Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

𝒾.ㅤDying suns.


⋆ㅤCapítulo Iㅤ⋆

Soles moribundos


Los misterios evocan miedo, pero la fascinación por lo desconocido suele ser más poderosa. El ducado Reywenys lo sabía bien. Una consecuencia resultante de su decisión por cerrar la frontera orbital hace tres siglos estándar, fue ver su legado ramificarse en extraños rumores. El duque Toross Reywenys debió preverlo, con renuente calma, para trazar nuevas relaciones diplomáticas y esfumar el mito. Hasta ahora, y con desconcierto, se desentiende la motivación que lo encaminó a la Casa Atreides. Sus vecinos planetarios, y por ende sus aliados más viables, habrían sido los Harkonnen, de Giedi Prime. ¿Acaso fue un momento fugaz de presciencia? Como comentario personal, desconozco si gracias a eso, la exégesis de esta historia pudo ser diferente. Solo Muad'Dib fue capaz de saberlo.

De EL ETERNO ECLIPSE DE DABBENERTH, por la Princesa Irulan.

. . ★ ° . 
• ○ ●
 ☆ 



Un rayo de tormenta quebró fisuras en los muros de piedra de Castel Caladan.

Los vientos turbulentos sacudieron las cristaleras de una manera tal, que perturbarían el sueño de cualquiera. Pero Paul ya estaba despierto. La luz flotante se aproximó a su figura cuando abandonó la tibieza de su lecho y permaneció sentado en su borde. Por el espesor de las nubes, tal vez faltaban un par de horas para el alba. 

«Otra vez sucedió...», pensó Paul alzando la mano ante sus ojos. «Pero algo cambió. Puedo sentirlo».

Sus ojos escrutaron las formas de su palma. La ilusión del tacto que había sentido en su sueño continuaba presente. El calor de la piel ajena, su suavidad, el pulso rítmico que lo arrulló en la inconsciencia y la manera en que sus dedos se entrelazaron... a los de la chica. La vida de ella fluía en las fibras del cuerpo de Paul y vibraron en los mantos de arena. Pum, pum, pum, pum.

ㅤㅤㅤ—Nienna —susurró.

Y después se desvaneció, como la muerte silenciosa.

Dejó caer la extremidad en su regazo. El joven siempre ha vivido con las visiones extrañas desde que fue capaz de dominar su flujo de consciencia, pero los sueños transmutaron; evolucionaron de sustancia súbitamente a una extraña conexión intrínseca hacia algo fuera de su comprensión. ¿Acaso toda señal le fue dada para advertir de la vertiginosidad de cambios que sucederían en Arrakis? Paul abandonó hace mucho la incógnita que le incitaba la chica en sus sueños, la chica en el Planeta del Desierto. Algunas veces meditó si al conocerla, representaría una ruina para él. No obstante, todos los sueños se sentían... íntimos, en sus múltiples maneras. Paul reconocía el peligro y la chica no le evocaba ninguno.

Ninguno que explicara las horribles circunstancias de su ausencia.

Incapaz de dormir de nuevo, Paul se vistió con la indumentaria de entrenamiento. Se escabulló con naturalidad por los corredores del castillo, eludiendo los puestos de guardia que alertarían de forma inminente a Thufir Hawat o incluso al Duque y a la Dama de sus inusuales actividades. Quería que su presencia permaneciera inadvertida dentro de lo posible. Paul atravesó la explanada lluviosa y opacada por la bruma matinal, los hilos de agua fría filtrándose entre sus prendas le recordaron, con nostalgia, que su hogar sería el fantasma de un recuerdo con el transcurrir de las siguientes semanas. 

«Puedo sentirlo en los huesos», fue un dicho que le vino a la mente cuando presintió que sus pies ya no reconocerían los terrenos de Caladan en mucho tiempo y después pensó: «Más que sentirlo, lo he visto... que no perteneceré aquí nunca más.»

Abriendo las pesadas puertas, la cámara de armas recibió a Paul con un repertorio de navajas, espadas y puñales tan habituales que reconocía con detalle el peso de cada una al balancearlas en sus dedos. En aquella sesión, se antojó por la liviana precisión y contextura que le ofrecían las dagas. Al moverse, uno de los pensamientos fugaces de Paul al entrenar le hizo comparar los movimientos de lucha a una insulsa danza cortesana. Era por la elocuencia de los pies, la percepción del lastre de los miembros, la consciencia corporal y la atención centrada a la astucia del oponente. 

