CAPÍTULO 18 | EL FUERTE ENTRE EL BOSQUE
El aire frío después de la lluvia otoñal se sentía en la piel mientras los primeros rayos de sol se colaban entre las espesas nubes. El camino aún estaba hecho barro y los caballos caminaban de manera inestable al hundir sus cascos en tierra blanda y huecos llenos de agua.
Los capitanes llevaron consigo una buena cantidad de hombres, debido a la tensión con los ataques de los Kithanos, estaban preparados para cualquier emboscada, sobre todo habiendo ya experimentado lo que pasaba si no se encontraban alerta; Jimin casi perdió la vida y aún se estaba recuperando a su manera.
El aliento cálido de Jungkook salió en forma de ligero vaho que se perdió en la claridad del día, aun así, la temperatura bajaba al acercase más a la zona montañosa y al espeso bosque, atravesado por un cristalino río que llevaba el agua limpia hacia el acueducto de la ciudadela y la aldea.
Más adelante, un aullido fuerte y claro hizo sobresaltar a los caballos y hombres, frenaron y miraron los alrededores.
—Calma —ordenó Jungkook —, espérenme aquí.
—Mi señor, no debe ir solo, hay lobos merodeando —dijo uno de los soldados, a lo que Beomhwa detuvo al hombre, sonriendo y procedió a aclararle la situación.
—Son sus lobos, ¿verdad Jungkook? —el capitán de ojos bicolores asintió y bajó de su caballo negro, Yoru.
Caminó y a medida que se acercó, otro aullido se unió en una melodía fascinante e inquietante a la vez. Más adelante, un par de lobos de gran tamaño y que, como polos opuestos, la noche y el día, uno de ellos era completamente blanco y el otro negro. Apenas vieron a Jungkook, corrieron con emoción y brincaron a su alrededor, soltando ladridos, pequeños quejidos y movieron sus colas con alegría de ver de nuevo a su amo, recibiendo las caricias y abrazos por parte de este.
Beomhwa no resistió la curiosidad y se acercó, sonriendo al ver la curiosa interacción del "frívolo capitán", que ahora sonreía de una manera tan sincera que le contagió el gesto al joven Jung.
—Cada vez que los veo creo que han crecido el doble —comentó el castaño y Jungkook lo miró, asintiendo.
—Pienso lo mismo, ya dejaron de ser cachorros. ¿Tienes la funda de la daga? Haré que rastreen al informante —Beomhwa asintió ante las palabras de Jungkook y sacó el objeto, lo puso frente a las narices de ambos lobos que lo olfatearon por todo lado, memorizando el aroma.
—Creo que sería bueno ir al fuerte de las montañas, está de paso a los acantilados, quiero ver cómo van las cosas allí y si han notado movimientos del enemigo —comentó Beomhwa.
—Estoy de acuerdo, tal vez alguien de allí vio algo, no perdemos nada con investigar —Jungkook acarició la cabeza de sus lobos y les ordenó rastrear el olor de la funda. Emocionados, los caninos salieron corriendo tras olfatear el aire y el piso tomando la delantera, y el par de capitanes volvieron a sus caballos.
El viaje continuó, en una hora a paso lento y siguiendo a los lobos que iban varios metros delante rastreando, llegaron a las montañas. El par de animales continuaron hacia la dirección de los acantilados, donde la sospecha de Beomhwa parecía ser cierta.
Mientras tanto, el par de capitanes y sus hombres ingresaron al territorio donde se hallaba el fuerte que vigilaba el rio y los alrededores. Era una robusta edificación en piedra caliza, con musgo pegado a sus paredes y ventanas de barrotes de hierro que dejaban entrar poca luz al gélido lugar.
La vida allí era difícil y Jungkook lo sabía por experiencia. Antes de ser capitán, fue parte de las tropas de entrenamiento una temporada por ser de una familia noble no tan importante en su momento y una de las formas de ganar resistencia a cualquier situación era cuidar uno de los fuertes. La comida era escasa y de baja calidad al ser los propios reclutas quienes cocinaban, y debido a las condiciones los alimentos se dañaban por hongos; el frío que azotaba las paredes se calaba en los huesos hasta causar hipotermias en invierno si no había madera seca para hacer hogueras, y de paso hacía imposible dormir con comodidad pues las sábanas y la ropa se llenaban de humedad.
