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◜𝖊𝖘𝖕𝖊𝖈𝖎𝖆𝖑: 𝖒𝖆𝖘 𝖆𝖑𝖑𝖆 𝖉𝖊𝖑 𝖒𝖚𝖓𝖉𝖔 ˖

Ellos ríen, se rozan, se miran y se abrazan.

Son risas cálidas, roces inocentes, miradas llenas de coqueteo y abrazos perfectos acoplados a sus sentimientos.

Hay vibraciones que giran a su alrededor en diferentes tonalidades, como aurora boreal sobre capas de hielo. Las de Kai ya habían sido rotas.

Se siente feliz, emocionado y tímido y anhelante y quiere tirar más cerca a Soobin de sí. Hasta que ya no quede espacio que cerrar y sus almas se acaricien.

Es extraño, piensa. Por que jamás se imaginó estar en una situación donde él esté siendo mimado y siendo mantenido más cerca de otro hombre. Pero no es otro hombre, simplemente es Soobin.

Y Soobin le quiere, le atiende y es suyo.

Y Soobin le toma por la cintura y él se sonroja por que la cercanía de su prometido le arroja una tormenta de sentimientos.

Y Kai está dispuesto a dejarse llevar por ella.

―¿En qué tanto piensas?.

Kai es atrapado en su torbellino de pensamientos y se siente como un niño al que están por castigar. Pero él no es un niño, por que los niños no se comprometen con los hijos de satanes o están dispuestos a hacerlo. Tampoco es como si hubieran más de un Satán.

―Solamente... Pensaba.

―¿Y en qué? ― Soobin sonríe divertido y apoya su mentón sobre el hombro de Kai. La posición resulta cómoda y hogareña que a Kai se le enciende el pecho por más y se imagina a él y a Soobin casados sobre una linda casa... En el jardín, viendo el atardecer y quizás, malcriando a sus hijos.

Hijos. La idea ya no resulta espeluznante, mucho menos equivocada. Lo sabe por que ha aprendido mucho y a él le gusta Soobin, y estar con Soobin se siente bien. Y está bien.

―Sobre nosotros y el futuro.

―¿Un futuro donde estemos juntos?.

A Kai se le desliza una sonrisa por el rostro, siente el pecho lleno y pleno y se siente tan bien. Su cuerpo es sostenido por los brazos de su prometido y él se deja llevar.

―No podría imaginar uno en el que no lo estemos.

Kai no suele pensar mucho en lo que dice, por que no le importa demasiado.

Antes, creyó que todo estaba mal con él, con él y con todo lo que había comenzado a sentir por Soobin, que era incorrecto.

Pero sabe que no lo está, por que amar se siente bien y está bien, y nadie debería de ser privado de amar o ser amado. Y él quiere ser amado. Solamente por Soobin.

Hay rayos de sol precipitándose sobre el horizonte, el brillante follaje de los árboles meciéndose con tranquilidad entre el aire y los aromas mezclándose sobre la tierra.

Nomi, su perro Samoyedo, yace sentado sobre sus patas traseras. El can parece verlos y adorarlos y amarlos por la juguetona mirada de sus ojos, por las orejas puntiagudas levantadas y la cola agitándose felizmente de un lado al otro.

Soobin respira un beso sobre la mejilla de pan de Kai, fugaz y divertido y Nomi ladra una y otra vez por que al parecer también quiere besos y que le rasquen detrás de las orejas.

―No ― Dice Soobin ―Lamento informarte esto, mi querido compañero Nomi, pero Kai es solo mío.

Y Nomi gruñe, baja las orejas, coloca una mirada triste y comienza a gimotear.

Soobin enarca una ceja, por que hasta hace poco Nomi siempre había sido su amigo ―y lo era― pero desde que Kai había llegado a sus vidas, Soobin había conocido lo que era la traición. Y por un perro.

―Te has vuelto muy manipulable, ¿No esperas que caigamos en tu trampa y-...

Pero Kai ya estaba acariciándolo, rascándole las orejas y sobando su lomo y Nomi se dejaba hacer entre los brazos del menor. Con la lengua afuera y la cola disparatada hacia todos lados.

―No seas cruel, Soobin. ¿Acaso no es la cosita más linda que has visto en tu vida? ― Y Kai sostenía la cabeza de Nomi junto a la suya, abrazándolo y con una gran sonrisa que, en su defensa, hubiese podido derribar hasta las más grandes murallas de la antigua China.

