❄ 5 - Tension
CAPÍTULO 05 | TENSIÓN
«Hwayoung»
Un escalofrío me bajó desde la cabeza a los pies al ver a Jungkook sangrando. Él se había esmerado en ocultar el malestar de sus heridas durante todo el día, había controlado tan bien sus expresiones y lenguaje corporal en la ceremonia y luego en toda la cena que me olvidé del estado en el que llegó esa mañana, creyendo que no había sido tan grave.
Corrí hacia él saliendo de la oscuridad del corredor y me miró alarmado al escuchar mis pasos, poniéndose tenso y derecho, como si no se esperara ser descubierto precisamente por mí.
—¡Mi señor! —El joven se tambaleó, aún presionándose la herida y mis manos se alzaron hacia su pecho para sostenerlo al verlo perder las fuerzas —. ¡Necesita ser atendido! —Exclamé al percibir que su corazón estaba acelerado, su respiración cosquilleaba contra mi mejilla y estaba caliente, su rostro se mostraba colorado y su frente se hallaba perlada por el sudor; Jungkook estaba ardiendo en fiebre.
—Estoy bien —Soltó un quejido ronco. Se alejó más de mí, recostándose contra la puerta de su habitación y por el dorso de su mano, la cual presionaba un costado de su torso, corrían varios hilos de sangre goteando al suelo de madera oscura. Su pecho subía y bajaba mientras él cerraba con fuerza sus ojos, unas ojeras rojizas tintaron sus párpados.
—¡Claro que no! —Contradije. Perdió de nuevo las fuerzas, sus rodillas cedieron y casi todo el peso de su cuerpo quedó sobre el mío, su frente se apoyó sobre mi hombro y su mano libre se aferró a mi brazo.
—Silencio, viene alguien —Su voz rasposa me estremeció y confusa miré hacia el corredor donde una figura encorvada y el sonido de su bastón resonar con cada paso me comprobó que era mi abuela. Abrí mis labios para llamarla y pedirle ayuda pero Jungkook puso su mano libre sobre mi boca —. Quieta —Rugió por lo bajo, haciéndome tensar.
—¡Oh, mis niños! —Mi abuela ya tenía puesta su pijama de algodón —. Ay, qué impacientes —Sonrió picarona —. Aunque yo también fui así con tu abuelo —Me dijo con orgullo. Era una mujer divertida y con una personalidad curiosamente juvenil —. Entren rápido y disfruten. ¡Ah, la juventud! —Sin más desapareció hacia el cuarto donde se hospedaría. Mi rostro estaba tan caliente como el de mi esposo pero no por fiebre sino vergüenza.
—Mi señor, está muy grave, por favor permítame entonces curarlo —Ante mi súplica, Jungkook sólo negó con su cabeza, enderezándose sin mirarme a los ojos.
—Llame a mi madre, sólo a ella —Musitó con debilidad, abriendo la puerta de su habitación y entrando.
Corrí hacia el comedor, donde la señora Jeon se había quedado hablando con unas criadas. Al verme tan inquieta se acercó a mí y al decirle la situación de Jungkook, su rostro se puso pálido y me tomó de la mano, caminando con prisa hacia un cuarto, el cual era un almacén de medicina pues el potente aroma a hierbas se me hizo familiar, reconociendo varias de las plantas tan sólo por su esencia.
Tras tomar varias bolsas pequeñas de tela que contenían las hierbas ya machacadas y listas para usar, la señora Jeon me pasó un recipiente de cerámica pidiéndome que lo llenara con agua caliente lo más rápido que pudiera. Corrí hacia la cocina donde por suerte una sierva tenía el fogón encendido y puso a calentar el agua, al terminar situó la cerámica junto a otra llena de agua fría sobre una bandeja de madera; apresurada la llevé a la habitación de Jungkook, donde tras dar un par de golpes la puerta se abrió.
—Aquí está el agua —Le pasé la bandeja y ella la recibió. Desde fuera logré ver parte del interior de la alcoba y Jungkook estaba sobre la cama, tenía el antebrazo derecho cubriendo sus ojos mientras sus labios se torcían en una mueca de dolor, su torso desnudo tenía varias cortadas y heridas abiertas. Me llevé mis manos a la boca ahogando un jadeo, ¿cómo había logrado mantenerse tan sereno en la cena con semejantes heridas?
—Gracias, querida —Mi suegra me sonrió —. Yo me encargaré de él.
—¿No necesita ayuda? —Pregunté con preocupación, ella sólo negó con la cabeza y me dio un suave apretón en el hombro.
