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Al parecer, Jungkook había cambiado de Shampoo, el día que me rescató no le reconocí porque siempre que me sentaba a su lado, si lo había notado y reconocía por el olor a la única persona que me había notado y había sido amable conmigo, aveces me prestaba lápices para apuntes, olía siempre a lavanda y otras veces a fresa. Pero jamás a melón.

De todas formas conozco a las personas de mi clase por sus voces y nombres, pero nunca me he detenido a detallar sus rostros.

Supongo que por eso, al principio no sabía quien era aquel ángel de la guarda.

— Claro —me respondió.

Le sonreí. Me he vuelto más abierto, quizás es porque me siento demasiado cómodo con el azabache revoloteando cerca mío, quizás también influye la liberación de no estar con el estrés contante que antes tenía, ya saben, el de llegar a casa y tener miedo de que me pegaran por cualquier estupidez.

A pesar de que es mi padre y me pegaba, le tengo un poco de cariño, porque él no siempre fue así.

Jungkook se levantó del asiento frente a la isla de la cocina. La forma en la que su  short arrugó en sus muslos me hizo pasar la lengua por mis labios con nerviosismo.

Él me gusta, pero no se si yo, le guste a él, de todas formas supongo que solo me aprecia.

— Ven. —aún tenía uno de los brazos extendidos.

Él lo agarró. Le arrastré hasta la sala, nos sentamos en el sofá y prendí la tele, puse cualquier cosa y me volteé mirándolo.

— ¿Qué sucede?

— Creo que, he cambiado de idea.

— ¿Porqué?—preguntó con el entrecejo hundido.

— ¿Y que tal si...nos?— me acerqué a su rostro poniendo mis manos en sus mejillas, el olor de su perfume embriagándome.

—Tae..¿Qué haces? —preguntó con sorpresa.

—¿Me dejas besarte?—pregunté mirándole los labios, ansioso por saborearlos.