Y claro que era lo más lindo que había visto. Era hermoso, y cálido, suave, reconfortante, amigable y etéreo... Nomi también era lindo, a su manera (aunque a menudo robara la atención de Kai).

Soobin se agachó hasta la altura de sus dos grandes amores y acarició la mata de cabellos que Kai portaba.

―No lo creo, ¿Deberíamos de dejarlo aquí y adoptar a otro perro más lindo?.

Nomi ladeó la cabeza y gruñó entendiendo a lo que su dueño se refería. Kai azotó un golpe de su codo contra el pecho de su prometido y rio divertido.

―Eso sí que ha sido cruel, ¿Cómo podríamos hacerle eso a Nomi?.

Soobin exhaló con orgullo, tan lleno de adoración contra su amor por que a pesar del mal comienzo que él y Kai habían tenido, Kai incluía y amaba a Nomi tanto como él lo hacia. Era felicidad al ver que Kai le aceptaba, a él y a Nomi y a todo lo que vendría en un futuro. Dejó un beso contra su cabeza y después rascó por detrás de las orejas a Nomi.

―No podría, cariño. Nunca los dejaría.

Kai se sintió satisfecho después de escucharle, así que soltó una sonrisa y continuaron el paseo que daban sobre el parque.

Había simple y agradable comodidad. Sus hombros se rozaron y se vieron envueltos en una estela de sentimientos fluidos, mágicos e increíbles. Vibraban en tonos rosados y naranjas, sincronizados y armonizando. Si alguien dijera que el anticristo estaba vivo y andaba entre millones de personas, cualquiera hubiese gritado atemorizado y hubiera intentado tirarle agua bendita, por que los anticristos eran quienes querían acabar con toda la creación de Dios, claramente.

Pero Soobin no estaba acabando con la creación de Dios, por que esa había sido destruida hace miles de años. Los hombres que Dios había puesto sobre la tierra para hacer el bien, ahora yacían acabando con todo lo hermoso que aún quedaba sobre el mundo. Pero no con Kai. Kai era su adoración, y a su opinión, no debería de ser mirado por seres tan despiadados como el resto de los humanos. Entonces, Soobin no estaba matando hombres, comiéndose a bebés o provocando tormentas de dolor, habían mejores cosas que eso.

Como ver a su dorado Kai emocionado y contento por comerse un suave y dulce algodón de azúcar.

Si los humanos y Dios pensaban que los ángeles eran los seres mas etéreos que existían, pues se regodearía de corregirlos, por que solamente Kai lo era.

Rió. Amaría tanto a Kai hasta que Dios escuchara los latidos de su corazón. Hasta que él se enterara de cuánto lo deseaba y de cuán hermoso se sentía amar a otro hombre. De cuán correcto y bien se sentía.

Y así lo hizo.

Días después, Soobin y Kai se casaron y aquel día vibró en fuertes tonos rojos y amor se desbordó desde las puertas del infierno, el cielo crujió y Soobin le hizo el amor al hombre de su vida.

Los días posteriores se convirtieron en caricias intimas y besos traviesos, lento y vainilla, olor a hogar y a llamas cálidas.

Se besaron, se disfrutaron y vivieron. Muy pocas personas sabían lo que era vivir, ellos si lo hacían.

A Kai le ganó la curiosidad en una de las tantas y maravillosas cálidas mañanas que disfrutaban tras su luna de miel. Él había estado arropado, abrazado por detrás y siendo mimado, por que a él le encantaba ser mimado. El desayuno yacía sobre una mesa al lado de su gran y suave cama, pero ninguno quería abandonar los brazos del otro, así que esperaron hasta desperezarse.

Entonces, Kai dijo.

―¿Qué pasará cuando el tiempo llegue?.

Soobin había entendido lo que él había querido decir y dejó un beso sobre uno de los hombros desnudos de su marido.

Resultaba extraña la forma en la que hablaban y mencionaban vagamente el Apocalipsis como si fuera un nada, como si ellos no fueran los culpables de que ello sucediera y la misma humanidad hubiese sido quien los llevo a tal destino cruel.

―Simplemente... Todo lo malo sobre el mundo desaparecerá.

Kai mugió y giró el rostro preocupado hacia su amante.

―¿Entonces tu también lo harás?, ¿Te irás?.