—Ve a descansar. Te pido disculpas, sé que no ha sido una boda precisamente agradable para ti, espero no estés enfadada con mi hijo... —Yo negué con la cabeza, azarada, interrumpiéndola.
—¡No, señora Jeon, no se disculpe! En absoluto, no estoy enfadada. Comprendo la situación, lo importante es el bienestar del capitán.
Ella sonrió algo burlona y me acarició la mejilla con cariño —. Debes llamarlo tu esposo, Hwayoung —Dijo con voz baja y tono divertido, los colores se me subieron al rostro y bajé la mirada, apenada —. Todo saldrá bien, yo me encargo. Gracias por avisarme sólo a mí sobre la situación de mi hijo.
—Buenas noches —Hice una reverencia, ella se despidió y me retiré a la habitación que me dijo para descansar. Estaba agotada, había sido un día bastante largo y difícil.
Entré al que sería mi dormitorio, el cual compartiría con mi esposo, por supuesto. Era un cuarto amplio, contaba con su propio baño, una gran cama con sábanas de pieles suaves por la llegada del otoño y pronto invierno. A la derecha de la cama me acerqué, corriendo la puerta del armario de un estampado blanco de bambú sobre la madera oscura, dándole un toque tradicional y elegante; en su interior había prendas masculinas y en la otra puerta mi ropa. Las siervas se habían encargado de organizar todo mi vestuario.
En la esquina se hallaba un vestidor con un decorado de flores de cerezo en color blanco, que ofrecía la suficiente privacidad como para que sólo la sombra de la persona usándolo fuese visible desde el exterior. A su lado, frente a la cama, un mueble con espejo junto a una pequeña y cómoda silla, tenía varios productos de belleza y algunas fragancias nuevas organizadas. También había un pequeño espacio donde estaba un diván y una mesa pequeña con tazas de cerámica limpias sobre una bandeja y una tetera esmaltada.
Cada detalle era precioso y pulcro, no era muy diferente de mi antiguo hogar pero se sentía diferente, tal vez más frío y solo. Suspiré exhausta y solté mi cabello, me dolía la cabeza. Y tomando mi ropa para dormir, fui hacia el baño para quitarme la pintura del rostro y poder descansar.
...
El olor a medicina y un relajante incienso inundaba la habitación. Había una pequeña montaña de vendas ensangrentadas junto a un tazón con agua tintada de rojo en la mesa cercana a la cama, donde Jungkook reposaba. Sus heridas habían sido tratadas y ahora estaba más relajado y menos adolorido.
—Mi niño —La señora Jeon sonrió algo triste mientras ponía un paño húmedo sobre la frente de Jungkook, acarició su cabeza con sumo cariño y él se acurrucó hacia ella, tenía una de sus manos sosteniendo la de su madre.
Podían pasar los años y para ella, él seguiría siendo su amado pequeño.
—¿Por qué no dejaste que Hwayoung te ayudara? —Preguntó con voz suave, sin intenciones de sermonear. Una sombra rojiza se posaba sobre los párpados irritados del chico, sentía la piel hervir, aunque la fiebre iba bajando poco a poco.
Él se removió y tras soltar un bufido que sólo hizo reír a su madre, abrió sus impresionantes ojos, los cuales ya no eran de dos colores, sino que un dorado como oro líquido invadió ambos; su pupilas alargadas y de un oscuro profundo daban la impresión de ser una bestia, a excepción de la mirada cansada que le dio a su progenitora, demostrando que era humano así muchos no lo consideraran uno.
—Suficiente fue con que me viera herido —Refunfuñó, frunciendo su ceño —. Además, no quería escuchar sus gritos aterrados cuando viera mis ojos —Chasqueó la lengua —. Odio enfermar, no puedo evitar que mis ojos cambien.
—Tus ojos son hermosos, cariño —Lo consoló la mujer —. Pero bueno, tienes razón, Hwayoung no tiene idea de quién eres o quiénes somos en realidad —Suspiró, mirando la gran mano de Jungkook en la suya, sintiendo la aspereza de ésta por el uso continuo de armas —. Pero en algún momento se enterará.
—Aún no confío en ella o en su clan —Gruñó mientras se acomodaba, sentándose con dificultad, su madre intentó detenerlo pero no hubo caso. Se recostó contra el espaldar de la cama y recibió la taza que ella le ofreció, bebiendo el agua que tanto le hacía falta, sintiéndose mucho mejor luego —. Cuando esté seguro de que no va a ventilar a todo el mundo lo que somos, y no hablo precisamente de esto —Señaló sus ojos —, sino de nuestros orígenes, podré confiar en que tomará todo de buena forma.
