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🪷 | 𝐶𝑎𝑝𝑖𝑡𝑢𝑙𝑜 13

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"El heredero al trono"

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El salón del trono es imponente. Con una detallada y bellísima arquitectura de siglos atrás y elementos representativos era el adorno visual del lugar de la silla del emperador. Su padre ha reinado por más de cincuenta años, y aunque no ha sido el mejor emperador de su historia, ha sabido llevar su imperio, Japón.

Gracias a la dieta y cuidados de su majestad gozaba de excelente salud, pero era consiente de su avanzada edad y debía escoger un heredero digno que se haga cargo del imperio cuando él deje el mundo de los vivos y encuentre el descanso eterno...

Pero ese es justo su mayor problema.

Sus hijos.

Desde que su mujer, la emperatriz, dió a luz hace veintidós años a los cuatrillizos casi se desmaya con la noticia de la partera. Como si de mujer adivina se tratase, supo que sería un gran problema cuando éstos crecieran.

Hace un siglo el reinado japonés tenía una oscura y triste costumbre. Asesinar a los hermanos menores en cuanto nacieron o fuera niños pequeños para evitar peleas, guerras internas o en el peor de los casos, golpe de Estado.

Pero el corazón del emperador se estrujó de tristeza y ternura al ver esos hermosos bebés pequeños, todos idénticos de diferentes colores de ojos. Desde temprana edad querían comerse el mundo.

Sin embargo, después que pasaron su etapa de infancia, y fueron madurando. Se dió cuenta que definitivamente tener cuatrillizos no fue nada bueno, y encima luego su esposa le regaló un último hijo.

Aunque sus hijos no lo supieran, él desde hace unos años estuvo analizando a cada uno de los cuatrillizos. No tiene queja alguna de ellos, está orgulloso. Son fuertes, inteligentes y de un carácter duro y a la vez relajado. Pero cada uno tenía un defecto. Sekido le recordaba tanto a su difunto hermano mayor, Urami (quién fue emperador sólo por cinco años, ya que lo asesinaron misteriosamente). Urami era rencoroso, amargado. Karaku es demaciado relajado y sádico. Urogi simplemente se toma en serio las cosas cuando le da la gana... Desde ese punto su hijo más apto para el cargo es el tercer hijo, Aizetsu, es el más inteligente, racional y tranquilo. Pero su manera de ver con asco y lástima al pueblo no le gusta.

Aún así, son sus hijos y por más semanas estuvo pensando en las noches. Hasta que llegó a su conclusión final, que conversó con la emperatriz.

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-¿Querías vernos, padre? -saludó educadamente Sekido, a la vez que hacía una leve reverencia junto a los otros tres.

Recién sus hijos habían llegado al gran salón del trono. Los tres se percataron que su hermano menor, Zohakuten ya se encontraba ahí. Además que habían un par de guardias y el consejero real. Su madre se encontraba sentada al lado de su esposo.

-Así es. Los mandé a llamar porque hoy daré un anuncio muy importante para nuestra familia y el futuro del imperio.

Una ráfaga de emoción y exaltación en los cuatros hermanos se regó por sus cuerpos. Ya podían oler gloria para ellos, cada uno confiaba en sí mismo que sería elegido.

-Antes que nada, su padre y yo queremos que tengan en cuenta que los amamos a todos por igual. A los cinco. Son nuestros orgullos, pero si tenemos alguna elección sobre un tema en específico, sepan que es por un bien mayor... ¿Si? -habló la emperatriz tranquilamente.

Sus hijos asintieron a la vez lentamente. No interrumpieron a sus padres en ningún momento por respeto. Pero se morían de la emoción por saber quién se ganaría el premio destinado por ellos desde que dieron su primer llanto al nacer como príncipes.

Ambos emperadores se miraron entre sí y asintieron.

-El heredero al trono de nuestro imperio es... -dijo con voz firme su padre. -Mi hijo menor, Zohakuten. -señaló al chico.

Un silencio muy incómodo reinó la sala del trono luego de la declaración de su padre.

