos más atrás, Max y Sienna caminan ligeramente distanciados, como si la tensión entre ellos aún no se hubiera disipado por completo. Sus intercambios de palabras oscilan entre lo divertido y lo algo más tenso, una extraña mezcla que hace que los demás los miren con una curiosidad oculta.
Lando y Venecia están unos pasos más atrás, riéndose de algo que solo ellos entienden, compartiendo alguna broma privada que no necesitan explicar a los demás. Sus carcajadas se sienten casi mágicas, como si el mundo a su alrededor no existiera.
Emma y Carlos, más distantes físicamente, parecen bromear entre ellos, pero sus miradas furtivas cuentan una historia más profunda, algo que está lejos de ser solo juego. Hay una chispa que no se puede negar, algo en el aire que se siente incluso cuando no dicen una palabra más.
—¿Seguros de que no quieren subir todos a nuestra habitación para seguir la fiesta? —bromea Pierre, su tono lleno de una ligereza juguetona mientras se detiene frente a nuestra puerta.
Su voz resuena en el pasillo vacío, y todos nos volvemos hacia él, entretenidos por la sugerencia. A pesar de su tono relajado, hay algo en su mirada que insinúa que realmente no está tan interesado en que la fiesta continúe por mucho más tiempo. Sus ojos se encuentran con los míos, y puedo ver en ellos la diversión mezclada con un toque de deseo.
—Por mucho que aprecio la oferta, creo que prefiero mi cama —responde Carlos con un bostezo exagerado, estirándose como un gato mientras Emma lo empuja suavemente con el codo, lanzándole una mirada divertida.
—Además, Scarlett y Pierre seguramente tienen otros planes más... privados —añade Allegra con una sonrisa traviesa, y sus palabras provocan una risa generalizada entre todos.
—¿Y tú no? —le pregunta Sienna, arqueando una ceja mientras señala a Charles, que simplemente rueda los ojos, aunque una sonrisa de complicidad se asoma en su rostro.
—No estoy diciendo que no —responde Allegra, guiñando un ojo con una coquetería evidente que no pasa desapercibida.
Venecia, que ha permanecido callada mientras se ríe con Lando, decide intervenir para devolver el enfoque al momento:
—Vale, chicos, dejemos que Pierre y Scarlett tengan su noche.
—Gracias, Venecia. Alguien con algo de sentido común —digo, fingiendo alivio mientras abro la puerta con la tarjeta, dejando que la luz cálida de la habitación se filtre en el pasillo.
Pierre se inclina hacia los demás y, con tono conspirador, añade:
—No os preocupéis, prometo no volvernos muy ruidosos.
—Pierre —murmuro, dándole un suave codazo, aunque mi sonrisa traiciona cualquier intento de reprenderlo. El tono juguetón en su voz es inevitablemente encantador, y no puedo evitar reírme junto con los demás.
Tras un último intercambio de bromas y despedidas, cada pareja toma rumbo hacia su habitación. Allegra y Charles desaparecen al fondo del pasillo, seguidos de Emma y Carlos, que continúan su discusión con un tono de diversión.
Lando y Venecia caminan lentamente unos pasos atrás, inmersos en una conversación que parece tan profunda como ligera. Sienna y Max, aún discutiendo en su tono particular, son los últimos en marcharse, cada uno lanzando miradas como si nada fuera definitivo, pero todo estuviera lleno de no dichos.
—Que tengáis una buena noche —dice Max finalmente, lanzando una mirada que solo Sienna parece entender antes de seguirla hasta su puerta.
Cuando Pierre cierra nuestra puerta detrás de nosotros, la risa se desvanece lentamente, reemplazada por un silencio tranquilo, casi reverente, que llena la habitación de una sensación de calma. Es un momento íntimo, rodeado de la suavidad de la luz que emana de las lámparas y el suave zumbido del aire acondicionado. Las primeras notas de la música que suena a lo lejos parecen tan distantes ahora, irrelevantes.
Me apoyo contra la pared mientras observo cómo Pierre se acerca para colgar su chaqueta. El sonido de sus pasos resuena en el suelo de madera, una melodía suave que parece sincronizada con mi respiración.
—Nuestros amigos son todo un espectáculo, ¿no crees? —comento, aún sonriendo, mientras lo miro con una mezcla de diversión y ternura.
—Sin duda, jolie. Pero admito que estaba deseando que nos quedáramos solos —responde Pierre, girándose hacia mí con esa mirada intensa que siempre logra hacer que mi corazón dé un vuelco. La forma en que me mira, con una mezcla de cariño y deseo, es algo que nunca me canso de experimentar.
