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🪷 | 𝐶𝑎𝑝𝑖𝑡𝑢𝑙𝑜 20


──𝐅𝐈𝐍𝐀𝐋 𝐃𝐄 𝐓𝐄𝐌𝐏𝐎𝐑𝐀𝐃𝐀──

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𝓛𝓪 𝓒𝓸𝓷𝓬𝓾𝓫𝓲𝓷𝓪 𝓕𝓪𝓿𝓸𝓻𝓲𝓽𝓪
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"El navío"

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Zohakuten pasó a la habitación de su hermano mayor como si fuera la suya propia. Ese exceso de confianza no lo tenía ni el oji-amarillo cuando de niño agarraba los juguetes de madera de sus hermanos. Motivo por el cual emitió un ligero gruñido de fastidio. Su hermanito menor siempre le arruinaba todo, y no es la primera vez. Mientras tanto (T/n) veía al más joven algo asombrada. Volteó su cabeza al instante, no quería que la reconociera por lo que le dijo la primera vez que se vieron.

Tocaron la puerta y nuevamente apareció su sirviente quién se veía avergonzado y algo asustado.

-¡Príncipe Urogi, mil disculpas le pido! El Príncipe Zohakuten pasó tan rápido que no pude anunciarlo. -se disculpó con voz trémula.

-Me doy cuenta... -respondió con desdén.

-Pero ya estoy aquí. -dijo firme Zohakuten haciéndole seña con los ojos al sirviente que se retirara, lo cual hizo de inmediato no sin antes hacer una rápida reverencia.

Urogi soltó las manos de (T/n) y se paró de la butaca.

-A la próxima entra con más confianza, ¿no? -dijo sarcástico. -Un poco más y derribas mi puerta. Estúpido. -se cruzó de brazos mirándolo de forma desaprobada.

-Gracias, lo tomaré en cuenta. -le contestó de la misma forma el menor.

El contrario volteó sus ojos y dió un pequeño suspiro antes de mirar hacia atrás, dónde estaba la chica aún sentada. Con una expresión de desconcierto.

No quería dejarla ir tan rápido, ahora menos que le interesó tanto. Pero con su hermano ahí no tendría más opción.

-Linda, siento mucho esta odiosa interrupción por parte de la desgracia de mi hermano menor. Puedes retirarte. -susurró tranquilo con una sonrisa. -Espero que nos crucemos. Eres encantadora~. -le guiñó el ojo mientras le acariciaba un mechón de su cabello.

-Te escuché, y aquí la desgracia eres tú. -contestó Zohakuten a lo que el oji-amarillo puso los ojos en blanco.

(T/n) no le respondió, sólo asintió a la vez que se ponía de pie antes de dar una leve inclinación hacia el oji-amarillo. Caminó rápido y cuando pasó al lado de Zohakuten éste se le quedó viendo de reojo por la familiaridad de su apariencia. Abrió levemente los ojos al reconocerla pero para cuando eso pasó ya (T/n) había salido por la puerta y desaparecido ante sus ojos.

-Oye, sé que es hermosa. Pero la vi primero. -dijo caminando hacia él.

-¡Esa perra fue la que me insultó hace un tiempo en el jardín!

Urogi paró sus pasos cuando escuchó el grito exaltado de Zohakuten. Puso una cara de sorpresa para luego estallar en risa.

-No estarás hablando en serio. -expresó riendo a carcajadas. -Me acabas de dar una razón más para que me guste.

-¿La defiendes? -dijo ofendido. -Esa zorra es de las igualadas que no nos tienen respeto. ¡Me llamó grosero frente a la otra perra de Kocho! ¡A mí!

-No dijo ninguna mentira. -se encogió de hombros para luego dejarse caer en una silla. -Relájate, enano. Entre más te enojas más viejo te haces. Ya habla rápido que me enferma ver tu cara. ¿Viniste a traerme algo?

El chico dió uno unos pasos acercándose a su hermano.

-Sí, no se cómo paró tu bolsa entre las mías. Capaz le salieron alas y volaron donde estaban mis pertenencias. -dijo irónico.

