❄ 4 - Autumn Wedding
CAPÍTULO 04 | BODA OTOÑAL
«Hwayoung»
Solté un suspiro por milésima vez, jugueteando con mis dedos sobre mi regazo y pasando mi pulgar por el esmalte liso de color rosa en mis uñas. Estaba nerviosa, sentía mi pulso acelerado vibrar en el pecho como un tambor, inquieto y alerta, me preparaba para lo peor.
Había pasado ya una hora desde que Jungkook, mi prometido, había entrado a esa habitación con una fila de siervas tras él para prepararlo. El señor Jeon había ingresado tenso, aunque mucho más calmado que hacía un rato gracias a mi papá, el cual me sonreía para serenarme, pero sabía que estaba igual de inquieto que todos. Los Jeon llevaban demasiado tiempo allí reunidos y no se escuchaba nada, las personas más allegadas de dicho clan incluso se miraban con preocupación, y ni hablar de mi familia.
Mi madre sorbió su té, intranquila. Sin mentir la pobre mujer ya se había tomado unas seis tazas y ni así desaparecía el leve temblor de sus manos; no la culpaba, yo estaba mucho peor. Estaba prácticamente segura de que no habría boda, sentía lástima por haber usado para nada un vestido tan bonito como el que tenía, había requerido mucha preparación al igual que el maquillaje.
Mi madre se levantó con ojos angustiados y caminó hacia una sierva, adentrándose al hogar, mientras tanto alguien tomó su lugar, un aroma cítrico llegó a mi nariz y me hizo mirar a mi lado. Mi hermano, Hyunjin, con sus ojos grandes y expresivos me observó y sonrió de forma encantadora con un aire inocente que derretía el corazón de toda dama que se cruzara con él. Era menor que yo pero tan alto como para sobrepasarme bastante.
—¿Estás bien? Te veo muy decaída —Comentó, tocando con cuidado y curiosidad uno de los lirios de mi corona. Yo solté un bufido de forma agotada y negué mientras mi ceño se frunció, lo tomé de la mano y él la apretó como muestra de apoyo.
—Estoy asustada, demasiado. Mi prometido de por sí ya me odia, con lo que sucedió antes es más que obvio que si nos casamos será un desastre —Dije con voz baja, no podía ser imprudente y que mi familia ni mucho menos los sirvientes de los Jeon me escucharan.
—Calma, todo saldrá bien. Vamos, tú recuerdas la ceremonia de nuestro hermano Daehui, eso sí fue un desastre y allí los vez —Hizo un ademán con su cabeza, señalando al mayor de los Cheong: un joven erudito guapo, elegante y sonriente con su esposa, Yeonmi; ella ha sido mi mejor amiga en Astrum desde que era adolescente. Ambos me notaron y sonrieron emocionados, ella gesticuló con sus labios un "todo estará bien", frase que casi todos me han repetido hasta el cansancio pero que no termino de creer.
—Sí, bueno, no podré olvidar cómo en vez de decir sus votos se lanzaron amenazas de muerte e insultos —Solté una risa floja al recordar tal momento, los compromisos forzados eran lo normal, ni siquiera los vasallos o campesinos se libraban de eso.
—Bueno, no pierdas la fe. Mira, por lo que escuché hubo revuelo esta madrugada y al salir el sol varios soldados llegaron a la ciudadela hechos trizas, Astrum está pasando por un momento tenso, por eso tu prometido llegó así. Como dijo nuestro padre, te casarás con un capitán.
Asentí varias veces, sin embargo eso no me tranquilizó en absoluto —. Lo sé, pero con esta espera y la incertidumbre que hay aquí, estoy más que segura de que el compromiso se cancelará —Expresé mirándolo con irritación por la sonrisa burlona que se formó en sus labios.
—Yo no estaría tan seguro, hermana —Fruncí el ceño, mostrando una expresión confusa y él alzó la barbilla para señalarme que echara un vistazo tras de mí, a la vez que escuché jadeos y murmullos.