Gurney Halleck reprobaría aquellos pensamientos de saberlos tajantemente. Las nociones del viejo guerrero sobre el combate singular se inclinaban por el honor y respeto simbólico al cruzar espadas con un enemigo en el acto violento. Gurney instruyó a Paul en esas maneras, pero el muchacho aún desconocía los afilados límites de la supervivencia. Ignoraba la familiaridad de la pugna y a sus contendientes, pero no la muerte que regalaba el cuchillo. 

Nadie podría comprender aquello.

Transcurrieron las horas que daban antesala al alba, que tiñó el metaglass con su fulgor amarillento. Las gotas de brisa marina salpicaron las vidrieras al son de las primeras oleadas del día. Después de una tajada feroz contra el saco, las dagas de Paul resbalaron de su agarre. Él recuperó el aliento; pasó una mano por su espeso cabello, limpiándose el sudor que le perlaba su rostro.

El dolor corporal estaba barriendo con cualquier duda y pensamiento inherente de su mente. Se acercó al servicio y bebió una taza de agua. Los restos de lluvia y sudor se entremezclaron en sus ropas. Contempló con fijeza el líquido cristalino vertido en la jarra de vidrio, ironizando lo que pronto reconocería como un tesoro a conservar en Arrakis. Palpó sus labios húmedos y mantuvo presente la sequedad que había conocido. Aridez y calor puras.

Unos pasos solemnes atrajeron su atención al ahora. No necesitó volver la cabeza para atender a la mujer que se detuvo en medio del salón y recogió las dagas del suelo con un tino discreto.

Dama Jessica examinó el trabajo de Paul en el salón. Los muñecos de entrenamiento configuraron hendiduras complejas y profundas sobre la piel sintética. Gotas de sudor trazando en el piso; las huellas de sus botas marcadas por la arena vertida de los sacos de arena tajados. Un escenario del que Gurney y Duncan Idaho estarían orgullosos.

 «No se tomó ni un descanso. ¿Qué alimentará tanta rabia?», se preguntó la mujer palpando los cortes con las yemas de sus dedos.

Echó un vistazo a su hijo: —Te busqué en tus aposentos. ¿Has estado despierto hace mucho?

ㅤㅤㅤ—No precisamente —dijo Paul.

ㅤㅤㅤ—¿La tormenta no te dejó dormir? —inquirió la Dama Jessica aproximándose al muestrario de armas y depositando las dagas en los lugares propios.

Paul le daba la espalda a su madre. Meditó la cuestión con una pesadumbres pasajera.

ㅤㅤㅤ—He estado soñando —Paul sacudió la cabeza—. No es importante.

Jessica se percató de la modulación en las palabras de su hijo. Las emociones se hallaban mixtas en cada suspiro que vino después: pudor, una resignación impresa con los matices de la ira. La taza tintineó en la charola ante la fuerza temblorosa del muchacho, agotado tanto física como mentalmente. Jessica se acercó y le depositó una mano firme en el hombro para distraer su atención de los recuerdos en ese velo onírico.

ㅤㅤㅤ—Tienes que descansar —dijo—, alimentarte. No desconozcas tus límites, Paul.

Su hijo asintió tras unos segundos y Jessica lo guió a su lado. Los dos se encaminaron en silencio por los corredores que conducían al comedor anunciados por el eco de sus pasos. El inicio de actividad en el castillo se enervó más de lo normal en aquella mañana, con el personal concentrado en ciertos arreglos y destinándoles cortesías respetuosas cada vez que pasaban junto a ellos.

«Hay mucho revuelo, tanto ruido».

Paul reconoció de inmediato el esmerado trabajo en los preparativos de las instalaciones: los ensayos ceremoniales, mantenimiento e incluso, el alza de estandartes Atreides. Semejante en los esfuerzos que adecentaron la ceremonia de estado en la que su padre fue nombrado como senescal de Arrakis. Para cuando entraron en el comedor privado, la mesa estaba servida. Jessica se posicionó en el extremo de la mesa aguardando hasta que Paul tomara su lugar y entonces se sentó.

Los carrillones de viento en los rincones del comedor tintinearon bajo el influjo de una corriente con ritmo conocido. Paul se estremeció con un escalofrío. 

Decidió omitirlo; se sirvió una porción de fruta en su plato y comió sin prestar atención en el acto.

ㅤㅤㅤ—¿Para quiénes son estas formalidades? —cuestionó el joven rompiendo con aquellos minutos de silencio.

El sonido de los cubiertos cesó con elocuencia cuando Jessica le brindó una mirada comedida, y Paul notó algunas señales en su rostro. Su madre era una mujer de decisiones fijas, cuya conducta revelaba poco de sus verdaderas ideas. Pero al surgir la pregunta, presenció una chispa inusual en sus ojos.

Incertidumbre.

ㅤㅤㅤ—Tu padre ha recibido un importante mensaje durante la noche.