Zohakuten le tiró la bolsa y Urogi la apañó con una mano. Luego la abrió verificando su contenido. Ahora que lo pensaba, no se fijó en donde había dejado su bolsa del día de caza.

-Aww... Gracias, hermanito. Siempre tan considerado y tierno. -dijo revolviendo su cabello pero sólo recibió un manotazo fuerte del menor. -Ay, lo siento.

El menor se giró y caminó a la puerta sin nada más que hacer ahí. No obstante, Urogi lo detuvo con su llamado.

-¿Qué hablaron ayer? -preguntó mirándolo fijo.

Zohakuten volteó su rostro frunciendo levemente el ceño.

-¿A qué te refieres?

-Lo que supuestamente tenían que hablar con papá, tú y Sekido. ¿Qué hablaron? -preguntó poniendo un tono más serio.

-Nada importante, no es tu problema.

-Me incumbe, y mucho. Porque soy otro de sus hijos y quiero saber. -se acomodó en su asiento apoyando su rostro en sus brazos.

-No te incumbe. No te llamaron a ti. Deberías meterte en tus propios asuntos en vez de estarme interrogando por todo. -dijo desinteresado. -Independientemente de la razón, no te querían a ti ni a los otros por algo. -dijo sin más dejando a Urogi con la palabra en la boca.

Después del fugaz retiro de su hermano menor. Urogi soltó un bufido sarcástico.

-Pero qué niño más antipático. ¿Por qué mi padre lo ve como un ser bondadoso? Nunca entenderé eso. -susurró recostándose en el respaldar. -¿Y qué tanto habrán hablado para que no me diga nada?

Quitando de lado su molestia y dudas por Zohakuten volvió a proyectar la bella imagen de (T/n). Al recordarla una sonrisa. Si bien tenía a ciertas favoritas no se lo tomaba tan en serio como a veces lo hacía su hermano oji-verde cuando se encapricha. Por ello se imaginaba que podía entender a Karaku y Aizetsu. Esa clase de encanto no lo había experimentado.

-Ustedes también piensan lo mismo que yo, ¿cierto? - le habló a sus palomas en la jaula mientras se ponía de pie caminando hacia ellas. -¿Verdad que es tan bonita como ustedes?

Para Urogi no había nada más hermoso y perfecto que sus aves. Pero eso había cambiado inesperadamente.

-Quiero que ella sea para mí... -murmuró para sí mismo.

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(T/n) le tomó poco tiempo regresar a su propia habitación. En el momento en que llegó abrió el shōji y la cerró al entrar. Llevaba una mano apretando su pecho. El corazón se le había acelerado, pero no precisamente por miedo. No iba a negar que el oji-amarillo la había tratado muy bien, pero dada los últimos acontecimientos no se sentía completamente segura estando cerca de un hombre.

Akiko al verla llegar la miró entre sorprendida y confundida.

-Ya sé lo que estás pensando. -confesó (T/n) y se sentó en su cama, pero luego le sonrió suavemente. -Estoy bien.

-¿A dónde fuiste? ¿Qué pasó? Perdón, juro que quería salvarte. -dijo sintiéndose mal consigo misma. -A la próxima te pondré un paño con té caliente en la cabeza para que piensen que tienes fiebre. ¡Eso siempre funciona! Lo llegué a usar en algunas ocasiones aunque no para lo que piensas.

La chica de ojos (c/o) le dedicó una mirada asombrada, para después reír. No cabía duda que Akiko poseía la habilidad de hacerla sentir bien, incluso en malos momentos.

-No importa. No pasó nada. -bajó un poco la cabeza. -Creo que se salió un poco de control lo de entretenerme con lo de tallar.

-Pero está bien, yo quisiera saber. Quizás así tendría un oficio mejor que estar en su mayoría encerrada. Aunque no me quejo.

Luego de eso ninguna habló por segundos. A (T/n) le llamó la atención una caja al lado de la cama de Akiko, estaba abierta y se veían un par de cosas como joyas, talismanes y algunas prendas de vestir. No la había visto antes por lo que decidió preguntar.

-¿Qué estabas haciendo? -le preguntó (T/n) viendo el objeto con curiosidad.

