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018

La tarde en Mónaco está siendo cálida, el sol brilla con fuerza sobre la ciudad, reflejándose en el mar que se extiende más allá de la ventana de mi apartamento. Después de varios días de caótico trabajo, de empacar y desempacar, por fin hemos llegado al día de la mudanza.

Pierre se mudará conmigo a Mónaco. Mi vida ha dado un giro inesperado desde que él entró en mi vida, y hoy, al ver cómo las cajas se acumulan en cada rincón, siento una mezcla de emoción y nervios.

Todo está siendo una locura, pero no estoy sola. Mis chicas están aquí, como siempre, dispuestas a hacerme compañía en cada paso del camino. Sienna, Venecia, Allegra y Emma, que han sido mis amigas de toda la vida, están ayudando con lo que pueden, charlando entre risas y bromas.

Las cajas apiladas se han convertido en algo simbólico: no solo son objetos materiales, sino que representan todo lo que estamos construyendo, los cambios que se vienen, las decisiones que hemos tomado. Las chicas son el apoyo que necesito, especialmente hoy.

—¿Qué tal vas, Scarlett? —pregunta Sienna mientras pasa por mi lado con un par de cojines, sonriendo con esa mirada juguetona que siempre tiene.

—Lento, pero seguro. —Le respondo, tomando una caja con cuidado, dándole una mirada a Pierre, que está al otro lado de la sala, organizando algunas de sus cosas.

Sienna se detiene un momento y me observa, con la misma expresión de siempre, esa que parece ver más allá de lo que quiero mostrar.

—¿Estás segura de que todo esto no te está abrumando un poco? —pregunta con suavidad, como si ya supiera la respuesta.

—Sí, pero no lo sé... —suspiro, mirando las cajas. —Es todo un cambio, Sienna. No es solo mudarme. Es mudarme con Pierre, con todas las expectativas que vienen con eso. A veces me siento... no sé, como si estuviera en una encrucijada.

Sienna pone una mano sobre mi hombro, dándome un apretón.

—Es normal sentirte así. Yo diría que si no lo estuvieras, sería raro. Pero también sé que lo quieres, Scarlett. Sabes que lo quieres.

Me cuesta sonreír, pero lo hago. La confianza que Sienna tiene en mí siempre me calma, aunque mis pensamientos sigan dando vueltas.

—Lo sé. Es solo... todo esto es más grande de lo que parece. —Suspirando, miro a Pierre, que ahora está riendo con Charles. El ambiente sigue relajado, pero yo no puedo evitar la sensación de que esto es un gran paso.

—No te preocupes, siempre hemos estado aquí para ti —dice Allegra, acercándose desde la cocina mientras limpia sus manos con un paño. —Nosotras te apoyamos, Scarlett. No importa lo que pase, aquí estamos.

Me giro para mirarla, y me siento un poco mejor al escucharla. Allegra siempre tiene esa manera de hacerme sentir segura, como si nada fuera imposible. La relación entre nosotras es casi telepática, sabemos lo que la otra necesita sin tener que decir mucho.

Venecia, que había estado organizando las cosas con Lando en el pasillo, se acerca a mí con una sonrisa amable.

—¿Estás lista para este paso? —me pregunta, mirando la pila de cajas con cierta curiosidad.

—Más o menos... —respondo, buscando sus ojos. —¿Cómo lo ves tú?

—Lo veo como un paso hacia algo grande, Scarlett. Te has estado preparando para esto durante mucho tiempo, aunque no lo creas. A veces no sabemos cuándo estamos listas para algo, pero el momento llega.

Venecia se ha convertido en una especie de sabiduría en mi vida, su calma y perspectiva siempre me dan la paz que necesito cuando las dudas me asaltan. Las chicas me entienden, lo que me da el coraje para no huir de lo que me asusta.

—Aunque no todos parecen tan tranquilos... —dice Venecia, señalando hacia el pasillo donde los chicos siguen con las cajas.

