O2 | No me duele tanto...
Siendo uno de sus pocos días libres, Akaashi se quedó en la soledad de su apartamento, decidiendo que debería enfocarse en su propio descanso; no estaba disponible para nada ni nadie.
Nadie, excepto Bokuto.
Aunque no esperaba una llamada de su parte, ni tampoco un mensaje de texto. Bokuto seguramente se encontraba lo suficientemente ocupado como para acordarse de él; su arduo entrenamiento con los Black Jackals no cesaba y cuando el deportista tenía tiempo libre, él estaba sumergido hasta el cuello de trabajo. Honestamente, era un poco triste que ambos, siendo mejores amigos, apenas pasaran tiempo juntos. Los mensajes incluso se sentían vacíos —sobre todo después de la última lesión de Koutaro.
A veces echaba de menos sus tiempos de preparatoria.
Pero como aquellos momentos no podían volver, decidió hacerlos a un lado y centrarse en su taza favorita; vertió de la tetera, el agua caliente que previamente calentó. Hacía tanto que no tenía la oportunidad de beber té en la comodidad de su sala, mientras disfrutaba de un buen libro, o un documental en la televisión.
En ese momento, su celular sonó e inmediatamente se lamentó el hecho de no haberlo apagado. Lo recogió de la mesita de centro, observando el familiar nombre de Koutaro sobre la bandeja de notificaciones.
Era extraño, ya que era poco probable que el de cabello bicolor le mandara mensajes a esta hora del día. ¿Se estaba volviendo una costumbre? Porque de ser así, tendría que llamarle la atención.
«Oye, ¿estás libre?»
Su corazón dio un vuelco con la brevedad del texto. Sabía que no debería hacerse ilusiones, Bokuto era un hombre que no buscaba nada más que su amistad y él estaba bien con eso. No importaba si tenía que enterrar esos persistentes sentimientos en lo más profundo de su ser; pero mentiría se dijera que no deseaba con fuerza ser mínimamente correspondido por aquel del que estaba enamorado desde los quince años.
Escribió una respuesta rápida y minutos después, ya tenía otros dos mensajes.
«Quería ver si podrías acompañarme al médico».
«¡Solo si quieres, no te estoy obligando!»
Una risa se le escapó de los labios. De una u otra forma, Bokuto siempre lo hacía sonreír; ese era un rasgo que admiraba tanto de él, entre muchas otras cosas. Empero, así como la sonrisa apareció, desapareció de inmediato al darse cuenta de que precisamente le pidiera acompañarlo al médico. Por lo que sabía, no tenía ningún chequeo de rutina y su rehabilitación por el brazo roto de hacía unos meses había concluido.
Sin pensarlo mucho, presionó el botón de llamada. Ahora estaba preocupado.
Le preocupó más que no respondiera de inmediato. Cuando lo hizo, esperó el típico saludo, pero en cambio recibió un escueto «hola».
—¿Te encuentras bien? —cuestionó, sin querer demostrar su sentir.
—¡Claro que sí! —respondió casual—. Es solo que tuve un problema en el entrenamiento y no me permitieron volver a jugar por hoy. Es frustrante, ¿sabes?
Akaashi frunció los labios al escuchar eso. Era de esperarse, Bokuto se preocuparía primero por no jugar, que por su salud. Pero para que el entrenador decidiera descansarlo, tenía que haber pasado algo serio.
Aparentemente, Bokuto se dio cuenta al otro lado de la línea, por lo que se adelantó:
—¡Todos exageran! Realmente no creo que necesite ver al médico por un dolor minúsculo.
—¿Minúsculo? —repitió sin creerle después de darle un sorbo a su té.
—Bueno... —Se quedó callado por un momento y Akaashi supo que estaba mintiendo—. Estaba a punto de hacer uno de mis increíbles remates, cuando la pelota se sintió como si me arrancara el brazo. El doctor del equipo me revisó, pero dijo que debería ir al hospital para descartar cualquier cosa. Es gracioso, ¿verdad?
No era gracioso y sabía que a Koutaro tampoco le parecía gracioso. El tono con el que lo dijo fue diferente, como si aún le doliera, como si se estuviera contuviendo de algo más. Y por un momento, al moreno se le secó la garganta.
Bebió de golpe el té antes de carraspear.
—Voy saliendo. Te veo en veinte minutos.
Colgó sin darle tiempo a responder. Si le habían dado el resto del día, entonces eso significaba que se encontraba en su casa. Era un día frío, así que se puso su abrigo y tomó sus llaves para después salir del apartamento. Su tiempo de descanso había terminado, pero no importaba si Bokuto lo necesitaba. Él estaría ahí para su amigo sin importar qué.
Cuando abordó el autobús con destino al subterráneo, recibió un mensaje con múltiples faltas de ortografía, pero a final de cuentas, el texto era legible:
«¡Perdón por molestarte! No me duele tanto, de verdad».
Negó con la cabeza y guardó su teléfono en el bolsillo de su abrigo. No importaba cuánto dolor sintiera, si alguien más le había sugerido —exigido— ver al médico, entonces era un asunto delicado; y por más necio que el hombre fuera, lo acompañaría a hacerse una revisión para descartar cualquier anomalía. Porque siempre era así: Bokuto siendo reacio a ir al doctor y él, como buen amigo, lo llevaría contra su voluntad.
Mientras tanto, Koutaro se quedó en silencio durante los próximos veinte minutos. Sentado en uno de los sillones, mirando su celular como si fuera la cosa más espeluznante del mundo. ¿Por qué siempre acudía a Keiji en sus momentos de pesadez? Se suponía que era un asunto sin importancia. Se suponía que él solo iría al doctor y enfrentaría lo que sea que fuera esto. Empero, no podía engañarse. Pese a que no consideraba que hubiera algo grave en él, no podía siquiera imaginarse asistiendo solo a un hospital.
Era un cobarde.
Siempre dependería de Keiji.
Si tan solo supiera que el dolor no se iba ni cuando sostenía el teléfono, que inclusive tuvo que dejarlo en la mesa mientras lo escuchaba por el altavoz, lo preocuparía aún más.
No quería eso.
«No me duele tanto... El brazo no, pero tal vez el orgullo sí».
Siguiente capítulo: Se me pasará.
Haikyuu!! © Haruichi Furudate
Kintsugi 2021 © Sultiko
—Febrero 22, 2021—
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