—Hijo, no seas muy duro con ella —Le pidió, quitándole el paño ahora caliente de la frente —. Sé que no deseabas casarte, y sé que la fecha es difícil para todos, pero sobretodo para ti —Acunó su rostro con sus manos, haciendo que la mirara a los ojos —. Pero tu padre hizo esto por tu bien, por el bien del clan, de nuestro linaje.
—Lo sé, y por eso me resigné a hacerlo. Pero como le dije a mi padre y a ti en esa habitación mientras me preparaba para esa boda —Se acercó con un aire amenazante al rostro de su madre, ella se tensó —: no tocaré a esa chiquilla, no la haré mí mujer, y tú sabes bien por qué —Se alejó de ella, acostándose de lado, dándole la espalda.
—Tómate tu tiempo, Jungkook —Musitó ella con voz baja, acercándose y dejando un beso en la cabeza de su hijo —. Descansa, recupérate mi amor —Tras eso, la señora Jeon se retiró de la habitación junto a la bandeja y las vendas usadas para deshacerse de ellas.
...
Al día siguiente, en las horas de la mañana el sol resplandecía con fuerza por medio de los grandes ventanales del castillo del dragón dorado. La servidumbre corría de aquí para allá cumpliendo con las diferentes tareas, las criadas revoloteaban como mariposas mientras pasaban por el lado del hombre con traje militar pulcro y todos lo saludaban con cierta prisa a la par que se dirigían junto a él hacia el gigantesco comedor.
Una mesa para unas cuarenta personas, perfectamente adornada, limpia y cuidada, era usada en esos momentos por un muchacho de ropas doradas y costosas, una corona hecha de oro, opulenta y hermosa, se posaba sobre la cabeza del sucesor al trono, el cual con sus ojos negros y alargados miraba con diversión al visitante.
A su lado se encontraba un hombre de cabello negro y mirada apagada, serena y frívola, rasgos alargados y correctos, con una belleza misteriosa, elegante y fiera a su vez; una cicatriz delgada de forma horizontal se notaba sobre su nariz y parte de los pómulos. Esto no le restaba hermosura y sólo aumentaba su poderío.
Ése varón era Jung Hoseok, capitán del cuarto escuadrón más importante del reino, quien lideraba y vigilaba la fuerza militar de Astrum, su grupo era el más fuerte en las batallas, y él como capitán era uno de los más poderosos.
—Qué agradable sorpresa —Una voz rasposa y refinada resonó por el comedor, el joven de la corona sonrió de medio lado, mirando con superioridad al visitante que se encontraba parado en la entrada del salón —. No esperaba que los hermanos Jung me acompañaran al desayuno.
Beomhwa sonrió respetuoso e hizo una profunda reverencia —. Espero no importunar, príncipe Namjoon —Se enderezó y observó la mirada curiosa de su hermano mayor, Hoseok. Ambos sabían que no era usual que Beomhwa fuera directamente al castillo, a menos que se tratara de algo importante.
—En absoluto, adelante —Señaló con su mano el puesto a un lado de él —. Sabes que los Jung son importantes para mí, eres siempre bienvenido aquí.
—Le agradezco, alteza —Con cuidado se sentó al lado de Namjoon algo tenso. Los ojos del príncipe heredero eran intimidantes, no, más que eso eran amenazadores de forma continua, tenían la fuerza de un dragón vigilando sin descanso a su presa y se divertía jugueteando con ella para ponerla aún más nerviosa. Así se sentía Beomhwa ante la pesada aura de superioridad del futuro rey de Astrum.
—Y bien, ¿a qué se debe tu visita? —Preguntó el aristócrata mientras tomaba su desayuno. Hoseok hizo lo mismo en silencio, sin embargo miraba con atención a su hermano.
—Venía a hablar de lo ocurrido la noche del ataque —Comenzó Beomhwa —. Si lo prefiere, podemos hacerlo después de comer —Propuso el joven, conociendo el temperamento del príncipe, sobretodo por un tema o mejor dicho, un hombre en específico del cual hablarían y no sería de agrado para Namjoon.
—Respecto a eso ya me llegó un informe de tu clan y el de los Park. Oh, por cierto, ¿cómo sigue Jimin? —Preguntó con sumo interés, tanto que si Beomhwa no conociera al príncipe, creería que de verdad le importaba saber del joven capitán herido.