Los cuatrillizos quedaron impactados, pero impactados en un nivel jodidamente alto. Un impacto como si un viento helado les hiciera quedar congelados el cuerpo y no pudieran ni artícular palabra alguna, ni siquiera moverse. Pero no sólo ellos quedaron en shock, si no los presentes de la corte.

Sin embargo, Zohakuten no parecía sorprendido. De hecho, no lo estaba.

-Jajajaja, ya no bromeen, padres. No es momento. Digan la verdad, ¿a quién van a elegir? -rió nervioso Urogi.

-No es broma, jamás bromearía con un tema serio, Urogi. -respondió su padre. -Zohakuten será el próximo emperador cuando yo muera.

Los hermanos parpadearon varias veces, como si aún creyeran que estaban en un sueño, o más bien pesadilla y querían despertar. Como su padre y madre se imaginaban, se iban a alterar después de salir del shock.

-Qué... Qué... -murmuró encolerizado Sekido apretando sus puños fuertemente. -¡¿QUÉ DEMONIOS ACABAS DE DECIR?!

-¿Ustedes no son consientes que eligieron a un hijo menor o qué? ¡¡ESO VA EN CONTRA DE LAS REGLAS!! -gritó alterado el oji-verde.

-Escuchen, ya no me importa que no me elijan a mí. ¡Elijan a cualquiera de nosotros! -gritó Sekido, estaba perdiendo la razón. -Al menos tenemos la misma edad, ¡¿Pero qué dirá el pueblo cuando sepan QUE UN MOCOSO MANDA A SUS HERMANOS MAYORES?!

-¡Seremos la burla de todos! ¡Nadie nos va a respetar! -por primera vez en mucho tiempo Urogi se veía genuinamente preocupado y enojado.

-¡¡SILENCIO!!

La fuerte voz de su padre fue más que suficiente para que los callara a todos y los dejarán con la palabra en la boca. El emperador siempre ha tenido un carácter suave, y claro que se imaginó que sus hijos mayores se alterarían pero no iba a permitir una disputa en su presencia.

-¡Yo soy el emperador! ¡Yo doy las órdenes! Y ustedes son mis hijos. Su madre se los dijo en un inicio, esto lo elegimos por un bien mayor y sumo cuidado. No porque nos dió la gana de elegir al azar o porque los odie. -habló severamente a los chicos. -No vuelvan a tratar de desautorizar mi palabra, se los advierto.

Habló parándose de su silla enojado pero la mano de su esposa en su pecho lo frenó, suspiró cansado.

Los hermanos no contestaron, abrir la boca no les serviría de nada y ya se dieron cuenta. Ya fueron regañados como niños pequeños por hacer berrinche. Les costaba creer que su hermano menor fue elegido, pero necesitaban saber una explicación, no podían dejar esto así.

Y como un héroe sin capa, Aizetsu que no había pronunciado ni una vocal fue el que habló por ellos.

-¿Por qué?

El emperador y la emperatriz alzaron la mirada al escuchar la voz de su hijo. Sus hermanos lo voltearon a ver.

-¿Disculpa? -dijo su padre y volvió a sentarse.

-Mínimo danos una explicación. Sólo nos llamas y eliges a nuestro hermano menor que tiene menos experiencia que nosotros y como si fuese poco rompes una ley de reinado que lleva vigente siglos... -dijo con su característica voz llena de tranquilidad y serenidad, aunque por dentro se moría de rabia. -No te estoy cuestionando, sólo queremos saber el por qué.

Su padre suspiró llenándose de calma y paciencia para responder.

-Esa pregunta hágansela ustedes mismos.

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Poco después de lo contestado por el emperador, esa la noticia que provocó un golpe en la cabeza como si cayera agua helada dijo unas palabras más referentes al tema antes de mandar que se fueran. Karaku no sabe si vio mal, pero luego de ver de reojo a Zohakuten mientras estaban en el salón se veía tan tranquilo que hasta le pareció notar una curva en sus labios, como si se burlara.

Luego que salieron del salón seguían impactados. Toda la vida creyeron que ellos serían los elegidos, o al menos uno de ellos por ser mayores. Se sentía traicionados dramáticamente, como si todo el mundo hubiera hecho un complot en su contra.

