❄ 14 - A woman's determination
CAPÍTULO 14 | LA DETERMINACIÓN DE UNA MUJER
Los estridentes choques de metal con metal causaban emoción en los nobles que, tras refunfuñar un rato, olvidaron por completo la supuesta ofensa que significaba ver a una mujer pelear de manera seria contra alguien tan importante como Byungho. La emoción del momento les hacía aflorar lo que verdaderamente disfrutaban y confirmaba cuán falso era el orgullo y honor que tenían la mayoría de esos aristócratas.
La joven de los Kim era muy ágil, casi tanto como el pasado guerrero de los Min, pero con movimientos un tanto torpes debido a la diferencia de fuerza que tenía contra Byungho, y por supuesto la experiencia, que por más que deseara, el varón siempre tendría mucha más destreza que ella. Cada estocada y choque de su espada hacía vibrar el metal oscuro de la delgada arma de Heirin, que a dos manos intentaba mantener el equilibrio y soportar los golpes sin piedad del sub-capitán.
Byungho era tenaz, con una sola mano y manteniendo una postura recta y adecuada, sin mucho esfuerzo hacía retroceder a la pequeña fémina. Aunque todo el mundo ya sabía cuál sería el resultado, Hwayoung en su puesto miraba firmemente a la chica en la arena, deseando que retomara fuerzas y pudiera demostrar un poco más de qué estaba hecha, incluso sin conocerla le daba todo su apoyo.
Heirin tomó un respiro, las voces de la multitud apoyando a su rival se escucharon lejanas al momento en que sus sentidos se centraron exclusivamente en el hombre frente a ella, el cual la observaba con una intensa superioridad y molestia. Reacomodó el agarre de su mano sobre la empuñadura, el cuero de su guante que cubría la palma hizo un pequeño sonido al ser apretado.
Cambió de postura, relajándose e imaginó la misma sensación de cómo eran sus prácticas, recordó que le ganó a cada uno de los reclutas que se burlaron y la retaron. Se había desconcentrado más de lo que planeó, pues, aunque se dijo a sí misma una y mil veces que no dejaría que los comentarios de la multitud la afectaran, en ese instante peleando en la arena era prácticamente imposible cumplir con dicho objetivo, la presión era mucha y eso le había causado inestabilidad en su fuerza y destreza real.
Byungho chasqueó la lengua, impaciente, sentía que estaba perdiendo el tiempo ante semejante teatro. Deseando terminar rápido, corrió hacia Heirin y comenzó a atacarla con rápidas cortadas. El viento que se convertía en ráfagas de aire con cada movimiento de las espadas, se escuchaba como latigazos. Aun así, Heirin había recuperado su concentración y sus ojos iban a cada dirección en que la espada del sub-capitán asestaba un golpe, bloqueando satisfactoriamente cada uno de ellos.
Pero por supuesto, la fuerza bruta de un varón era superior a la de ella. Sus muñecas se entumecieron poco a poco y comenzaron a doler, por lo que era hora de atacar y dejar de sólo defenderse. Hizo un giro con su espada, ladeándola y creando un choque que hizo retroceder por unos segundos la mano de Byungho, creando una apertura pequeña pero que ella supo aprovechar, y así empezó la pequeña Heirin a asestar estocadas rápidas y firmes que hicieron replegar al hombre.
Y como por supuesto estaba permitido el contacto físico, la pelinegra dio una patada, girando su cadera con perfecto equilibrio y fuerza, atinando al estómago de Byungho, provocando que él apretara la mandíbula para soportar el golpe y retrocediera unos cuantos pasos por el impacto.
Byungho enseguida soltó un gruñido áspero desde el fondo de su garganta, y con una inesperada agilidad y fuerza, golpeó con su hoja la espada de Heirin varias veces. El hombre lanzó una patada baja hacia Heirin, golpeándole las pantorrillas, haciéndola caer en seco al suelo y ejecutando un tajo que iba directo al cuerpo de la mujer, pero ella logró bloquearlo a tiempo; su espada oscura fue arrebatada por el golpe, tirándola varios metros lejos de ella y dejándola desprotegida.