ㅤㅤㅤ—¿Qué clase de mensaje?

ㅤㅤㅤ—Nos visitará una comitiva importante el día de mañana —Jessica mantuvo una mirada baja, contemplando sin ver a las granadas troceadas en la bandeja de plata y su jugo derramado color carmesí—. Es la Casa Reywenys de Dabbenerth.

La sorpresa tomó por desprevenido a Paul, que entreabrió los labios.

ㅤㅤㅤ—¿Acaso ellos no son los que...?

ㅤㅤㅤ—Sí, Paul —los dedos de Jessica tamborilearon sobre la mesa—. Dabbenerth es un satélite que orbita el cuarto planeta del sistema Ofiuco B. El tercero...

ㅤㅤㅤ—Es Giedi Prime —dijo Paul.

Dama Jessica asintió. Rememoró la tensión en los músculos faciales de su Leto en cuanto fue  anunciada la misiva; éste leyó y depositó el cilindro grabado en la superficie de su lecho mutuo. Guardó silencio durante largos momentos en los que Jessica prefirió darle espacio para lidiar con los hechos en privado. Pero Leto era un líder y el incauto mensajero todavía lo miraba en espera de una orden. El patriarca Atreides, finalmente, le había pedido transmitir el precepto para los preparativos de una visita social y sin escatimar en esfuerzos.

Jessica había recogido el objeto y palpado con atención para indagar sus relieves en búsqueda de perforaciones ocultas. Lo estudió con los ojos a la Manera Bene Gesserit. Incluso, lo probó con la punta de su lengua. Un impulso desconocido le precipitó la novedad de la situación. El metal que componía el cilindro era extraño—bellamente ornamentado—e idéntico al platino en apariencia, pero Jessica lo encontró irreconocible. «Artefactos de un viejo mundo olvidado, como Arrakis», pensó en el momento. «Pero en ese mundo ni la Missionaria Protectiva ha filtrado sus raíces.»

Leto la contempló y le regaló una sonrisa suave. Jessica comprendió que él, por primera vez, se sentía igual a ella. Tan simétricos en el propio desconcierto.

«Suceden acontecimientos importantes tan súbitamente. Primero el ducado arrebatado a los Harkonnen, y ahora...».

ㅤㅤㅤ—Eso quiere decir que esta visita no es un asunto casual —continuó la Dama—. Paul, presta mucha atención. Dabbenerth es un planeta hostil; su gente ha vivido con fronteras cerradas durante mucho tiempo. Es desconocido para nosotros entender las motivaciones de un pueblo misántropo que nos contacta de manera fortuita.

La curiosidad inhibió el apetito de Paul.

ㅤㅤㅤ—Viven en un mundo lejano al nuestro —reflexionó éste, sus ojos recuperaron el brillo que la tensión previa había velado—.  Un viaje así... y sin un propósito auténtico en la formalidad... Tienen los recursos suficientes para costearlo.

ㅤㅤㅤ—Es un pueblo minero —concordó Jessica, fascinada por las cavilaciones de Paul—. Durante los siglos han dominado la exportación de valacryt para la Cofradía. Y, a pesar de sus líneas divisorias, mantienen contratos y acciones especiales en la CHOAM desde hace mucho.

«El valacrytium es un metal muy raro», recordó Paul de sus antiguos estudios. «Casi tan único como la especia. Se forja como aleación en el fuselaje de las naves espaciales. Es un elemento muy durable que protege contra vientos solares, radiaciones gamma e impactos atómicos. Es formidable».

La mano de Paul sostenía una cuchara que removía los ingredientes de su plato con distracción.

ㅤㅤㅤ—Entonces no buscan beneficios económicos.

ㅤㅤㅤ—No —concordó Jessica.

ㅤㅤㅤ—¿Qué motivación podrían tener? ¿Cuál es su relación con los Harkonnen?

Jessica exhaló con un suspiro y entrelazó sus manos por sobre la mesa. Sopesó su respuesta durante unos segundos antes de proseguir: —Ciertamente no lo sabemos. Solo tenemos información de lo estrictamente revelado. —Jessica se inclinó e influyó en su voz una determinación autoritaria—. No existen mujeres Bene Gesserit de su mundo, tampoco reconocen las normas como las concebimos siendo parte de las Casas Federadas del Landsraad. Paul, mañana será un día crucial. Es importante conocerlos. Tu padre piensa que en las condiciones apropiadas, podrían ser aliados poderosos.

ㅤㅤㅤ—No podemos saber eso hasta conocer sus propósitos —replicó Paul.