Me giré y sentí que el aire abandonaba mis pulmones, el corazón me dio un vuelco y un cosquilleo me recorrió completa, mis mejillas se acaloraron y, sin poder evitarlo, con mis labios entreabiertos contemplé asombrada al hombre que estaba devolviéndome la mirada con una fuerza abrumadora.
Jungkook estaba parado a unos metros de mí, todos los ojos se clavaron en él como flechas, las exclamaciones de asombro y suspiros de las damiselas aún estaban presentes. El atractivo capitán vestido con su perfecto y pulcro traje nupcial, un atuendo tradicional de seda azul rey con estampados blancos de una flor de invierno, una malla cuidadosamente tejida cubría la tela dorada del camisón que resaltaba su pecho musculoso, haciendo un elegante contraste.
El cautivador y fiero hombre no usó una corona como se acostumbraba en Astrum; una pieza tan importante en el traje masculino del futuro esposo que estaba adornada con las respectivas joyas del clan y el símbolo de este pintado en una gruesa tela que mostraba orgullosamente el linaje del novio. Para sorpresa de todos los Cheong, él desistió de tal prenda, demostrándome que las sospechas de mi madre podrían ser ciertas.
Los Jeon eran uno de los clanes más misteriosos, antes era bastante tradicional, pero según dicen, cuando murió el antiguo líder, los actuales cabezas de la familia tenían diferentes creencias y prácticas bastante particulares, como si no fuesen nativos de Astrum y ni siquiera se esforzaran por encubrirlo. Sin embargo, mi padre creía lo contrario y según él sabía, al ser íntimo con la familia, que el señor Jeon era un erudito que se especializaba con precisión en las distintas culturas fuera de nuestro reino, conociendo incluso idiomas variados, por lo que lo más seguro era que ante todo ese entendimiento ellos adoptaran distintas costumbres.
—¡Por los dioses! —Mi madre apareció tras de nosotros dos, posando sus manos en un hombro mío y de Hyunjin —. ¡Qué hombre! Siento que se me quitaron veinte años de encima repentinamente, ¡Qué calor! —Se echó aire con su abanico, ocultando tras él una sonrisa pícara que hizo que mi hermano y yo la miráramos pasmados.
—¡Madre! —Hyunjin no pudo evitarlo y soltó una risa mientras cubrió su boca.
—Yo siento que vuelvo a mis años mozos. No es calor, ¡Es un incendio! —Dijo una voz algo temblorosa con un tono de fascinación a nuestro lado, era nuestra abuela que se había acercado con ayuda de su bastón y escaneaba a mi prometido como si este fuese una escultura erótica.
—¡Abuela! —Exclamamos mi hermano y yo, negando con la cabeza, estas mujeres no cambiarían nunca.
Yo sólo tragué grueso y observé tímida a mi prometido de nuevo, el cual tras darme una última mirada tan gélida que sentí que mi sangre se congeló, como si estuviera desolada en medio de las montañas en pleno invierno, avanzó hacia el gran salón donde se llevaría a cabo la ceremonia.
Tras él salieron sus padres, y la señora Jeon avisó a los demás que era hora. Una oleada de nervios por poco me ahogó y le arrebaté el abanico a mi mamá para ventilarme, ella con una enorme sonrisa me arregló los lirios de la corona y acomodó mi traje. Sentía que iba a morir. ¡Por los dioses!, era como si fuese una oveja que iba directa a un sacrificio.
Dentro del salón había un sacerdote de Astrum y en cada esquina varios bailarines reunidos con ropa tradicional, en sus manos un pequeño cetro lleno de cascabeles y cintas de color azul cayendo como cascada. En el centro una mesa pequeña de madera rodeada de flores y un par de pequeños cuencos de porcelana blanca con tinta de matiz roja y brillos dorados.
El sacerdote se levantó ante nuestra presencia, indicándonos con una seña a Jungkook y a mí que nos sentáramos a cada lado de la mesa para dar inicio a la boda. La música inundó la estancia y tomé un respiro hondo, mordiéndome el labio inferior al tiempo que rogaba internamente que todo saliera bien.