La joven de los Kim abrió sus ojos con sorpresa al ver la punta de la espada del rival apuntar hacia su cabeza, en segundos rodó hacia su izquierda sin parar, escuchando cómo el filo del arma de Byungho se enterraba en el suelo de arena y lo atravesaba como los colmillos de una bestia sedienta de sangre.
Ella escuchaba los latidos de su asustado corazón retumbar en su cabeza, la ola de adrenalina que le recorrió el cuerpo la hizo temblar y justo cuando estiró su mano para alcanzar la empuñadura de su espada, sintió como una mano rodeó su tobillo y la jaló hacia atrás, alejándola de su objetivo y dejando las marcas de sus dedos enterrados en la arena como pequeñas carreteras.
Sabiendo que Byungho quería herirla sí o sí, sólo pudo girarse apenas se detuvo el arrastre y lanzó una patada que atinó en la mano del hombre que sostenía la espada, haciéndole soltar su arma al sentir entumidos los dedos por el golpe. Heirin encogió sus piernas hasta que sus rodillas rozaron su pecho y con el impulso dio un empujón violento en el torso de Byungho, tirándolo hacia atrás.
Heirin se dio la vuelta para tomar una de las espadas que estuviese más cerca, pero Byungho fue más rápido y la alcanzó, tomándola del cabello la giró para darle así un golpe con su mano en la mejilla, le reventó el labio y la tiró de nuevo en la arena, dejándola aturdida.
Hwayoung estaba preocupada, había observado toda la pelea sin parpadear demasiado, cada golpe que recibía la chica, ella parecía sentirlo y se encogía en su puesto. Jimin tenía el ceño fruncido, pero no podía decir nada, sólo rogar en su mente que Heirin no resultara demasiado lastimada, pues a pesar de que apoyaba en muchas cosas a su amiga, el primogénito de los Park no estaba de acuerdo con ese combate, pero la pequeña guerrera de los Kim era terca, tal vez demasiado para su propio bien.
El juez paró con rapidez la pelea y dio por ganador a Byungho, los altos nobles celebraron pues habían apostado por él sin dudarlo. Mientras tanto, Heirin seguía en el suelo, respirando agitada y el vitoreo del público hacia su rival la ensordecía; la furia y decepción la inundaban. Mordió su labio inferior para controlar sus emociones, sintiendo el ardor y sabor de la sangre en su boca y el incómodo calor del golpe en su mejilla.
Alzó la vista, limpiando con su mano la sangre que escurría de su barbilla y se encontró con la mirada de Jimin, el cual se veía atormentado y molesto por cómo ella había terminado. Ella agachó de nuevo la cabeza y se levantó para luego caminar en dirección a donde había quedado tirada su espada, la hoja de color negro medio hundida en la arena.
...
Finalmente llegó el turno del príncipe heredero, quien apenas apareció, los nobles lo recibieron con aplausos, halagos y exclamaciones. El joven sucesor saludó moviendo su mano, observando con una sonrisa elegante y engreída, cómo la multitud de aristócratas lo alababan.
Sin embargo, su semblante se tensó con disgusto al encontrarse con un par de ojos bicolores que lo miraban de regreso con irritación. Y a su lado se hallaba sentada una mujer de cabello negro y ojos grandes, expresivos y rostro elegante; la misma mujer que estuvo junto al capitán durante el desfile, "la tal Hwayoung", pensó el príncipe.
La joven agachó el rostro con temor, fijándose en la taza de té que estaba en la mesa, sus manos se hallaban debajo, sujetando con fuerza la tela de la falda del vestido, intentando ocultar el temor. No era correcto mirar a los ojos al rey o al príncipe sin su permiso, muchos eran los rumores acerca de la crueldad del heredero al trono de Astrum, y aquella mirada tan frívola y oscura la sintió especialmente para ella.