-No te la había enseñado. Es mi caja de la buena suerte. -(T/n) alzó una ceja confundida. -Es broma. -dijo riendo. -Realmente son algunas cosas que guardo, en su mayoría regalos pero no tiene importancia.

A (T/n) le pareció asombroso y poco creíble que por nada más tener gracia , algún talento y cara bonita dentro del lugar se ganaran ese tipo de regalo. Eso tendía más sentido de la mejor vida para. Y sabiendo eso, ya no le estaba pareciendo raro el kimono que le recibió.

-¿Puedo? -preguntó refiriéndose a tomarlos, a lo que la pelinegra asintió. -Son bastantes lindos. No tenía idea de que los regalos fueran tan... Comunes aquí.

-A veces lo hacen, si llamas la atención. Y no necesariamente por tu cuerpo, si no también por tus talentos. Es por eso que te dije que no está de más

(T/n) asintió ligeramente mientras agarraba algunas cosas y las examinaba curiosa. Luego de ver los objetos los dejaba en su lugar.

Tomó una pulserita pequeña, tanto que parecía que sólo le quedaría a la mano de una niña. Era de hilos azules con dos piedras semipreciosas de color turquesa y amarillo.

-Esta es bonita. -le dijo viéndola con admiración.

-Esa pulsera es la única que conservo de mi vida antes de llegar al palacio. -al decir eso (T/n) la miró con asombro. -No recuerdo casi nada de mi casa, pero... Había otra pulsera igual que la usaba un niño, creo que tenía un hermano. Pero no puedo recordar su rostro.

-¿No te gustaría volver a verlo? -le preguntó emocionada, pero la respuesta de la contraria fue simple.

-¿Para qué?

-¿Cómo que para qué? -ladeó su cabeza.

-Eso ya no es necesario. Me intriga y entristece un poco saber sobre mi verdadera familia, pero es pasado. Ni siquiera recuerdo sus rostros ni voces. En mí no nace ninguna razón para regresar a algo que ya está en el olvido, y además, tengo una vida aquí.

Claro, había una gran diferencia entre ellas dos y no podía compararlas. Diferente a que ella creció en un hogar acogedor y feliz, Akiko fue separada de su familia a muy temprana edad. Su vínculo no era fuerte como el de (T/n), pero eso no era motivo suficiente para no desear conocer a su familia real desde su perspectiva.

-Yo siento que sí habría una posibilidad de que lo vieras. Quién sabe. -volvió a insistir sonriendo. -Y si eso sucede yo te ayudaría.

Para (T/n) una pequeña posibilidad podía convertirse en una grande, desde ya se imaginaba un reencuentro inolvidable. Akiko ha sido muy buena con ella, de las únicas personas en las que confía en ese lugar, y que ella vuelva a ver un día a alguien de su familia es como si para (T/n) fuera la suya.

La pelinegra la miró extrañada abriendo la boca levemente. Luego su mirada se suavizó y soltó una risa. Realmente quiere mucho a la chica oji-(c/o) y su positivismo. Probablemente ella no lo sepa, pero conocerla también le alegró su vida.

La risa de Akiko contagió a (T/n) por lo que se levantó de su cama y envolvió sus brazos alrededor de la otra chica que no dudó en corresponder. Por lo menos no habían tantas cosas malas, los días habían pasado tranquilos y en ocasiones recibía cartas de sus padres.

Pero ninguna de Tanjiro. No quería sacar conclusiones rápidas pero se le hacía extraño que no se quisiera comunicar. Sólo sabía de sus vecinos por medio de sus padres. El temor de que él olvidara su promesa a veces aparecía, pero se decía para sí que eran tonterías. El pelirrojo nunca deja ir un objetivo cuando se lo propone... Sin embargo, lo sigue extrañando mucho.

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-Son todas, príncipe, se lo aseguro. Yo mismo me encargué de revisar todas las cartas enviadas al palacio por los mensajeros.

El contrario guardó silencio analizando las palabras antes de responder sintiéndose aún no totalmente confiado.

-¿Estás seguro?

-Se lo puedo jurar. Sabe que yo nunca le he fallado, preferiría que mis manos fueran amputadas antes de faltarle algo, Alteza. -expresó manteniendo la cabeza levemente abajo, como símbolo de respeto.

