
017
El día había sido largo. Entre el trabajo, las reuniones y los pequeños dramas que siempre parecen surgir con mis amigas, estaba exhausta. Pero mientras subo las escaleras hasta mi apartamento, mi mente solo tiene espacio para un pensamiento: Pierre.
Lo había invitado a cenar, una idea impulsiva que había tenido esa misma mañana. No había nada especial que celebrar, pero tampoco necesitábamos una razón. Pierre y yo éramos eso: una constante en medio del caos. Y después de tantos días rodeada de conversaciones sobre las complicadas relaciones de los demás, necesitaba algo simple. Algo nuestro.
Cuando llego a la puerta, lo encuentro allí, apoyado contra el marco, con un ramo de flores silvestres en la mano. Lleva su chaqueta de cuero favorita, esa que combina perfectamente con su actitud despreocupada, y su cabello desordenado parece rebelarse contra cualquier intento de control.
-Llegas tarde, jolie-dice, sonriendo con ese aire pícaro que nunca falla en hacerme sentir como si el mundo girara un poco más despacio cuando está cerca.
-No llego tarde. Tú llegaste temprano. -Cruzo los brazos, fingiendo estar molesta, pero la verdad es que solo quiero abrazarlo.
-Tal vez. Pero no podía esperar más para verte. -Me tiende las flores, y yo sonrío mientras las tomo. Su aroma suave llena el aire entre nosotros.
-Sabes que no tienes que traer flores cada vez, ¿verdad?
-Lo sé. Pero me gusta hacerlo. -Se encoge de hombros, como si fuera la cosa más simple del mundo.
Lo dejo entrar, y mientras él se quita la chaqueta, voy a la cocina para buscar un jarrón para las flores. Lo escucho moverse por la sala, su presencia llenando el espacio de una manera que me resulta reconfortante.
-¿Entonces qué vamos a cenar? -pregunta desde la puerta de la cocina, apoyándose contra el marco como si estuviera en una película.
-Pasta. Es lo único que sé cocinar decentemente.
-Mon cœur, si tú lo haces, será perfecto.
Ruedo los ojos, pero no puedo evitar sonreír. Esa es otra cosa de Pierre: siempre sabe exactamente qué decir para desarmarme.
Mientras preparo la cena, él se instala en la barra, observándome con esa mirada suya que a veces es tan intensa que me hace olvidar lo que estaba haciendo.
-¿Qué? -pregunto finalmente, tratando de no tropezar con el cuchillo mientras corto los tomates.
-Nada. Solo estaba pensando en lo afortunado que soy.
-¿De verdad, Pierre? ¿Qué tan cursi puedes ser?
-Lo digo en serio. -Su tono se vuelve más suave, más serio, y cuando levanto la vista, sus ojos están fijos en los míos. -Tienes esta manera de hacer que todo se sienta más sencillo. Más... vivo.
Me detengo por un momento, dejando el cuchillo a un lado. -Y tú tienes esta manera de decir cosas que me hacen querer besarte y golpearme contra la encimera al mismo tiempo.
Pierre se ríe, un sonido bajo y cálido que llena la cocina. Se levanta de su asiento y se acerca a mí, rodeándome con sus brazos mientras apoyo las manos en su pecho.
-Bueno, prefiero que elijas lo primero.
-Lo pensaré. -Sonrío antes de inclinarme y presionar un beso suave en sus labios.
El resto de la cena transcurre en un equilibrio perfecto entre lo mundano y lo íntimo. Pierre insiste en ayudar, aunque su concepto de "ayudar" es más bien robar trozos de queso y contarme historias ridículas sobre sus días en la universidad.
-¿De verdad intentaste entrar a una biblioteca con un perro? -pregunto, riendo mientras mezclo la salsa para la pasta.
-No intenté. Lo hice. Fue un desastre, pero Jules -el perro, no su hermano pequeño- era un buen compañero de estudio.
-Claro, porque los perros son conocidos por ser silenciosos y concentrarse en libros de texto.
-¿Sabes qué? Debería llevarte algún día de nuevo a Francia para que conozcas mi antigua universidad. Tal vez incluso podríamos conseguir un perro juntos, para completar la experiencia.
Sus palabras me toman por sorpresa, pero no en un mal sentido. Es un pensamiento casual, casi un comentario al pasar, pero hay algo en su tono que sugiere algo más profundo.
-¿Un perro? ¿Estás diciendo que quieres que viva contigo en Francia?
-¿Por qué no? -Se encoge de hombros, pero su mirada está fija en mí, como si estuviera tratando de medir mi reacción. -No digo que sea mañana, pero... sí, mon cœur. Me gustaría tenerte a mi lado.
Mi corazón da un vuelco, pero trato de mantener la calma. -Tal vez. Pero primero tendrías que demostrar que puedes cuidar un perro.