Namjoon se giró al momento en que varios guerreros ingresaron a la arena para retar al hombre y dar el último combate.
Jungkook tenía el ceño fruncido, aun así, no se inmutó demasiado, estaba más que acostumbrado a la actitud del príncipe. No obstante, escuchó cómo los latidos del corazón de su esposa estaban retumbando acelerados, el aroma de la mujer perdió dulzura; ella tenía miedo.
Yo... iré a ver a Heirin —La voz de Jimin rompió el incómodo silencio que se había formado, además de haber notado también la mirada venenosa que el príncipe le había dado a su amigo —. ¡Los veré en el lanzamiento de linternas!
—Yo me retiro —Avisó Beomhwa —, tengo algo pendiente qué hacer —Miró a un subordinado, el cual le había hecho una seña llamando su atención, parecía un asunto importante —. Si me disculpan... —Se despidió.
Hwayoung se quedó a solas con su esposo en la mesa. La agraciada muchacha mordisqueó su labio inferior con algo de nerviosismo, en parte por la tensión que sentía con el gesto del príncipe, y también porque aún se ponía inquieta cuando estaba a solas con Jungkook.
La demostración del heredero al trono comenzó, tal como tenía planeado eran diez hombres contra él y su preciada lanza, un arma peligrosa de la cual Namjoon hacía un uso único, elegante y temido por quienes tenían la mala suerte de cruzarse en su camino.
Jungkook no prestó atención al combate, no le interesaba en absoluto, y aunque todos los nobles hacían ruido, emocionados como si fuera lo más impresionante que presenciaran sus codiciosos ojos, para el pelinegro era algo normal. Para él tener un arma en sus manos era tan natural como respirar. Muchos guerreros de niños lo hacían por diversión, de adultos por honor; Jungkook en ambas etapas lo hizo por sobrevivir, y el honor que ganaba con cada batalla ni siquiera lo sentía propio.
—¿Le gustaría salir a tomar un respiro? —La voz rasposa de Jungkook llamó la atención de Hwayoung, quien lo miró desorientada. ¿Estaría bien salir, así como si nada en plena presentación del príncipe? —. Lo digo porque está un poco pálida —Aclaró él.
—No quiero causar problemas, mi señor —Respondió tímidamente ella, jugueteando con los dedos de sus manos. Apretó sus labios rojos y tras pensarlo unos segundos, abrió la boca, dudosa, y tomó aire antes de articular palabra —. Pero si no es molestia para usted, sí me gustaría salir.
Hwayoung bajó la cabeza, sintiendo sus mejillas arder por la mirada de su esposo. Había algo en esos ojos bicolores que era difícil de soportar para ella, no porque le produjeran miedo o un sentimiento negativo, al contrario, su corazón se agitaba porque pocas veces se sintió observada de esa manera por alguien tan atractivo, como su ahora cónyuge. Jungkook era simplemente alguien imponente.
Jeon se levantó primero y extendió su mano hacia ella, la chica posó sus delicados dedos sobre la palma cubierta por el guante negro de cuero. Areum y su esposo miraron a su hijo, el cual les hizo una seña de que todo estaba bien y sólo saldrían.
Caminaron hasta salir de la plaza y se dirigieron hacia el mercado. La zona estaba adornada de tonos anaranjados y rojizos, los puestos donde vendían diferentes productos de alta calidad, exclusivos para la nobleza, tenían linternas apagadas colgando, listas para vender a quienes necesitaran una y también se iluminarían muchas de ellas para crear un ambiente exótico y festivo cuando la noche cayera sobre el reino.
Hwayoung estaba mucho más calmada sin el estrés de estar rodeada por tantos nobles. Sus ojos grandes de un tono marrón chocolate se posaron sobre un puesto lleno de flores, entre ellas una gran cantidad de Cosmos, una flor pequeña y delicada de colores rosado, blanco o un rojo como vino, que crecía a finales de verano y era una de las más comunes en otoño. Además de otras cuantas que eran difíciles de conseguir en la temporada.