El trabajo de dichos hombres no era sólo vigilar, también tenían que entrenar a diario para no perder su habilidad y cuidar del lugar, limpiando y haciendo mantenimiento al fuerte, además de estar alertas de cualquier ataque de los rebeldes que querían contaminar el río o dirigirse a la ciudadela para formar un caos.
Y eran tres años sin libertad de volver a la capital aguantando tal situación, hasta que ascendían y eran aceptados por algún escuadrón.
Los reclutas del fuerte saludaron al par de capitanes, abriendo la puerta y permitiendo la entrada. El olor a madera quemada, humedad, pinos y vino conformaban el ambiente sombrío del lugar, y a pesar de ser pleno día, todo el tiempo debían tener encendidas lámparas de aceite, pues las ventanas no proporcionaban suficiente iluminación al estar el edificio en medio del bosque.
—Bienvenidos, capitanes Jung y Jeon —los hombres se alinearon con firmeza, dando el paso y mostrando respeto, aunque eran más bien jóvenes y adolescentes, incluso algunos aún no perdían sus rasgos de niños, con ojos grandes y aún brillosos de emoción cuando veían a un capitán; aquellos eran los más nuevos y no sabían las dificultades que soportarían por esos tres años.
Los que mostraban un semblante más duro y se les era visible el agotamiento tanto físico como emocional, ya llevaban el año o un poco más y no les quedaba de otra que aceptar la situación.
Finalmente, los mayores, más toscos y de aire violento o mirada odiosa, eran los que les quedaba poco por salir, que deberían mostrarse felices de que pronto la tortura terminaría, pero que por el contrario el ambiente hostil y toda la experiencia de ser un vigilante del fuerte los hizo guerreros de sangre fría, que comprendieron que aunque al irse de allí tendrían más comodidades, sus vidas serían usadas como peones en el campo de batalla y podrían perderlas fácilmente por el filo de una espada enemiga.
Por supuesto, al ser tan jóvenes los reclutas no podían estar solos, así que había un grupo de líderes vigilantes patrocinados por la familia real encargados de los 3 fuertes en funcionamiento de Astrum, quienes eran guerreros experimentados y se encargaban de entrenar y comandar a los chicos durante esos tres años. Al haber una gran cantidad de soldados en los fuertes, no eran usualmente atacados y se hacía uso siempre de una señal de emergencia que alertaba a la ciudadela de cualquier problema.
—Buen día, muchachos —saludó Beomhwa —, me gustaría hablar con el líder del fuerte —varios de los jóvenes se miraron entre sí y uno de los mayores envió a otro a traer a quienes buscaban.
—¿Qué quieren aquí los "increíbles" capitanes de Astrum? —una voz vino detrás de la montonera de chicos, llamando la atención. Era uno de los reclutas, no era muy mayor y su rostro se le hizo particularmente familiar a Jungkook, quien estaba en silencio recostado sobre su hombro en la pared, tras Beomhwa.
—Esos son asuntos privados que sólo trataré con el líder —le contestó Beomhwa con su natural sencillez y sonrisa.
—Tienen agallas de mostrarse como unos héroes, alzando la cabeza con orgullo y superioridad —el chico apretó sus manos en puños y su mandíbula, iracundo, con una fuerte oscuridad acentuada en sus ojos, resentimiento y dolor en sus facciones —. Ja —soltó una risa venenosa —, veo que los rumores son ciertos: de cerca pareces un monstruo, capitán Jeon.
—¡Suficiente! ¿Qué es este irrespeto? —el rostro de Beomhwa se frunció con molestia al ver semejante actitud en un simple recluta, pero Jungkook sólo sonrió de medio lado, aunque de manera amarga; sabía quién era ese chico.
—¡¿Irrespeto?! ¡Irrespeto es el que ustedes nunca se disculpen con las familias de sus hombres cuando estos mueren en combate para proteger sus traseros! —explotó en furia el chico —. ¡Mi hermano mayor había servido para el "grandísimo" capitán Jeon durante años, pero cuando murió ni siquiera vimos su rostro porque fue jodidamente decapitado y desollado!, ¡He estado dos años aquí en este fuerte sin ver a mi familia y de lo último que me entero es que mi hermano murió de una manera tan humillante! —quiso lanzarse a golpear a Jungkook, pero varios chicos lo sostuvieron, nerviosos y desconcertados de lo que escuchaban.
