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❄ 2 - Blood & Steel

CAPÍTULO 02 | SANGRE Y ACERO

En medio de las llamas danzantes que consumían la madera de los almacenes, el humo espeso y asfixiante que ardía en las gargantas de los hombres, resecas por la sed y sus cuerpos adoloridos por la batalla, con el aire inundado del olor a sangre de enemigos y aliados por igual; los corazones de los guerreros latían a mil, esperando el momento idóneo para mover sus espadas.

Los furiosos enemigos se asemejaban a bestias, consumidos por la adrenalina y deseo de matar, lanzándose al ataque soltando gritos desgarrados. El choque de las espadas retumbaba, el chirrido del metal se fundía con las ráfagas del viento abrasador. El líquido carmesí brotaba de las heridas abiertas de los guerreros, mezclándose con la tierra árida de campo, la ceniza manchaba sus pieles junto el sudor.

El pelinegro se movía con rapidez y habilidad, como si danzara entre los cuerpos de las tropas rivales, esquivando el filo de sus espadas y dagas, cortando a la mitad las fechas que salían disparadas hacia su pecho. Sus ojos bicolores cambiaron a un dorado puro cual oro, como una pantera negra con fuerza y brutalidad se abrió paso blandiendo su espada, atravesando las armaduras y cuerpos con cortes profundo y limpios, mortales; las salpicaduras de sangre como rocío fueron manchando su ropa.

Salve, sucio, cansado, iracundo y frívolo, así era un hombre en el campo de batalla; así era un capitán cargando en sus hombros con la responsabilidad de la victoria y las vidas de sus subordinados.

Beomhwa pegó su espalda a la de Jungkook, los traidores Kang cayeron al suelo como moscas muertas, bañados en su propia sangre. El capitán de ojos dorados miró hacia el norte, donde un soldado del escuadrón de Jimin corría hacia ellos, cojeando herido, lleno de tajos en su piel y los ojos dilatados por el miedo, colmado de lágrimas. Era muy joven.

—¡El capitán Park! —Gritó, cayendo de rodillas al momento que una flecha atravesó desde atrás su hombro, alarmando a ambos hombres frente a él. Beomhwa lo cubrió con su cuerpo, mirando en la dirección de la montaña donde la sombra de un arquero se retiró. Jungkook sostuvo en sus brazos al joven soldado quien ardía en fiebre y se quejaba de dolor —. El capitán Park... lo tienen los mongoles... al norte... mi capitán Jeon —Lo miró con el ceño fruncido por el dolor e incertidumbre —, por favor sálvelo —Cerró sus ojos, cayendo rendido.

—Está inconsciente —Jungkook avisó al notar el semblante alarmado de Beomhwa. Tomó la flecha en el hombro del joven soldado y la partió a la mitad, dejando el resto dentro para que no se desangrara al ser transportado hasta la base —. Hay que llevarlo pronto a la ciudadela —El capitán Jung asintió viendo cómo refuerzos llegaban de ambos escuadrones, aunque eran muy pocos, menos de los que imaginaron que llegarían.

—¿Acaso los demás escuadrones no nos ayudarán? —Frunció el ceño Beomhwa, frustrado —. ¿Ni siquiera mi hermano? —Rechinó sus dientes con molestia, guardando su espada.

—Tenemos que ir en busca de Jimin, si un comandante mongol lo tiene estará en grave peligro —Jeon tomó su caballo y se subió —. Avisa en los escuadrones que el capitán Park ha sido retenido por mongoles, tenemos pocos hombres y necesitamos refuerzos —Le ordenó a uno de sus hombres, el cual asintió y se fue cabalgando con prisa

—Me pregunto por qué si son tantos no nos rodearon y acabaron con nosotros —Musitó Beomhwa. Las tropas mongolas de infantería parecían marchar hacia el norte junto a la caballería, los únicos que atacaron de frente fueron los Kang.