Lando está bromeando con Charles sobre si algo se rompió en la mudanza, y Max, que acaba de entrar con más cajas, parece estar en un constante tira y afloja con Carlos, que sigue dándole instrucciones sobre cómo organizar mejor las cosas. Las chicas nos echamos una risa, porque las relaciones con los chicos están lejos de ser simples.

—Max y Carlos definitivamente siguen sin entenderse, ¿verdad? —Sienna se ríe, observando cómo Max casi derrama una caja de cerámica mientras discute con Carlos sobre cómo organizar los objetos más frágiles.

—No puede ser tan difícil, ¿no? —Allegra dice con un toque de sarcasmo, observando la escena desde la esquina de la sala. —Aunque, supongo que Max siempre ha sido más de improvisar que de seguir instrucciones.

Emma, que hasta ahora ha estado tranquila, se acerca con una taza de té en las manos, tomando un sorbo mientras observa la situación con calma.

—¿Qué pasa con ellos? —pregunta, señalando a Carlos y Max.

—Drama —responde Venecia con una sonrisa burlona. —Max nunca ha sido el más organizado, y Carlos... bueno, Carlos es un perfeccionista. Los dos no se llevan bien cuando hay que organizar algo.

—Es como el agua y el aceite —añade Allegra. —Lo gracioso es que siempre parece ser el último en enterarse de todo.

Nos reímos todas juntas, mientras el sonido de las cajas y los chicos trabajando de fondo crea una especie de banda sonora a nuestro día. Las chicas están aquí, y aunque hay una cierta tensión en el aire debido a los cambios, es fácil sentir que nada está fuera de lugar cuando estamos juntas.

Pierre se aproxima, su rostro suave pero con una sonrisa ligera que es su sello característico.

—Mon cœur, ¿cómo va todo? —me pregunta, abrazándome por la cintura.

—Todo bien. Solo un poco abrumada, eso es todo —le respondo, recargando mi cabeza en su hombro mientras observo a los chicos discutir sobre los muebles.

—Es solo mudarse, Scarlett. No es para tanto. —Pierre sonríe con su tono tranquilizador, pero su mirada se encuentra con la de los chicos, quienes siguen con su caos organizado. —Aunque parece que tienes compañía para el drama.

—Drama siempre —respondo con una sonrisa, aliviada de verlo tan tranquilo. —No importa cuántos años pasen, siguen siendo los mismos.

—¿Y qué hay de ti? ¿Cómo te sientes? —pregunta Pierre, tomándome de la mano.

Suspirando, me dejo llevar por su gesto. A pesar de mis dudas, me siento segura a su lado, como si todo esto fuera posible.

—Estoy bien. Estoy feliz de tenerte aquí. —Lo miro con una sonrisa sincera. —Lo que pasa es que todo esto está siendo más grande de lo que pensé. Pero es un cambio, y sé que es lo correcto.

Pierre me mira fijamente, como si estuviera evaluando mi expresión.

—Sabes que lo estamos haciendo juntos, ¿verdad? —dice con calma. —Todo esto, todo lo que venga, lo vamos a manejar. No tienes que hacerlo sola.

Siento una ola de gratitud por sus palabras. Y aunque la mudanza y los cambios que conlleva siguen siendo una montaña rusa emocional para mí, tener a Pierre aquí me da una base más firme para dar el siguiente paso.

En ese momento, los chicos vuelven a entrar a la sala, trayendo las últimas cajas. Carlos y Max siguen discutiendo, pero ahora todo parece un poco más ligero, como si las tensiones comenzaran a desvanecerse.

—¿Listos para más? —Max pregunta con una sonrisa pícara, mientras deja caer una última caja en el suelo con cuidado.

—Ya, ya... solo no rompas nada, ¿de acuerdo? —Carlos responde, todavía con una ligera dosis de sarcasmo.

Mientras todos seguimos trabajando, las chicas se acercan a mí, compartiendo pequeñas sonrisas y comentarios tranquilizadores.

Siento la energía de la amistad a mi alrededor, la seguridad que siempre me han dado, y aunque el cambio sea grande, sé que no estoy sola en esto. Estoy rodeada de las personas que amo, las que siempre han estado ahí para mí.

—¿Todo listo? —pregunta Sienna, viendo que finalmente las cajas están en su lugar.

—Casi todo —respondo, mirando a Pierre con una sonrisa. —Pero con todo este caos, sé que estamos listos para comenzar una nueva etapa.

El sonido de la película se desliza suavemente por el aire de la sala, pero para mí, el ruido es solo un fondo lejano, casi imperceptible. Mi atención está completamente absorbida por Pierre.

Estamos acurrucados en el sofá, cubiertos por una manta gruesa que nos envuelve como un refugio cálido en medio de la noche. Su cuerpo está tan cerca del mío que siento cada uno de sus movimientos, y cada vez que se acomoda un poco más, el calor de su cuerpo me envuelve aún más.

Mi cabeza reposa sobre su pecho, el suave ritmo de su respiración marcando el compás de mi tranquilidad. Puedo oír los latidos de su corazón con claridad, y, aunque en algún momento podría parecer un sonido común, en este instante se siente como la melodía más reconfortante del mundo.

El vaivén de su pecho subiendo y bajando me arrulla de tal manera que, por un momento, me olvido del resto del mundo. Solo estamos él y yo, aquí, en este pequeño rincón que hemos hecho nuestro, y todo lo demás parece desvanecerse.

Su brazo rodea mi cintura con una familiaridad que me hace sentir segura, como si siempre hubiera sido así, como si estuviéramos destinados a estar en este preciso momento.

De vez en cuando, su mano baja suavemente por mi espalda, y un estremecimiento recorre mi cuerpo con cada caricia, no solo por la ternura de su gesto, sino por la sensación de profunda conexión que tengo con él.

Hay algo en la manera en que me acaricia que me hace sentir completa, como si todo estuviera en su lugar.

De repente, sus dedos acarician mi cabello con un toque tan suave que me hace suspirar sin darme cuenta. Cierro los ojos, disfrutando de la sensación y del sonido de su voz, tan bajo y dulce, como si hablara solo para mí.

—Jolie... —susurra, con una sonrisa en su tono, una sonrisa que puedo escuchar incluso si no puedo verla.

El sonido de mi nombre en su voz, tan lleno de cariño, hace que mi pecho se llene de una calidez indescriptible. Por un momento, me olvido de todo lo demás, sumida en la paz que su presencia me otorga.

—¿Sí? —respondo suavemente, sin moverme, sin querer romper la calma que nos envuelve. Mi voz es suave, apenas un susurro, porque en este momento, no quiero nada más que quedarme así, con él, sin prisas.

Pierre me mira, aunque no puedo verlo directamente, sé que está sonriendo. Siento cómo su mirada me envuelve de una forma reconfortante, como si, con solo mirarme, pudiera entender todos mis pensamientos y emociones.

No necesito hablar, porque con él, las palabras a veces son innecesarias.

—Solo pensaba en lo afortunado que soy —dice, y sus palabras me llegan con la suavidad de un susurro, pero con el peso de una verdad que se asienta en mi corazón. —Este momento, aquí contigo, es todo lo que necesito. Es todo lo que siempre quise.

Su voz, llena de sinceridad y cariño, me toca de una manera tan profunda que siento cómo una sonrisa se dibuja en mi rostro, sin poder evitarlo.

A veces, las palabras de Pierre me sorprenden, no porque no las espere, sino porque tiene una forma única de decirlas, de hacer que cada cosa que dice suene tan real, tan importante.

Yo, por mi parte, no puedo evitar responderle en el mismo tono, porque todo lo que él dice se refleja en mi corazón.

—Yo también me siento afortunada —le confieso, sin levantar la cabeza de su pecho. Mi voz es suave, como si no quisiera romper el momento. —Es como si todo tuviera sentido ahora, como si estuviera en el lugar que siempre debí estar.

Pierre se toma un momento para procesar mis palabras. Sé que lo hace, porque su respiración cambia ligeramente, y puedo sentir su pecho levantándose con más calma, como si estuviera absorbiendo todo lo que acabo de decir.

