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Profesor

Espresso se siente como un estúpido, tiene sentimientos por una bioarma que se supone que lo hizo para su protección, ahora está lidiando con una tensión.

Madeleine es un mitad máquina, toda su vida fue un excelente soldado de la policía, ahora que cayó en combate su cuerpo no quedó muy bien, incluso muchos lo dejaron, para que muriera solo, pero entre todos esos estaba Espresso, que no le dió la espalda.

Espresso logro darle vida, logro hacerle ver qué el mundo no es tan cruel y a medida que se iban conociendo, Espresso desarrollo ciertos sentimientos.

Estaba en casa, su habitación caminando en círculos mientras afuera en la sala estaba un Madeleine. Ambos vivían juntos desde que nadie se hizo cargo del rubio, para Madeleine se sintió ofendido traicionado, ya que nadie era su amigo cómo habían dicho, pero ese profesor si lo fue. Incluso le dió un hogar, claro, todo por protección.

Jamás se atrevió a verlo de otros ojos, estaba muy agradecido con él, siempre estuvo ahí apoyando sus inventos y estudios. Pero últimamente ha visto que se comporta un poco extraño. Es distante, no suele pedirle comentarios como antes lo hacía, ni siquiera salen juntos, como antes lo hacía y incluso lo evita.

Esto estaba poniendo un poco confuso a Madeleine, esa confusión, le hizo ver soledad.

Suspiro resignado y comenzó a caminar rumbo a la habitación de Espresso, tenía esperanzas que su profesor estuviera cansando y que todas esas veces era por eso.

Pero no.

— No puedo soportar más...

Esa frase le hizo confundir, su sistema busco un significado, pero no logro ninguno, solo obtuvo cientos y cientos de oraciones diferentes. Pecho latio rápido y el miedo le hizo reaccionar, abriendo la puerta y viendo a Espresso, de pie, en medio de la habitación, miro como lentamente ese profesor se giro, demotrando unas lágrimas que seguían saliendo, sus anteojos estaban en sus manos.

Madeleine se apresuró a abrazarlo, pero el profesor simplemente se alejo.

— No quiero...

Susurró. Solo para alejarse, un duro golpe, un dolor más en su pecho. Esto hizo que Madeleine tuviera su vista baja.

— Vete...

— Me... ¿Me odia?

La pregunta fue sutil, algo directo, cosa que Espresso no se giro y siguió jugando con sus anteojos, tratando de procesar una respuesta.

— N-No...

— ¿Por qué me aleja? Pensé que hacía bien mi trabajo.

— Lo haces bien, no lo niego.

Dice haciendo que el rubio camine un poco, sin embargo el profesor lo detiene.

— Solo que... No puedo soportarlo, duele demasiado, duele demasiado tener estos errores de la vida ¿Sabes?

Finalmente encaro al rubio, demostrando una sonrisa entre lagrimas, tomo asiento del otro lado de la cama, mientras Madeleine miraba la espalda del profesor.

— Todo saldrá bien, estoy con usted, lo voy a proteger.

— Madeleine... No quiero eso.

Madeleine miro como el profesor se puso de pie, camino hasta quedar enfrente colocó sus anteojos tratando de esconder su tristeza.

— Solo voy a dejarte, puedes irte, estás estable, has demostr...

El silencio surgió. El profesor terminó siendo silencio, un beso, en sus labios que no comprendió, los brazos del mayor lo rodearon por completo, era pequeño comparado con aquel sujeto. Las manos del rubio, llegaron a al cintura pequeña, y siguiendo bajando por las caderas de este que ocultaba con largos abrigos.

— No.

Una respuesta.

Una negativa.

— No me iré nunca de tu lado, me quedaré aquí contigo.

Dice de manera firme, aleja esos lentes, para ver mejor esos orbes pálidos, para notar como las lágrimas nacen y recorren sus mejillas, el hombre las limpia con cuidado, sus orbes azules se iluminan, seña de estar más atento a las acciones de su profesor. Sus manos siguen recorriendo ese cuerpo pequeño, siente una necesidad, sigue siendo humano, esa es una necesidad, tenerlo consigo.

Madeleine pudo conocer a alguien que no se quedó ahí por su fama, que lo estuvo apoyando desde que estuvo en coma, dónde le ayudo a tener una nueva vida. Ahora lo protegía, pero SU profesor, pasaba por lo mismo que él.

La soledad era su enemigo, pero ahora ya no sería problema verdad. Las manos del rubio, caminaron por debajo de aquel suéter, siguiendo tocando la suave piel del moreno. Mientras su mirada estaba atenta a cualquier gesto de su profesor.

— Madeleine...

— No diga nada profesor. Sabemos que a usted le interesa esto, ambos tenemos una necesidad, el ser humano es diferente a una máquina.