—Ellos no luchan así —La voz del bicolor salió ronca —. Su mejor táctica es jugar con la psicología de los enemigos; saben bien que si toman de rehén a un capitán, iremos indudablemente hacia ellos —Exhaló de forma ligera, agotado, más que eso tenso, mirando los almacenes ya en cenizas, la madera chasqueando, ennegrecida por el carbón, el humo aún salía en grandes cantidades y la ceniza caía como una lluvia ligera sobre ellos. El pelinegro pasó una mano por su mejilla, limpiando un rastro de sangre en su piel.

—Juegan con nosotros —Gruñó Jung mientras apretaba las riendas de su caballo —. Mataré a cada uno de ellos, no permitiré que Jimin muera —Alzó la voz para que el corcel comenzara a galopar, seguido de Jeon y las tropas de refuerzo hacia las rocosas montañas del norte en plena madrugada.

Jungkook soltó un suspiro mientras acomodó su abrigo, limpiando su insignia de la sangre que le había salpicado. Su padre tendría que perdonarlo, llegaría tarde y cubierto de la sangre que tanto detestaba, pero ahora mismo su prioridad era su amigo.

Mientras tanto el soldado llegó por fin a los establos de la ciudadela donde unos pocos hombres vigilaban y el sub-capitán del primer escuadrón esperaba, era uno de los hombres más importantes, Choi Byungho.

El lugar era ligeramente iluminado por las antorchas de los guardias, el relinchar del caballo junto al chasquear de sus cascos en la tierra era lo único audible en el tenso silencio. El informante desmontó y se acercó al sub-capitán, el cual tenía un semblante oscuro, una pose recta mientras lo miró caminar apresurado hacia él.

—¡Señor, el capitán Jung Beomhwa y Jeon Jungkook me mandaron! —Anunció el soldado. La noche era fría y las respiraciones de los hombres salían como vaho. Choi miró el aspecto del informante; sucio, el labio inferior estaba reventado con una pequeña cortadura producto de un golpe, también sus manos manchadas de sangre y sus nudillos amoratados, supo entonces que hubo bastantes enemigos y tuvieron que usar ataques cuerpo a cuerpo.

—¿Cuál es la situación? —Preguntó luego de su rápido pero preciso análisis.

—Los mongoles quemaron los almacenes con la comida que restaba para los campesinos, se unieron a los traidores Kang para atacar y como resultado, aprovecharon para llevarse al Capitán Park quien estaba reteniéndolos.

—¿Oh, Jimin salió afectado? —Alzó una ceja. Un acontecimiento inesperado, supuso —. Bueno, los refuerzos saldrán de inmediato, los demás escuadrones van en camino. Por ahora debería ir a descansar —Hizo énfasis en la última palabra, algo que el informante no notó y sólo asintió agradecido, adentrándose a la ciudadela para dirigirse a los cuarteles.

El inocente soldado sólo rezaba para que los dioses protegieran a sus capitanes.

—Señor, llegó un mensaje —Un hombre que vestía una capa azul algo desgastada en los bordes, con el rostro cubierto por una tela oscura dejando a la vista sólo sus ojos, los cuales eran negros y ojerosos, sus brazos con vendajes incluso en los dedos como si deseara esconder cada parte de él, entregó un estuche alargado con un adorno rojo similar al pelo de un animal, el cual contenía una carta para el sub-capitán Choi.

—Kazemaru, hay otro trabajo para ti —El de mayor rango lo miró con seriedad y compartieron un silencio estremecedor, como si se entendieran sólo con sus ojos y las palabras no fueran necesarias —. Ya sabes qué hacer.

—Sí —El hombre obedeció y como si fuera el viento mismo desapareció. Choi miró un poco más el estuche y una sonrisa torcida hizo aparición en su rostro, guardando la carta entre su abrigo y adentrándose a la ciudadela.

—Es hora de ir preparando un ataúd —Musitó para sí mismo, maliciosamente.

...