Su sirviente más leal había sido encomendado a la simple pero difícil tarea de revisar el destinatario y ubicación de más de cien cartas. Pero lo más complicado era identificar cada una, de tantas que llegan al palacio al día.

Volteó una bolsa dejando caer los sobres encima del escritorio donde estaba sentado El oji-azul. El chico las observó, percatándose de que eran más de las que se imaginaba.

-¿Cuántas son? -interrogó dejando de ver los sobres para ahora mirar al hombre a los ojos.

-No las conté todas si le soy sincero, pero calculo que más de cincuenta.

La gran cantidad que se le fue informada dejó a Aizetsu atónito.

<<¡¿Más de cincuenta?!>> Repitió en su mente asombrado.

Volvió a dirigir su mirada a los sobres. Se esperaba una cantidad mucho menor a la informada. Le costaba creer que alguien escribiera y enviara tantas cartas en pocos meses, ¿Qué clase de demente hace eso?

-¿Le puedo ser útil en algo más?

-No, te lo agradezco. Puedes irte.

-Si necesita algo, aunque sea mínimo no dude en llamarme. -el oji-azul asintió

Luego de despedirse cordialmente este salió de la habitación. Aizetsu quedó solo, en su gran y silenciosa habitación iluminada por algunas velas. Le dolía la cabeza por estar frustrado hace unos días. Así que inclinó su cabeza levemente hacia abajo entre cerrando sus ojos.

El pensar que ese chico se contactará con (T/n) lo llenó de dudas, pero tampoco quería parecer un loco estando revisando cartas. Sin embargo, ahora sabía que no estaba del todo paranoico, exactamente lo que pensó se hizo realidad. Él no iba a dejar que esos papeles llegaran a las manos de la chica, sobre su cadáver.

-Más de cincuenta estuvo enviando en todo este tiempo... -repitió en un susurro mientras se tocaba la frente.

El hecho de que a Karaku le gusta la misma chica que a él es un problema mínimo a comparación del chico que mencionó una vez (T/n). No es que conozca todo de ella o que haya investigado su vida, él no llegaría a ese punto. Pero claramente sabe que tuvieron una cercanía, él tiene su corazón... Es más que suficiente para que sea un golpe bajo.

Luego de estarlo pensando mucho en el fondo se sentía arrepentido por lo que le hizo a la chica de ojos (c/o). Se dejó llevar por emociones e impulsos fuertes que le nublaron su sentido de razonamiento y actuar. Pero él es demaciado orgulloso como para decirlo en voz alta. Siente que está viviendo un karma. Rechazó humillante a tantas mujeres que se declararon a él, y ahora que le encanta una chica ella lo rechaza. Buscó una manera de acercarse y ganarse nuevamente la confianza de ella.

Pero por lo pronto, lo primordial era hacerle olvidar al corazón de (T/n) la existencia de esa otra persona.

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Un par de días pasaron. Y aunque no muchos sabían por respeto a la privacidad e informaciones confidenciales, el emperador estaba pasando por un fuerte debate sobre el futuro del imperio luego de que él dejara el mundo. El tema del trono era un asunto delicado y aún más desde que el líder de la nación eligió a un heredero.

Pero muchos no estaban de acuerdo con esa decisión de su rey.

En el salón del trono, se podía presenciar una reunión privada del emperador con ministros, concejales y miembros del consejo regente. El día del anuncio, aunque ninguno dijo nada en ese entonces, quedaron muy picados. Y organizaron una reunión con el emperador.

-Majestad, por favor, entiendo que quizás no estaba muy consciente de su desición y por eso todo fue apresurado. Pero debe entender que no fue lo correcto. -habló un ministro.

-El Ministro de Justicia tiene razón. Usted debió haberlo consultado con nosotros. -comentó un miembro del consejo real. -Con todo respeto, para eso nos tiene. Para eso estamos. Para ayudarlo, guiarlo y buscar alternativas correctas en sus decisiones del imperio.