ㅤㅤㅤ—Por eso necesito que mantengas tus ojos atentos, no puedes permitirte distracciones. Y eso incluye definitivamente entrenar a la mitad de la noche hasta el amanecer.

Paul frunció los labios y asintió a regañadientes. Mantuvo los labios apretados, con muchas ideas a punto de fluir en voz alta, pero el muchacho decidió guardar silencio. Su mente trastocó esa línea de pensamientos que traían de regreso sus memorias futuras de Arrakis. Se refrenó antes de que los recuerdos lo condujeran hacia donde más lo deseaba. Apretó su mano en un puño y después lo aflojó.

ㅤㅤㅤ—Lo haré, mamá.

La mujer asintió con suspicacia y los ojos suavemente entrecerrados. Algo le pasaba a Paul, pero aceptó su plena condescendencia para evitar abrumarlo más.

ㅤㅤㅤ—Bien. Termina tu desayuno, tienes un día por delante —le pidió. Sirvió té fresco en la copa de su hijo y se la cedió, para después observarlo comer calladamente. 

Él respiró profundamente, manteniendo la armonía de las inhalaciones mientras atendía la orden de su madre. Una técnica de relajación y enfoque; Paul la estaba practicando más a menudo.

«El mensaje decía que tienen una hija entre su descendencia. Parece que es de su edad», pensó Jessica, fijando sus ojos en Paul con mesura. «Hay que vigilar las eventualidades».







«Las estrellas son millones de ecos poderosos que carecen de propósitos. Proveen de luz, balance y calor, pero con todo y su sabiduría de tiempo prolongada son incapaces de combatir al universo en su gloria gélida. Tanto poder requiere reverencia, pero estamos aquí, viéndolas en tiempo pasado, observándolas morir a nuestra semejanza, y es cuando su magnificencia se resume a un recuerdo pasajero. Asegurarse que la transmisión de ese poder continúe fluyendo, es una forma de inmortalidad que nosotros hemos conquistado. Aunque compartamos raíces cósmicas con las estrellas, somos superiores a ellas por el simple hecho de temer al tiempo. Y con nuestra evolución, heredamos más riquezas a nuestros homólogos de sangre que combatirán el insulto que nos llevó a existir: simples azares en el tiempo».


Sucedió un alboroto de chillidos que perturbaron la tranquilidad del ocaso. 

Unas pequeñas aves que vivían entre las ramitas brunas de los árboles comenzaron a pelear por las semillas inmaduras de la temporada. Cellinor se desencantó por la atracción inmersiva que la conectaba hacia su libro y les dedicó una mirada recelosa a los pequeños habitantes de su árbol refugio. Cerró las páginas con un golpe seco. Les chistó una sola vez y tras un momento de paz, los pájaros se dedicaron a comer en silencio.

En instantes después, Cellinor se sintió ridícula por su arrebato. Pellizcó el puente de su nariz. Escondida entre la maleza de los bosques del fortín, tuvo la idea fugaz de quedarse allí para siempre. Le resultó consoladora durante los largos minutos en los que meditó y meditó, recostada de ovillo contra el césped.

No quería casarse con alguien de otro mundo, a quien apenas conocía.

Entristecida, reflexionó en su lugar favorito, ese hueco personal desde que tenía memoria. Nadie la molestaba allí, usualmente. En los castillos de sus padres existían centenas de habitaciones, pero Cellinor prefería acobijarse entre sus arbustos y árboles cenicientos, honorados por la luminosidad naranja y azul del inmortal ocaso. La vista hacia el sol eclipsado a través de las ramas era lo más bello de Dabbenerth de entre todos sus páramos.

La luz que se filtraba entre las hojas acobijó a Cellinor en una visión caleidoscópica que terminó cansándola hasta que cerró los ojos. Estaba acostumbrada a los sueños de sensaciones ciegas, con visiones ausentes. Adormilada, su agarre alcanzó lo que ella percibió como una mano ajena. Su piel refrescó su tacto cálido, algo como brisa marina. Los dedos desconocidos la recibieron con gusto y familiaridad, trazando caricias cosquilladas en su palma y resbalaron su tacto hasta donde le latía el pulso de la muñeca. Su corazón comenzó a latir fuerte. El calor de la palma reposó encima con tranquilidad, comprobando sus latidos... y después se desvaneció con un soplo de aire nocturnal sibilante.

Cellinor se despertó con un jadeo y se envaró rápidamente. Aunque consternada, lo que llamó su atención apresuradamente fue una sombra moviéndose en el espeso ramal. La chica solo necesitó darse cuenta de un reflejo de luz en aquél pelo pálido de la figura para entender de quién se trataba. Los árboles crujieron por un peso desconocido poco después, oculto, aguardando con expectación traviesa.