Pierre sonríe, inclinándose para besarme en la frente. -Acepto el desafío.
Finalmente, nos sentamos a cenar, la luz cálida de las velas creando un ambiente acogedor que hace que todo parezca más real. Pierre sirve el vino, y entre sorbos y bocados, la conversación fluye como siempre, fácil y natural.
Hablamos de todo y de nada. De mis amigas, de sus proyectos, de los planes que ambos tenemos para el futuro. Y aunque no lo decimos en voz alta, hay una sensación de que esos planes podrían incluirnos a los dos, juntos.
Después de la cena, nos movemos al sofá, y Pierre me envuelve en sus brazos mientras vemos una película que ninguno de los dos realmente está siguiendo. Su mano traza círculos suaves en mi brazo, y por un momento, el mundo exterior desaparece.
-Gracias por esto -digo en voz baja, rompiendo el silencio.
-¿Por qué me agradeces?
-Por estar aquí. Por hacer que todo se sienta menos complicado.
Pierre sonríe, besando la parte superior de mi cabeza. -Jolie, no tienes que agradecerme nada. Estar contigo es lo más fácil del mundo.
Cierro los ojos, dejando que su voz me envuelva mientras la película sigue de fondo. Y en ese momento, con su corazón latiendo contra el mío y su mano entrelazada con la mía, me doy cuenta de que no necesito nada más.
Porque con Pierre, todo está bien.
L
a tarde es cálida, y el aroma del café recién hecho se mezcla con el del mar, que se filtra desde algún rincón de Mónaco.
Estoy en nuestra mesa habitual, junto a la ventana del pequeño café que sirve de refugio para mis amigas y para mí. Nos reunimos aquí al menos una vez a la semana, un ritual que hemos mantenido sin importar lo ocupadas que estemos.
Este café, con sus muebles de madera desgastada y paredes cubiertas de fotografías antiguas de Montecarlo, es nuestro santuario, un lugar donde podemos ser nosotras mismas sin miedo a las expectativas del mundo exterior.
Hoy, sin embargo, estoy inquieta. Mis dedos no dejan de girar la cuchara dentro de mi taza de té, aunque el azúcar hace rato que se disolvió.
Mientras Sienna y Allegra discuten animadamente sobre los méritos del último desfile de moda en Montecarlo, y Venecia revisa algo en su teléfono con expresión de concentración, yo intento reunir el valor para hablar. Emma, siempre más observadora que el resto, no tarda en darse cuenta de que algo no va bien.
Desde el otro lado de la mesa, me lanza una mirada penetrante y arquea una ceja. -Scarlett, ¿qué te pasa?
Su pregunta rompe el hilo de la conversación entre Sienna y Allegra. Ambas se giran hacia mí, con expresiones expectantes. Venecia deja el móvil a un lado y se une a la observación colectiva.
-¿Qué? Nada -murmuro, sintiendo cómo el calor sube a mis mejillas. Bajo la mirada hacia mi taza como si fuera lo más fascinante del mundo, pero sé que no me dejarán escapar tan fácilmente.
-Esa cara no es de "nada" -comenta Venecia, cruzando los brazos y ladeando la cabeza.
-Y llevas todo el rato mirando tu té como si fuera a darte las respuestas de la vida -añade Allegra, inclinándose hacia adelante con una sonrisa burlona.
-Vamos, suéltalo, Scarlett -insiste Sienna, apoyando la barbilla en una mano. Tiene esa expresión que mezcla curiosidad y complicidad, esa que siempre me hace sentir que no hay forma de esconder nada de ella.
Miro a mis amigas, sus rostros expectantes y atentos. Suspiro. No tiene sentido seguir guardándomelo.
-Es Pierre -empiezo, sabiendo que esa simple mención captará toda su atención.
-¿Qué pasa con él? -pregunta Venecia, con los ojos brillando de curiosidad.
-Me dijo que quiere que vivamos juntos.
El anuncio provoca una explosión de reacciones. Sienna casi deja caer su taza, Allegra emite un pequeño grito de emoción, y Venecia y Emma intercambian miradas cómplices que parecen decir "ya era hora".
-¡Eso es increíble! -exclama Sienna, llevándose una mano al pecho como si acabara de escuchar la noticia más emocionante del año.
-¿Por qué no pareces emocionada? -pregunta Allegra, inclinándose aún más hacia adelante, su interés ahora completamente centrado en mí.
-Porque quiere que vivamos en Francia -respondo, dejando las palabras caer como una piedra en el agua.
El ambiente cambia de inmediato. La emoción inicial se convierte en sorpresa, y luego en un silencio cargado de preguntas no formuladas. Venecia frunce el ceño. Allegra se recuesta en su silla, pensativa. Emma entrelaza las manos sobre la mesa, esperando pacientemente a que continúe.