-Todo lo que su Majestad haga yo le sigo fiel. -ingresó a la conversación otro concejal. -Sin embargo, simplemente no puedo no mostrar mi desacuerdo con esto.

El emperador los veía a todos con una expresión entre seriedad y afligida. Desde que conversó la primera vez de esto con la emperatriz ambos temían que sería demasiado arriesgado la reacción de los consejeros reales y ministros. Y tal como él lo imaginó ahora se veía envuelto en ello.

-¿Por qué me cuestionan tanto? Cuál es el problema con que mi hijo menor sea el elegido. Pensé que había sido lo suficientemente claro cuando dije que esa era mi desición final. -habló con tono bajo pero firme. -Yo y mi esposa lo consideramos mejor. Con eso debería darse por cerrado este tema.

-¡Eso no puede ser, Majestad! ¡Es inaceptable! ¡El príncipe Zohakuten tiene dieciséis años. Es menor que sus primeros hijos! ¿Acaso no sabe de las leyes impuestas por nuestros ancestros?

-Su hubiera elegido a cualquiera de los primeros príncipes no habría ningún problema, Majestad, pero las leyes son claras. ¡Está faltando al respeto a una antigua ley que nos ha regido por siglos!

-Hasta donde tengo conocimientos en las leyes también dice que cualquier hijo de un rey puede ser llamado heredero sin ningún problema. -se defendió calmadamente el emperador.

-Sí, Majestad. Pero también dice que hay un orden de edades para tomar el puesto.

Todos comenzaron a murmurar los unos a los otros bajo la mirada del emperador.

-¡El príncipe Sekido era la mejor opción! ¡Él se merece el trono! Ha demostrado tener un temperamento imponente como usted, o hasta más. Y siempre lo vemos preocupado por los asuntos del imperio. -exclamó un concejal.

-Ciertamente Sekido es un hijo del que estoy muy orgulloso. Es fuerte e inteligente. Y claro que desde que nació hasta después de muchos años lo tenía como futuro sucesor... Pero Zohakuten tiene una capacidad superior. -opinó otro.

Respondió recordando la pequeña charla que tuvo con esos dos hijos. En esa conversación buscaba informarle a ambos sobre un relevante tema. Conoce que ellos son los más serios, y ahí comprobó más que Sekido es muy capaz e inteligente, pero más impulsivo que Zohakuten. Quien analiza los argumentos con más profundidad.

-Eso no es importante aquí. No tiene la edad. -volvió a discutir un ministro.

-¡La edad no es un requisito necesario para acceder a un cargo tan pesado como el cargar con una nación completa! -exclamó el señor al perder la paciencia. -¡¿Creen que elegí al azar?! ¡En vez de cuestionar a su rey deberían pensar en la tarea difícil que tuve de elegir a un digno sucesor teniendo cinco hijos varones. El imperio no es sólo un conjunto de ciudades. Es la historia que los ancestros formaron para que nosotros siguiéramos un pasos y creamos un lugar mejor del que ellos ya habían puesto. Si tuve una elección fue porque lo hice pensando en el bienestar de todos. No toleraré una falta más hacia mi persona!

El enojo del emperador no era algo que se viera todos los días. Siempre ha sido una persona sumamente tranquila. Por eso todos los hombres que le discutían no hicieron más que cerrar sus bocas y dejar que el salón del trono se sumergiera en un silencio poco agradable. En cambio el emperador soltó un suspiro grande calmando su enojo, no quería llegar a eso pero ya lo tenían cansado.

Uno de los miembros del consejo analizó la discusión. Aún cuando estaba del lado de sus compañeros, quería comprender la mente del emperador y mantenerse neutro. Y viendo la reacción molesta que tuvo decidió ser él quien diera la cara.

-Disculpenos por favor, Majestad. Merecemos ser castigados por cuestionar a nuestro emperador. -le dijo en voz baja para no alterar a nadie. -La verdad, entiendo su punto, y tiene mucha razón. Lo más importante es el bien de nuestro pueblo. Pero ninguno de nosotros esperaba que la respuesta sobre el heredero fuera esa. Y sabe que ha causado una gran controversia dentro del palacio y afuera. Todavía por las calles hablan de aquel tema. Nosotros sólo queríamos ayudarlo. Se lo pido, discúlpenos por ocasionarle molestias. -concluyó inclinándose levemente.