Aguardó unos momentos para rememorar la extraña experiencia del sueño, pero notó que lo había olvidado. Aún le cosquilleaba la piel. Ignorándolo por completo, Cellinor se levantó, concentrada en la novedad, tarareando con fingida desaprobación.

ㅤㅤㅤ—Nuestro padre sabrá que continúas espiando entre las ramas como un pequeño furtivo, Taredd.

El nombrado era un niño que asomó la cabeza entre las hojas, decepcionado por la sorpresa frustrada. Taredd, el hermano de once años de Cellinor, le retribuyó a su advertencia con una mueca tosca. Su agilidad de movimientos le permitió aterrizar al lado de su hermana con pulcritud y silencio. Ella lo esperaba con una expresión afable, una sonrisa asomándose en sus comisuras.

ㅤㅤㅤ—No lo harías, ¿o sí? —preguntó el niño con inseguridad.

ㅤㅤㅤ—Por supuesto que no —Cellinor estiró la mano y retiró unas cuantas hojas que se habían enredado en los mechones rizados del niño—. Pero sé más discreto. Padre es muy estricto con la confidencialidad y si se percata que estos árboles forman un camino conveniente hasta su cámara de consejo...

ㅤㅤㅤ—Jamás me ha descubierto.

ㅤㅤㅤ—Eso es cierto, por ahora. ¿Qué estás haciendo aquí? —le preguntó Cellinor.

ㅤㅤㅤ—Padre me envió para buscarte. Necesita hablarte.

El buen humor de Cellinor decayó estrepitosamente, pero su expresión se esforzó en no reflejarlo. Volvió a sonreír suavemente ante su hermano y palmó un par de veces sus hombros.

ㅤㅤㅤ—Entonces no lo haré esperar. ¿Me acompañarías a los interiores? Te hará bien usar los pies por sobre la tierra, para variar.

El niño río liderando el camino.

Los jardines constituían la parte más extensa de entre todo el castillo, por lo que ambos caminaron largo y tendido durante el estrecho de regreso, protegido por una muralla que dejaba entrever el extenso dominio de Devarhahn a través de sus pendientes. La luna era pequeña, por lo que solo existía una capital, con una ciudad en su superficie y otra subterránea. Lo demás en la esfera satelital se componía de granito puro y un repertorio de metales preciosos; extrañas variedades de fauna venenosa que se alimentaba de aquellos minerales, merodeando en sus inmediaciones. En el lado oscuro del satélite, donde no alcanzaba el poder de su estrella madre, se figuraba en el desconocimiento total.

La ciudadela de Devarhahn también mantenía sus excepciones con el sol; sin ningún ciclo solar rutinario, la arquitectura y biodiversidad siempre trazaba un aspecto lechoso, apagado. Daba la impresión de lucir estéril sin intención de serlo.

Y eso incluía a su propia gente.

Taredd le habló de muchos temas tan abruptamente y sin hilar: las lecciones que recibió desde mediodía, los bolsillos con galletas que hurtó de la cocina, las travesuras inocentes contra los recaderos, fragmentos perfectos de conversaciones tan complejas que escuchó «casualmente»... Su hermano, todo un prodigioso en el arte del espionaje y perjuicio. 

La idea logró hacerla reír por encima de sus preocupaciones. Ambos atravesaban el extenso vestíbulo que enlazaba a los demás salones.

ㅤㅤㅤ—Si supiera que estás merodeando por allí, como el que no quiere la cosa... —replicó Cellinor.

ㅤㅤㅤ—Pero moriré de aburrición en la gran biblioteca —dijo Taredd, mostrando una expresión antipática hacia el pesado libro que la chica cargaba en su brazo—. ¡Quiero entrenar, usar espadas, que Soren me tutele! ¡Y padre dice que no!

«Sin duda nuestro padre no ve sus talentos en las armas», pensó ella.

ㅤㅤㅤ—Soren está muy ocupado, hermano —concibe Cellinor, otorgándole una expresión comprensiva—. Es de esperar, ante los nuevos planes de nuestros padres.

Taredd dejó salir una gran frustración en sus movimientos, asimilándolo. «Tiene mucha energía últimamente y solo quiere desfogarla. Por otro lado, tampoco comprende del todo la situación...» Cellinor suspiró. Los cambios resultaban críticos en aquellos meses. Su padre, como cabeza de ese señorío, reformaba lenta pero tajantemente la cultura de su pueblo para abrir sus perspectivas al espacio exterior. Hacia otros planetas cuya gente les miraban como rarezas de carnes iguales. La muchacha frunció los labios recordando fugazmente a su nuevo huésped.