—¿De verdad? No lo había notado —digo, cruzando los brazos y adoptando un tono sarcástico, aunque el brillo en mis ojos revela lo contrario. Me gusta esa tensión, esa sensación de que la noche no ha hecho más que comenzar.
—Oh, claro que lo has notado —responde él, deteniéndose frente a mí. Sus manos, con una confianza que solo él posee, rodean mi cintura con facilidad, como si fuera el lugar en el que siempre he pertenecido. Me quedo allí, inmóvil por un segundo, sintiendo su calor cerca de mí.
Pierre baja la mirada hacia mi cuello, donde el collar con su inicial "P" brilla bajo la luz cálida de la habitación. Su dedo traza el contorno de la "P" con un gesto suave, casi reverente, como si lo estuviera admirando, y no puedo evitar sonrojarme ligeramente bajo su mirada.
—Te queda tan bien, jolie. Cada vez que lo veo, no puedo evitar pensar en lo afortunado que soy de tenerte a mi lado.
Sus palabras, sinceras y desarmantes, me hacen suspirar mientras apoyo mis manos sobre su pecho, sintiendo el latido de su corazón resonar contra mi palma. La cercanía de su cuerpo, el calor de su piel, todo parece fusionarse en un solo instante.
—Y yo soy la afortunada, mon cœur. No sabes lo feliz que me hace que estés aquí, conmigo, en Mónaco, en este momento —respondo, sintiendo que cada palabra está cargada de un significado profundo. La verdad es que cada segundo con él parece un regalo.
Él sonríe con esa expresión que solo él sabe regalar, una sonrisa que ilumina toda la habitación, y se inclina para darme un beso suave.
El contacto de sus labios con los míos comienza como un gesto de ternura, pero pronto se convierte en algo más profundo, más urgente, como si todo lo demás desapareciera por completo.
Cuando finalmente nos separamos, siento su aliento cálido contra mi piel, y el mundo parece detenerse por un segundo.
—¿Qué te parece si empezamos con el otro regalo? —pregunta, con una chispa de diversión en los ojos mientras señala hacia la mesita donde están las pinturas corporales que me regaló en Navidad.
—¿Ahora? —pregunto, con una sonrisa traviesa que no puedo ocultar, aunque sé que en el fondo me atrae la idea.
—Por supuesto. No puedo esperar a ver cómo usas tu talento artístico, pero esta vez... en mí.
Río suavemente, sacudiendo la cabeza mientras me dirijo hacia la mesita, con una sensación de anticipación que crece en el aire. Tomo la caja de pinturas y la abro con delicadeza, revelando los pequeños frascos de colores brillantes.
La luz de la lámpara refleja su resplandor, como si todo estuviera iluminado por una chispa de magia.
—Sabes que esto va a ser un desastre, ¿verdad? —le digo, mirando los frascos con una mezcla de incertidumbre y diversión.
—Eso es lo divertido, jolie. Además, confío en que te las arreglarás para hacer algo... interesante.
Me siento en el borde de la cama mientras Pierre se quita los zapatos y la camisa, quedándose con el torso desnudo. Su piel bronceada parece pedir a gritos ser mi lienzo, y aunque trato de mantener la compostura, no puedo evitar que mi imaginación vuele.
—Bien, ¿por dónde empiezo? —pregunto, sosteniendo un pincel y un frasco de pintura roja.
—Donde quieras, mon cœur. Eres la artista aquí.
La habitación se llena de risas y suspiros mientras empiezo a pintar trazos suaves sobre su piel, mezclando colores y formas sin un propósito real, solo disfrutando del momento, de la conexión.
Cada trazo de color parece traer más cercanía, y cada roce de nuestras manos o nuestros cuerpos aumenta la tensión de la noche.
Pierre me mira con adoración, sus manos ocasionalmente rozando mi cintura o mis muñecas, interrumpiéndome solo para robarme un beso.
Cada beso es más intenso que el anterior, como si estuviéramos creando nuestra propia obra de arte, no solo sobre su piel, sino también entre nosotros.
Cuando finalmente termino, ambos estamos cubiertos de manchas de pintura, pero no nos importa. La risa se mezcla con los suspiros, y este momento, lleno de complicidad y diversión, es solo nuestro.
Es un recordatorio de lo bien que nos complementamos, incluso en algo tan absurdo como esto.
—¿Sabes algo, jolie? —dice Pierre, recostándose en la cama mientras me observa—. No importa lo que hagamos, siempre es perfecto contigo.
—Y contigo, Pierre. Siempre contigo.
Con esas palabras, apago las luces, dejando que la noche en París nos envuelva mientras nos perdemos en nosotros mismos, en nuestras risas, en nuestros susurros, en la magia de este momento que solo nosotros entendemos.
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