Escuchar esas palabras hizo calmar bastante al emperador. Los demás concejales y ministros lo miraron con una expresión de "Gracias". Por unos segundos tenían miedo de morir, aunque de todas formas sabían que el emperador no mandaría a matar a alguien así por así.

-Realmente lo sentimos, pero insistimos en que debería tomarse un tiempo para recapacitar sobre su desición. La idea de que el príncipe Sekido es ideal para reinar en un futuro sigue en pie para mí y muchos. -dijo uno de los ministros.

-Así es, opino lo mismo. Pero sea cual sea la desición final que tome la respetaremos. Después de todo lo importante es que el príncipe Zohakuten también es hijo de la emperatriz y no de cualquier otra mujer.

-Eso le hace tener sangre real pura. Y es un punto a su favor. -agregó otro estando de acuerdo con la opinión del concejal.

Hijo de la emperatriz... Esas palabras inquietaron al emperador. Muy pocas personas saben sobre ese tema tan delicado. Lo bueno es que sólo lo saben personas de confianza. Pero el pensar que podría salir a la luz que Zohakuten, actual príncipe con derecho al trono, es hijo de una concubina sería catastrófico.

Es muy obvio que eso sí que jamás lo permitirían. En sus leyes, el derecho al trono no sólo es por edad del primogénito, si no también quien tenga sangre real pura. En caso de que no exista un hijo con ese tipo de sangre, entonces se recurriría a otro que tenga la mitad de su sangre real.

Pero lo que de verdad le preocupa seriamente es que si sus hijos mayores llegarán a saber eso, sí que sería un grave problema. Muy grave. No quisiera ni imaginar sus reacciones.

-¿Majestad? -la voz de un ministro lo sacó de sus pensamientos.

Sacudió sus pensamientos y se concentró en el ahora. Tenía que mantener su postura firme y audaz.

-Sí, sí, no tienen por qué decírmelo. Les aseguro que cualquier opinión expresada la tomaré en cuenta. -dijo con calma.

-Lo sabemos, Majestad. Confiamos en usted. Y esperamos que de verdad lo piense. -agradeció un consejal.

-¡Majestad, le pedimos que lo tome en consideración! -exclamaron todos al unísono mientras se mantenían en una reverencia.

El señor tragó grueso sintiendo gotas de sudor bajar por su frente y barbilla. El ambiente estaba demasiado sofocado y tenso, y realmente no hacía calor pero por las circunstancias de que lo estuvieran presionando lo iba a terminar matando sin si quiera estar en la vejez aún.

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En la mansión del comandante los días habían pasado sumamente tranquilos, menos para la oji-violeta. Dormir nunca había sido una tarea tan jodidamente difícil. Ni pegaba el ojo por las noches gracias a sus preocupaciones atormentantes como pinchazos. Por eso tenía que levantarse a medianoche a hacerse un té para conciliar el sueño, a veces Giyuu se despertaba y la veía extrañado. Sabía que algo le pasaba a su esposa pero cada vez que le preguntaba ella evadir la pregunta rápidamente.

Shinobu estaba sentada en una silla en una habitación que daba vista hacia la ciudad. Tenía un brazo apoyando su mentón. Aunque parecía que miraba la el paisaje realmente no se sentía del todo bien.

Ya era de tarde, pronto anochecería y el sol comenzaba a esconderse bajo el horizonte. La buena parte que ella no podía negar es que el clima estaba fresco y el suave canto de pajarillos la ayudó a olvidar lo malo y relajarse.

Dentro de unos minutos le pareció escuchar la voz de su esposo. Giyuu no había estado en casa desde el día anterior por asuntos importantes, tampoco le había dicho nada y ella entendía pero por lo que ocurrió hace unos días Shinobu sentía la necesidad de abrazar a Giyuu y nunca soltarlo.

Se levantó de la silla y caminó a pasos rápidos guiándose por la voz del pelinegro.

-¿Giyuu?

Abrió un shōji encontrándose con su esposo y un par de soldados de confianza de él, entre ellos la chica peli-rosa que también es amiga de Kocho.