ㅤㅤㅤ—Podrías enseñarme tú, hermana —insistió Taredd.

ㅤㅤㅤ—No sé mucho y no lo hago tan bien —dijo Cellinor.

ㅤㅤㅤ—¿Es porque vas a casarte y te irás lejos de aquí?

Aquella pregunta la detuvo enseguida y lo miró. Taredd, aún tan ofuscado por sus ansias y anhelos iracundos, no tardó en notar las expresiones cambiantes en el rostro de Cellinor, sus diversas variaciones de la angustia. El niño se mostró culpable, bajando la cabeza, avergonzado. 

En medio del enorme vestíbulo níveo con antorchas de llamas azules, Cellinor se sintió acosada por la alusión de lo que iba a perder. Obligó a recomponerse; creyó en la fuerza a la que se había sometido en los últimos días, y atrajo al niño en un abrazo. El libro que rezaba el credo hacia los astros mayores se acogió entre ambos. 

Y Cellinor recordó parte de un poema que le gustaba mucho: «¿Qué eres, luz brillante, que apenas tocas la superficie de los mares navegantes del tiempo? He aquí el amor parasitario que vive entre las coyunturas de su hacedor. Es aquí donde somos eternos».

ㅤㅤㅤ—Such mich in den Sternen. Nuestro lazo no se perderá en la distancia. ¹

ㅤㅤㅤ—Du versprichst? —insistió Taredd, apabullado. ²

ㅤㅤㅤ—Sí, lo prometo.

En cuanto se apartaron, la chica le ofreció el libro al niño para que lo tomara: —Necesito irme, ¿podrías llevar este libro en su lugar por mí? Gracias, Taredd. —Los dedos de Cellinor tocaron su frente extendió el gesto hasta su hermano, despidiéndolo.

Cerciorándose de los pasos del niño en cuanto se fue, con esos trotes y quejas sobre el peso del tomo entre sus manos, Cellinor pudo concentrarse en el frente, cerrando los ojos para respirar. Apretó sus manos en puños y después, abandonó cualquier rastro de malestar en los restos de su cuerpo. Adoptó un semblante sereno y caminó por el pasillo final hasta los salones de sus padres. Ya no sentía nada en cuanto los guardias inclinaron la cabeza como cortesía y abrieron las puertas.

Lo primero que registró Cellinor fue la extensión del aposento.

Toda la arquitectura del castillo estaba diseñada para rechazar los espacios cerrados, siendo excepciones los cuartos privados. Los muros labrados se erigieron consonantes hacia la naturaleza circundante; por lo que más allá, en los límites del salón y con arcos estructurados que delimitaban la gran cúpula, se dejaba ver la pequeña cascada que representaba la vista más hermosa del habitáculo. De tener la intención de asomar la cabeza, Cellinor sólo podría ver caer su agua en esa pendiente infinita. 

En la pieza más profunda de la estancia se mostraba un mesón enorme donde figuraban mapeos y archivos tan extensos, de los que era imposible dilucidar el contenido desde su posición. Lo más llamativo que notó Cellinor fue la mano enjoyada de su madre, reposando con tranquilidad por la superficie. 

A la mujer la halló lejana del lamparón céntrico, pues ella repudiaba la luz, que le provocaba dolor. Dama Josiane usaba su vestido blanco más prudente, entretejido con hebras platinas y mangas tan largas como la extensión de la falda. Un velo opaco le cubría la cabeza, dejando ver tan sólo centímetros de su mentón y los rizos de su cabello pálido. Los labios de su madre formaban una línea suave y Cellinor supo que participaba únicamente por medio de la observación, sin decir ninguna palabra.

Josiane se apoyó en el respaldo de su asiento y se hundió más en la oscuridad. Tenía la cabeza gacha y no le dirigió la mirada a su hija, quien aguardaba pacientemente hasta ser nombrada.

ㅤㅤㅤ—Eso sería todo, su Alteza —dijo el duque Toross.

Los labios de Cellinor se apretaron ligeramente.

Un brillo tenue del sol se esparció a través del hálito que expulsaba la cascada, remarcando la silueta del hombre al que se refería. El sobrino del Emperador Padishah, Julran de la dinastía Medvedev. Las noticias de los mundos exteriores se perdían en el vórtice de tiempo que acechaba al hogar de Cellinor, pero nadie ignoraba en esos rincones que el príncipe, por asociación a su tío, mantenía los títulos de mando. La chica avistó al Duque inclinar la cabeza con reverencia, cuando se crio observando lo mismo a favor de su padre.

Supo entonces cuánto detestaba los cambios.