Había una sombra sobre sus ojos, el reflejo de lagrimas asomándose por entre sus cabellos rubios. Soobin le acarició la mejilla con el pulgar y le besó lentamente, Kai se sostuvo de él y tiro más cerca de su cuerpo.

―Cuando el fin llegue nosotros no estaremos aquí, estaremos lejos, donde nadie nos pueda alcanzar y nos podamos amar con libertad. Donde te pueda amar con libertad.

Kai soltó una sonrisa que alcanzó sus ojos y al corazón de Soobin.

Incluso aun después, la culpa llegó sobre Kai.

―Nadie quedará vivo, ¿No es cierto?, pensar en ello me hace sentir tan.. Mal.

Pensar en todos los que desaparecerían y ya no existirían mas que en sus recuerdos era un golpe duro y difícil de afrontar. Soobin lo sabía por que incluso él a veces se sentía mal. Después de todo, había personas a quienes estimaba, como MoonByul... Ella había sido casi como la madre que no pudo estar presente con él, y la quería.

Y MoonByul lo quería más. Pero era algo inevitable y que tenía que cumplirse para que un nuevo mundo renaciera. La tierra necesitaba un descanso, y era tan simple como eso.

―No estarán con nosotros ― Dice Soobin apretando un beso contra su frente ―Pero les tendremos en nuestros recuerdos y los recuerdos son valiosos, por que ahí jamás podrán morir.

―¿Y si los olvido?.

―Estará bien, mi amor. Solo tendrás que ser feliz, por que ellos ya lo fueron y ahora te toca a ti serlo por ellos.

Kai soltó una risita nasal, paseó las manos sobre el rostro de Soobin y besó su nariz. Adoración alumbrando su mirada y cariño, cariño arropado entre sus cuerpos.

―¿Sabes?, aveces suenas como un profesor de filosofía, uno muy viejo y arrugado, por cierto.

―Fácilmente podría serlo ― Dice Soobin ―Por que delante de mí tengo a la inspiración de Eratóstenes y Tales de Mileto.

―Ellos no eran filósofos, eran astrónomos.

―Lo sé, y no cambia el hecho de que te adoro.

Kai se escondió tras su intenso sonrojo. Alcanzó sus orejas, su cuello y las mejillas. El calor arropó su cuerpo y una mano se paseó libremente sobre la curvatura de sus dos hoyuelos sobre la espalda baja.

Algún Ángel debió de haberlos visto entregarse uno al otro como siempre hacían, por que el cielo tronó y una lluvia se desató sobre la casa Choi. No importó mucho ni demasiado, por que Kai solo pudo deshacerse en suspiros cuando él, cuando su marido y el anticristo por el que todos temían, sostenía su alma y arrullaba su cuerpo. Balanceándose y deslizándose fuera y dentro, más lento y más rápido, más suave y suave y él solo logró atinar a un desesperado y desastroso "Te amo".

Por que lo hacía, intensamente.

Había sucedido años más tarde.

Kai lo había sabido.

Soobin lo había sabido.

Y la humanidad había desaparecido.

Fue tres días después de que Kai hubiera dado luz a su tercer hijo y lo había arropado entre sus brazos y se había colmado tanto de él hasta que él pequeñísimo Choi se llenó de la esencia de su padre. Por que Kai era hogar, Soobin era hogar, sus dos hermanos mellizos eran hogar. Y estaba en casa. Los brazos tibios, largos y suaves y reconfortantes que le sostenían eran casa.

Yeonjun había dicho ―casi gritado― emocionadamente que su pequeño hermano olía a dulce de leche y miel. A tornados y rayos de sol. Su hermana le había golpeado por que según ella el pequeño Choisito no podía oler a todo eso. Y Yeonjun había ido llorando con su padre Soobin por que los golpes eran malos, y su hermana lo había hecho.

Yeji solo había podido cuestionarse el por qué tendrían que dejar su enorme y bonita casa. Ella guardaba allí todos sus juguetes, había un gran patio y no había nada más que le gustara mas que acurrucarse y quedarse dormida sobre sus padres. Su habitación era linda y grande y papá Kai siempre preparaba galletas y chocolate caliente.

