𝘊𝘢𝘱𝘪́𝘵𝘶𝘭𝘰 𝟣𝟤。
UN SUEÑO HÚMEDO.
Despertó con un suave empujón, su cabeza se había golpeado con algo duro. Intentaba recordar qué había pasado antes y, mientras abría los ojos, observaba todo a su alrededor.
Fue otro de esos sueños extraños, uno de esos en dónde discutía con Kevin y no podía despertarse con la misma rápidez que despertaba de sus pesadillas fuertes.
Se estiró y fijó la vista en el delta que le miraba con una ceja alzada.
ㅡ¿Qué?
ㅡYa llegamos. Bájate.
ㅡNo me digas qué hacer, animal ㅡse quitó todo de encima con pocas ganas y salió caminando hacia la mansión.
Un suspiro dejó sus labios cuando los hombres de la puerta le dieron un vistazo rápido y le dejaron pasar con pocas ganas. Mientras se preparaba un gran vaso con agua helada, levantó la vista a la ventana sobre el lavabo.
ㅡ¿Va a llover? ㅡle preguntó al delta, que venía caminado tras él.
ㅡTal vez ㅡrespondió, desinteresadoㅡ. ¿Crees que deba mandar a guardar las camionetas?
ㅡVa a llover agua, no piedras.
ㅡIgual las voy a entrar ㅡseñaló el cieloㅡ, esa nube se ve demasiado oscura.
ㅡCómo quieras. Yo me voy a dormir.
ㅡ¿No me vas a ofrecer agua?
Levantó el vaso, mirándolo: ㅡ¿Quieres?
ㅡNo, gracias.
Nathan rodó los ojos, entonces, lo recordó.
ㅡ¿Dónde está el omega?
ㅡQuién sabe. Tal vez esté durmiendo arriba.
ㅡAh ㅡmurmuró, dejando el vaso con agua de ladoㅡ. Bien, ¿podrías dejarnos a solas un momento? Kevin dijo algo muy interesante hoy, quiero saber qué opina él al respecto.
El delta lo señaló, podía ver el desafío dentro de sus ojos: ㅡNo hagas nada. Qué ni se te pase por la cabeza.
Nathan dejó de prestarle atención hace bastante tiempo atrás. Subió las escaleras con cuidado y pereza al mismo tiempo. Cuando llegó a la cima, observó todas las habitaciones, una por una.
Las paredes, antes de un blanco marmolado, ahora eran de color azul muy claro. Mientras caminaba hacia su cuarto, un pequeño llamado le hizo voltearse.
ㅡ¡Pss, Nathan!
ㅡ¿Qué quieres? ㅡrespondió, haciéndole burla con su llamado en voz baja.
ㅡ¿Puedes ayudarme? ㅡdijo, con esa voz suave que él tanto empezaba a odiarㅡ. Kevin va a llegar en cualquier momento, y me siento muy cansado cómo para hacer la cama solo.
Rodó los ojos, pero se dirigió de mala gana hacia allá. Cuando llegó, el omega lo dejó pasar y siguió sus pasos hasta la cama.
Pensó que, en aquel lugar, dormía Kevin. Se molestó en pensar que el omega había ocupado el lugar que tantas veces él había ocupado, y frunció el seño al sentir el aroma fuerte a la colonia del pelirrojo. Los betas no podían sentir el aroma del celo cómo los alfas y los omegas, sólo cómo una suave brisa del olor de una flor en primavera o algo por el estilo. La colonia que Kevin usaba para esconder su celo cuando tenía que salir a lugares importantes, era el olor más fuerte de él que conocía.
Ordenó la cama con él, y llevó toda la ropa sucia a una canasta que había en la esquina de la habitación. Cuando se volteó, pudo ver al omega cruzado de piernas sobre la cama, observándole.
ㅡ¿Qué crees que haces? ㅡpreguntó, cruzándose de brazosㅡ. Acabamos de ordenar las malditas sábanas.
ㅡBueno, eso no significa que no pueda sentarme ㅡse encogió de hombros. Le sonrió, mirándolo de arriba hacia abajoㅡ, ¿por qué no vienes y te sientas tú también? Te ves cansado.
Se sentía cansado. Se acercó y se inclinó un poco, para que sus ojos quedaran a la altura de sus ojos amarillos. Ladeó un poco la cabeza y le sonrió. La sonrisa de Nathan; una sonrisa tan normal cómo cualquier otra, en él siempre era diferente. No había punto medio en su sonrisa. Cuando estaba feliz, su estado de humor era cómo el de un perro contento por ver a su amo. Una sonrisa radiante, llena de vida y completa felicidad.
La sonrisa de Nathan cuando está enojado no es una de esas sonrisas sádicas de asesinos que todo el mundo espera de alguien que estuvo rodeado de ellos por casi toda su infancia. La sonrisa enojada o molesta del beta podía hacerte pensar dos cosas: la primera, "¿está realmente enojado por esto?"; y la segunda, "¿qué mierda le sucede a este tipo?".
