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Cuando hablabas de él.
Era cuando hablabas de él que tu rostro se iluminaba y tu sonrisa aumentaba.
La forma en la que cuidabas tus palabras al describirle, con pequeños detalles, con cariño, con delicadeza, con cuidado de no dañarle.
Me contabas historias, anécdotas, cosas que jamás volverían a ocurrirte del mismo modo.
Tus lágrimas se negaban a salir por completo porque yo estaba allí, pero les costaba mucho esfuerzo mantenerse ahí, firmes sobre tus ojos.
Y aún te sonrojabas cuando me contabas como te besaba, y aquello era y será siempre, lo más tierno que he tenido la oportunidad de presenciar en mi vida.
Cuando describías su risa, y sonreías tristemente, supe que seguías amándole, y que jamás serías mío.
Cuando mirabas sus fotos, y sonreías tristemente, supe que seguías amándole, y que jamás serías mío.
Cuando me explicabas como preparaba él tal plato, y sonreías tristemente, supe que seguías amándole, y que jamás serías mío.
Cuando compraste su perfume sólo para poder seguir oliéndolo, y sonreías tristemente, supe que seguías amándole, y que jamás serías mío.
Y era cuando te veía poner flores en su tumba, y llorabas en silencio, que sabía que seguías amándole y que jamás serías mío.
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