El príncipe se volvió hacia la puerta y fue cuando la miró, aproximándose a salir. Su rostro revelaba impavidez y una elegancia neutra. Era un hombre mayor a sí misma, tal vez doblaba su edad, a lo sumo. Su cabello recortado y rojizo—un anaranjado enfermizo gracias a la atmósfera nublada de la noche entrante—no mostró ningún signo de desorden al igual que su traje imperial, que resultaba impoluto. Cellinor no necesitó leer más de su apariencia para aprender de su conducta. 

Acercándose lo suficiente, ella visualizó líneas de expresión en su entrecejo y otras completamente sutiles en el borde de los ojos verdes. «Es un hombre temperamental, pero lo oculta».

Cellinor imitó la cortesía y se inclinó con gracia automática.

ㅤㅤㅤ—Su Alteza.

ㅤㅤㅤ—Mi dama —replicó éste.

«Suya. Éste es quien será mi esposo».

El príncipe Julran la contempló un poco más. La perfección del gesto ambiguo le hizo imposible rescatar algún detalle de lo que él estuviera pensando, así que la muchacha no supo retribuir su gesto y solamente lo miró impasible. El príncipe finalizó curvando una de sus comisuras, muy sutil, y se alejó rodeándola para ser escoltado por el resto de su trayecto. Cellinor no miró a sus espaldas, tan aliviada de terminar con aquello en lo más profundo de su mente.

ㅤㅤㅤ—Te niegas a mostrar humildad, hija mía —dijo su padre, fijo en sus reflexiones.

La chica comprobó la permanencia de su madre, pero no la halló más en el asiento. Se había desvanecido, para su pesar. Quería mucho hablarle en esos últimos días.

ㅤㅤㅤ—Tu madre continúa enferma, me temo. Sus migrañas... están empeorando. Requirió de todos sus esfuerzos atender esta reunión —continuó el Duque, percibiendo el curso de esos pensamientos.

Cellinor se relajó, aproximándose al servicio y vertiendo vino tinto en una copa traslúcida de vidrio ornado. Se la cedió como honra a su padre, permaneciendo a su lado y manteniendo los ojos en el risco.

ㅤㅤㅤ—Debió quedarse en cama, entonces —murmuró con añoranza.

ㅤㅤㅤ—Estamos atados a ti, hija. El bienestar en tu futuro augura lo mismo para el nuestro.

ㅤㅤㅤ—Lo acepto, padre. Y lo intento.

El viento refrescó la estancia y Cellinor agradeció la distracción. Sujetó sus manos en el regazo para conservar el poco calor que le quedaba. El Duque, que aún no bebía la copa, estrechó sus ojos en la sombra que ascendía por el risco. Una oscuridad total. La ironía que les regalaba su mundo escalaba cada vez más alto.

ㅤㅤㅤ—Te he citado para informarte de una nueva circunstancia —empezó entonces, balanceando la copa entre sus dedos—. He hecho enviar un mensaje, a la Casa Atreides —ante la confusión en el rostro de su hija, Toross continuó explicándose con una sonrisa efímera—. Nuestro Matthus nos hizo llegar información interesante desde su posición en el Landsraad. Aquellos Atreides han ganado el apoyo de muchas familias, mayores y menores. La razón de eso no debería ser simple.

En respuesta, la chica sonrió, escéptica.

ㅤㅤㅤ—¿El príncipe sabe que el favor de su tío no significa suficiente gloria para ti, padre?

ㅤㅤㅤ—No es necesario. Partirá pronto.

ㅤㅤㅤ—¿Y qué tiene de especial esa Casa, padre? —analizó, y las posibilidades comenzaron a irritarla—. ¿Acaso recibiremos más extraños en tus moradas?

El duque Toross mostró reciprocidad ante su negativa: «Una reacción tan natural, como un ave enjaulada que no reconoce la libertad en cuanto la ve».

ㅤㅤㅤ—Por el contrario, hija. Nosotros iremos.

ㅤㅤㅤ—¿Qué...? —Cellinor abrió la boca, atónita.

ㅤㅤㅤ—Incluso tu madre — continuó el Duque—. Pero Soren, no. Él será mi regente en cuanto yo no esté y tiene que reafirmar sus futuros deberes para con nuestro pueblo —el Duque, sin desvanecer su atención en la copa, encaró a su hija con el propósito de que ella hiciera lo mismo—. En cuanto a ti, como mi hija mayor durante la cortesía, te exijo tu máximo enfoque. Es la primera vez que viajarás lejos de Dabbenerth, y necesitas aprender de estos ritos nobiliarios.

ㅤㅤㅤ—¡Padre! ¿Por qué...?