—¿Pero qué...? —Beomhwa no terminó siquiera de hablar, pues el muchacho se había tirado y empujado al castaño. El joven rebelde alzó su puño e intentó golpear a Jungkook, sin embargo, el hábil capitán lo detuvo con facilidad y dobló su brazo hacia atrás, sometiéndolo, lo hizo chocar contra la pared. Todos soltaron una exclamación de asombro y dudosos, dieron un paso atrás al ser intimidados por los capitanes.
—El sub-capitán Byungho tenía razón —gruñó el chico —, usted es una bestia, por eso el príncipe heredero lo odia, porque donde llega sólo causa dolor —los ojos del recluta estaban llorosos y enrojecidos, apretaba los dientes e intentaba soltarse del fuerte agarre de Jungkook.
—Tienes razón, soy una bestia, un monstruo —los muchachos se miraron preocupados entre sí ante la respuesta de Jeon. Los ojos de Jungkook se tornaron dorados, sorprendiendo al rebelde —. Y sí, todas las muertes de mi escuadrón son mi responsabilidad, pero no debes olvidar que gracias a esas personas que protegen el reino y arriesgan su existencia al hacerlo, tú puedes vivir en paz, tu familia tiene sustento y protegen tu hogar de cualquier invasión enemiga; sin ese sacrificio, tu madre y hermana estarían como esclavas, pasando por infinidad de penurias y deshonras. Cuando crezcas y estés en el campo de batalla, comprenderás lo que se siente pelear por el reino que te vio nacer y proteger a quienes amas, aunque el precio de eso sea morir —las lágrimas brotaron de los ojos del jovencito, quien terminó sentado en el suelo al ser liberado del agarre de Jungkook.
—Sean cual sean las razones, no dejaré pasar esto por alto —una nueva voz se hizo presente, era tosca y madura —. Capitanes —dijo a modo de saludo un hombre mayor y con armadura, era el líder del fuerte, llamado Hakor —, me disculpo por el comportamiento de mi recluta. El dolor de una pérdida hace que el razonamiento desaparezca, es un niño, así que les imploro que perdonen sus acciones, tendrá su merecido castigo —hizo una reverencia, seguida por otras más por parte de los chicos, que se hallaban inquietos con todo lo sucedido.
Beomhwa soltó un suspiro y se masajeó los laterales de la cabeza. Era un hombre que no solía enojarse, pero cuando la gente atacaba a su amigo Jungkook, simplemente no soportaba, más sabiendo que él nunca les reclamaba, al contrario, les daba la razón y se conformaba con ser el villano ante los ojos de los demás. Aún no comprendía por qué hacía eso, pero admiraba la paciencia que le tenía a la gente y cómo daba todo de sí por ellos.
—Supe que vienen a tratar un tema en privado, síganme —Hakor los guio hacia la parte interna del fuerte, a una enorme puerta que al ser abierta dio paso a una habitación grande, llena de documentos y que tenía en las mesas innumerables manchones de parafina seca y rayones en la madera hechos con una cuchilla para quitar los restos de esta en anteriores ocasiones. Era abrumadora la cantidad de velas que debían usarse para poder ver en la noche o incluso en los días donde el cielo era gris y ningún rayo de sol aparecía.
El líder los invitó a tomar asiento, estos a pesar de ser acolchados, estaban helados. Un muchacho entró con una bandeja con tres tazas de té recién hecho y tras dejarlas en la mesa a los dos capitanes y Hakor, se retiró. A pesar de su corta entrada, Jungkook y Beomhwa notaron las vendas en los dedos del chico, cómo su pulso temblaba y el olor a aceite y humo emanaban de él. Era uno de los pocos encargados de las cocinas, un trabajo bastante esclavizante y se solía poner en aquella posición a los reclutas más débiles.
—Y bien, ¿Qué se les ofrece? —preguntó con tono amable el hombre. Beomhwa tras dar un sorbo a su té, dejó de nuevo la taza e hizo una diminuta mueca al sentir el sabor casi imperceptible de opio, una planta que tenía varios usos, pero principalmente se utilizaba para calmar dolores. El chico probablemente usó del té que se les daba a los reclutas para sobrellevar el maltrato en el cuerpo por el entrenamiento.
