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ɪ. 𝗍𝗁𝖾 𝖼𝗁𝗎𝗇𝗂𝗇 𝖾𝗑𝖺𝗆𝗌?

¿LOS EXAMENES CHUNIN?

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—¡Nadeshiko! ¡Despierta de una vez, maldita sea!— unos gritos femeninos se escucharon desde fuera de mi apartamento.

¿A quién narices se le ocurría levantarme a las seis de la mañana un sábado?

Solo a Aya, mi mejor amiga desde que tengo memoria. Era un trozo de pan. Un ángel caído del cielo. Pero eso no quitaba el hecho de que era bastante pesada por las mañanas, sobre todo para levantarme. Pues ella era mi despertador humano, me había ahorrado comprarme uno ya.

—¿Quieres moverte? La sensei nos ha convocado.— los golpes en la puerta no cesaban.

A regañadientes, no tuve otra que levantarme de mi comoda cama y abrirle la puerta.

—Bien, ya estoy despierta. ¿Qué quiere la profesora Kiyomi?— no era algo normal que la mayor nos llamase a estás horas. Normalmente lo hacía sobre las diez y media - once, para que pudiésemos descansar y estuviéramos en forma y con energía las próximas horas.

Detrás de ella observaba el cielo estrellado, con la luna posada en ella. Puede que para el resto de mi vida el cielo siga así de oscuro como ahora, pero era tan precioso que posiblemente no me acostumbraré nunca.

—No me ha dicho cuál es el problema, pero parecía bastante importante. Me mandó a que te llamase.— me informó la pelirosa palo.

—Argh, está bien. ¿Rina ya está allí?— ella asintió.—Bien, deja que me vista y coma algo y salimos. Puedes pasar.

Me aparté de la entrada en dirección a la cocina, preparé mi ramen favorito y subí a vestirme.

Mi casa no era tan grande, pero era suficiente para una persona. Pues al vivir sola y sin familia no ocupaba mucho.

Saqué del armario mi típico pantalón vaquero campana de color azul y mi camisa verde sin mangas con cuello doble. Por dentro me puse un niqui de rejilla negra. Por último, me calcé mis plataformas altas de color negro y salí de casa junto a Aya.

—La sensei nos reñirá por llegar tarde, todo por seguramente quedarte hasta las tres leyendo tus libros.— refunfuñó mi amiga. Aunque razón no le faltaba.

Un rato después de caminar, nos encontramos a la mayor y a nuestra compañera de equipo en frente de la puerta del edificio del Getsukage. Rina tenia una mirada nerviosa, mientras que Kiyomi estaba de brazos cruzados y dando fuertes toques en el suelo con su pierna. Una gota de sudor cayó por mi frente, mientras retrocedía. Más me vale no decir nada que la haga salir de sus casillas.

—B-buenos días, profesora...— no me moví de mi sitio, no pensaba arriesgarme a que me matase.

Aunque no valió la pena. Un grito salió de mi boca al verla correr hacia mí con un par de shurikens en su mano.

¡Al parecer sí que se encontraba realmente enfadada!

Con el corazón a punto de salirse por orificio bucal, salí pitando de ahí. Sin embargo uno de sus shurikens se clavó en una de las rocas lunares a mi lado. Trague saliva con dificultad. Con lentitud, gire mi cabeza hacia atrás y la mire camina a paso rápido hacia mi.

—¡Vuelve aquí, Nadeshiko! ¡Como vuelvas a quedarte dormida y tengamos que levantarte te mato!— que poca paciencia tiene esta mujer.

Con el miedo que tenia no me moví del sitio, por lo que Kiyomi pudo alcanzarme.

—Por esta vez te salvas, enana. Pero ahora hay que ir al despacho del Getsukage. Tiene que deciros algo importante.— me agarró del cuello del top y me arrastró consigo, entrando al recinto junto a mi equipo.

—¿Qué hemos sido seleccionadas para los exámenes chunin? ¿En Konoha? ¿Qué es, un pueblo?— no cabía decir que yo nunca había salido de la Aldea de la Luna, era bastante notorio. Lo único que sé es que ahí hacía sol la mayoría del tiempo, cosa que yo nunca he visto. Pues al estar nuestra aldea en el país de la Noche Eterna... El nombre lo dice todo.