-Shinobu, disculpa por llegar tarde. ¿Cómo estás? -saludó a la chica dándole un corto beso en los labios.

-No podría estar mejor. -contestó sonriendo. -¿Y tú?

-Sabes que si tú estás bien yo siempre estaré bien. -respondió con una sonrisa leve ocasionando un fuerte sonrojo en la oji-violeta.

-Ay, Tomioka, no empieces con tus cursilerías estando frente a tus propios soldados, por favor. -le dijo dándole un golpe en el hombro.

Tal comentario desató las pequeñas risas de los presentes. Pero se callaron al instante en que sintieron la fulminante mirada de reojo que les dio su comandante.

-Oh, una disculpa, no saludé. Me alegra verlos. -saludó Shinobu a los soldados que regresaron el saludo cordial. -Y más a ti Mitsuri-san.

Los ojos y rostro de la oji-verde se iluminaron. Y posó sus manos en sus mejillas que se enrojecieron de inmediato.

-¡Kyaaa! ¡Qué linda! ¡Lo mismo digo, Shinobu-san! -exclamó una sonriente Mitsuri.

Shinobu le sonrió suavemente. Imaginó que tenían tiempo libre así que pensó en que era una buena oportunidad para que cenaran todos juntos, así se distraería bastante de sus preocupaciones. De vez en cuando, en especial en festivales culturales, en la mansión hacen cenas grandes donde invitan a la familia y amigos.

-¿Por qué no se quedan a cenar? Ya casi está la cena. Mandaré a Yuko a poner seis platos más. -agregó Shinobu amablemente.

-Lo siento Shinobu, no nos podemos quedar. -respondió el oji-azul.

Su sonrisa se desvaneció pero al instante volvió a sonreír mostrando una expresión confusa.

-¿Qué? ¿Ya te vas tan rápido? ¡Pero acabas de llegar, al menos come algo!

-Tenemos que esperar un barco. -explicó uno de los soldados.

Shinobu alzó una ceja sin comprender aún, por lo que Giyuu le terminó de explicar.

-Es un recibimiento, creo que es una visita especial así que nos lo encargaron. Pero mañana estaré aquí a temprana hora. Lo prometo.

Con eso comprendió y sólo dijo un "Entiendo". A los pocos minutos Giyuu avisó que ya se irían por lo que se despidió de su esposa. Shinobu estaba con algunas dudas sobre eso así que cuando ya estaban fuera de la mansión los siguió y visualizó a su amiga de cabellos rosados y verdes para preguntarle a ella. Mitsuri sí le explicaría más claro.

-¡Mitsuri-san, Mitsuri-san! -la llamó en susurros.

La chica volteó a verla sorprendida.

-¡Shinobu-san! ¡Ahí voy!

Mitsuri prácticamente corrió hacia la oji-violeta. Cuando estuvo frente a ella dio una mirada hacia atrás verificando que aún no se fueran del todo y la dejaran.

-Perdón si sueno entrometida pero, ¿a dónde van? Giyuu sólo me dijo que esperarían la llegada de un barco.

-No tengo mucha información, pero hasta donde sé es un importante barco comerciante que atraca esta noche. Nos lo habían avisado hace unas semanas por cartas.

-¿Comerciante? ¿Cuál? -frunció el ceño.

-Creo que vienen del este, estuvieron por otras naciones. Es gente importante en el imperio así que por eso le daremos una bienvenida esperándolos cuando lleguen. Pero no tomará mucho tiempo tranquila. -dijo con voz calmada la chica oji-verde.

Shinobu no le dijo más y simplemente agradeció la información antes de despedirse y desearle la buena suerte.

Entró a su mansión pero una pequeña punzada pero molesta se clavaba en su pecho. Esa angustia no desaparecía. Pero se dijo a sí misma que nada malo pasaría y sólo eran ideas suyas. Debía ser otro barco, la carta fue una broma. Sólo eso.

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Al expandirse la penumbra de la noche las calles comenzaron a iluminarse por antorchas, sin desestimar la natural luz que desprende la luna.