Los cascos de los caballos resonaban en armonía junto al sonido del viento de las montañas, las piedras resecas, la tierra agrietada y la hierba amarillenta demostraba cuán dura era la sequía no solo para los campos. Las ramas de los árboles se mecían con pereza y las hojas comenzaban a cambiar su color a uno cálido y marchito. Las llamas de las antorchas ondeaban, dejando pequeños destellos volar por las ráfagas suaves de aire a medida que subían por el estrecho camino polvoroso.

Jungkook estaba atento a cualquier sonido o movimiento, avanzaban con lentitud pues necesitaba analizar todo el camino para saber hacia dónde se habían dirigido sus enemigos. El capitán detuvo su caballo moviendo las riendas, Beomhwa lo miró sabiendo que Jeon había encontrado algo.

—Huele a sangre —La voz baja y ronca del bicolor resonó, alarmando a todos los hombres, quienes tensos se miraron los unos a otros, preparándose para empezar una nueva batalla.

Todos los jinetes aceleraron con paso firme, el galopar de los corceles tintineó en sus oídos y el polvo ligero del camino se levantó como rastro de los escuadrones, los cuales subieron el monte con rapidez hasta terminar en medio de un pequeño campo árido, donde la tierra estaba manchada, empapada de sangre que salía del montón de cuerpos decapitados regados por todo el lugar.

Aquellos cadáveres tenían los uniformes del escuadrón de Jimin, rasgados e incluso quemados. Y justamente en el centro de todos, estaba una siniestra y cruel pila de cráneos desollados, la sangre como un río se vertía de ellos y en medio de la pequeña pirámide de cabezas sin carne ni piel, una lanza negra se alzaba con una bandera amarrada en la punta. La bandera de los Kithan ondeaba con el viento como burlándose de las vidas arrebatadas, enorgulleciéndose de la crueldad con la que la gente de Astrum era tratada por una guerra plagada de avaricia y basada en una traición desvergonzada.

El semblante de cada uno de los hombres en los caballos se palideció, sus ojos se llenaron con ira y dolor al ver a sus hermanos caídos en un estado tan deplorable, humillante para cualquier guerrero. Algunos derramaron lágrimas cargadas de sufrimiento, pues sus compañeros no podrían tener un entierro digno, sus familias no aguantarían ver el estado en que estaban. Beomhwa apretó sus puños con impotencia y con su voz quebrada y rasposa juró —: Todos pagarán por lo que hicieron.

Los soldados asintieron tras juntos dar un grito rasgado y rabioso, declarando la guerra a aquellos bárbaros quienes arrebataron la paz de Astrum. Sus voces atravesaron el bosque como una ráfaga iracunda la cual llegó a los oídos de los mongoles. Uno de ellos sonrió de forma torcida y tétrica, soltando una carcajada mientras le daba vueltas en sus dedos a una daga ensangrentada.

—Parece que ya se dieron cuenta —Dijo de forma burlona y lanzó su daga hacia un árbol, quedando clavada justo a centímetros de la cabeza de un chico rubio platinado. El joven estaba amarrado al tronco con alambre de púas alrededor de su cuerpo, calvadas dolorosamente como espinas, su rostro amoratado por múltiples golpes, su labio y una ceja reventada brotaban sangre la cual manchaba su rostro. Sus ojos cansados y enrojecidos, con unas ojeras oscuras bajo sus párpados, se abrieron con lentitud mirando de forma agotada hacia el hombre que lo tenía así: un mongol, el cual su silueta se veía borrosa —, ¿verdad, capitán?

Jimin soltó un leve quejido, tenía la garganta lastimada, inflamada y el cuello con varias marcas de una soga, habían intentado estrangularlo. El joven capitán estaba muy débil, incluso le costaba respirar, estaba adormecido y preocupantemente había dejado de sentir dolor, su cuerpo estaba cada vez más frío.

El líder era un hombre delgado pero bastante alto, joven, con una cicatriz en forma de agarra en su ojo izquierdo. Sus párpados eran rasgados, el inferior tenía un leve delineado negro, algo común en muchos guerreros y sus orbes negros como carbón. Su cabello era largo, sujetado en una trenza. Tenía una armadura roja de cuero negro, similar a la de los demás mongoles pero más gruesa y con diferentes adornos en rojo.

