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🪷 | 𝐶𝑎𝑝𝑖𝑡𝑢𝑙𝑜 17

¿Saben qué? Me cansé de ver mi separador sin Zoha. Después de todo él es parte de mi historia y no estaba. Me las arreglé para que todos cupieran.

Ya está el enano agregado :D ¿Les gusta? (cambié a Sekido también)

También cambié la portada ✨


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𝓛𝓪 𝓒𝓸𝓷𝓬𝓾𝓫𝓲𝓷𝓪 𝓕𝓪𝓿𝓸𝓻𝓲𝓽𝓪
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"Obsequio inesperado"

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Aire salía de su boca al exhalar con rapidez, esa penetrante e incómoda mirada de tales ojos rojos como la sangre que tienen el poder de traspasar un alma la habían estado pinchando desde que la emperatriz decidió mostrarla a su hijo. Mantuvo los ojos fijos en sus pies mientras varias gotas de sudor bajaban por su frente ante el nerviosismo. (T/n) miró hacia atrás con disimulo esperando a la chica peli-rosada, pero no veía ni un indicio de ella. Las casualidades que la vida le estaba entregando ya parecían una conspiración en su contra y no creía aguantar ni una más. Justo por eso ya tenía el presentimiento que no sería nada bueno ir a este lugar.

Sekido la miró por segundos que se sintieron largos minutos. Recordó la noche que se quedó entrenando solo y la vio junto a Mitsuri, supuestamente se había perdido. Claro que esa excusa no le convenció, no tenía lógica puesto que el harén se encuentra muy lejos del área de entrenamiento pero estaba cansado y lo dejó pasar sin darle mayor importancia. Pese a que su madre prácticamente la presentó ignoró por completo eso y ni siquiera le dio un gesto de saludo formal.

-¿Sekido? ¿Querías decirme algo más?

El llamado de su madre lo hizo voltearse y por fin (T/n) pudo liberarse de esos filosos rubíes clavados en su piel.

-No... -respondió en un tono pausado al olvidar lo otro que le diría a su madre por estar viendo a la chica. -No, nada más... Agh, no sé para qué vine aquí si nunca me escuchas. Este asunto lo solucionaré yo. -arrugó su frente por el enojo.

-No quiero discordia entre ustedes. -dijo señalándolo.

-Te recuerdo que la discordia la sembraron hace poco... Ya no importa, olvídalo.

Le dió una última mirada a (T/n) por lo que ella desvió la mirada al instante manteniéndola en el lugar en la que la tenía antes. Le dio una mirada rápida de arriba a abajo aún con su ceño fruncido, cualquier mirada que diera el príncipe de ojos rojos podría ser vista fácilmente como una amenaza de muerte. De la misma forma que entró a la habitación salió de esta haciendo oídos sordos a su madre.

-Sekido, pero... Sekido. ¡Sekido, no me des la espalda! -antes de terminar con la última oración el de orbes rojos se había ido. -No puede ser, antes eran más obedientes. -susurró tocando su frente.

Varios sirvientes y los guardias de la entrada a la habitación se miraban entre sí al ser espectadores del malhumorado príncipe. (T/n) estaba culpando a Mitsuri mentalmente por llevarla hasta allá aún sabiendo que la chica de orbes verdes tenía buenas intenciones. La mujer volvió a poner su atención en (T/n) que muy apenas se había movido de su lugar.

-Ven... -le hizo señas con la mano. -Acércate más, no estés parada como un árbol.

Dudosa y con cierto temor dió unos cuantos pasos hasta quedar prácticamente frente a la elegante mujer que se le mostraba ante ella sentada en esa cama como si fuera otro pequeño trono.

-Sigamos en lo que quedamos. Tú vienes de una familia de artesanos, y había estado buscando algo así prácticamente. Tu estilo de tallado me gusta, es diferente al que normalmente hacen. ¿Qué tanto sabes tallar madera?

-... No mucho. Sólo aprendí viendo a mi padre. -respondió en un tono indeciso.

-Pero con lo que sabes es suficiente. -dijo posando los ojos nuevamente en su obra. -¿Podrías hacer algo por mí?

Por unos segundos los ojos apagados de (T/n) emitieron un notable brillo al ver esperanza en salir del harén incluso sabiendo que era prácticamente imposible.

-¿Entonces ya no es necesario que...? -sonrió imaginando una respuesta positiva.

-Me refiero a un sólo pedido. Es decir, aunque no salgas del palacio no quiere decir que no puedas tener dinero. Puedes usarlo para comprar cosas a pedido de afuera.

Su gesto de disgusto y decepción fue notable, y más para las sirvientas de la mujer que la veían con atención.

-Comprendo... -dijo volviendo a apagar su voz.

-Si lo deseas, ¿podrías hacer una fuente de agua pequeña con palomas de adorno? Sé que sería el regalo perfecto para él. Eso sería todo. ¿Qué te parece?

(T/n) no tenía una respuesta concreta, pensó sin llegar a algún lado. Pero justo cuando abrió su boca para hablar fue interrumpida.

-Si me lo permite, Majestad, sigo pensando que ella no es indicada en lo que busca. -volvió a hablar Gen. -No lo sé... es muy ordinaria.

-No estoy de acuerdo. En lo personal me parece curioso y bonito. -comentó Fuyu apoyando sus brazos en una mesa.

-Chicas, déjenla hablar. -regañó a las chicas a lo que estas callaron. -¿Entonces cuál es tu respuesta? -dijo regresando su mirada a (T/n) la cual juntó sus manos por la presión.

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La mujer no le estaba obligando a nada, parecía amable por como la estuvo tratando, y con todo eso no pudo negarse, al final había aceptado. Técnicamente lo que le quiso dar a entender es que pese a no poder salir del harén (por obvias razones) no significa que no tenga derecho a comprar cosas de afuera y tener dinero, aunque también le podía dar un pago no monetario. La señora se veía realmente feliz por algo tan sencillo, le detalló más lo que le pidió hacer. La emperatriz es una mujer cortés, contrario a lo que imaginaba. Aún teniendo tanto poder debajo de ella no se veía vanidosa, (T/n) deseó que la jefa del harén, Yoriko, fuese así algún día y su malhumor y trato tosco con las chicas desapareciera. Pero quizás pedía demaciado.

Luego de entablar un acuerdo con la mujer (T/n) salió de la habitación soltando aire retenido por la tensión del momento, sus músculos pudieron relajarse hasta que recordó el cargo que le asignó la misma emperatriz. Ese evento tan increíble le hacía sentir un peso encima muy grande.

-Oye, ¿quién eres tú? -una voz grave casi le hace gritar.

Al virarse por instinto pudo ver al príncipe que antes había visto ahora estando recostado en una pared del pasillo y con los brazos cruzados, como si la hubiera estado esperando. Otra vez esa sensación de vulnerabilidad por esos ojos rojizos regresó con más potencia.

-Ah... ¿Me habla a mí? -preguntó señalándose pero al momento se sintió tonta por la pregunta.

-¿Ves a alguien más aquí a quien le hable? -respondió con obviedad y se separó de la pared para caminar en su dirección.

Ella negó con la cabeza avergonzada y luego le hizo una leve reverencia.

-Disculpe mi pregunta, Alteza. ¿Se le ofrece algo?

-Sí, te hice una pregunta. ¿Quién eres? Sé que me recuerdas. La otra noche supuestamente estabas perdida y Kanroji te ayudó, ¿no? Perdida del otro lado del palacio. Qué conveniente. ¿Y ahora hablas con mi madre?

El tono de desconfianza de Sekido era fuerte. Claro que (T/n) recordaba esa noche en que casi estuvo a punto de escapar, y no pudo justo por la persona que se encontraba al frente suyo. Recordar ese suceso le hacía tener un poco de rabia.

-A... A la emperatriz me pidió un favor, es todo. -respondió corto.

Después de haber conocido a prácticamente todos los hijos del emperador. A (T/n) no le cabía duda que Sekido era el peor que se había cruzado hasta ahora. Su sola presencia es atemorizante e impone poder, y esos ojos rojos sólo lo hacen más intimidante. Al punto que hiciera todo lo posible por evitar contacto visual por él.

-Ah sí, ¿Y eso es todo? -interrogó dando unos pasos adelante con el objetivo de intimidarla. -Tú deberías ocuparte de hacer otros "oficios", ¿no crees?