-¿Y eso te molesta? -pregunta Emma finalmente, con su tono calmado y reflexivo.
-No es que me moleste, es solo que... no estoy segura de que pueda hacerlo.
-¿Por qué? -insiste Venecia, inclinándose hacia mí.
Respiro hondo y trato de explicar. -Es Mónaco. Este lugar no es solo mi hogar, es parte de quién soy.
Las miro a todas, tratando de transmitir lo que siento, aunque ni siquiera estoy segura de cómo ponerlo en palabras.
-Cuando era niña, viví aquí hasta los tres años. No recuerdo mucho de esa época, pero siempre sentí que este lugar era especial. Luego, cuando nos mudamos a Ruan, fue como si hubiera dejado atrás algo importante. Durante años, sentí que me faltaba algo, como si hubiera una parte de mí que nunca llegué a conocer del todo.
Hago una pausa, tratando de ordenar mis pensamientos. Sienna me observa con atención, como si estuviera tratando de leer entre líneas.
-Cuando volví a Mónaco, fue como si finalmente estuviera completa. Este lugar me conecta con mi pasado, con mi familia, con mi identidad. No sé si podría dejarlo otra vez.
Mis amigas se quedan en silencio, procesando lo que acabo de decir. Finalmente, es Allegra quien rompe el silencio.
-Pero también amas a Pierre, ¿verdad?
-Sí, por supuesto que lo amo.
-Entonces, ¿no merece la pena intentarlo? -pregunta Sienna, su tono más suave de lo habitual.
-Eso es lo que no sé -admito, sintiéndome aún más confundida. -No quiero perder a Pierre, pero tampoco quiero perderme a mí misma en el proceso.
Emma, que hasta ahora ha estado escuchando atentamente, finalmente habla. -¿Le has dicho todo esto a Pierre?
-Le he dicho lo importante que es Mónaco para mí, pero no estoy segura de que lo entienda del todo. Para él, Mónaco es solo un lugar bonito donde vivimos ahora. No tiene las mismas raíces aquí que yo.
-¿Qué te dijo exactamente? -pregunta Venecia, apoyándose en sus codos.
-Dijo que me ama y que lo único que le importa es que estemos juntos. Que cree que Francia sería bueno para los dos, pero que podemos encontrar la manera de que funcione donde sea.
-Eso suena razonable -admite Emma, asintiendo lentamente.
-Sí, pero... no sé. Siento que para él sería fácil. Él no tiene nada que lo ate aquí, pero para mí, dejar Mónaco sería como arrancarme una parte de mí misma.
Sienna toma un sorbo de su café antes de hablar. -Entonces, ¿qué piensas hacer?
-No lo sé. No quiero tomar una decisión que termine separándonos, pero tampoco quiero resentirme con él si dejo Mónaco y no me siento feliz en Francia.
-Tal vez no sea una decisión definitiva -sugiere Allegra. -Podrías intentar vivir en Francia por un tiempo, ver cómo te sientes. Si no funciona, siempre puedes volver a Mónaco.
-Pero eso también sería complicado -respondo, sacudiendo la cabeza. -Mudarse no es algo que puedas hacer de un día para otro, especialmente cuando estás construyendo una vida con alguien.
Emma asiente, comprendiendo mi preocupación. -Tienes razón. Pero también creo que Pierre estaría dispuesto a hacer lo que sea para que te sientas bien, incluso si eso significa volver a Mónaco contigo.
-¿Y si hablas con él otra vez? -sugiere Venecia. -Explícale exactamente lo que significa Mónaco para ti. Tal vez puedan encontrar un término medio.
-¿Un término medio? -pregunto, levantando una ceja.
-Sí, como vivir juntos aquí por un tiempo antes de decidir si quieren mudarse a Francia. O, si vas a Francia, asegurarte de que sigas conectada con Mónaco de alguna manera.
-Eso no suena tan mal -admite Allegra, pensativa.
-Además, Scarlett, tú eres una de las personas más creativas que conozco. Si hay alguien que puede encontrar una solución que funcione para los dos, eres tú -añade Sienna con una sonrisa alentadora.
Me quedo en silencio, dejando que sus palabras se asienten. Tal vez tienen razón. Tal vez no tengo que resolver todo ahora.
-Gracias, chicas. Realmente necesitaba hablar de esto.
-Para eso estamos -dice Emma, sonriendo.
Pasamos el resto de la tarde en el café, charlando de todo y de nada. Aunque el tema de Pierre sigue en mi mente, siento que he dado un pequeño paso hacia la claridad.
Cuando finalmente salgo del café y camino por las calles que tanto amo, me doy cuenta de que no tengo todas las respuestas, pero tengo personas a mi alrededor que me apoyan, y eso ya es un comienzo.
Ahora, solo necesito encontrar el valor para hablar con Pierre y descubrir juntos cuál será nuestro siguiente paso.
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