Pasos apresurados resonaron, los Kithanos se levantaron de sus puestos y sacaron sus espadas, otros se hicieron a los lados de su líder, preparando sus arcos y flechas rápidas. Los escuadrones de Astrum se hicieron visibles y el par de capitanes salieron al frente.

El mongol les daba la espalda, se agachó y tomó nuevamente la daga que había clavado en el árbol, creando un chasquido y dejando la madera manchada de rojo. Se giró con pereza y miró de reojo a los capitanes, sin embargo sus ojos se abrieron con sorpresa al ver a alguien conocido. Repentinamente soltó unas cuantas carcajadas y lanzó la daga hacia Jungkook, saliendo disparada como una bala volando a través del viento. El pelinegro de ojos bicolor con habilidad sacó su espada, el acero de ambas armas chocó creando un sonido agudo.

Ante esto, los escuadrones de Astrum se pusieron en guardia para proteger a los capitanes pero Jeon los detuvo, calmándolos, incluso Beomhwa estaba tenso y nervioso, algunas gotas de sudor corrían por un lado de su rostro.

Jungkook y Beomhwa notaron que el joven amarrado era Jimin, el mayor soltó una maldición sacando su espada, provocando que los arqueros le apuntaran, a lo que el líder de los enemigos alzó su mano, deteniéndolos.

—Cuanto tiempo sin verte, pequeña escoria —La voz rasposa y burlona del mongol hizo que el pelinegro lo mirara —. Podría reconocer esos despreciables ojos tuyos incluso en el infierno —Se cruzó de brazos, mirándolo con superioridad, aunque era más que todo una forma de mofarse de todos —. Ahora eres un capitán, ¿debería aplaudirte? —Se preguntó, ladeando la cabeza.

—Vaya... —Jungkook con calma guardó su espada pero no quitó su mano de ella, listo para sacarla de nuevo en cualquier momento —, creí que tu estúpido amo ya te habría cortado la lengua, hablas demasiado, Tebengri —Jeon lo observó y una sonrisa ladina, maliciosa se mostró en sus labios, molestando al mongol.

—Hmm... parece que se te subieron los humos. En fin, supongo que el "destino" del cual habla mi señor me dio una nueva oportunidad para matar al cachorro que escapó esa vez —Dijo acercándose a Jimin quien estaba a penas consciente, tomándolo del cabello, sacándole un quejido —. Ya que has sido un buen compañero y has venido por este patético enclenque, juguemos.

—¡¿Acaso toda esa masacre es un juego para ti?! —Beomhwa alzó la voz, iracundo. Jeon alzó una mano, señalándole que se calmara, a lo él lo miró confundido. No comprendía cómo Jungkook podía estar tan tranquilo luego de ver todo lo sucedido.

—Qué aburridos son ustedes —Chasqueó la lengua como decepcionado —, veo que el único que comprende mi sentido del humor es el "capitán" Zenith, ¡Digo, Jungkook!

Jungkook frunció el ceño y sacó su espada con brusquedad, la hoja de acero filosa y pulcra brilló peligrosamente por la luz de la luna, al igual que sus ojos, cortantes y oscurecidos, tomando un tono dorado.

—Oh... disculpa —Tebengri se cubrió los labios como si hubiese sido imprudente y sus ojos se entrecerraron, burlón —. Supongo que sólo yo recordaba tu antiguo nombre.

—Jugaré contigo —Aceptó el pelinegro —, el premio será tu cabeza y la de quienes te sirven.

Jimin intentaba mantenerse despierto, la voz de su amigo le devolvió algo de fuerza y rogó a los cielos para que todo acabara pronto. Tebengri sacó su espada, con una gran sonrisa como si no pudiera contener su emoción. Ambos bandos se prepararon para comenzar una nueva masacre en la que sólo uno sería el ganador. 

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