Hasta las personas que van al burdel a dónde Nathan va a divertirse a veces, saben cómo descifrar sus sonrisas.
El omega miraba sus ojos, pensando en qué palabras dejar salir de su boca ahora, aunque realmente no sentía la necesidad de decir nada. Absolutamente nada. Sus ojos se condujeron solitos a los labios de Nathan, dónde su sonrisa se ensanchaba un poco más.
ㅡ¿Qué tanto me miras, eh?
ㅡNada.
ㅡMh, bien ㅡse puso firme de nuevo, metiendo las manos en su bolsilloㅡ. ¿Dónde está Kevin?
ㅡNo está ㅡdijo, rápidamenteㅡ. No sé dónde fue.
ㅡ¿No lo sabes?
ㅡNo, él simplemente salió ㅡse encogió de hombrosㅡ. No me importa mucho ahora. Y tampoco debería importarte a tí.
Había comenzado a sentir las manos frías de Eddward sobre su pecho, desbotonando los botones de su camisa. Un suspiro tembloroso se escapó de sus labios, no sabía qué estaba haciendo, pero su cuerpo no le estaba respondiendo realmente.
Se inclinó hacia él, sintiendo sus fríos nudillos sobre sus pectorales. Había algo de todo eso que no lo tenía seguro, pero no podía parar de acercarse más y más, hasta que sus labios chocaron con los del omega.
El omega fue inclinándose hacia atrás, sosteniéndose del cuello del beta, arrastrándolo a la cama con él. Había besado millones de labios antes que los del omega, pero había algo en ellos que era completamente adictivo. No eran finos, pero tampoco gruesos. No eran ásperos, pero tampoco suaves.
No sabía explicarlo... y eso lo volvía aún más adicto a ellos.
Volvió a besar sus labios antes de que pudiera decir una cosa más, aferrándose a sus caderas. El omega levantó sus manos y sacó del camino la camisa del beta, lanzándola a un lado de la cama.
Dentro de aquella habitación había tantas cosas, menos control. El control se había ido a la mierda, literalmente.
El beta quitó la camiseta del omega, luego sus pantalones junto con su ropa interior, y volvió a atacar su cuerpo con besos. Se tomaba el tiempo para morderle en todos lados, dejarle marcas e incluso besar hasta donde el omega le confesó que nunca le habían besado.
Después de un tiempo, un abrir y cerrar de ojos, sintió sus cabellos casi llegar a desprenderse de su cabeza cuando el omega se aferraba a sus mechas. Se aferró a la gran frazada polar mientras daba empujones con fuerza en la entrada del omega.
ㅡ¿Estás bien? ㅡpreguntó, besándole el cuello.
ㅡS-Sí, es sólo... me duele el cuello.
ㅡ¿El cuello? ㅡpreguntó, deteniéndoseㅡ, ¿dónde?
El omega inclinó la cabeza. En dónde su cuello y su hombro se unían, dónde parecía hacer una pequeña curva, había una mordida. Una mordida profunda, hecha con unos dientes afilados.
Sus dientes afilados.
Se separó de golpe, golpeándose la espalda con el cuerpo de alguien más. Al voltearse, Kevin estaba de pie frente a él. Cayó sentado en la cama por el susto, y mientras buscaba al omega con sus manos, Kevin le mostraba las suyas.
Y el arma que tenía en la mano izquierda.
ㅡE-Espera... s-sabes que esto... esto no es mi cuelpa, ¿cierto? Oh, no me mires así... p-perdóname, vamos ㅡrió nervioso, pero la verdd era que quería esconderse o que la tierra se lo tragase.
ㅡ¿Esas son súplicas? ㅡdijo, sacándole el seguro a su armaㅡ. Yo no oigo súplicas.
El disparo se sintió tan real, que, cuando despertó; aún lo sentía. Todo había sido una pesadilla, una de esas horribles pesadillas en la que Kevin lo mataba, o abandonaba, o moría; una de esas pesadillas de las que no se podía despertar con rápidez.
ㅡEso es lo que pasó, lo que soñé ㅡle dijo, en un murmullo, viendo los árboles moverse detrás del vidrio polarizado.
En realidad, no le había dicho o especificado la escena sexual. No se la dijo, realmente. Sólo contó que estaban hablando, y Kevin se puso tan celoso de ello, que quiso asesinarlo.
El dolor en su pecho, del lado dónde había sentido la bala, volvía de nuevo. Se tocó esa parte, fingiendo que le picaba.
Se volteó a verlo, él seguía con la vista en su celular apagado: ㅡㅡYa no confías en mí, ¿cierto? ¿Es eso?
ㅡConfío en tí.
ㅡNo, no lo haces.
El pelirrojo tomó aire, levantando la vista, pero aún mirando al frente: ㅡLo hago. ¿Enserio harás un problema tan grande de esto?