Alcé la vista y me encontré con los claros ojos de Jungkook, aún me causaba enorme curiosidad el hecho de que fueran de distinto color; el derecho azul como el agua del mar profundo, claro y gélido, y el izquierdo de un tono cálido, ámbar como una flama en medio de la noche si se prestaba suficiente atención. Fijé mi mirada sobre el tatuaje de tres rombos como diamantes sobre la piel al lado de su ojo izquierdo, las figuras estaban adornadas por zafiros cuidadosamente colocados para seguir la forma y proporcionarle un toque ostentoso. Los Jeon tenían esas marcas, el padre en la mejilla derecha y la madre sobre la frente, no eran tatuajes grandes pero tenían el tamaño suficiente para notarse sin ser exagerados.
La música era lejana así como los cánticos habituales de la ceremonia. Un escalofrío me arañó la espalda haciéndome estremecer y apretar los dedos de los pies, yo no era la única que estaba lo estaba curioseando, él lo hacía conmigo. Jungkook ladeó la cabeza con un aire de superioridad que me supo amargo, pero a la vez encendió en mí algo tórrido como la flama de una antorcha, sus ojos se movieron mientras sentí que me comía con la vista, subiendo desde mi torso hasta mi rostro, dando una pasada por la corona y las perlas pero regresando con lentitud a mis ojos, quedándonos con la mirada fija durante segundos, o tal vez fueron minutos.
Noté que una cínica, pero condenadamente sensual sonrisa de medio lado se posó en sus labios rosáceos, mi cuerpo se frunció en el puesto y posé la vista en otro lado. Era abrumador.
El sacerdote comenzó a hablar, dando su discurso y con sus manos haciendo suaves ademanes para señalarnos los pasos a seguir. Los bailarines comenzaron a danzar a nuestro alrededor, agitando los cascabeles al ritmo de la melodía, sonrientes.
El varón era quien daba inicio. Jungkook sumergió su dedo índice en la tinta roja con destellos de oro, con delicadeza lo alzó a mi rostro y como si fuese un algodón, con tacto suave dibujó un círculo como la luna llena sobre cada una de mis mejillas, con una mansa caricia finalizó pintando una línea vertical sobre mi barbilla. Los tambores resonaron con fuerza por el salón una vez.
Mi turno llegó y algo temblorosa, hundí tres de mis dedos en la pintura, mi prometido se acercó de una forma tan sutilmente íntima que llegó a sorprenderme y pasé con cuidado mi índice, medio y el anular sobre su rostro desde la frente, arrastrando la tinta hasta su barbilla y mandíbula, creando tres largas líneas en su cara. Los tambores resonaron dos veces.
Las líneas rectas del varón significaban valentía y honor como guerrero, y las marcas en la mujer para desearle salud y fertilidad. Los cascabeles resonaron al compás de los tambores y los cánticos felices de las familias ahora unidas en una sola.
Nos alejamos de la mesa y ahora, de pie frente a frente alcé la vista, descubriendo que él no me miraba, sus pestañas escondían sus ojos clavados en nuestras manos donde reposaban un par de anillos de oro relucientes, él con cuidado me puso la argolla, sus manos eran el doble de grandes que las mías y eso me hizo soltar un discreto suspiro. Con voz áspera dijo sus votos, luego yo tomé su mano y le puse el anillo repitiendo esta vez yo los votos, creando los dos una promesa tanto de palabra como en acto. El sacerdote asintió, aceptando el compromiso.
Cerré mis ojos, el corazón resonaba en mis oídos y retumbaba en mi pecho. Jungkook con su dedo índice me tomó de la barbilla y me acercó a él, para luego darme un suave pero firme beso en los labios, sellando nuestra promesa.
Los tambores resonaron infinidad de veces junto a la música y los gritos alegres de nuestra familia, mi madre y mi abuela soltaban chillidos, emocionadas celebrando que la boda había salido perfecta. Una lluvia de pétalos de flores cayó sobre nosotros, las siervas sonrientes tomaban de sus canastas manojos de los pétalos y los vertían sobre nosotros. Enlacé mi brazo con el suyo y caminamos hacia nuestros padres, los cuales nos felicitaron y abrazaron.
Ahora éramos marido y mujer, hasta que la muerte nos separara.
...
