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O 2 - Expectativa y silencio

Yasūi caminaba por los pasillos de la escuela, viendo la conversación que había tenido con su compañero de clase en el celular. Después de decirle que también quería hablar con él, no había respondido nada. ¿Su plan había fallado? Ush, va a ir directo a regañar a Leorio por darle ideas tan estúpidas. — Maldito Leorio..

¿Que yo qué?

¡Ay, idiota! — Yasūi volteó rápidamente asustado, viendo a Leorio a sus espaldas que estaba con una sonrisa pícara

Y entonces, ¿Si funcionó el plan?

No, estúpido. Tu maldito plan no funcionó. ¡Seguramente ni siquiera era Killua!

Leorio frunció el ceño, y Yasūi empezó a caminar cuándo alguien los empujó para pasar — Pff. Yo me aseguré de poner tu número justo antes de que él se sentara en la mesa. — se encogió de hombros — Y después lo borré. ¡Así que sí o sí debe de ser él!

El menor rodó los ojos al compás de la campana que anunciaba el inicio de clases. — Esperaré a que me conteste. Si no es él, ¡Te mataré! — amenazó, corriendo hacia su salón de clases.

El aula estaba tan ruidosa como siempre. Risas, chismes, el arrastrar de sillas contra el suelo. Pero Yasūi apenas escuchaba. 

Apoyado contra su pupitre, observaba la puerta. Esperaba ver entrar a una persona en particular. 

Killua Zoldyck. 

Le carcomia saber si se había equivocado de persona, o tal vez si cometió un error al enviarle ese mensaje tan indiscreto.

Él había leído el mensaje, eso lo sabía. Pero después... nada. 

Quizás fue demasiado directo. Tal vez Killua se había arrepentido de escribirle en primer lugar.  O tal vez fue un trolleo de esos que su hermanito veía en internet. 

La idea hizo que apretara los puños sobre su escritorio. No creía que Killua fuera así, pero tampoco era cómo si lo conociera bien para estar seguro de que no haría algo como eso.

Apenas lo veía en clase, siempre llegando tarde, sentado al fondo y a veces quedándose dormido. 

Lo cual era raro, ya que según varios compañeros de Yasūi, el Zoldyck era todo un problema para otros profesores.

Y aunque Killua mantenía el perfil bajo solamente en las clases que compartía con Yasūi, el albino logró captar su atención.

El sonido de pasos apresurados en el pasillo lo sacó de sus pensamientos. Instintivamente levantó la mirada justo cuando la puerta se abrió de golpe. 

Killua entró, despeinado, con la mochila colgando de un solo hombro. Llevaba el uniforme desordenado y parecía haber corrido hasta la clase. 

Su mirada recorrió el aula y, por un breve segundo, se encontró con la de Yasūi. 

El estómago del chico se encogió. 

Killua parpadeó, su expresión era ilegible. Luego, desvió la vista rápidamente y se dejó caer en su asiento al fondo del aula. 

No le sonrió. 

No le saludó. 

No le habló.

La campana sonó, anunciando el inicio de la clase, pero Yasūi apenas escuchó. 

Quizás sí se había equivocado al responderle.

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