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Capítulo dos

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Después de que ese rubio raro lo obligara a bajarse, le ordenó ponerse los zapatos y sentarse en el suelo.

Escucha, sé que no voy a entender lo que estás pasando, pero esa no es una jodida excusa para tirarte de la puta azotea, ¿me entiendes? — Ese desconocido que lo había salvado no paraba de decirle ese tipo de cosas. "No te rindas, todo estará bien" sabía que sólo era amable, era cuestión de tiempo para que se olvidara de él y lo dejara en paz.

El chico frunció el ceño después de no recibir respuesta. — ¡A la mierda, ven conmigo! — el extraño tomó a Sūmu del brazo para alzarlo del piso y lo arrastró con él hasta la puerta de salida de la azotea.

El menor sólo atinó a soltar un quejido, lo tomó justo dónde estaban sus cicatrices pobremente sanadas. Se detuvieron en las escaleras, el rubio volteó para mirarlo.

Me llamo Katsuki, Bakugou Katsuki, y desde ahora te voy a mostrar lo que es vivir, así que más te vale que no intentes matarte de nuevo, porque te detendré las veces que sean necesarias hasta que te rindas. Dime tu nombre.

Sūmu no sabía que decir, estaba estupefacto. ¿Realmente él iba a hacer eso? — Ah, uhm.. me llamo Kanashimi Sūmu.. — su voz iba disminuyendo de volumen a medida que hablaba, diciendo su nombre en un susurro casi inaudible.

Bakugou bajó la mirada. — Nos vamos a ir de esta escuela.

Kanashimi le tenía miedo a ese ya-no-tan-desconocido, ¿Se escaparían de clase? — P-pero mis cosas.. no tenemos permiso y-

El contrario ni siquiera le respondió, ya estaba al final de las escaleras.

Sūmu decidió bajar también. Fue a pasos lentos, pesados, cómo si quisiera aplazar lo más posible lo que sea que ese tal Bakugou estuviera haciendo.

“Uh.. No entiendo qué está pasando. ¿Debería huir?"

Este día estaba siendo muy raro.

Bakugou lo ignoró hasta llegar a la entrada de la escuela. — Espera aquí.

Dijo, alejándose de él y caminando a dónde el guardia de seguridad, buscando en sus bolsillos. Habló un poco con él, y le extendió una bolsa arrugada de papel. El guardia lo miró con cara de póker, miró hacia los lados y le arrebató la bolsa de las manos.

¿Kanashimi estaba presenciando algo ilegal? No pudo evitar temblar ante la idea de que, tal vez, Bakugou era un drogadicto desquiciado que lo secuestraría, lo obligaría a nadar con vagabundos y lo sobornaría con la cosa que estaba dentro de la bolsa de papel para robar bancos.

Después de unos segundos más, el guardia abrió la puerta de entrada, dejándolos salir. El chico rubio le hizo un ademán con la cabeza, indicando que lo siguiera.

Los temores del pequeño aumentaron, y el rostro de Katsuki no ayudaba. De verdad era imponente.

Sumū suspiró profundamente, armando todas sus fuerzas para seguir al chico, quién ya estaba caminando fuera de la escuela. Corrió para alcanzarlo, sintiendo la puerta cerrarse con pesadez detrás de él. Tembló, y vió como el chico rubio se subía a una motocicleta.

Oh no, si es un malandro.. — susurró para sí mismo, viendo cómo Bakugou encendía la moto.

Ay, mierda.. ¿en que se había metido?

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