❄ 9 - A different kind of man
CAPÍTULO 09 | UN HOMBRE DIFERENTE
En la madrugada, antes de que saliera el sol, el señor Jeon abandonó su casa antes de que todos despertaran. El frío de la época le hacía salir vaho de sus labios con cada respiro, acomodó el abrigo negro que vestía y caminó hacia la entrada a la residencia; un largo portón de madera, rodeado por las murallas medianas que rodeaban el territorio del clan, encima de los muros de piedra grisácea, un techo en tejas azuloso y oscuro de estilo tradicional le daba un toque antiguo y oriental.
El par de guardias de la entrada lo saludaron, algo sorprendidos por la hora, pero sin hacer preguntas dejaron salir al líder. Por suerte, el complejo de casas de los nobles estaba justo a unos minutos del terreno de los Jeon y a pesar de lo temprano o tarde, según se viera, lo dejaron ingresar. Las casas eran grandes sin ser exageradas, elegantes y bien construidas, cuidadas y sin duda se notaba el apoyo económico de la realeza, aunque no era tan ostentoso como el de los altos nobles, al servicio de los Kim.
Llegó al hogar de los Cheong y fue anunciado, tras unos minutos de espera en la sala, su amigo líder de ese clan salió envuelto en una bata abrigada y con los ojos adormilados, pero con una sonrisa recibió a la visita inesperada.
—Interesantes horas para hacer una visita, mi ilustre señor Jeon Daeyong —Se burló el padre de Hwayoung, Cheong Heonjin, invitándolo a sentarse en el cómodo sofá. Pidió a una criada que preparara una infusión caliente y un par de bocadillos.
—Sí, lo sé, me disculpo por ello —Se aclaró la garganta. Casi siempre lo llamaban señor Jeon a secas, cuando escuchaba su nombre se le hacía algo inusual, más que todo porque después de una charla con su esposa sobre Jungkook, recordó perfectamente que ni ese nombre, ni ese apellido fueron con los que nació; tampoco su hijo, ni Areum.
—Tranquilo, sabes que eres bienvenido en mi hogar incluso si el gallo aún no canta —El señor Cheong se recostó en su cómoda silla acolchada y se cruzó de brazos —. Y bien, ¿qué puedo hacer por ti? Debe ser algo importante por tu semblante y, por supuesto, la hora en que vienes.
—Bueno, esto podrá sonar algo descarado, considerando que nuestros hijos llevan casados, ¿un par de noches? —El tono confuso de su amigo hizo sonreír a Heonjin, asintiendo en forma de confirmación —. Es más una petición de nuestro clan, necesitamos tu ayuda de forma urgente.
—Soy todo oídos —La criada llegó con las infusiones humeantes y dos platos con bocadillos dulces. Daeyong dio un sorbo a su bebida y comenzó a explicarle la situación.
—Como bien sabes, hubo un enfrentamiento bastante fuerte la noche antes de la boda. El escuadrón de Jungkook salió muy afectado, y es un hecho que el príncipe nos detesta, le prohibió a mi hijo que cualquier hombre del clan pudiera hacer uso del hospital.
—¿Qué? —Heonjin miró incrédulo al señor Jeon. Sabía que Jungkook tenía problemas con el príncipe heredero y que tampoco era de agrado para los altos nobles, se sorprendió cuando el príncipe llegó al extremo de quitarle la ayuda económica, y ahora tras del hecho, negarle el derecho fundamental de un hospital a hombres y familias que daban literalmente su vida para proteger el reino, le parecía inaceptable.
—Como lo escuchas. Por eso necesitamos tu ayuda y la de tu clan en general: mi hijo fue quien hizo la propuesta, necesitamos bastante medicina, material médico y asistencia para que los hombres del clan se puedan recuperar lo más pronto posible. No te preocupes, te pagaremos el trabajo.
—Vaya, me sorprende. ¿Sabes? El día de la presentación de nuestros hijos y la confirmación del matrimonio, al ver a Jungkook pensé que su puesto como capitán lo había cambiado, incluso pensé que era egocéntrico; veo que me equivoqué —Aceptó su error y Daeyong agradeció internamente que, a pesar de los problemas y errores, las cualidades y trabajo duro de su hijo siempre demostrarían quién era en realidad —. Me alegra e incluso enorgullece ver que ese niño delgado y pálido que observaba nuestras reuniones, escondido en un rincón, hoy es un hombre honorable. Acepto ayudarlos, la medicina será un regalo de mi parte.