El duque Toross alzó la mano para silenciarla; las extensiones de su toga coloreada de cobre obscuro se recorrieron a través de las muñecas pálidas. Las venas que se moldeaban entre su piel traslúcida se veían ennegrecidas; muestra de una sangre que ya no era roja ni humana.

Las señales de la enfermedad, como las migrañas que aquejaban a su pobre esposa. Como el pobre Soren, que fraternizaba con las armas para poder olvidar el insomnio.

El padre, habiendo confesado lo que necesitaba, acunó el rostro de su hija con su mano libre para mediar su enfado. Los ojos de Cellinor, que imitaban a los suyos, por fin brillaban con la chispa auténtica de su ser, la que tanto reprimía por el deber. Y Toross supo que hacía bien, aunque le dañaba ver ahogada el alma de su hija.  «Como un fragmento que se pierde en el vacío», creyó. Pero recordó la fuerza de Cellinor. La vitalidad de Taredd. La salud de sus dos hijos menores, pendiendo de un hilo.

ㅤㅤㅤ—¿Me comprendes, hija mía? —preguntó con voz tranquila.

Y ahí estaba otra vez: la quietud forzada en las emociones de la chica. La represión instigada por una larga inspiración, que finalizaba en un soplo que definía su semblante inexpresivo. Una extraña costumbre, supuso el hombre. Ella terminó por asentir, en obediencia.

Toross añadió: —Debieras prepararte —dijo, otorgándole el gesto de despedida habitual entre su pueblo—. La Cofradía ha preparado nuestro traslado y estarán en la superficie al surgir el alba.

La sonrisa fraternal de Cellinor tembló antes de retirarse; sus pasos sonaron con ecos dubitativos. Toross Reywenys regresó la mirada hacia su copa. Balanceó el líquido por la base, fijándose en el tinturado color ópalo. Su aroma afrutado más escandaloso de lo usual. 

Su hija tendrá mucho que aprender de la sociedad en que se rodeará.

«No hay forma en que esto pase desapercibido»; dentro de sí circuló la premonición de algo terrible. «He traído cazadores a mi casa, con la esperanza de aprender sus costumbres».

El Duque ladeó la copa hasta que todo el vino envenenado se cayera por la cuesta. Una última gota se aferró a las orillas del cáliz y encontró el camino para humedecerle los dedos.

«¿A dónde iremos, en Caladan, es acaso la peor trampa de todas?»


───────────

Traducciones:

¹ "Búscame en las estrellas".
² "¿Lo prometes?"

 Capítulo sin editar.

Abro nota y pidiendo su perdón porque me costó empezar esta historia todo un año. 😳 Pero bendita Dune 2, me hizo recordar las cosas bellísimas que tiene su universo y además las ideas que tenía preparadas para esta historia (la que no sabía cómo empezar esto, jajajaja). Pero aquí estamos, por fin, y muy feliz de que puedan leer el comienzo de Oblivion. ¿Puedo agradecerles profundamente por el apoyo que le han dado a este fic? Y decir, además, lo ansiosa que estoy de que acompañen a mis personajes en la trama.

Me gustaría decir que estuve pensando mucho en cómo iba a organizar todo, porque hay diferencias entre los libros y el guion de la película. Y es porque quiero explorar un poco la rutina de Paul en Caladan porque me inspiraron algunas capturas de escenas eliminadas.

(La última hace referencia al siguiente capítulo). 🥳

Otra cosa que me gustaría decir, es que los libros me gustan mucho, así que me inspiraré en ellos pero siguiendo la eventualidad de las películas. Pero estoy insegura sobre si ese tipo de narrativa puede no ser la adecuada y resulte aburrida. ¿Qué opinan, les parece interesante? 

Me gustaría compartirles también el dato de que Cellinor y su hermano hablan en alemán, lo que sería una lengua muerta en la época en la que viven. Me parece que en el canon de Dune, algunas lenguas que vienen de la Vieja Tierra siguen presentes como rastros de historia. Así como nosotros vemos al latín o griego antiguo, por poner ejemplo. Y eso es un indicio de dónde vienen sus raíces. Como la Casa Harkonnen, que es variante de un apellido finlandés. O los Atreides, que su variante es de origen griego.

Ya, ya por último, deseo muchísimo que les haya gustado el capítulo. Lo hice de corazón, me llevó toda una semana porque no tenía la costumbre de escribir, pero aquí estamos. Y vaya que me salieron las +5000 palabras, jajaja, ay, espero no haberles hecho tediosa la lectura. ¡Gracias, por leer! Y muchas gracias más por votar y comentar este apartado. Amaré leer sus opiniones y prometo responderlas. Muy buena suerte en su día a día y cuídense mucho. ♡


🌌
OBLIVION
⊃∪∩⪽ 

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro