
ɪx. 𝗎𝗓𝗎𝗆𝖺𝗄𝗂
UZUMAKI
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Observé cómo Aya caía al suelo, desmayada. Su cuerpo reflejaba un agotamiento extremo, pero no presentaba heridas graves visibles. Kankuro, con el ceño fruncido, reaccionó a tiempo y logró sostenerla antes de que su cabeza tocara el suelo, evitando cualquier golpe innecesario.
Un grupo de ninjas médicos apareció rápidamente con una camilla y colocaron a mi amiga con cuidado sobre ella. Kankuro mantuvo la mirada fija en Aya, su expresión cargada de preocupación.
A mi lado, Rina no podía ocultar su nerviosismo; sus manos temblaban ligeramente mientras seguía con la vista a los médicos. Yo, en cambio, permanecía serena. Sabía que Aya estaría bien. Había llegado al límite de sus fuerzas, pero había evitado algo peor. Si no la hubiera detenido a tiempo, probablemente habría sufrido fracturas o algo más grave. Y no estaba dispuesta a permitir eso.
Perder no significaba nada para mí siempre que mi equipo saliera ileso. El sacrificio de Aya por ganar había sido suficiente, y aún quedábamos Rina y yo para continuar.
Cuando se llevaron a mi amiga, el siguiente combate dio comienzo. Ino y Sakura, amigas, pero rivales en el amor. La batalla prometía ser emocionante, pero el resultado fue sorprendente: ambas perdieron al mismo tiempo, dejando el combate sin un ganador claro.
El siguiente enfrentamiento tampoco tuvo un final digno de celebración. Una pobre chica, claramente inexperta, fue derrotada por la kunoichi de la arena de una forma humillante, casi cruel. La tensión seguía en aumento.
Luego vino el turno del chico de la coleta y la mujer de la mano vendada. Una pequeña sonrisa se dibujó en mi rostro; esa herida en su mano era obra mía. Aunque no lo admitiría en voz alta, me enorgullecía un poco.
—El siguiente combate: Kiba Inuzuka contra Naruto Uzumaki.
Mi respiración se detuvo por un instante. Al escuchar ese apellido, mis ojos se abrieron de par en par y mi mandíbula quedó entreabierta. Sentí un frío recorrer mi espalda, mis manos comenzaron a temblar. ¿Uzumaki?
Giré lentamente mi cabeza hacia Naruto. Él saltaba emocionado por ser el próximo en luchar, completamente ajeno al torbellino de emociones que me invadía. ¿Naruto era un Uzumaki? No podía creerlo.
De reojo, noté la mirada nerviosa de Rina clavada en mí. Ella también parecía alterada. Ese apellido… Siempre había creído que…
—Nadeshiko…— murmuró, con los nervios reflejados en su voz.
—Necesito salir un momento… No puedo estar aquí…— le dije a mi maestra, apenas logrando mantener la compostura. Ella, al igual que yo, parecía visiblemente nerviosa. Ya le preguntaría más tarde por qué, pero ahora mismo solo necesitaba escapar.
—Tienes permiso, cariño, pero vuelve pronto. Puede que la siguiente seas tú...— respondió con voz vacilante.
Sin contestar, salí corriendo. Nadie pareció notarlo, excepto un par de ojos cristalinos que me siguieron en silencio: los del pelirrojo.
Mi respiración era un caos, agitada por el impacto de lo que acababa de descubrir. Naruto... Naruto era un Uzumaki. Un Uzumaki...
Las lágrimas comenzaron a correr por mis mejillas, desbordándose sin control. Temblaban mis manos al llevarlas a los costados de mi cabeza, tratando inútilmente de apaciguar el torbellino en mi interior. Me sentía rota, en pánico, pero también había una chispa de alivio. No estaba sola.
El ataque de pánico me golpeaba con fuerza. Mi pecho subía y bajaba rápidamente, y un dolor punzante en mi cabeza hacía que gimotear fuera inevitable.
—No... No, por favor... No otra vez.
Sentía que mi mente giraba en un bucle interminable. Quizás para otros esto no sería motivo para derrumbarse, pero para mí lo era. Toda mi vida había creído que era la única sobreviviente. Que estaba condenada a una soledad eterna.
Crecí viendo a otros niños reír y jugar con sus hermanos, mientras yo solo podía mirar desde lejos, escondiendo la tristeza tras una máscara que nadie entendía. Su felicidad me aplastaba. La envidia y la desesperación se acumulaban como una sombra, llevándome a desear desaparecer del mundo, igual que lo hicieron los míos.
Y como si eso no bastara, el desprecio de los demás era constante. Mi apellido era una carga que todos conocían menos yo. Sus miradas de odio y desconfianza eran como dagas. Y un día, simplemente no pude más. Perdí el control.
Ese día, herí a alguien. Casi maté a la hermana de Rina. Desde entonces, su mirada de miedo me persigue, igual que las de todos en la aldea de la Luna. Sus susurros, su rechazo... eran insoportables.
Cuando desperté en el hospital después de aquello, todo estaba claro. No solo por lo que había hecho, sino por lo que yo era: alguien que llevaba una carga demasiado pesada.
Pero ahora sé que no estoy sola. Naruto ha sufrido lo mismo que yo. Lo sé. Lo siento en mi corazón.
Por primera vez en mucho tiempo, siento que hay un atisbo de esperanza.
Desde las sombras, un chico de cabello rojo como la sangre observaba a la castaña mientras desaparecía por las puertas. Aunque ella no lo sabía, él podía entenderla de cierta forma. También había enfrentado ataques de ansiedad en su niñez, episodios que lo habían marcado profundamente.
Entrecerró los ojos, con una mezcla de empatía y curiosidad, antes de regresar al interior del lugar. Allí, intentó concentrarse en los combates, pero la imagen de la chica seguía rondando en su mente.
Pasaron unos 20 minutos desde que Nadeshiko salió corriendo. La calma comenzaba a regresar a su interior, justo cuando escuchó los gritos que anunciaban al ganador del combate: Naruto.
Sonrió débilmente, pero con sinceridad. Aunque no podía hacer mucho por él en ese momento, al menos podía alegrarse por su victoria. Eso era lo mínimo que un Uzumaki merecía.
—Me alegro de que ganaras, Naruto —susurró, escondiendo su rostro húmedo entre las rodillas y los brazos.
Con un suspiro profundo, decidió que lo mejor sería lavarse la cara y borrar cualquier rastro de lágrimas antes de regresar. No podía permitirse aparecer en público con ese estado. Aunque le daba igual si le tocaba combatir pronto, prefería no estar frente a todos en esas condiciones.
Tras refrescarse en el baño, salió y retomó el camino de regreso. Aún no se ubicaba bien en ese pueblo, pero logró encontrar su rumbo sin problemas.
Al llegar al lugar, notó una pequeña multitud reunida alrededor de alguien. Al acercarse un poco más, distinguió a una chica de cabello corto siendo llevada por los ninjas médicos.
—¿Me he perdido algo?— preguntó, desconcertada, mientras varias miradas se posaban sobre ella.— Bueno... Yo... Mejor vuelvo arriba— añadió rápidamente, sintiéndose fuera de lugar, y se retiró en silencio.
—Bien, siguiente combate. Gaara del Desierto VS Rock Lee.
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