—Gracias, Heonjin, de verdad —Daeyong no sabía qué habría sido de su clan y de ellos de no ser por la ayuda de los Cheong, y supo que era hora de buscar nuevos horizontes, es decir nuevas alianzas porque Astrum poco a poco les estaba dando la espalda, a pesar de todo lo que ellos habían sacrificado por el reino.
...
«Hwayoung»
Justo cuando el desayuno fue servido, el señor Jeon y su hijo bajaron hablando entre ellos, saludaron a su madre con un beso y luego a mí de forma amable, aunque el "buenos días" de mi esposo fue bastante seco. Nada nuevo.
Ver a ambos varones juntos me causaba cierta curiosidad, o más que eso admiración: eran muy guapos, los dos tenían su encanto, el señor Jeon no era un hombre viejo como la mayoría de nobles que lideraban los distintos clanes, tenía unos cálidos ojos de tonalidad extrañamente azulosa y espesas pestañas, su rostro libre de barba lo hacía parecer más joven, además de gozar de una figura bastante atlética para ser un erudito.
Jungkook por su parte poseía una belleza más fiera, de cuerpo grande y alta estatura, intimidaba con facilidad, sumando a sus impresionantes ojos inusuales y esa personalidad frívola, pero a pesar de eso tenía su forma de embelesar a los demás y que no se pudiera dejar de mirarlo. Era elegante, atractivo y misterioso.
Si tan sólo fuera más amable...
—Hwayoung —Mi nombre me hizo volver a la realidad, miré hacia el frente de la mesa y mi suegro me hablaba. Mientras tanto Jungkook se concentró en su desayuno y conversó con su madre en un tono más bajo para así no interrumpir al líder del clan.
—¿Sí, señor Jeon? —Me senté más derecha y presté total atención, él pareció divertirse con mi reacción tensa y en una entonación más relajada, habló.
—Hoy varios de los sirvientes de los Cheong vendrán a la residencia para atender a los heridos en nuestra enfermería, tengo entendido que tú fuiste muy bien educada en ese campo y que eres buena enseñando. ¿Podrías ayudarnos también? Si no es mucha molestia —Lo miré algo aturdida pero luego asentí repetidas veces, emocionada.
Me encantaba la medicina, mi fuerte era prepararla pero también sabía cómo hacer curaciones y tratar diferentes heridas. Además, estaba aburrida sin nada que hacer y sería la ocasión perfecta para entretenerme y de paso practicar mucho más cómo cuidar de un verdadero herido; no podía pasarme toda la vida con la teoría y una experiencia básica.
—Será un placer, ayudaré en lo que más pueda y también puedo enseñar a los sirvientes lo que sé —Él asintió complacido y continuamos el desayuno. De reojo vi que Jungkook se mostró ligeramente interesado, aunque no lo demostrara supe que escuchó con claridad.
Le mostraría que no era una damita en apuros que sólo sabía bordar y hacer té. No señor.
Unos minutos después de terminar de comer, a la mansión Jeon llegó un guardia avisando que los ayudantes de los Cheong llegaron. Todos salimos a recibirlos, en total eran treinta personas, en su mayoría mujeres; me reconocieron y saludaron bastante animadas, una reacción positiva pues eso pareció darles más confianza sobre mí a los varones Jeon.
Caminamos por las callejuelas de la residencia, un complejo de diferentes edificios bien construidos y organizados para ahorrar el espacio y que fuera cómodo para todos.
La mansión Jeon o casa principal como era llamada, estaba en la mitad de todo el territorio, hacia el sur se encontraba un amplio dojo que era donde se entrenaban a jóvenes y niños en el arte del combate, al lado una casa más estrecha pero de dos pisos tenía un letrero escrito en letras doradas «casa de joyas»; a la izquierda de todo el territorio resaltaba una pequeña urbanización de casas que eran el hogar de las familias al servicio de los Jeon, de allí venían las esposas e hijos de los soldados del escuadrón de Jungkook.
Al salir de la casa principal nos dirigimos al otro extremo de los anteriores recintos, donde una enorme edificación era el espacio donde los hombres del escuadrón mantenían y cumplían sus actividades fuera del campo de batalla. Ingresamos a la primera planta, ocupada por el salón de prácticas y reuniones, el inmenso comedor y la sala de armas; a la izquierda, con dos pisos se hallaban los dormitorios, ocupados por más de cien hombres con un total de treinta habitaciones amplias, acomodados en literas.
A la derecha de la entrada principal, donde estaba fijado nuestro interés en ese momento, se ubicaba la enfermería de dos plantas y un ático, la cual no era tan grande pero lo suficiente para albergar los heridos del clan. El primer piso lo habitaban los pacientes en estado crítico y delicado, en la segunda los que podían moverse con libertad o una ayuda mínima, y el ático era utilizado como bodega para los implementos de enfermería y medicinas.
—Pensamos construir un sótano, pero la humedad arruinaría las medicinas y los vendajes, por eso nos decidimos por el ático —Me comentó el señor Jeon a medida que me mostraba el lugar —. Queremos que te encargues de los hombres del primer piso, son quienes más requieren atención y los que demoran en recuperarse.
—Por supuesto, le aseguro que con todo este personal, la mayoría de ellos se recuperarán en un par de semanas —Una mujer se acercó a nosotros con un traje blanco doblado en sus manos, era hora de cambiarme.
—Bueno, yo realmente no comprendo mucho de medicina, estamos en tus manos y las de tu clan, querida —Areum me sonrió, dándome un amable apretón en el brazo —. Yo tengo también que trabajar, así que si me disculpan, me retiro —Todos asentimos y los criados hicieron una reverencia.
—Igual me retiro, pero Jungkook y tú se encargarán de los heridos —Dijo el señor Jeon mirando con cierta picardía a su hijo, quien tenía una expresión hastiada en su rostro, pues era obvio que querían dejarnos juntos en esa labor.
Un sirviente llegó con un traje blanco para Jungkook, y tras un incómodo silencio de parte de ambos, nos separamos para ir a cambiarnos el vestuario por uno más apropiado en la enfermería. Por mi parte, me recogí el cabello en una coleta alta, el atuendo blanco de algodón me quedó preciso, al igual que las zapatillas para el interior, así se evitaba que el piso mantuviera sucio. Recogí el exceso de las mangas con ayuda de las cintas del traje, así no me estorbarían y salí del cuarto.
Afuera, Jungkook ya se había cambiado, la prenda le quedaba bien y era hasta ridículo que se viera tan perfecto con una simple vestimenta de enfermero; supuse que su rostro ayudaba a que todo se viera bien en él.
El pelinegro, con rostro indiferente, me extendió una canasta de mimbre llena de vendajes limpios y bolsas de tela con medicina lista para usar, rodeé con los antebrazos la cesta y me hizo un ademán con su cabeza para que lo siguiera. ¿Acaso le costaba tanto hablarme? Bufé por lo bajo y caminé tras él, era hora de trabajar.
Comenzamos por los que necesitaban cambio de vendajes. Un hombre tenía una enorme cortadura en la espalda, se encontraba acostado bocabajo, Jungkook lo ayudó a levantarse y sentarse en la cama, sin lastimarlo; enseguida desabroché la tela y quité las vendas, empapadas en sangre. Era un proceso doloroso, la herida estaba infectada y la carne alrededor de la cortada estaba púrpura, estaba a solo horas de podrirse a menos que se desinfectara y desinflamara con rapidez.
Mientras yo limpiaba los restos de sangre y suciedad, Jungkook lavó con un trapo mojado el cuerpo del hombre, así refrescándolo también pues tenía fiebre. El soldado estaba aliviado de ver bien a su capitán y comentaba entre balbuceos doloridos que lo disculpara por ser débil ante los "perros traidores", según él. Jeon negó y lo tranquilizó, diciéndole que valorara el hecho de estar vivo y que se recuperaría, así vería nacer al hijo en el vientre de su mujer, debía estar consciente y vivo para lograr criarlo, entrenarlo y enseñarle a ser valiente como su padre.
Algo se sintió cálido en mi pecho, no sabía si era por las palabras, que aunque simples de alguna forma, eran poderosas y tranquilizantes; o el tono tan suave en el que se las decía a su soldado; o la mirada sincera y cristalina en sus ojos, libre de rabias, oscuridad o frialdad. Incluso sonrió un par de veces ante las maldiciones y ocurrencias del paciente mientras era curado. Jungkook parecía alguien diferente, no ese joven berrinchudo y amargado; era un hombre, maduro y gentil, confiable y responsable con su escuadrón.
