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09

Había una pregunta que rondaba por su mente. En la cabeza de JiSung no había otra cosa más que el pensamiento de "¿Por qué tengo tanta mala suerte?", Tuvo que haber tocado un objeto maldito, estaba seguro, con todos los acontecimientos que le habían estado pasando desde hace semanas y ahora eso.

Tenía que ser una fea y cruel broma del destino. JiSung no se podía mover de su sitio, parecía ser una estatua, la lámpara que traía agarrada en su mano alumbraba poco a la figura parada en la puerta. Los ojos azules de aquella persona, o cosa, le miraban fijamente y sin pestañear.

La tensión estaba en el aire con ambos esperando un movimiento del otro y aunque el miedo mezclado con frío otoñal se le calaba en los huesos del ojiverde, no se movió de su puesto porque sabía algo muy sencillo de las peleas a pesar de que nunca antes lo había hecho.

El primero en moverse de esos tipos de duelo era quién perdía, parecía ser una eternidad. El viento no dejaba de soplar y entrar a la habitación, moviendo las cortinas mientras helaba más la habitación, JiSung miró a aquella persona mientras también miró de reojo su nido.

No podrían ser idiotas, aquella sombra no había llegado a su cuarto por casualidad, de cientos que tiene el palacio, ¿Justo aparecería en donde la única princesa de la dinastía dormía junto a su niñero personal? Si, claro, esas casualidades ya eran demasiadas para él, a pesar de que cargaba su suerte arrastrada por el piso con todas las cosas malas que se habían estado ocurriendo.

—¿Quién es usted y qué hace aquí? —puede que JiSung no tenga posibilidad, pero ya había hecho su elección—, si no quiere que llame a los guardias será mejor que se vaya.

Como deber real, JiSung debía cuidar y proteger a toda costa a MinJi, sin importar que su propia vida cueste sobre ese deber. Al ver como el desconocido dio un paso hacia adelante el omega entró rápidamente. en acción, le tiró con todas sus fuerzas la lámpara de aceite encendida y corrió hacia el nido para tomar al bebé.

Apenas lo había logrado sacar cuando notó una llamarada de fuego azul cayendo sobre su cama y destruyendo la pared que estaba en la parte de la cabecera que daba hacia afuera. Con el miedo arraigado en el pecho JiSung se echó hacia atrás tropezando con la pequeña mesa para el té que usaba en las tardes, casi cae al suelo de trasero por culpa de ella.

—Se suponía que esto sería rápido y silencioso, maldición. —alguien más había llegado y el terror llenó más a JiSung cuando olió el hierro de la sangre en el aire—. Años intentando entrar, hasta que al fin tenemos una oportunidad y tú vienes a arruinar nuestros planes.

JiSung se estremeció de pies a cabeza, como pudo se acercó a la puerta que daba a los pasillos y apegó a MinJi contra su pecho. Los intrusos estaban cubiertos completamente por tela negra, era la ropa que usaban los asesinos más experimentados para ser invisibles durante la noche, azul turquesa y rojo sangre, ambos alfas.

"¿Por qué yo?" El omega se lamentó, le estaban rodeando y cada vez se le acercaban más, ellos le querían matar de la forma más callada posible para no alertar a otras personas que pudieran estar en las otras habitaciones, pero por el ruido y las llamas azules que empezaban a crecer dentro del cuarto supuso que el sigilo.

—Mientras menos resistencia pongas, menos va a dolerte, —el alfa de ojos escarlata murmuró con una voz ronca y tenebrosa que le envió escalofrios por la espalda. El brillo reflejado del fuego en la filosa hoja de una katana hizo que JiSung empezara a sudar.

Pero no, el ojiverde no iba a morir esa noche, menos por la pequeña rubia en sus brazos que comenzó a moverse inquieta por el aroma a leche podrida de miedo que dejaba salir su madre, los pequeños ojitos azules y brillantes miraron hacia arriba, apreciando como los de JiSung empezaban a resplandecer como dos esmeraldas bajo el sol.

SeungYul se frotó la cara, esa noche sería otra sin dormir, aún con las tierras y mansiones que tenía, sentía que no le pagaban lo suficiente como para cuidar al enigma más insoportable del mundo desde que tenía cinco años. Él había sido escogido como el sesshõ de MinHo por ese omega que lo habia dado a luz, JeeMin, se conocían desde jóvenes y el pelinegro no confiaba en más nadie para la educación y formación de su único cachorro.

Verdaderamente siente que no hizo un buen trabajo, pero sabe que no es su culpa, MinHo es un enigma y supo desde muy joven que estaba por encima de todo y todos, no ayudaba que fuera estúpidamente listo; astuto como un zorro, con la paciencia de un perezoso aunque no lo aparenta, cuando quiere algo lo consigue sin importar cuánto dure esperando su momento para morder y clavar su veneno en la víctima que tiene en la mira.