—Continúa en reposo, pero hoy despertó por fin. Está recuperándose —Aseguró con alivio, Jimin era su discípulo y siempre sería prioridad.
—Eso es bueno. Aunque ya sé todo lo que ocurrió esa noche. Por cierto buen trabajo para ti y Jimin —Felicitó el príncipe, apoyando su barbilla en la mano mientras lo miraba con curiosa diversión; para él los capitanes sólo eran fichas, las cuales utilizaba para protegerse sin importar las consecuencias.
—Alteza, el capitán Jeon también estuvo con nosotros y fue quien permitió que tanto Jimin como yo sobreviviéramos —Aclaró Beomhwa, ocultando lo mejor posible la molestia que le causaba que desprestigiaran el esfuerzo de aquél muchacho.
—Ah —Su expresión se oscureció y con fingido aburrimiento dio un sorbo al zumo de fruta fresca en su copa —. Claro, dale también mis sinceras felicitaciones a la bestia —Hoseok alzó una ceja, mirando de reojo al príncipe y luego a su hermano, notando cómo éste tenía la mandíbula apretada y su cuerpo tenso como la cuerda de un arco a punto de disparar.
Beomhwa carraspeó la garganta, recobrando la compostura y explicó:
—Alteza, quería recalcar nuevamente que los refuerzos que pedimos a los demás escuadrones nunca llegaron y por falta de apoyo casi morimos a manos de los mongoles; sumando que la cantidad de mártires de las tres tropas son un golpe fuerte, muchos de nuestros hombres no regresaron. Además, se perdió toda la cosecha de los almacenes exteriores y los campesinos se verán afectados. También los habitantes de las aldeas cercanas a la ciudadela no tendrán comida para este invierno y los mongoles están merodeando nuestros puntos más débiles.
—Estoy de acuerdo con el capitán Beomhwa, alteza —Aseguró Hoseok, llamando la atención del aristócrata —. No podemos subestimar a nuestros enemigos. Nunca me llegó un aviso de que los capitanes necesitaban ayuda, de haber sabido yo hubiera ido con mi grupo a reforzar. Por lo sucedido con la cosecha de los campesinos, tendremos que pedir ayuda a Solis —Namjoon se tensó ante la sola mención de aquél país aliado.
—¿Qué pasa con los pescadores? Si no hay cosecha tendrán que sobrevivir con comida de mar —Propuso el príncipe, ganándose un suspiro resignado por parte de ambos hermanos.
—Alteza, el pescado que había se perdió en los almacenes. El otoño acaba de llegar y no hay mucho alimento en nuestro mar, no es temporada y es arriesgado para los pescadores con los vientos tan feroces que azotan el puerto —Informó Hoseok.
—Alteza, estamos en una situación difícil. Nos están debilitando, nos están quitando la comida, menguando nuestras fuerzas con ataques continuos y de alguna forma que aún no sabemos, la Triple Alianza: los traidores, se enteraron de que el rey de Astrum ha caído enfermo —Aclaró Beomhwa —. Junto con eso, los mongoles nos están presionando y si no actuamos ya, tomarán poder sobre nosotros; nos someterán.
—Está bien —Gruñó molesto el príncipe heredero —. Pediremos ayuda a Solis, sólo por esta vez. Los malditos traidores son tan molestos como las mismísimas plagas.
—Hay que erradicarlos —Aseguró Hoseok —, pero debemos hacerlo de una forma que el reino de Solis no se dé cuenta, después de todo ellos protegen a la Triple Alianza y buscan de igual forma acabar con nosotros, aunque hipócritamente sean nuestros "amigos".
—Solis será nuestro aliado hasta que el oro en las minas de Astrum se acabe, y no queda mucho para eso —Aseguró el príncipe poniéndose de pie —. Lamento aceptar que mi padre cometió un terrible error al dar como tributo a Solis nuestro oro. Ese recurso se acabará pronto y cuando suceda, nos declararán la guerra.
—Y para completar, Aurum nunca nos ha apoyado y sólo esperan tener oportunidad para que Solis nos invada —Comentó con preocupación Beomhwa.
—Tranquilos, no hay que preocuparse por Aurum. Pueden ser el reino más fuerte de todos y no precisamente nuestro aliado, pero tampoco es nuestro enemigo y ya tengo a alguien trabajando para nosotros allí —Sonrió con tranquilidad el príncipe Namjoon, dejando llenos de curiosidad a ambos jóvenes del clan Jung.
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