Tras finalizar la ceremonia dimos inicio a la celebración en la hora de la noche. El día pasó rápido en un almuerzo animado, charlamos con los invitados y junto a mi madre y mi suegra fuimos a cambiarnos el atuendo para la cena que nos esperaba en la noche. Mi padre y el señor Jeon se llevaron a Jungkook para conversar, y los siervos corrieron a preparar todo antes del ocaso.
Me quitaron la pintura de la cara y me maquillaron de una forma más fuerte, con una sombra ahumada y los labios de un carmesí puro, un rubor rosáceo y el cabello en un recogido formal sostenido por un adorno de flores doradas e hilos de oro manteniendo en su lugar varios abalorios, una cinta caía grácilmente detrás de mi cabeza sosteniendo el recogido. El vestido era de igual forma rojo con estampados tradicionales en la zona de la espalda, pecho y las mangas. Mientras me perfumaban y arreglaban, miré el anillo que brillaba en mi dedo, lo acaricié de forma sutil como comprobando que de verdad estaba allí, aun me costaba procesar lo que había pasado.
Hace dos noches era una chica soltera que ni siquiera pensaba en algún hombre y cuando menos lo esperé, estaba allí en una casa que no era la mía, con un anillo de bodas en el dedo y con los nervios a flor de piel por lo que pasaría cuando la cena llegara a su fin: compartir mi lecho con un hombre desconocido para mí.
El salón ahora estaba lleno de mesas largas y cojines anchos y cómodos para sentarnos en el suelo, bajo nuestros pies una alfombra azul con estampados en blanco acolchaba nuestros pies. Las mesas estaban llenas de todo tipo de comida y delicias, vino y frutas.
El señor Jeon al ser cabeza del clan se sentó en la parte del frente de las mesas, obteniendo una vista completa de todos los invitados, su esposa a su lado lo acompañó. A la izquierda de estos estaban mis padres, luego mis hermanos y junto a Daehui su esposa, quien me guiñó un ojo como felicitación. A la derecha de los Jeon, estaba mí ahora esposo y a su lado sentada me encontraba yo, sintiéndome tan pequeña como un insecto ante la presión que sentía en esos momentos, y el resto de invitados acomodados según su importancia en el clan.
—Quisiera agradecer a todos los presentes por estar con nosotros en este día tan especial —El señor Jeon comenzó con su discurso y todos le prestamos sincera atención —. Hace mucho tiempo que no teníamos tan grato acontecimiento. Hoy los Jeon y los Cheong somos una familia y nuestras generaciones lo celebrarán, unidos formaremos un solo clan —Todos aplaudimos, mis familiares sonreían radiantes, excepto Jungkook. Éste se mantenía serio, en blanco, y yo sólo podía hacer un gesto amable para disimular.
Tras felicitarnos nuevamente y brindar, la música llenó el comedor y una agradable cena dio inicio a la noche. La comida era deliciosa y tras una hora, viendo los bailes de los siervos, escuchando los poemas que eran recitados y haber recibido los regalos de bodas de los invitados, los cuales eran bastantes, la tensión había desaparecido por completo tras varios tragos de vino tinto. Incluso, Jungkook sonrió y bromeó con su padre, sorprendiéndome por lo bonita que era su sonrisa y cómo su semblante parecía rejuvenecerse cada vez que reía.
Llegó la hora de despedir a los invitados y en medio de buenos deseos, bendiciones y abrazos, me despedí de varios miembros del clan y familiares incluyendo a mis hermanos. Mis padres decidieron quedarse esa noche a dormir por los Jeon, gesto que agradecí pues no deseaba sentirme tan sola por lo menos esa vez.
Noté que Jungkook pasó tras de mí hacia los dormitorios, sin embargo me preocupé cuando vi que tenía su mano sobre el lado izquierdo de su vientre e iba encorvado. Supuse que se sentía mal o cansado, sin embargo con cautela lo seguí y tras llegar a la puerta de su habitación él se recostó contra la pared, tenía el rostro fruncido en una mueca de dolor y cuando miró la palma de su mano esta estaba roja, así como la tela de su torso empapada de sangre.
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