Sekido observó su apariencia física. La noche que la vio no se fijó tanto en la edad de su cuerpo. Pero ahora de cerca se daba cuenta que parecía una niña adolescente. Se notaba en sus facciones, su cuerpo poco desarrollado e incluso su mentalidad.

-¿Cuántos años tienes? -interrogó de repente.

-...¿Por qué pregunta?

-¡No me respondas una pregunta con otra! -exigió tomando un gesto más tosco.

Tal grito no era necesario repetirse, y (T/n) se había dado cuenta por lo que se apresuró a responder.

-¡Dieciséis!

-... Mmm, vaya. Eres más joven de lo que creí, mocosa. Tienes la misma edad que Zohakuten. -murmuró lo último haciendo que (T/n) levantara la mirada al escuchar ese nombre.

Ella no sabía si exageraba, o estaba últimamente paranoica pero percibía una sombría expresión de parte del malhumorado príncipe. Probablemente por lo irritado que estaba, y su mirada le incomodaba aún más. Quería irse cuanto antes pero la idea de que le volviera a gritar le asustaba. Como una recompensa a su mala suerte ocurrió un milagro salvándola del pequeño interrogatorio por parte del oji-rojo. De lejos vio a Mitsuri a las espaldas de Sekido que venía caminando. (T/n) vio su oportunidad y no la desaprovechó. Estar en ese espacio casi cerrado con Sekido era asfixiante.

-Si me permite, su Alteza. Debo retirarme, con su permiso. -dijo rápido antes de rodearlo con temor y salir corriendo hacia la chica de cabellos rosados.

Como Mitsuri estaba del otro lado del pasillo no vio con quién estaba (T/n), pero sí pudo ver que venía corriendo hacia ella en busca de ayuda sin pedírsela.

-¡(T/n)! Volví lo más rápido que pude, lo siento. ¿Qué te dijo la emperatriz? ¿Le gustó mucho, verdad? Y... Por qué venías corriendo? -alzó su ceja confundida.

(T/n) abrió leve su boca y miró de reojo hacia atrás, no viendo a nadie ahora.

-Nada. Pero, Mitsuri, no me dejes, ¿si? -susurró en un ruego.

Esa frase le tocó el alma a la peli-rosada, recordando la noche en que la llevó a la fuerza con ellos por la orden de su comandante.

-¡Claro! No lo dudes. -se apresuró a decir al verla en ese estado. -Claro que no te dejaré, bonita. -sonrió y la abrazó por los hombros.

Sekido la observó a lo lejos hasta que se perdió entre los pasillos. Dió un leve suspiro a la vez que entrecerraba sus ojos.

-Algo me dice que te volveré a ver...

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En los últimos días (T/n) no salió casi del harén por dos razones. La jefa del O-Oku no parecía de humor por una razón específica y no le daba la gana de atender peticiones de su propia administración. Y segunda, ella había estado muy concentrada creando la fuente de la emperatriz. Dijo que se la daría a uno de sus hijos, si no mal recuerda se llama Urogi. (T/n) no tiene buena memoria pero por sus vagos recuerdos cree que se trata del príncipe con las palomas de la otra vez. Lo bueno es que en esa ocasión ni siquiera le prestó atención a su presencia. Ahora sólo esperaba que la emperatriz mandara a alguien más a entregársela.

Le faltaba un leve retoque para terminar, lo más difícil que tuvo no fue darle forma a las aves en la madera si no la misma fuente. Puesto que tenía que calcular su tamaño, pero luego de varias revisadas creyó que estaba por terminar. Era bastante sencilla pero le puso esmero.

Casi ni había descansado, estaba muy cansada, así que dejó como tenía su trabajo y la guardó a un lado de su futón junto a sus gubias.

Salió de su habitación buscando comida. Las mujeres del harén gozan buenos privilegios, pero no tantos como las que tienen favoritismo claro. Estaba por tomar unas frutas cuando escuchó unos pasos muy característicos de la jefa del harén. Suspiró cansada esperando algún regaño pero al verla se sorprendió por un envoltorio que tenía en sus manos.

-Eres afortunada, niña. Te trajeron esto. -dijo simplemente irónica y le dejó el paquete en sus manos para luego retirarse.