— Eres un androide.

— Pero tengo órganos vivos y no son máquinas.

Sonrió, dejando aún más nervioso al moreno.

Termino por quedar sentando, una vez que intento retroceder, Madeleine sonrió de una manera coqueta, sin embargo no se alejo mucho, puesto pronto lo encerró, dejando su cuerpo enfrente de él, se aproximó de nuevo, logrando besas esas mejillas que fácilmente Espresso acepto. Espresso comenzó a sucumbir, su deseo, su añorado sueño se hacían realidad.

Esas noches húmedas que tenía que soportar, imaginarse a ese androide encima suyo, haciéndole cosas que a muchos lo tacharían de inhumano, ahora ya no sería una molestia.

Termino acostado, mientras sus piernas se abrían debido que Madeleine colocaba su pierna en medio de esta, mientras que sus manos subían más aquel suéter. Espresso quería esconderse, se sentía tan avergonzado, nadie quería a alguien con su cuerpo que era casi el de una mujer, un poco de caderas cintura pequeña, no tenía pechos, su rostro tenía cierto toque fino, como si fuera una dama, pero su voz es suave y sensual para Madeleine. No era tan ronca como otros o como la de él, era perfecto.

Sus manos seguían tocando ese cuerpo, rozando su pierna en la entrepierna del moreno, finalmente sacándole un gemido... Un gemido placentero que hizo reaccionar a Madeleine. Mirando ese rostro sonrojado, mientras suaves lágrimas salían.

— Por todos los cielos...

Susurró. Bajando su vista hasta quedar al pecho del moreno, sus manos y pierna dejaron de moverse.

— Eres jodidamente hermoso.

Susurró, sin alzar la vista. Aún estando en la misma posición.

Espresso no dijo nada, solo sonrió un poco alguien lo quería, alguien lo veía bello, sin embargo, podría verse olvidado, posiblemente era una frase para hacerle sentir bien.

— Madeleine... Por favor... Puedes quitarte.

— Lo haré, siempre y cuando dejes de evitarme y todo sea como antes.

Sus palabras fueron sinceras, deseosas por una respuesta que animará a ambos. Pero solo obtuvo una mirada que duró poco ya que pronto fue dirigida hacia otro lado.

— Está bien. Creo que exagere, pero realmente pienso que eres lindo.

Sus palabras hacían que el moreno solo lo mirara atento, y de manera lenta se levantó de su lugar, dejando a un profesor libre.

_

Esa noche esa fría noche, Espresso estaba en su habitación, estaba bebiendo un café, mientras en sus manos sotenia un libro de ingieneria, su mente estaba imaginando a un Madeleine con un arma, en caso de que sucediera un asalto o algo por el estilo. Pero bajo el libro, su mente le hizo recapacitar, Madeleine fue un policía de elite por así decirlo, el sabía técnicas de combate cuerpo a cuerpo. Él sabía autodefensa, no había necesidad de colocar algún tipo de rayo láser o cosas por el estilo.

Suspiro dejando su libro a lado de su taza, solo para acomodarse en su cómoda cama y se acostó observando al gran ventanal, puesto era una puerta corrediza de cristal, las cortinas estaba semi abierta, solo dejando entrar un poco de luz nocturno. Siguió observando, hasta que lentamente se fue quedando dormido.

Madeleine estaba en silencio. No podía dormir, estaba sentando en cama. Se sentía como un completo estúpido, que había hecho, hizo el ridículo, en toda su vida jamás había hecho algo parecido, ni siquiera con su novia, bueno, con su ex. Ahora esto había sido con un hombre. No mentía, estaba tan sumido en esos ojos, esos labios, que fácilmente le hacía perder la cabeza.

Su mente siempre estaba él y es que Espresso había sido el único. Incluso los médicos le daban por perdido, quién iba a creer que un profesor en ingieneria iba a lograr una hazaña. Madeleine lo defendió, una vez que el abrió sus ojos, una vez que todo el mundo le diera la atención al moreno, el se dedicó solamente a defenderlo y alejarlo de todo aquello. Ahora estaban cómodos, con todo ya más calmado no había necesidad de malestar.

Madeleine se recostó en la cama, mirando el techo, pensando si había sido adecuado a ver hecho eso, no es su problema, él solo era un humano, un humano con desesos, aunque ahora era mitad máquina.

Se puso de pie... Sus instintos le obligaron ir a buscar a ese profesor, lo encontró acostado y dormido. Se acercó con calma, lograndose meter en la cama matrimonial y de manera suave y tranquila extendió sus brazos para que pudiera aferrarlo a él.