—Qué hermosas —Musitó la chica, acercándose. Se inclinó y aspiró el aroma, soltando un sonidito, gustosa. Jungkook se detuvo junto a ella pacientemente, mirando cada gesto de la mujer; era curioso cómo a pesar de no haber nacido noble, ella poseía una elegancia natural, delicada y hasta encantadora; la manera en que movía las manos, las expresiones que manejaba e incluso cómo cuidaba el tono de su voz para las cosas mínimas.
El momento de tranquilidad pronto se vio interrumpido ante el estruendo de unas canastas caer a lo lejos, los pasos acelerados y los gritos desmedidos de un vendedor que corría tras un pequeño niño, con un palo en la mano alzada, listo para asestarle un golpe. El niño iba descuidado, abrazando contra su pecho una linterna anaranjada que muy seguramente había robado.
Jungkook se posó en frente de Hwayoung, protegiéndola del impacto al dejarla tras su espalda, pues el pequeño se había tropezado y caído a los pies del capitán. El golpe seco contra el piso hizo fruncir a la chica, ella había cerrado sus ojos y tenía las palmas de sus manos contra la espalda de su esposo, tras unos segundos asomó su rostro por un lado del brazo de Jeon.
—¡Ya te tengo, ladrón! —El vendedor gritó y se detuvo al ver a Jungkook, dándole una reverencia —. ¡Buen día, capitán Jeon! Gracias por detener a este mocoso, ya mismo le cortaré las manos —El pequeño se encogió buscando una forma de huir, pero el hombre lo pisó en la cabeza contra el suelo, sosteniéndolo en su lugar.
—¿Robó una linterna? —Preguntó Jungkook, mirando al niño abrazar lo que ahora era un pedazo de papel arrugado. Por un instante, se vio reflejado en el ladronzuelo y eso le revolvió el estómago.
—Sí, lleva desde por la mañana robando comida y ahora las linternas. No sé qué hace un salvaje como él dentro de la ciudadela. He tenido mucha paciencia al igual que otros vendedores, pero esto debe parar —Apretó su pie contra el lateral del cráneo del niño, haciéndolo quejar.
—Por favor, es suficiente —Hwayoung no aguantaba ver más —. Es sólo un niño, no merece ser tratado así —Miró suplicante al vendedor, a lo que Jungkook frunció el ceño y comprimió la mandíbula. No estaba bien que un noble pidiera piedad a un plebeyo.
—Señorita, ladrón es ladrón, sea la edad que sea —Respondió con dureza el varón.
—Conozco este niño, le pagaré la linterna dañada, tráigame una nueva y por esta vez déjelo ir —Le dijo Jungkook, sacando unas monedas de oro y dándoselas al vendedor. El hombre alzó las cejas, sorprendido, pero no se negó y las recibió.
—Como usted ordene, capitán.
Hwayoung se agachó y ayudó a levantar al pequeño, él la miraba con miedo y recelo, en silencio permitió que la pareja de nobles lo socorriera.
—¿Estás lastimado? —La suave voz de la joven le resultó calmante al niño, pero no respondió a la primera —. ¿La linterna la querías para pedir un deseo esta noche? —El rostro del infante se alzó y miró directo al rostro de Hwayoung, se le hizo una mujer bellísima, casi como una diosa que había bajado del cielo para ayudarlo.
Tímido, el niño asintió y miró entristecido su ahora rota linterna —. Quería pedir un deseo como todos, pero no tengo monedas para comprarla, así que sólo pude robarla... lo siento mucho —Los ojitos del pequeño se humedecieron —. Si van a cortar mis manos... lo merezco.