(T/n) lo miró con confusión y curiosidad. Estaba envuelto con una especie de sábanas, protegiendo el interior. Lo desenvolvió levemente y quedó a la vista un precioso kimono rosado con pequeñas piedras valiosas. Por un segundo creyó que sus ojos se saldrían de sus órbitas, ni tocando la suave tela era capaz de creer lo que había recibido. Un pequeño papel resaltaba afuera, lo tomó y leyó su contenido.

"Espero que te guste. Te lo mereces por lo linda que fuiste."

(T/n) leyó muchas veces el papel tratando de identificar la letra. En sus opciones estaba creer que era Shinobu, pero ella no le mandaría algo directo, antes le pediría ir a verla. Y las veces que había visto su estilo de caligrafía no se parecía a esta. El no saber el origen de este regalo le hacía sentir tan desconcertada. Claramente tenía algunas miradas posadas en ella que notaron cuando su jefa se acercó a la chica.

Y no se dio cuenta que alguien no agradable la estaba observando con recelo.

-Ah, ese harapo que te habrán traído no vale nada. Lo siento por ti. -escuchó una voz reconocible soltando una risita.

-¿Qué? ¿Por qué me dices eso?

-Que eres una tonta si te quieres hacer ilusiones. -sonrió Maiko con aires de "inocente" mientras se burlaba junto a otras chicas de su edad.

-¿Ilusiones? No te entiendo. No tengo idea de quién me mandó esto tampoco. -se defendió sin poseer una voz segura.

-No me digas. -hizo una expresión de sorpresa fingida. -Conozco a las que son como tú.

(T/n) deseaba defenderse y gritarle, pero no le salía la voz, en cambio quería meterse debajo de una mesa y no salir. No entendía que había hecho mal. Ni siquiera quería estar ahí metida.

-Ay, Maiko. ¿No has pensado de que si no te han buscado es justamente porque ya estás vieja? -dijo una voz con un tono notable de burla. -Deja de llorar, menos te van a querer si te quejas como niña.

Las chicas voltearon atrás sorprendidas de tal comentario. Era Akiko que estaba sentada en una pila de almohadas muy cómoda comiendo uvas, como si hubiera dicho un inocente comentario y no una ofensa grande hacia una de las actuales mujeres con más poder dentro del O-Oku.

-¿Disculpa? -alzó una ceja Maiko comenzando a enojarse.

-Lo que escuchaste.

Akiko tomó una uva y la metió en su boca sonriendo por el sabor exquisito. Luego volvió a hablar.

-Vives preocupada porque otra de nosotras te quite el puesto de favorita que terminas por alejarte tú misma de tu posición. -concluyó tomando una voz seria.

-Ah, Akiko, te seguro dices eso porque te mata de envidia no haber sido nunca mirada para nada, no siquiera para una noche. No tienes valor ni poder absoluto aquí. -trató de contraatacarla.

-Creo que la que está muriendo de envidia aquí es otra. Y por cierto, presiento que tus días de gloria se acabarán, así que ve ubicándote, linda.-dijo burlándose del comentario de Maiko.

Aquellas palabras, más que enojar, lograron hacer sentir mal a Maiko. Eso había sido una humillación más que una discusión, y ni siquiera Yoriko estaba ahí, por mala o buena suerte. Sin responder se fue rápido a su respectiva habitación después de tal discusión.

(T/n) quedó muy impactada. A veces le parecía increíble la manera en la que Akiko podía cambiar su actitud. Ésta última se puso de pie y caminó hasta ella.

-¡Akiko en verdad enloqueciste! No era necesario que hicieras eso. Creí que me habías dicho que no me metiera con las concubinas favoritas.

-Ya una vez intenté sacarte de aquí, ¿por qué no podría poner a esa tipa en su lugar? -respondió de la forma más relajada posible.

-Sí pero... Ella me va a odiar más. Y me cuesta entender por qué.

-No iba a permitir que te hablara así... Además... No se si te has dado cuenta pero creo que te estás convirtiendo en una de ellas. -eso último le causó un fuerte rubor a la chica.

-¡¿De qué hablas?! ¿Yo? Claro que no, no lo creo. -negó con sus manos y cabeza sincronizadas.

-Ya te enviaron un regalo, eso lo dice todo. -se cruzó de brazos señalando el envoltorio con su mirada.

-¡No digas eso! ¡Yo no quiero ser favorita de nadie!

-Lastimosamente no es lo que tú quieras, por eso te dije al principio que al menos no trataras de salir mucho del harén... -su vista volvió al kimono envuelto en las manos de la chica más joven y se acercó un poco más. -Es un kimono realmente lujoso... ¿Sabes quién te regaló eso?

-No... La verdad no. No dice su nombre.

Respondió (T/n) insegura. Ella no se creía tan hermosa como la demás mujeres que estaban a su alrededor, y segundo, no se le venía ninguna idea de quién podía ser el dueño de tal sorpresa. No hasta que le vino la idea del oji-azul, al final, sólo con él había pasado una noche oficial.

-Creo que... El príncipe de ojos azules. Creo que se llama Aizetsu, ¿cierto? -murmuró roja de vergüenza por mencionarlo.

-No creo que sea el príncipe Aizetsu. -(T/n) ladeó su cabeza confundida. -No estoy segura porque él jamás ha puesto un pie aquí, pero dudo que sea de los que dan ese tipo de regalos. Esto sólo lo hace el príncipe Karaku, muchas ya lo conocemos. Eso tendría más sentido del por qué Maiko está más molesta que antes. -comentó con dos de sus dedos apoyados en su barbilla.

-¿Eh? ¿El de ojos verdes? -dijo exaltada a lo que la pelinegra asintió.

(T/n) apretó sus labios y con sus manos el envoltorio, arrugando un poco éste. Varias emociones estaban golpeándola a la vez, le habían entrado ganas de romper el bello kimono y también quería llorar. Hasta ahí lo más probable es que hiciera ambos a la vez pero cuando se relajó terminó por guardar el pequeño paquete dentro de su habitación. Sea quien se lo hubiera dado con esas intenciones prefería no verlo.

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Entre los hermanos, aún con sus conflictos y peleas que tienen como el pan de cada día hay dos que llevan una relación muy unida y estrecha. Karaku y Urogi. Sus personalidades tan parecidas les hacen hasta compartir neuronas en sus acciones y habla, por lo que desde que eran pequeños príncipes y hacían sus travesuras a los sirvientes fortalecieron su lazo.

Por eso para Urogi pasar tiempo con su hermano de ojos verdes es divertido, es el único en quién puede hacer bromas sin que se enoje como los pesados de sus otros hermanos.

Varios días después Karaku estaba en la habitación de su hermano oji-amarillo conversando de cualquier tema que se les viniera a la mente. Aun cuando ambos se entienden y son "compatibles" tienen alguna que otra discusión como toda su relación de hermanos, y muy pocas llegan hasta gritos o insultos...

-¡Aleja tus gallinas blancas de mí! ¡Me ensucian! -gruñó el oji-verde dando un leve manotazo a una que se le acercó caminando por una mesa.

-¡Deja de llamarlas gallinas!

-Pues entonces llévate a tus golondrinas... lo que sean. -hizo un gesto de poca importancia y se recostó en el respaldar de la silla cerrando sus ojos.

Urogi le puso una cara seria, una de las únicas formas de hacer enojar al oji-amarillo era por sus mascotas. Así que tomó el ave en sus manos, pero de inmediato cambió su expresión al recordar lo acontecido recientemente.

-Karaku, aprovechando que estás aquí, explícame... ¿Cómo que te peleaste con Aizetsu por una mujer? Digo, sé que ustedes no se llevan muy bien pero pelear por algo así me parece... Exagerado. -comentó Urogi haciéndole gracia el tema.

Karaku abrió sus ojos cuando terminó de hablar su hermano y sus pupilas se dilataron con tan sólo pensar en la pequeña chica a la que le había puesto el ojo recientemente. Sus memorias volvieron de inmediato recordando el aroma, la suavidad de la piel, los carnosos labios que posee y que le transmitieron un sentimiento sin igual. Lo que le hizo no fue suficiente, él necesitaba hacer tantas cosas más si no fuera porque uno de sus hermanos arruinó el mejor momento que estaba teniendo. Podía estar ebrio en ese entonces pero un momento así no lo iba a olvidar tan fácil.

-Ah... ella... Esa hermosa muñeca, es perfecta. -murmuraba casi inentendible

-Tú siempre exageras con las descripciones a tus mujeres favoritas, en especial las concubinas, y al final todas son casi iguales. Yo no he llegado tan lejos como tú. -dijo moviendo sus cejas de una forma graciosa.