_

Una mañana tranquila, ambos habían salido al pequeño súper que había cerca, después de esa charla la vida de ambos cambio un poco. Espresso se tomó la libertad de acercarse más a ese hombre biotico, sin contar que eso mismo Madeleine, su carisma hacia llamar la atención de un amargado profesor. Que poco a poco comenzó a ser más tranquilo, demostrando de vez en cuando una sonrisa que hacía feliz al rubio.

Ese día ambos iban en silencio, Espresso iba tranquilo, mientras en su mano se encontraba la nota, la lista de todo lo que necesitaría en los próximos días. Madeleine por su parte, estaba en una disputa, una gran disputa, puesto miraba esa mano pequeña libre de cualquier acción, muchas veces intento tomarla, pero temía que el profesor se molestará.

Ya quedaba pocos metros para entrar a ese súper, sus nervios crecieron hasta que finalmente lo logro.

Espresso se detuvo, mientras que el mayor siguió en silencio, haciendo que su pequeño rubor naciera. En cambio, Espresso estaba avergonzado, demasiado avergonzado, que ni siquiera se atrevió a voltearse bajando su vista tratando de que no se viera tan obvio.

— Ma-Madeleine...

Su voz estaba algo nerviosa.

— ¿Por qué sigues intentando?

Está vez sonó más tranquila. El lugar era concurrido, aquello llamaría la atención de mucho, Espresso solo se alejo, y camino hasta un sitio seguro, un pequeño callejón solitario. En dónde finalmente le dió la cara.

— ¿Por qué sigues haciendo eso?

— No lo sé... Impulsó, instinto...

— No eres un animal, eres un ser humano, ahora hasta mejorado.

— Aún así, no puedo, eres lindo, inteligente, atento, poderoso...

Aquello susurró, cada palabra eran halagos, daba pasos hacia ese profesor, mirando como se aleja a cada paso, de nueva cuenta lo acorrola. Sus brazos quedan a sus costados de la cabeza del profesor.

El cabello rubio comenzó a caer un poco a sus costados, mientras su mirada estaba atenta al rostro de ese profesor, miro a detalle los ojos palidos, bajando hasta sus labios, que de manera suave los recorrió con su pulgar cuando una de sus manos acaricio esa mejilla.

— Ma-Madeleine... Para... Estamos en la calle...

Espresso estaba tan nervioso, tenerlo cerca le daba un sentimiento de debilidad que en cualquier momento sucubiria a los deseos del otro. El más alto no le importo y continúo, bajo su mano hasta la cintura pequeña y lo acercó demasiado.

Logro besarlo, esos labios fueron devorados por el rubio, quien disfrutaba demasiado aquel sabor a café amargo que hace horas había bebido el profesor.

Las manos de espresso se depositaron en el pecho del más alto, pudo sentir la leve dureza y es que esa zona poseía cierto metal que ayudaba a cubrir parte de sus órganos internos. Suspiro cuando esos labios rosados bajaron hasta su cuello, dejando pequeñas marcas, mientras Espresso suspira ahora sí, no iba a detenerlo, quería sentir esa sensancion que los libros de romance brindaban en una escena de erotismo, sin embargo, su idea era más de un lugar privado, lindo para ambos, no asi, metido en un callejón en dónde no fuera capaz de sentirse cómodo.

Esos labios se detuvieron. La cabeza de Madeleine no se movió, siguió aspirando el suave aroma de ese profesor que hacía volverlo loco, sonrió con ternura cuando recordó esa mañana, cuando el profesor despertó y le brindo un beso de buenos días, creyó que el moreno le reprendiria pero no fue así.

— No quiero... No quiero que sea tan vulgar para ti.

Susurró, mientras su mano estaba depositado en su cintura, mientras su mano era como un soporte, puesto se detenía con la pared.

— No quiero que esto quede mal, que esto se haga una... Molestia.

— No. Nunca.

________

Holis gente

Vine a dejarle un "Oneshot" simplemente me nació cuando estaba haciendo los últimos dos captiulos del libro de Espresso, Madeleine y Red Velvet. La idea nació también porque estuve viendo algunos vídeos de androides y cosas así. Pero está vez coloque a un ser vivo con ciertas zonas metálicos aunque eso no lo explico en si, porque me da pereza y no se mucho acerca del tema.

Madeleine podría ser como un Robocop.
Espresso es un profesor e ingeniero, que fue capaz de darle vida a Madeleine. Cosa imposible.
Madeleine tuvo una "novia" esto hace referencia a la princess cookie.
Espresso tiene un amigo, Eclair que tiene de pareja a cierto caballero del té.
(Me dan ganas de hacerle un Oneshot a ellos dos).

Bueno, con esto concluyó.
Si todo sale bien posiblemente les dé un lemon de ellos dos en un siguiente capítulo.
^^

Hasta la próxima.

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