Pasamos a otra camilla, donde esta vez había un niño, tomándome por sorpresa. Jungkook notó mi extrañeza y me explicó:
—Fue atacado por un ladrón en la aldea, estaba junto a su madre en el mercado y el tipo lo apuñaló en el estómago al atravesarse para defenderla y evitar ser asaltado —Jeon le quitó la sábana, el torso del niño estaba vendado, tenía raspones y moretones. Con delicadeza le quité el vendaje y limpié la herida, tomé la masa de hierbas medicinales y la puse sobre el corte, el chiquillo se frunció y mordió los labios, pero no se quejó, apretando sus manitas en puños y frunciendo el ceño.
—Tengo sed —Dijo con voz ronca, sus grandes ojos marrones me miraron como un cachorro abandonado y sentí que mi corazón se derritió.
Fui por un vaso con agua para el niño. Mientras vertía el líquido de la jarra, vi a Jungkook hablar con él, éste sacó una manito y la estiró hacia el capitán, y él con delicadeza la tomó, suavemente acarició el dorso con su pulgar, le sonrió asintiendo a un par de cosas y acarició su cabecita rapada, donde tenía una lesión sanándose.
Me acerqué y le ayudé a beber al chico, se terminó todo el vaso en un respiro y se recostó sobre su almohada, más tranquilo. Iba a cubrir la herida en el vientre del niño pero me faltaban vendas, por lo que antes de poder siquiera pedírselas, Jungkook me pasó unas, su mano chocó con la mía y su tacto cálido me hizo paralizar; nos quedamos con las manos pegadas y las vendas de por medio, ambos con la vista sobre nuestros anillos.
Jungkook con lentitud pasó su dedo pulgar sobre mi anular, acariciando la sortija en un gesto íntimo e inesperado, sus labios no estaban fruncidos y su ceño relajado, sus ojos claros y bicolores fijados sobre la argolla de oro, y el capitán siendo curioso, recorrió la piel de mis nudillos enrojecidos con su pulgar; sentí que mi rostro se calentó, me sonrojé y mis dedos temblaban atrapados en su mano.
—¿Van a seguir coqueteando frente a mí? Los adultos sí que son pervertidos —La voz del niño, algo molesta pero a la vez restregándonos en la cara lo tontos que estábamos siendo, nos sacó de nuestra burbuja y como si ambos hubiéramos sentido una ráfaga de energía, nos separamos.
Jungkook carraspeó y miró hacia otro lado, encargándose de meter las vendas sucias en la canasta, mientras tanto yo me centré de la herida del niño, dejándolo listo para descansar. Dentro de unos cuantos días estaría completamente sano.
No pude evitar sonrojarme más al notar cómo el chiquillo tenía un brillo burlón en los ojos, alzó una ceja y no aguanté más. Era increíble como los niños amaban hacernos pasar vergüenzas a los adultos.
—Capitán —Jeon miró al pequeño quien lo llamó —, le prometo que me recuperaré pronto, así podré ir al dojo con usted, aprenderé a manejar la espada y la próxima vez protegeré a mamá de los malos —Jungkook asintió y le dio una leve caricia en la mejilla. Caminó hacia otra camilla y me apresuré para alcanzarlo.
—Y-yo iré a traer más medicina —Le avisé y él asintió de nuevo en silencio.
Subí las escaleras en dirección al ático y no pude evitar sonreír como tonta ante las ocurrencias de aquél niño, además de sentir mis mejillas arder por lo ocurrido con Jungkook, con mi esposo.
Poco a poco la imagen aterradora y desagradable del intimidante capitán estaba aclarándose para mí: no cualquier noble se cambiaba las ropas finas por batas de algodón viejo; no cualquier capitán se tomaba el día libre para él mismo curar las heridas de sus guerreros, no cualquier hombre olvidaba sus problemas personales y ponía como prioridad hacer sonreír a un niño lastimado.
El Jungkook que estaba conociendo en la intimidad de su hogar era un hombre diferente a la mayoría.
Y eso me agradaba. Mucho.
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