-¡No es exageración! Es una diosa, te lo juro. Te la enseñaría pero prefiero no compartir más. No lo tomes personal.

Urogi alzó una ceja y luego dejó salir una carcajada.

-Ni me interesaba al final. Sólo tenía curiosidad. ¿Ya le diste un regalo?

-¡Ah! ¡Me conoces mucho! -exclamó sonriente el oji-verde. -Sí lo hice, me encargué de que fuese algo hermoso. Sé que le encantará.

-JA, Qué rápido cambias de mujer. Te admiro. -bromeó tomando una copa para beber agua.

Al minuto el shōji fue abierto para ver a dos sirvientes que entraron y dieron un saludo formal a ambos. Uno de ellos cargaba en sus manos un objeto que podía distinguirse el material de madera.

-Con su permiso, Altezas. La emperatriz nos ordenó que le entregaramos este presente. -anunció uno de ellos.

El otro dio unos pasos al frente mostrando el presente y dejándolo en una mesa.

-¡¿EHHH?! ¿MAMÁ LO MANDÓ A HACER? -gritó Urogi y se apresuró a tomar en sus manos la pequeña fuente.

-¿Un pedazo de madera? -dijo Karaku sin tanto interés.

-¿Qué dices? ¡Esto es divino! Nunca había pensado tener una fuente de este tipo en mi habitación, ni se me había cruzado por la mente.

-No te das cuenta que mamá te está sobornando? Sólo te regaló eso para que olvides lo de Zo-

-¿Y eso qué? No quita que esta fuente sea hermosa. ¡Mira los tallados! ¡Mira los detalles! ¡Me encanta! ¡Sabía que algo le faltaba a mi habitación!

Los sirvientes estaban a punto de salir de la habitación pero Urogi los paró a tiempo.

-Oigan, antes que se vayan. ¿Saben quién hizo esto?

-No, príncipe. Pero lo podemos averiguar si quiere. -respondió uno cordialmente.

-Háganlo, me gustaría darle las gracias a la persona que lo hizo. Ya luego hablaré con mamá.

Karaku estuvo hablándole de otro tema en ese entonces pero como era de esperarse Urogi prestó sumamente su atención en el adorno nuevo. Aún no funcionaba, por lo que no tenía agua pero se la imaginaba con ésta y lo bella que quedaría. Obviamente lo que más le gustaba eran las pequeñas palomas talladas de tal manera que pareciera que bebieran agua. Lo que otros lo veían muy sencillo él lo veía como un verdadero trabajo. El malhumor que había tenido en muchos días había sido disipado, deseaba saber qué benditas manos habían creado tal maravilla.


¡Hola! Estuve más de una semana escribiendo este pinche capitulo por mi bloqueo de escritor, me estaba jalando de las greñas para escribir... pero en fin. 🤠

Por cierto, en el capítulo anterior se me olvidó poner la pregunta que hice en el cap 15 sobre ponerle nombre a rayita. Prácticamente quedó empate, unas decían que querían "Saori" que significa florecer y otras que preferían que no. Ya díganme.

A. Saori es muy lindo.

B. Lindo nombre pero me confundo.

Si le pongo Saori tendrá que ver por cómo describen a rayita en el prólogo y será más significativo para ellos 😔 Sólo digo.

¡HOY VENGO CON MUCHOS DATOS CURIOSOS!

DATO CURIOSO: Los cinco conocen a Mitsuri por años, porque como a ella la entrenaron por su fuerza prácticamente la conocen desde niña. Cuando Karaku tenía 13 y Mitsuri 10 la acosaba porque le parecía linda y un día trató de robarle un beso pero ella le dió un puñetazo en la cara al querer defenderse. Desde ese día no la molestó más.

DATO CURIOSO X2: Pese a que Karaku puede tener varias chicas favoritas siempre tuvo una preferencia grande con Maiko en el harén, otorgándole más beneficios dentro del mismo. Por eso su enojo.

DATO CURIOSO X3: Los hermanos que más pelean son Sekido y Karaku (porque a él me gusta molestar), pero los que más se detestan mutuamente son Karaku y Aizetsu.

Espero que les haya gustado este capítulo, no olviden comentar y votar.

Meli se despide para siempre 🤠❤️

(Es joda... O tal vez no)

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