-Sigo creyendo que es una broma y mi papá estaba pasado de copas. -habló positivamente Urogi al borde del colapso.

-Nopuedesernopuedesernopuedeser... -murmuraba Karaku con las manos en su frente.

-Creo que Zohakuten ya lo sabía. -comentó Aizetsu haciendo que lo vieran sorprendidos. -Se veía demaciado relajado.

-¡LO SABÍA! Todo fue un complot en nuestra contra por culpa del enano. ¿Qué dicen si en la noche lo noqueamos mientras duerme, lo empaquetamos y lo mandamos a otro continente? ¿Quién se apunta? -propuso Karaku como si fuese una idea brillante.

-Por lo que dijo padre aunque Zohakuten no existiera no nos eligiría... Capaz prefiere elegir a su consejero real. -bufó en voz baja el oji-azul.

-Ya olvídenlo... -dijo Sekido con tono de derrota. -Es imposible hacer cambiar de opinión a nuestro padre. Pero en los años que viva, espero que entre en razón. -murmuró para después irse.

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Por la noche (T/n) se acostó en su cama releyendo la carta de sus padres una y otra vez. Leerla era como una terapia en estos tiempos difíciles que pasaba, le ayudó a dormir tranquila. Lo que menos iba a imaginar sería una respuesta por parte de su familia, eso le hacía tan feliz... Aunque claro, si Tanjiro le hubiera respondido su felicidad sería el doble.

A la mañana siguiente despertó un poco temprano y tendió su cama. Había despertado más temprano de lo que creyó, ya que al mirar a su lado Akiko seguía durmiendo de espaldas. Así que salió de la habitación para buscar algo de comida.

Se sentó en una almohada mientras tenía un panecillo dulce en su mano. En cuanto estaba por darle un bocado un sirviente le llevó una nota. Antes de verla pensó que se trataba de otra carta de su familia o mejor aún, de Tanjiro lo que le hizo emocionar mucho. Pero al abrirla se dio cuenta que sólo se trataba de una sencilla nota. Era por parte de Kocho... ¿Kocho Shinobu? La jefa de jardinería del palacio.

Empezó a leer la nota. Ésta le decía que la visitará al jardín en cuanto tuviera tiempo, hoy mismo si podía ya que quería darle algo personalmente. Y justo sabía que hoy le podían dar permiso de salir, incluso si a Yoriko no le gusta la idea debe seguir las reglas. Sonrió para sus adentros. Llegando al mediodía se despidió de Akiko y luego fue a cambiarse de kimono y salir al jardín.

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Cuando abrió la puerta y salió al jardín nuevamente sintió ese aire fresco y limpio, el perfume de las flores y la suave brisa chocar con ella. Se la pasa todo el tiempo encerrada en el harén que ya extraña respirar aire purificado por las plantas y sentir el tibio sol sobre ella.

No tuvo que dar mucho pasos para encontrar a la chica bajita de cabellos negros y puntas moradas con kimono de mariposas. Ella al instante la vio y sonrió feliz.

-Me tenías abandonada, (T/n)-chan. -bromeó la oji-violeta acercándose. -¿Por qué no habías venido? Te dije que puedes visitarme cuando gustes. -la atrajo abrazándola como saludo.

-Yo... No había tenido la oportunidad de venir. Y si te soy sincera, intenté escapar... -murmuró casi inaudible.

Sabía que Shinobu es una persona de confianza como Akiko, por eso le contó sobre su intento de escape. Hablar con más personas le hace bien. Shinobu por su parte estaba casi boquiabierta del asombro.

-... Dime que nadie te vio. -ella negó con la cabeza. -Realmente estás loca. Puedo comprender, ¿pero escapar del palacio? Ni se te ocurra volverlo a hacer.

-Igual no pude hacer nada. Había alguien entrenando justo a esa hora y luego apareció una chica de cabello rosado. Esa tipa fue una de los me alejaron de mi familia. -dijo enojada recordando ese suceso.