Tampoco quería dejar de visitar a MoonByul, y el par que frente a su casa era su mejor amigo. Temía que si le dejaba ahí solito se rompería y se perdería y después ella no podría encontrarlo devuelta. Como la muñeca que alguna vez lanzó por la ventana de su habitación esperando que ella volara, no lo hizo y en cambio un perro se la llevó.

Entonces, Kai había confiado en su esposo y cuando las paredes de su casa timbraban por la gentuza afuera y las ventanas se caían, cayeron en un pequeño sueño. Fue extraño, aturdidor y asombroso a la misma vez. Cuando despertaron había calor abrazándolos, oscuridad sembrada en sus ojos e infinita tierra basta y oscura.

El infierno había sido diferente a lo que había imaginado. Levemente, pero era diferente. Habían mares salpicados de fuego, ríos que descendían desde cascadas gigantescas en rojo y un cielo sin sol. Habían piedras y montes de dura roca, cuevas y paredes alzadas sin orden. Parecían fortalezas caídas y construidas altamente. Habían luces amarillas, como bloques de lámparas colgadas de las paredes y eterno silencio.

No habían gritos, mucho menos desesperación ni dolor. Nada de ello existía ahí. Solamente... Paz, pasto negro y flores blancas. Como si la vida aún pudiera habitar allí. También, en algún rincón había lo que parecía ser una reserva llenas de árboles con troncos gruesos y negros, hojas cafés y frutos colgando de sus ramas.

Soobin había dicho:

―Está bien, esto es hogar. Estamos en casa y no hay de qué temer. Las frutas son para comer y el agua no quema y nosotros estamos para querer.

Yeji se había burlado de su papá por que ella no entendía nada, su papá debía de ser muy tonto por que para vivir necesitaban agua y comida, un cielo azul y un sol y una luna. Allí no había nada de eso. Entonces Soobin preguntó:

―¿Quisieras ver una luna?.

Yeonjun tomó la palabra chiquito.

―Yo quiero una de queso ― Y se había escondido tras las piernas de su papi Kai.

―Las lunas de queso no existen, papi, ¿El agua de verdad no quema? Por que quiero tirar a mi hermano justo ahora.

El bebé se rió, Yeonjun lloró mientras su hermana reía y se burlaba de él, Soobin negó y Kai no pudo hacer más que poner el rostro en blanco; preguntándose si estar ahí abajo hacía más rara a su familia, de lo que ya era. Claro.

Soobin cargó a Yeonjun y le apapachó. Besó sus mejillas y fue el padre más maravilloso en ese momento. Soobin no había tenido una madre, mucho menos un padre, al menos físicamente. Y se había sumergido de Kai cuando le conoció, por que era a quien necesitaba para sentirse lleno y pleno y feliz. Kai lo había hecho sentirse así. Él había llegado para quedarse a su lado, para abrazarlo durante la noche y acercarlo contra su pecho después de hacer el amor. Para hornearle galletas e hijos y vida eterna. Poco le importaba, Kai era su salvación. Y no le importaba si era el hijo de Satán, él quería llorar cada vez que veía a Kai dándole besitos a sus cachorritos. Quería llorar cada vez que Kai se había mirado al espejo durante su último embarazo y acariciado su enorme barriga.

Era difícil de describir, por que estaban rodeados de fuego puro, de llamas y lumbre, y solamente se sentía cálido cuando abrazaba a Kai y besaba su boca. Simplemente era... Hogar, y casa, y más calidez. Entonces él también quería transmitir esos mismos sentimientos hacia sus hijos.

Le revolvió el cabello a su pequeña y le tomó de la mano.

―Tal vez no podamos tener una luna de queso por ahora, pero me aseguraré de crear una para ti, chiquitín ― Y besó el rostro de Yeonjun ―Así que ahora disfrutemos de esto.

La tierra bajo ellos tembló y vibró y las lámparas se difuminaron en una pequeña luz apenas perceptible. Soobin apoyó su mentón en el hombro de Kai y besó detrás de su oreja. Él se estremeció y le brindó una calidad sonrisa.

Entonces, miles de puntos de luz plateada surcaron desde la tierra hasta el cielo sin sol, girando y construyéndose gigantescamente en una bola redonda y bien formada que iluminó cada rincón y cada lugar del, no tan temeroso, infierno. Los colores rojos y naranjas y blancos se mezclaron y las llamas sobre los mares y los ríos ascendieron brillantemente.

Oyeron susurros y ruidos y pequeños pasos y deslizamientos en el aire y pequeños diablillos asaltaron el lugar.