—¡No, no, nunca haríamos eso! —Miró de reojo a Jungkook, el capitán los miraba sin expresión alguna, aunque no demostraba su gentileza con su rostro, sí lo hacía con acciones como comprarle otra linterna al pequeño y salvarle de un destino horrible —. Ven, levántate. ¿Cómo es tu nombre?
Mientras Hwayoung le daba la mano al niñito para que se levantara del suelo, Jungkook recibió una nueva linterna del vendedor, quien se fue enseguida mirando con disgusto al ladronzuelo, refunfuñando sobre cómo el mocoso debería estar de esclavo en las minas.
—Mi nombre... es Soobin, mi señora —Respondió tras dudar, como si no recordara del todo su nombre o no estuviera acostumbrado a usarlo.
—Espero que tu deseo se haga realidad, Soobin —Hwayoung le entregó la nueva linterna al niño, él tras limpiarse las lágrimas con su antebrazo, la recibió mostrando una sonrisa genuina, tal como todo infante debería.
—Muchas gracias, mi señora. Muchas gracias, capitán Jeon —Hizo una reverencia y se fue corriendo hacia los callejones, emocionado.
—Pobre niño, no creí que dentro de la ciudadela hubiera indigentes, con lo melindrosos que son los nobles... —Musitó Hwayoung, mirando aún en la dirección en la que el pequeño de nombre Soobin se había ido.
—Normalmente no se permiten, pero tal vez ha aprovechado los momentos así cuando los aristócratas están entretenidos para poder hurtar —Comentó Jungkook —. La comida de la ciudadela es la mejor, las sobras y lo de mala calidad es lo que queda para los habitantes de la aldea externa.
—¿Es por la sequía? —Inquirió ella y su esposo asintió.
—Al no haber mucha comida, lo mejor va a los nobles, son la prioridad en el reino. Ahora mismo los plebeyos son quienes peor están pasando la situación. Por ahora no hay nada que podamos hacer, todo está en manos del rey o en este caso, el príncipe.
Jungkook miró el cielo que se oscurecía poco a poco, pronto sería la hora de la ceremonia de las linternas y luego de eso podría descansar. Ese año sentía un vacío enorme al no poder estar con la persona que realmente quería, ni siquiera tenía deseos de lanzar una linterna o de estar presente. Tenía demasiadas cosas en la cabeza y la mayoría eran preocupaciones.
—Vamos, se está haciendo tarde —Le avisó a Hwayoung y ella caminó a su lado para volver junto con sus familiares a celebrar el resto de la noche.
...
Mientras tanto, en el hogar del talentoso médico personal de los Kim, el padre de Heirin se encontraba revisando la salud de rey en esos momentos. Jimin estaba en la habitación de la valiente muchacha que combatió en la arena, tomando por sorpresa a todo el mundo ese día.
—¿De verdad no irás al lanzamiento de las linternas? —Preguntó Jimin, haciendo un puchero. Heirin se peinaba el cabello, se había bañado y arreglado pero sólo para estar en casa, no tenía pensado salir esa noche, no estaba de ánimo.
—No, Jimin, no me siento bien —La muchacha se giró, dándole la espalda al espejo del tocador y miró a su amigo, quien fijó sus ojos sobre el labio de ella que estaba lastimado, haciéndola aclararse la garganta, incómoda —. Ya sé que estás molesto por lo que hice hoy, pero tenía que hacerlo...
—No entiendo por qué debes hacerlo —La interrumpió el joven —, créeme que no lo logro comprender. ¿Por qué una mujer tiene la necesidad de hacer algo peligroso como enfrentarse a un hombre en un duelo? Eres una noble, Heirin; es cierto que no eres tan importante como un capitán o como otros Kim, pero eres de la tercera rama, no eres una plebeya.