Sus manos continúan acariciando mi espalda, mientras sus dedos se deslizan por mi piel de una manera casi imperceptible, tan suave que apenas me doy cuenta de lo mucho que lo disfruto hasta que la sensación me recorre por completo.

Finalmente, después de un breve silencio, Pierre habla de nuevo, y su voz está llena de esa ternura que solo él sabe transmitir.

—Jolie, tú eres mi hogar —dice, y no necesito mirar sus ojos para saber que sus palabras son completamente sinceras. Me mira con ese tipo de mirada que tiene solo para mí, esa que me hace sentir como si no hubiera nada ni nadie más en el mundo que nosotros dos. —Cuando estoy contigo, no importa en qué lugar estemos, siempre siento que estoy en el lugar correcto. Y si puedo estar aquí contigo, en Mónaco, en cualquier parte... eso es todo lo que necesito.

Mi corazón da un salto, y, aunque sus palabras son sencillas, siento el peso de su significado. Siempre lo ha dicho, pero hoy, en este momento, parece que sus palabras cobran más sentido.

Aquí, en Mónaco, en el sofá de nuestro apartamento, todo lo demás parece desaparecer. Mónaco es especial para mí, pero lo que hace que todo tenga sentido es tener a Pierre aquí, junto a mí. Es él quien realmente le da sentido a este lugar, a este hogar.

No sé qué haría sin él. No me atrevo a pensarlo.

—Mónaco siempre ha sido mi hogar —le confío, esta vez levantando un poco la cabeza para mirarlo. Aunque no puedo ver su rostro por completo, la cercanía me permite sentir su presencia de manera tan fuerte que no necesito ver sus ojos para saber que entiende todo lo que estoy diciendo. —Cuando me fui de niña, no sabía lo que me faltaba. Pero siempre supe que Mónaco era el lugar al que pertenecía, el lugar que me había dejado atrás sin querer. Y regresar ha sido como recuperar una parte de mí misma.

Pierre asiente lentamente, y no dice nada por un largo momento. Está ahí, abrazándome, acariciándome, como si fuera la única persona que necesitara en este momento.

Sé que no tiene que decir nada más, porque entiende. Siempre lo ha entendido, y eso es lo que más valoro de nuestra relación. No necesitamos muchas palabras. Con solo estar el uno para el otro, todo parece encajar.

—Lo entiendo, Jolie —dice por fin, con una suavidad en la voz que hace que mi corazón se acelere. —Y me alegra que hayas regresado a Mónaco. No solo porque quiero estar aquí contigo, sino porque sé lo importante que es para ti. Sé lo que este lugar representa para ti, y quiero que lo sientas siempre como tu hogar. Y yo, si puedo estar a tu lado, estaré donde sea.

Esas palabras son las que hacen que mi pecho se llene de gratitud y de amor por él. No puedo evitar sonreír, aunque sea algo tímidamente, mientras me acomodo un poco más cerca de su pecho, buscando más de esa cercanía que tan bien me hace sentir.

No quiero que este momento termine nunca. Solo quiero estar aquí, con él, sintiendo la calidez de su abrazo y la paz que me ofrece.

Pierre suspira suavemente y me besa en la parte superior de la cabeza. Su beso es tan tierno que me estremezco ligeramente. Es un gesto tan simple, pero tiene tanto significado. Me hace sentir protegida, amada, y en casa.

—Gracias, mon cœur —susurro, cerrando los ojos y disfrutando del momento. Es todo lo que puedo decir en este instante, pero sé que él sabe lo que quiero expresar.

—No tienes que agradecerme, Jolie —responde, su voz baja y suave, como siempre. —Yo también te agradezco a ti. Gracias por estar aquí conmigo, por ser tú. No hay nada que quiera más que estar a tu lado.

La película continúa sonando en segundo plano, pero ya no me importa. No necesito verla. Estoy aquí, en el lugar donde quiero estar, con la persona que quiero tener a mi lado.

No hay nada más que desee en este momento que seguir acurrucada en sus brazos, escuchando su respiración tranquila y disfrutando del amor que compartimos.

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