—En estos días, como ya debe estar enterado, hemos sufrido diferentes ataques por parte de rebeldes de la triple alianza, agregando el detalle que se han aliado con mongoles. Por eso, necesitamos saber si han visto movimientos extraños cercanos al fuerte —explicó el capitán Jung.
—Han tomando el fuerte de las minas y hoy nos dieron la sorpresa de enviarnos cien cajas llenas de oro con las cabezas de los mineros dentro —agregó Jungkook y las cejas de Hakor se levantaron un poco, aunque no lo suficiente para mostrar sorpresa.
—Y-ya veo —se aclaró la garganta —, es bastante perturbador —agregó para luego dar varios sorbos a su bebida —. Bueno, llevamos varias semanas sin ver rebeldes cerca, tampoco notamos ningún Kithano hacer aparición por este lado. Tal vez aprovecharon que el fuerte de la bahía al este se encuentra en construcción, apenas hay unas cuantas patrullas pequeñas que se encargan de esa zona y la frontera con el reino del sur.
—Puede que por allí se hayan colado —musitó Beomhwa, pensativo.
Mientras tanto, Jungkook observaba cada detalle de la habitación, notando un estante lleno de cartas por abrir, con sellos de diferentes colores. Eran las cartas que recibían los reclutas de sus familias y todos pertenecían a diferentes clanes de Astrum, cada uno tenía su color respectivo y era el único contacto con el exterior que tenían los chicos.
Jeon recordó que cada recluta tenía unas metas o tareas con respecto al entrenamiento y al cuidado del fuerte, si las cumplían, recibían la carta de sus familiares, si no, como castigo tendrían que esperar hasta cumplir las tareas. Pensándolo bien, incluso para Jungkook quien había sufrido de la dureza de las personas desde niño y entrenamientos bastante salvajes, lo que carcomía las mentes de los reclutas era la secreta tortura emocional a la que estaban expuestos para llegar a ser soldados oficiales, se le hacía una práctica bastante cruel.
Beomhwa y el líder Hakor continuaron hablando, pero la atención de Jungkook se centró en un extraño libro de cuero con letras casi imperceptibles en color negro que no pertenecían a Astrum o algún reino cercano, por el contrario, los trazos le recordaron a tierras lejanas y juró que antes había visto tal lenguaje, pero no podía recordar bien.
—Bueno, agradecemos su tiempo y colaboración —Beomhwa dio por terminada la reunión y mientras se levantaban, Hakor notó la mirada de Jungkook en su estantería y al ver el lomo del libro, con rapidez lo tumbó con la parte de las hojas hacia delante, gesto que no pasó por alto Jeon.
—El gusto fue mío —dijo soltando una risa y sobándose entre sí las manos.
Tras despedirse, salieron y Jungkook pudo notar miradas curiosas y algo punzantes, como si un peligro acechara entre los reclutas, aunque estos se mostraban más tranquilos y hacían reverencias a medida que el par de capitanes pasaba. Sin embargo, se dijo a sí mismo que eran impresiones suyas y era normal tras el alboroto de antes.
Salieron por fin del fuerte y el aire fresco chocó en sus rostros, Beomhwa respiró exagerado, sacándole una sonrisa ladeada a su compañero.
—¡Aire fresco, qué maravilla!
Un par de aullidos largos atravesaron el bosque hasta llegar a donde los capitanes, quienes se dieron una mirada cómplice. Los lobos habían encontrado algo.
—Aún tenemos trabajo que hacer —Jungkook se montó en su caballo con la intención de ir a los acantilados, pero un joven recluta salió y los detuvo.
—¡Capitanes! —soltó un grito por lo bajo, algo agitado como si hubiese corrido una maratón. Miró al interior del fuerte, temiendo ser descubierto mientras hacían cambio de guardia en la puerta.
—¿Qué sucede? —preguntó Beomhwa, acabándose de subir a su caballo.