-No hables así de Mitsuri, es mi amiga. Entiendo tu dolor pero ella sólo hacía su trabajo. Mitsuri es un pan de Dios. Pero como sus padres vieron su potencial en su fuerza física desde niña, la criaron y entrenaron para seguir ordenes como cualquier soldado... -habló bajito. -Aunque a Giyuu aún no se lo perdono, ya no le cocino como antes. -posó las manos en su cintura.

-Como sea... Ya me rendí. -dijo bajo mirando sus pies.

Shinobu tomó sus manos acariciándola. (T/n) no pudo evitar asociar ese gesto maternal a su mamá.

-Sé que cualquiera de mis palabras no cambian lo que pases o sufras, pero me tienes a mí. Créeme que si puedo haría lo que esté en mis manos por ayudar en lo que necesites, (T/n)-chan. -sonrió dulcemente.

Shinobu es una chica muy sociable, pero aún así no es de hablar mucho con mujeres del harén real, principalmente porque la mayoría son creídas. Y aún así entabló rápido una amistad con ella. (T/n) es una niña ingenua, y sabe que no es mala, eso le agradó.

-¡Oh! Cierto. El otro día dijiste que amas los peces Koi, así que hace unos días salí al mercado y compré este collar para ti. -le mostró un collar con perlitas y un pecesito Koi guindando.

Las pupilas de (T/n) brillaron y sonrió en grande al ver el detalle bonito por parte de la oji-violeta.

-¡Ay! No era necesario. Muchas gracias, Shinobu-san. -tomó el collar en sus manos admirándolo.

-No agradezcas, es un simple regalo de una amiga. Si veo otro distinto te lo traeré. -dijo Shinobu amigable. -Ven, vamos a sentarnos en una banca para conversar. ¡Eso te hará sentir mejor!

Conversaron por más de una hora. Shinobu es bastante hablantina y habla con mucha naturaleza, fluidez y elegancia. Sí tiene razón, a (T/n) le hacía bien ahora que pasaba tiempo con ella. Increíblemente le hacía olvidar al menos por el momento su triste vida. Es un ángel en cuerpo de mujer.

Mientras hablaban (T/n) miró por detrás del hombro de la oji-violeta una gran jaula bonita y abajo habían varias jaulitas donde distinguía palomas. Parecía que dos sirvientes las pasaban a la jaula de mayor tamaño.

-Shinobu-san, ¿sabes qué hacen? -preguntó con una mirada de confusión.

-¿Ah? -Shinobu se dio la vuelta mirando a la dirección de la chica. -Ah... Son las palomas del príncipe Urogi. Son sus mascotas. -explicó calmadamente.

-Oh...

(T/n) se preguntaba quién es "Urogi" y si ya se ha cruzado con él. No se sabe el nombre de ninguno, ni siquiera el de ojos azules que conoció primero. Excepto del menor, Zohakuten, a ese no lo olvida por lo grosero que fue con Shinobu.

-Me disculpas, linda, debo atender unas cositas pendientes. Pero espero que me visites pronto, te tendré vigilada. -amenazó divertida haciendo reír suavemente a la chica (c/o).

-Prometo que sí vendré pronto, Shinobu-san.

En cuanto Shinobu se fue, (T/n) guardó el collar en su kimono y se paró de la banca. Caminó cerca del área en dónde estaban pasando y cambiando a las aves para otra jaula, ya que cerca estaba la puerta de entrada. Cuando vio algo que le llamó la atención. Una jaula había sido olvidada.

La chica de cabello (c/c) miró hacia direcciones diferentes buscando con la mirada a algún sirviente, pero se habían ido y no Shinobu estaba a la vista. Se imaginó que probablemente olvidaría a la pobre ave enjaulada y tomó la pequeña jaula con la paloma blanca en sus manos. Se veía sedienta, le daría agua en alguna fuente y luego la entregaría a el primer sirviente que se encontrara.

-¿Te olvidaron? Ay no... Te daré un poco de agua y te entregaré, espera. -sonrió hablándole al ave que daba saltitos dentro del jaula.