No por nada cientos de familias enteras han desaparecido de la tierra junto a su familia y recuerdos de la existencia que estos tuvieron. Cuando SiYeon, la enigma emperatriz y padre de MinHo, murió por una caída que le provocó la muerte de JeeMin, el rubio subió inmediatamente al trono, sin chistar ni mostrar debilidad ante los cuervos que le querían sacar los ojos.

Solo SeungYul observó una vez como el joven de quince años derramó sus lágrimas una vez por sus padres, él los amaba mucho, siempre fueron el equilibrio que su vida necesitaba, la dureza y firmeza que proporcionaba SiYeon, y la amabilidad, gentileza y amor incondicional que desbordaba JeeMin por su primogénito.

Pero desde entonces MinHo había construido una coraza con las personas a su alrededor, como todo gobernante, era frío, estoico y no dudaba mostrar su supremacia con aquellos que intentaban sobrepasar sus niveles de confianza a la hora de hablarle. Y eso lo Ilevaba a ese momento, frotándose la frente mientras miraba otro informe de quejas y más quejas.

Aparentemente MinHo había humillado a una princesa de un reino lejano y a su padre cuando llegaron con una propuesta de matrimonio, la joven ingenuamente creyó que tendría oportunidad con MinHo, pero el enigma terminó burlándose de ella y de su padre frente a todo el consejo.

—Tendré canas verdes sobre las cajas verdes. —el azabache se lamentó buscando su botella de sake para tomar un buen sorbo directamente de ella.

La alianza con ese reino ahora dependía de un hilo y si no se arreglaba rápidamente entonces ellos se podrían quedar con todas las ganancias de las toneladas de oro que le habían vendido. No sería una pérdida significativa para el imperio, pero entonces MinHo de iba a enfurecer porque ellos se habrían burlado de él e intentar robarlo.

SeungYul lo último que quería era ir con el enigma a otra conquista para el imperio y pasar meses lleno de más papeleo añadiendo más trabajo y una nueva adquisición a "pequeño" gobierno que tenía MinHo. Eso le haría querer tirarse del monte Fuji con una cadena de plomo atada al cuello. A veces ser la mano derecha del emperador era un trabajo que no le deseaba ni a su peor enemigo.

Eran los pensamientos del alfa de ojos negros, hasta que fueron interrumpidos por ligeros golpes en la puerta de su oficina, por un momento creyó que sería que lo buscaría de nuevo porque se la pasaba mucho tiempo en esas cuatros paredes y no en su hogar.

—Adelante. —fue lo único que respondió antes de darle otro sorbo a su sake, le ponía de humor y no le dejaba frustrar tanto cuando su omega le ponía quejas, aunque sabía que era para su propio bien.

Sin embargo, el que entró a su oficina fue un alfa de cabellos rojos, su ropa distintiva de capitán militar solo le hizo alzar una ceja curioso. Era raro que Yuta fuera hasta él para decirle algo, a menos que, claro, MinHo estuviera de alguna u otra forma involucrado en lo que el general de la guardia real le fuera a comentar.

—Perdón que le moleste tan tarde, SeungYul. —el alfa de ojos rojos se acercó y se sentó sobre sus rodillas al frente del mayor—. Tenía algo importante que preguntar, ¿Acaso MinHo le ha dicho la razón sobre el cambio de guardias en el palacio? Sacó a todos los alfas del ala este hace unos dos meses, bueno, desde la llegada del omega Han, ¿Fue un pedido suyo o algo?

—No lo sabía, —el alfa cerró los ojos y se masajeó el puente de la nariz, el sake que bebió no le ayudaría en nada ya que sentía un fuerte dolor de cabeza llegarle rápidamente, ¿Sacó a todos los alfas, en qué estaba pensando dejando esa área tan vulnerable?

—Bueno, yo la verdad no me enteré hasta hace poco cuando oí a unos de mis capitanes decirlo. —el pelirrojo suspiró algo triste—. No puedo creer que haya hecho esto a mis espaldas.

Nakamoto murmuró en voz baja, Choi lo miró apretando la boca en una delgada línea. Puede que MinHo considere a Yuta, a SeungMin e incluso a él como alguien cercano, pero si ve que se están entrometiendo de alguna forma en sus planes y camino, no dudaría ni un segundo en apartarlos a como dé lugar.

Lastimosamente la breve conversación fue interrumpida con un escándalo proveniente desde afuera, Yuta y SeungYul salieron rápidamente a los pasillos notando como guardias corrían hacía el ala este mientras que los sirvientes de aquel lugar o cerca salían de allí corriendo.

—¡Mina! —Nakamoto llamó a la alfa de cabellos negros notando que ella cargaba a una de las doncellas más jóvenes que parecía estar herida por algo—, ¡¿Qué ocurre?! ¡Informe ahora!

—Hay intrusos, han incendiado gran parte del ala este del palacio, muchos no han salido muy ilesos, —Mina dejó a la joven doncella con otra omega más grande para que se fueran y después volteó hacia su general con una mirada preocupada—. no hemos encontrado a la princesa ni al omega que lo cuida, señor.