—No tengo mucho tiempo, pero hace unas cuantas noches, la madrugada del ataque más reciente, los reclutas mayores junto al líder Hakor arrastraron a un hombre con un uniforme similar al suyo, capitán Jung —comentó con voz baja y con rapidez, casi atropellando sus propias palabras.
—Espera, espera, ¿Qué? —Beomhwa le pidió parar con una seña —, ¿qué hacía un hombre de mi escuadrón aquí?
—No lo sé, pero estaba sedado o desmayado y esa noche salieron de la parte más lejana del fuerte, un sótano que se utilizaba para guardar armaduras y armas, pero que la humedad lo dañaba todo —continuó con prisa el muchacho.
Jungkook miró a un aturdido Beomhwa con toda esa información —. ¿Había alguien más con ellos o escuchaste algo, quién era ese soldado? —preguntó Jeon.
—No... bueno, no escuché nada porque temía que me descubrieran si me acercaba, pero vi a un hombre acompañando a líder Hakor, no le distinguí el rostro porque lo ocultaba una capucha, pero tenía ropas extrañas, desgastadas y sus brazos tenían vendajes, no se le veía siquiera un trozo de piel.
La descripción de por sí era rara, ni Beomhwa o Jungkook recordaban haber visto a alguien así, pero que el líder del fuerte lo conociera era para tener en cuenta.
—¿A dónde llevaron al soldado? —preguntó Jung.
—Fueron en dirección de los acantilados seguramente... —el chico abrió sus ojos con sorpresa al recibir una bolsa de monedas de parte de Beomhwa.
—Gracias por tu ayuda, chico —sonrió el castaño —, ve antes de que te descubran aquí.
—¡Sí señor! —se puso firme e hizo una profunda reverencia.
Ambos capitanes cabalgaron con prisa junto a sus hombres. El aire se puso salado, más frío y violento, el chasquido de las feroces olas del mar contra los riscos les dio aviso de que habían llegado y en el cielo una nube de pájaros volaba en círculos.
Los lobos estaban sentados cerca del acantilado y al ver a su amo, se levantaron y llamaron su atención dando aullidos cortos. Jungkook bajó de su caballo junto a los demás y se acercaron con cuidado, un olor fétido se entremezclaba con la sal del mar, pero no lo suficientemente fuerte para ser notado a la distancia.
Al asomarse, vislumbraron entre el agua y las rocas una mano pálida, al despejarse las olas por su movimiento natural, dejaron al descubierto un cuerpo reventado, pálido y a medio comer por las aves carroñeras que se atrevían a volar hasta él y arrancar pedazos antes de que el oleaje las alcanzara.
—¿Crees que sea él? —preguntó con tristeza Beomhwa.
—Si mis lobos llegaron hasta aquí y hay un cuerpo... lo más seguro es que sí —Jungkook puso una mano sobre el hombro de su amigo como muestra de apoyo —. Se puede bajar por las rocas con ayuda de sogas, vamos a sacarlo de ahí y confirmar, ¿bueno? —el castaño asintió.
Se pusieron manos a la obra. Los lobos descansaron cerca de los caballos y los hombres se ayudaron entre sí para bajar hasta las rocas, formaron una camilla con unas tablas y subieron el cuerpo con dificultad, tanto por el lugar donde se encontraba como por el estado de descomposición y heridas que tenía al haber sido lanzado desde el risco.
Los soldados se cubrían o alejaban del cuerpo por la peste que desprendía y Beomhwa mientras lo examinó se tapó la nariz con un pañuelo. Los de estómago más sensible no tuvieron más remedio que correr a devolver lo que comieron esa mañana y los más resistentes sólo se burlaban de los débiles, bromeando entre sí.
—Es él —confirmó Beomhwa —, la mitad de su rostro está aplastado, pero logro reconocerlo.
—Mira —Jungkook tenía su antebrazo sobre la nariz —, su cuello —señaló con su mano libre.
Tenía marcas de una soga sobre la piel, como si hubiera sido ahorcado tan fuerte que con el paso de los días ni siquiera se borraron.
—Entonces es cierto que lo torturaron... pero ¿qué necesidad había de hacerlo? —se preguntó el castaño.
—Y, sobre todo, ¿por qué el líder Hakor está involucrado? —agregó Jungkook.
Algo muy raro estaba pasando desde ese ataque a las afueras de la ciudadela.
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