Heirin sonrió ante las palabras de su amigo, sabía que las decía porque se preocupaba por ella —. Sé que no soy una plebeya, sé que puedo demostrar mi fuerza de otras maneras más inteligentes, pero tomar esa espada, blandirla y saber que puedo derrotar a otros guerreros por mí propia dedicación en algo que no estaba hecho para mujeres... me da fuerza, me hace sentirme valiente, me da un respiro, Jimin —Heirin le hizo una seña para que se sentara junto a ella, al tenerlo cerca lo tomó de las manos y comparó el tamaño de la suya con la del chico —. ¿Ves qué pequeña es mi mano en comparación a la tuya? Con esta mano tan frágil que fue entrenada para bordar y tener libros entre mis manos, ahora puedo tomar una espada y defender a mi familia, protegerme a mí misma, sentirme más independiente, más viva y demostrarme que puedo hacer lo que desee si me esfuerzo lo suficiente.
—Sé que puedes hacerlo, no por nada me has pateado el trasero varias veces —Refunfuñó Jimin, haciéndola reír —. Pero no quiero que resultes lastimada, hoy viste cuán crudo puede ser un guerrero, Byungho quería herirte de verdad, cada golpe era real, no era una demostración solamente. ¡De no haber sido parado el combate, te habría matado, Heirin! Y nadie habría hecho nada por ti, porque habrían dicho que fue tu culpa por hacer algo de hombres —El tono de voz del joven capitán se oscureció con preocupación, apretó sus manos en puños sobre sus rodillas.
—Lo sé... lo sé, pero no puedo seguir así, Jimin —La voz de Heirin se quebró, agachando la cabeza y dejando que sus lágrimas cayeran sobre su regazo como gotas de lluvia —. Si no hago esto, no me sentiré útil, no podré cumplir mi promesa de ser fuerte, de ser una niña valiente como la del libro de cuentos que leía junto a él —Sollozó y Jimin la abrazó, sintiendo sus ojos humedecerse igual.
La joven pelinegra se aferró a su amigo, dejando salir toda la tormenta de sentimientos que se habían arremolinado en su interior. Toda la frustración que la inundó después del combate ni siquiera fue porque Byungho la había humillado, demostrándole que aún era demasiado débil para llamarse guerrera, su verdadera frustración y dolor era extrañar de manera tan tortuosa a la persona más especial que tuvo alguna vez, después de su padre.
—Han sido diez años, Jimin —Lloró sobre el hombro de su amigo —, diez años desde que se lo llevaron. Era el mismo día del festival de otoño, ni siquiera nos dieron tiempo de lanzar las linternas una última vez, sólo llegó un carruaje en la mañana y se lo llevó sin aviso —Jimin acarició la espalda de Heirin en un intento de calmarla, pero se mantuvo en silencio, escuchándola —. Aún no puedo creer que lo único que nos han dicho es que era su "destino", después de haberlo tratado con un maldito animal durante tantos años, para luego utilizarlo como una herramienta cuando lo necesitaron.
Jimin soltó un suspiro, entristecido. Ambos extrañaban a su amigo de infancia, los tres pasaron buenos momentos, pero él sabía que sobre todo Heirin era la más apegada y quien tuvo una relación más estrecha con el chico.
—Yo también lo extraño, Heirin. También yo necesito hacerme fuerte, le prometí que el día que volviera, yo sería uno de los mejores capitanes, que sería tan fuerte que aspiraría a ser su mano derecha —Jimin se alejó un poco, mirando el rostro lloroso y enrojecido de la chica. Acarició su mejilla, limpiando las lágrimas de su amiga y con una sonrisa cargada de tristeza, la tomó de las manos para darle su apoyo —. Hagámonos fuertes juntos, para cuando él vuelva, esté orgulloso de nosotros. Sé que, en un otoño venidero los tres lanzaremos nuestras linternas al cielo, agradeciendo el poder estar reunidos de nuevo.
Heirin asintió, respirando hondo y calmándose gracias a la compañía de Jimin.
—Lo haremos. Estoy segura de que pronto Taehyung volverá a nuestro lado. Y no dejaremos que el destino nos lo vuelva a arrebatar.
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