Tenían diferentes tamaños y diferentes colores, algunos con cuernos sobre sus cabezas (por que algunos tenían dos cabezas) y sobre sus alas y brincaron, corrieron y treparon hasta la copa de los árboles y todo se sintió como casa.

La pequeña Yeji saltó en alegría y no dejaba de apuntar a cada diablillo que pasaba hacia su lado. Ella los saludaba, les sonreía y pronto comenzó a perseguirlos porque eran lindos y divertidos.

―¿Quieres ir? ― Yeonjun dudó y se escondió brevemente. Él no era tan sociable como su hermana, solamente le gustaban su papá Bin y papi Kai, y a veces su hermana (no siempre, por que ella era mala) y temía ir con las figuritas divertidas, lindas, graciosas y que daban vueltas sobre las ramas y reían y jugaban con su hermana...

―No te harán daño, son amigos ― Animó Soobin.

Él miró a su papi Kai y después a papá Bin, y al bebé y después hacia los diablillos y una vez más a papi Kai, a papá Bin, al pequeño bebé que estaba babeando, a los diablillos y a su papi Kai y a papá Bin y al bebé y después a los diablillos...

Entonces saltó de los brazos que le sostenían y corrió hacia su hermana quien jugaba a alguna clase de escondidillas con los diablillos. Y se unió y fue tan divertido que su pandita pronto dolió de reír tanto.

Cuando quedaron solos, Soobin tomó al bebé y jugó con sus dedos mientras el pequeño balbuceaba y regaba baba por donde se le daba gana.

―¿Estás bien con esto? No es el cielo, ni el paraíso y tampoco hay un sol sobre nuestras cabezas y en cambio solo puedo ofrecerte fuego y roca y una luna falsa.

Kai miró a su alrededor y suspiró. Se acercó hacia su bebé y acarició la pequeña cabecita.

―Soobin... No creo que fuego y roca y una luna falsa sean sinónimo de mala vida o pésima vida. El mundo solamente pudo ofrecerme mentiras, límites y aturdió mi cabeza y tu llegaste a darme paz y amor. Creí que estaba viviendo pero justamente no estaba viviendo. Y ahora lo hago, solamente a tu lado.

Sus miradas conectaron. Un contraste de ojos cálidos y miel contra unos negros y márgenes bien construidos, y aún así, ambos lograban expresar cuánto se amaban y cuánto se adoraban. Fue todo kaboom y luego ba-boom y un poco de Wah-waah de parte del bebé y más mhaw de parte de ambos.

Soobin presionó varios besos contra la boca de su amante, sobre su rostro y sobre sus manos, sobre los hombros y sobre su alma. Narices rozándose y cuerpos manteniéndose más cerca de lo que podían hacer.

―Estoy bien, Bin ― Afirmó una vez más, solamente para hacerle llegar a su marido que realmente lo estaba.

Y su adorado Bin respondió:

―¿Ves?, justo ahora has sido tú quien ha sonado como un profesor de filosofía, uno arrugado y viejo, por cierto.

―Este profesor arrugado y viejo de filosofía golpeará tu hombría para que no vuelvas a sembrar a ningún otro bebé sobre mí.

―Paso de ello. Mi deseo es colocar otro par de gemelos en ti, tal vez algunos trillizos y entonces consideraría la idea.

Kai rió y golpeó su hombro. Él ya era un hombre, grande y padre y cerca de los treinta años. El tiempo había pasado rápido y a pesar de ello, él aún se ponía tímido cada vez que Soobin le hacía el amor. Simplemente no podía evitarlo, por que Soobin era todo músculos y caricias y palabras que le hacían sonrojar. Pero si lo pensaba... La idea de tres niños idénticos corriendo por allí no era tan mala.

Volvió a golpear el hombro de su marido y recibió un beso sobre la boca.

―Te amo, Bin.

―Te amo ― Le dijo entonces Soobin.

Él en cambio dijo:

―Bésame, bésame más.

―Siempre me encuentro haciéndolo.

―No... Bésame. Bésame tanto hasta que tu padre Satán vea que las llamas del infierno no queman como nuestro amor lo hace, bésame porque aquí no existe ningún Dios que nos detenga.

Soobin lo besó. Su cariño vibró en rojo, naranja y rosado y verde.

Y su amor consumió las llamas del infierno.


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