ㅡNo confías en mí, no me hagas repetirlo ㅡfrunció un poco el seño y tragó su rabiaㅡ. Crees que voy a robarte algo que te pertenece, pero no tienes el valor de mirarme a los ojos mientras te explico que no es así.
Ambos se miraron a los ojos.
Los ojos de Nathan brillaban con tristeza y melancolía; su sonrisa arrogante no podía esconder su tristeza perpetua de los ojos del alfa. Los ojos de Kevin dejaban notar la sequedad con la que le había hablado al beta; su mandíbula apretada y un seño fruncido que iba desfrunciéndose al tiempo que Nathan perdía la sonrisa.
Su mejor amigo. Su hermano. Su beta. Su mano derecha. Su hombre de oro... Nathan era su compañero de vida.
ㅡNath...
ㅡOlvídalo, mejor no lo digas.
El alfa se puso de pie, arrodillándose frente al beta, quién devolvía la vista a los árboles detrás de la oscura ventana.
ㅡAhora, ¿quién es el que no mira a quíen? ㅡpreguntó, apretando sus manos sobre las rodillas del betaㅡ. Háblame.
ㅡNo quiero, maldito idiota infelíz ㅡdijo, apretando sus puños sobre sus piernas.
Kevin puso sus manos sobre los puños de Nathan, acariciándolos con su dedo pulgar.
ㅡTe lastimarás. Eres más fuerte que cuando éramos niños, vas a lastimarte de verdad.
ㅡCuando éramos niños, huh ㅡrió, mirándoloㅡ. Cuando éramos niños, mi amigo, yo era tu mano derecha y no podías ir a ningún lado sin mí ㅡalejó sus manos de las del alfaㅡ. Cuando éramos niños, mi amigo, éramos inseparables.
ㅡTienes razón, lo siento.
ㅡEres una persona horrible ㅡdijo, llevando sus manos maltratadas a sus ojosㅡ. Te odio tanto.
ㅡEstás en todo tu derecho ㅡlo acercó a él, para abazarlo.
ㅡDespués... de todo lo que... pasamos juntos, tú... maldito idiota ㅡsollozó, cubriéndose la cara para que el delta no lo escuchase.
El recuerdo de la noche en la que encontraron a Eddward volvía a su cabeza. Aquella noche, cuando todos regresaron a la mansión, notó que mucha gente entraba y salía de la habitación de Nathan.
Se acercó a la cama dónde las enfermeras estaban terminando de tomar sus cosas y dónde el doctor de cabecera de la familia Goldberg hablaba con el peliazul. Cuando se hizo a un lado, Kevin pudo divisar a Nathan sobre la cama, con una venda cubriéndole todo el pecho y parte del abdomen.
ㅡKev ㅡllamó, y le sonrióㅡ. Es genial que vengas a verme, ¿sabes? Pero creo que el omega te necesita más que yo ahora.
ㅡ¿Qué... pasó? ㅡdijo, con los puños apretados.
ㅡDos balas, señor Barr ㅡle dijo el doctor, tomando su maletínㅡ. Una de ellas impacto en su abdomen y la otra en su pecho, pero ninguna se incrustó lo suficiente cómo para una cirugía. Pudimos extraerlas rápidamente y cerrar las heridas con pocos puntos ㅡel doctor volvió la vista a Nathan, sonriéndoleㅡ. Recupérese pronto, joven Goldberg. Vendré a verlo en una semana.
Ambos agradecieron al doctor. Kevin se arrodilló en el suelo, mirándole el pecho vendado casi sin pestañear.
ㅡVete.
ㅡPero, tú...
ㅡAgh, estaré bien ㅡlevantó un brazo, restámdole importancia a su preocupación con una señaㅡ. Edd te necesita más que yo.
ㅡEso no... no es verdad.
ㅡSólo lárgate ㅡdijo, en voz baja, con una sonrisa inestable.
Por más que quisiera quedarse, sabía que Nathan no se lo permitiría. Cuando Nazz entró en la habitación con un vaso de agua y un par de pastillas, le dijo que cuidara de él.
Kevin, luego de eso, salió de la habitación y fue a la propia corriendo, para encontrarse con el omega lo más rápido posible. Sabía que Nathan había alcanzado a ver aquella escena, porque no era tonto y porque la puerta había quedado media abierta.
Sabía que cometería, cometió y posiblemente cometa millones de errores, pero estaba lastimando a alguien que quería sin saberlo. Algunas cosas podrían parecer apropósito para los ojos de alguien más, pero no era así.
Se aferró más al beta, mirando los árboles detrás del vidrio polarizado, pensando en cuántas otras cosas más había hecho para hacer sentir mal a Nathan.
O a Eddward.
O a todas las personas de su alrededor.
Podía fingir no tener corazón, ser una persona fría y todo lo que quisiera... pero, todo asesino que carga con familia; cuida de ella más que a su propia vida. Y estaba hiriendo a una de las personas más importantes de su vida porque...
¿Por qué?
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