—Si, y he elegido vuestro equipo por obvias razones. Sois las mejores genin de esta aldea, por lo que haréis esos exámenes. Hace décadas que no han asistido nuestros ninjas por asuntos personales, así que iréis vosotras, las mejores.— habló Hoshizuki, nuestra tercera Getsukage.— Podéis retiraros ahora, las pruebas son en dos semanas e iréis una antes para alojaros, entrenad duro.

Con eso dio por finalizada la conversación. Estábamos a punto de salir del despacho pero la mano de Kiyomi me detuvo.

—Salir vosotras, yo tengo unos asuntos que atender con la Getsukage.— su expresión era seria, no mostraba ni un ápice de emoción.

—Pero...— la mayor no le dejó terminar a Rina, cosa que nos sorprendió. Fue ella la que nos hizo saber que teníamos que hablar cuando alguien terminase de hacerlo. Algo serio pasaba aquí.

—No hay problema, profesora. Iremos a comer algo por ahí, ¡Adiós!— y me las llevé lejos.

—¡Pero Nadeshiko...!— Aya comenzó a reclamarme.

—No, he hecho bien. Se que esconde algo y lo voy a averiguar, pero no es el momento.— supieron que no bromeaba al observar mi rostro detalladamente. Tenía el entrecejo arrugado y una mueca adornaba mi boca.

—Si ese es el caso, vayamos a comer algo y dejemos de pensar en estupideces.— la de pelo rosa palo nos agarró a ambas por el brazo.

Yo sonreí despreocupadamente, sin embargo la mirada asustadiza de mi otra compañera me distrajo. Me miraba con ojos de perro mojado, notaba el miedo florecer en su piel, cualquiera podía verlo a millas.

Rina, al darse cuenta de que le estaba devolviendo la mirada la apartó. Sabía perfectamente la razón por la que lo hacía. Por aquél estúpido incidente con su hermana mayor.

Fue un momento en el que me descontrole, mentiría si dejara que lo recordaba, porque no era así, tenía recuerdos nulos de ese acontecimiento trágico. Solo se que su hermana se quedó en coma poco más de dos meses. Todo por mí culpa.

—Noto la tensión entre vosotras desde aquí. Será mejor que lo dejéis para otro momento, porque yo me muero de hambre.

Aya tenía razón, no era momento de pensar en esas cosas. Después de eso nos dirigimos a un puesto de dangos del señor Kagome. Los mejores de la aldea.

Así los días pasaron en un periquete. Las tres estuvimos entrenando arduamente bajo la supervisión de nuestra maestra Kiyomi. Solo habíamos podido descansar a la hora de comer y la de cenar, ni dormir ni nada. Entrenar.

No es por presumir, pero incluso ella dice que soy la mejor peleando cuerpo a cuerpo. Sobre todo con armas. En sus palabras, una prodigio.

—Bien, ya llegó el día de partida. Espero que tengáis todo listo para la estancia en Konoha.— nos informó la adulta.

Las tres asentimos sin rodeos, cada una llevaba una pequeña mochila en la espalda con sus pertenencias y mudas de ropa. Tampoco es que necesitáramos más de lo normal. Yo solo traía conmigo tres pares de ropa, cepillo con pasta de dientes y mis armas. Aunque una de ellas la llevaba sujeta en el cinturón de mi pantalón campana. Concretamente mis Tessen. Un par de abanicos con varillas afiladas hechos de metal que podían acabar con la vida de cualquiera. Un poco sangriento para una niña de 12 años. Cabía decir que en mi mochila traía peores.

Después de la despedida de la Getsukage, salimos rumbo a la Aldea de la Hoja. Al ser solo un trío de genins nos acompañaban; o mejor dicho escoltaban; un grupo de shinobis experimentados.

Por suerte nadie se nos cruzó por el camino. Y en menos de lo que canta un gallo aparecimos en las enormes puertas.

Desgraciadamente, al entrar todos los puestos y demás estaban cerrados, así que no tuvimos oportunidad de fisgonear un rato. Pues al ser de noche ya deberían estar durmiendo. Tenía muchas ganas de ver y sentir la luz el día de mañana. Mi primera vez observando la luz solar.

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