La noche envolvía al muelle en un manto de sombra. La bruma del mar, densa y fría se deslizaba sigilosamente entre los tablones de madera.

Algunos encargados de vigilar el muelle, soldados y entre ellos el comandante esperaban la llegada del barco. No fue mucho lo que tuvieron que esperar, Tomioka ya tenía la hora calculada en la mente y de tal forma se cumplió cuando de repente un sonido grave y distante resonó como un eco.

Aún con la bruma, se puso distinguir la silueta de un barco que se iba dibujando.

-Comandante, han llegado. Justo a tiempo. -avisó uno de sus soldados.

-Así es. -respondió neutro el pelinegro de ojos azules.

Los soldados se alinearon en fila, esperando la orden de su comandante. Entre ellos desprendía un aire cargado de expectativa. El navío que había llegado era uno de los barcos comerciantes de Japón más importantes, cada cierto tiempo pasaba un par de años navegando nuevos mares y diferentes naciones en busca de mercancía y comercios grandes, así que era de suma importancia.

De la pasarela del barco descendió el primer tripulante, nada menos que el capitán. Un chico joven que se había ganado un buen puesto en el imperio. Vestía un atuendo elegante y fino. Su característica sonrisa podía interpretarse como una persona "amigable y bondadosa", sin embargo, sus ojos vacíos reflejaban lo contrario.

Tomioka dio unos pasos adelante para recibirlo.

-Bienvenido. El barco tiene muchos contenedores, veo que hiciste un buen negocio en los reines del este. Eso le agradará a nuestro emperador. -saludó formalmente.

El chico con una inclinación de cabeza apenas perceptible respondió tranquilo.

-Ay, Giyuu, Giyuu. ¿Por qué tanta formalidad? Pensé que éramos amigos. -hizo un puchero el chico a lo que Tomioka suspiró pesadamente.

Sin perder más tiempo los demás miembros de la tripulación bajaron del barco cargando cajas y cajas llenas de mercancía. La economía no podía sentirse más alta.

-¡Hola a todos! -saludó a los demás con su mano mientras sonreía. -Me siento muy honrado de que nos hayan dado la bienvenida.

-Era una orden. -le respondió Tomioka rodando los ojos.

-Estás diciendo que sólo lo hiciste por una orden? Me rompes el corazón. -fingió llorar.

Los trabajadores del muelle se encargaron de dejar amarrado el barco, cuidando que las fuertes olas se lo llevaran. A la vez que Tomioka y el chico caminaban a la par.

-Deberías irte a descansar. Mañana darás tu informe. -explicó el oji-azul mirando al frente.

-Claro, créeme que después de estar tanto tiempo en aguas lo único que quería era pisar tierra firme. -bromeó soltando una carcajada.

Mientras caminaban el chico de ojos arcoiris lanzó una última mirada hacia el barco, como si estuviera dejando un viejo aliado. La bruma ocultó el navío poco a poco antes de que se girara nuevamente hacia el futuro que esperaba con ansias. Tenía tantas cosas planeadas al llegar a Japón, pero sin duda lo principal que haría es visitar a su único amor. Sentía su cuerpo temblar de emoción y nervios, supuso que ella debe estar igual.


Y fin.

Nah, SE VIENE LA TEMPORADA 2!!! Tengo muchas ideas para cada temporada. La que sigue será un poco más larga que esta probablemente, pero pasarán muchas cosas.

Antes que nada, quisiera que me respondan unas preguntas :3 (no me ignoren, perras) Es para tener una mejor idea de lo que puedo desarrollar, por favor.

1. De esta primera temporada qué les gustó más?

2. Qué esperan para la siguiente temporada, especialmente con los clones pues. (Ya sé que quieren sexo, eso viene y mucho xd)

3. ¿Les gusta la idea de que desarrolle aunque sea un poco a los personajes secundarios para que no estén de adorno?

4. Qué opinan de que cambié la idea de que esta fuera una historia Yandere? O sea, los tipos sí están un poco locos pero quiero en en un futuro cambien aunque sea.

Es todo, agradezco mucho haber recibido tanto apoyo a esta pinche historia esquizofrénica 😭😭😭😭😭

Las amo 💌

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