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En una lujosa habitación, específicamente la de Karaku estaban él y Urogi quién le hacía compañía. Karaku estaba vuelto un demonio literalmente, con su katana comenzó a golpear y hacer cortes a la madera de su cama y muebles de la rabia que tenía dentro.

-¡Mal-di-ta se-a! -dijo mientras golpeaba los muebles de madera con su katana. -¡JURO QUE MATARÉ A ESE ENANO CON MIS PROPIAS MANOS!

-Yo sigo firme en que esto es una pesadilla. Es todo. -murmulló Urogi en un intento de autoconvencerse.

-¡Voy a empaquetarlo muy bonito y lo mandaré a China! -dio un último golpe a un pobre mueble que estaba casi todo dañado.

Karaku guardó su katana y se tiró en su cama dramático. Ninguno de los cuatro podía dejar de pensar en lo que sucedió en la sala del trono, ni se habían topado con su hermanito y preferían no hacerlo. Aunque Zoha estaba muy feliz de la vida sin importarle que ahora sus cuatro hermanos lo quieren matar o mandar a otro continente.

Tanta era el enojo que tenía Karaku que olvidó por completo de cierta concubina que la perdió en su mente, antes de que pasara todo eso. Ahora sólo pensaba en una cosa: humillación. A Sekido y Aizetsu no los habían visto, parece que se encerraron en sus habitaciones.

Y ni siquiera Urogi estuvo de muy buen humor en esos dos días.

-Yo no me quedaré hundido en la miseria, hermano. Iré a ver a mis mascotas, ellas me alegran la vida. Adiós. -se despidió del oji-verde sin recibir respuesta. Ya que éste seguía tendido en su cama.

El oji-amarillo regresó tranquilamente a su habitación, hizo lo imposible por no pensar en cosas negativas y estar relajado. Llegó a su habitación y al ver que sus sirvientes habían hecho lo que les pidió sonrió satisfecho. A una esquina de su habitación estaba la gran jaula que mandó a comprar. Habían más de diez palomas blancas en ella.

-Aww, mis dulces ternuritas. Las extrañé, espero que les guste la nueva jaula más grande para ustedes... -susurró admirando como el arte más bello a sus palomas.

Contó una a una como acostumbrará de vez en cuanto, para asegurar que estuvieran todas. Siempre ha amado a las aves, les parece tan fantásticas y más sus alas. Contó tres veces y las tres veces daba un número impar... Eso no era posible. Deberían ser par.

Su mandíbula se tensó y apretó sus manos en un puño comenzando a entrar en pánico pero con enojo, lo que lo hacía peor, y para rematar igual ni estaba de tan buen humor ahora mismo.

Velozmente abrió de golpe la puerta de su habitación asustando a algunos sirvientes de él que estaban afuera.

-¿Pasa algo, Alte-

-¡¿QUIÉN DEMONIOS DEJÓ ESCAPAR UNA DE MIS PALOMAS?! ¡¡LE CORTARÉ LA CABEZA AL QUE HAYA DEJADO ESCAPAR O TENGA A MI PRECIADA PALOMA!! -un alterado Urogi gritó a todas voces llamando la atención de algunas personas a su alrededor y causando miedo.


Hola bbs ♥⁠╣⁠[⁠-⁠_⁠-⁠]⁠╠⁠♥

Escribí esto entre día y noche, me demoré un poquito más jaja

DATO CURIOSO: La emperatriz le regaló su primera paloma blanca a Urogi cuando tenía 7 años, de ahí comenzó su amor por ellas. Y realmente las cuida mucho.

DATO CURIOSO X2: Zohakuten sabía perfectamente que a él lo elegirían y si piensan que es peor que Sekido... Pues, técnicamente sí y no, en carácter sí. Pero piensa con la cabeza fría.

Urogi se convierte en Haganezuka cuando se trata de sus amadas palomas. Valieron.

Nah es broma, es otro que va a caer a sus encantos 😻👍🏻

Espero que lo hayan disfrutado, ahora sí, seguiré escribiendo los os.

Las amo, baiii 💗✨🫂

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