SeungYul se llenó de terror y Yuta tomó acciones rápidamente como miembro del ejército que era. Comenzó a gritar órdenes y pedir guardias con magias elementales para controlar el fuego, todo se puso en marcha y el alfa de cabellos rojos se dirigió con un equipo grande a la zona del desastre tratando de dejarles paso a los que iban evacuando.

Choi no pudo hacer mucho, no era un peleador muy experimentado y además no queria ser un estorbo en el trabajo de los que sí podían ser útiles. Pero, notó como una fuerte presencia pasó por su lado sin siquiera mirarlo, una ira silenciosa y muy peligrosa envolvía al emperador de toda la dinastía mientras caminaba directamente al lugar del desastre como el dueño y señor que era de todo.

Lo que le hizo tragar saliva al alfa de cabellos negros fue ver como las manos hechas puños del rubio echaban humo. Al final, Choi tuvo que resignarse, cerró la puerta de su oficina antes de seguir a MinHo por los pasillos alborotados del palacio.

(...)

JiSung tosió fuertemente tratando de agarrar un poco de aire en sus pulmones, el humo negro que salía de todas parte haciéndole imposible una simple tarea como lo era respirar. Sangre salía de los raspones que habían en sus piernas y las cortadas de sus brazos, esos alfas le habían atacado sin piedad.

La magia del alfa de ojos rojos tenía que ver algo con el ácido y la corrosividad, en donde lo tocaba la katana que tenía le hacía arder la piel y la herida de iba agrandando. Por más que JiSung hiciera crecer sus plantas carnívoras y barricadas de enredaderas espinosas para protegerse, el fuego azul junto con aquella magia que volvía todo polvo le ponían las cosas muy difíciles.

—Los conejos siempre se esconden en madrigueras ya que no pueden pelear contra sus depredadores. —una voz divertida detrás del ojiverde le hizo tendarse y abrir los ojos de terror—. Aquí se sabe bien quién es quién, solo entrégate y dame a ese ¡Maldito bastardo!, ese desgraciado enigma acabó con todo lo que yo tenía, ahora tengo que devolverle el favor, matando a lo único que le importa.

JiSung apenas pudo esquivar la hoja filosa de la katana que iba hacia él, alzó la mano con la que no cargaba a MinJi e hizo crecer un sin fin de espigas de rosas, llenas de espinas, hacía el alfa. Creó lo mejor que pudo una gruesa pared antes de correr tratando de alejarse del fuego, tuvo que atravesar una débil pared carbonizada antes de que una viga encendida le cayera encima del techo.

—¡Deja de huir, maldita puta! —un rugido lleno de odio se oyó a su espalda, pero el omega no se detuvo.

Tenía que sacar a la pequeña princesa de ese lugar, la tenía protegida en un enorme capullo de tulipán, manteniéndola a salvo del fuego y del denso humo que había en todas partes, JiSung deseaba que Nancy se hubiera salido del sitio desde hace rato, no había visto a nadie del palacio o, a los guardias, pero sabía que esos dos no eran los únicos que estaban haciendo desastres.

—Te tengo. —JiSung no pudo esquivar el golpe que le dieron al costado del cuerpo, el alfa de ojos azules salió de la nada y de una patada lo estrelló contra una pared.

El castaño protegió como pudo a MinJi con sus cuerpo, pero le costó, su brazo derecho y el que estaba más lastimado con las cortadas que le habían hecho antes sufrió un fuerte golpe al pegarse contra una esquina de madera pulida. Un quejido salió de JiSung pero no soltó su preciada carga, miró como ambos alfas se acercaron a darle el golpe final, pero el omega se encogió y les gruñó mostrando sus pequeños colmillos.

—No tiene caso que trates de hacerte el fuerte, ya es hora de que ambos mueran de una puta vez. —el alfa de ojos rojos de acercó y sus manos brillaron en un intenso color púrpura, la hoja de su katana brilló del mismo color mientras era alzada lista para hundirse en sus víctimas.

JiSung miró con miedo, estaba herido, todo el cuerpo le dolía y no sabía si podría caminar o correr de nuevo. El omega abrazó a MinJi que estaba dentro del capullo y cerró los ojos esperando su final, pero afortunadamente el golpe no llegó, en cambio, hubo una explosión que le revolvió el cabello.

—Lo malo de las cucarachas, es que no importa cuánto las pises, de alguna forma siempre quedan vivas. —reconociendo esa voz, JiSung abrió los ojos y miró hacia arriba encontrándose con MinHo.

Las manos del rubio brillaban mientas dejaban salir un humo oliente a caramelo quemado, lo peor del caso eran sus ojos rubí, que también brillaban deseando sangre. Verdaderamente, JiSung no sabía si sentirse completamente a salvo o más aterrado de lo que ya estaba antes.

(...)

AL FIN ACTUALICÉ LA ADAPTACIÓN (Pidan un deseo)

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