03. Mojada hasta los calzones
★ Y aquí está el RayoMcQueen, se va toda la semana y reaparece de la nada.
★ Uso bastantes modismos Latinoaméricanos, una disculpa si no se siente correctamente ambientado en Japón. A veces la creatividad fluye.
★ No olviden votar y dejar comentarios, porque entonces no habrá más presupuesto para capítulos 🦦
★ Ojo, referencias hot 😇
★ 15/02/24: Recién me doy cuenta de las fallas horrográficas de este capítulo. Luego de publicar el siguiente, lo corregiré.
-¿Te gustan las mujeres?
Mizu casi se ahogó con el agua que estaba bebiendo. Yōhei yacía a su lado, sentada en el asiento del pasajero en el auto de su amiga, la fanática del horóscopo, mirándola fijamente con sus brillantes ojos color avellana.
¿Por qué le interesaba saber eso? Hablar de lesbianismo para no recordar los momentos que tuvieron que pasar con su moto era tan válido como decir que Mizu no quería responder a esa pregunta. Mucho menos en su situación actual.
-Yōhei, si vas a empezar con tu homosexualidad, será mejor que dejes a Mizu en paz. -mientras Akemi conducía en dirección a las Residencias Shindo, reprendió a la chica.
-No hay ningún problema con que Kōzaki pregunte -soltó Mizu, encogiéndose de hombros. Cerró la botella de agua y giró ligeramente la cabeza para llamar la atención de Yōhei-. Y, para tu información, es más conveniente que preguntes qué marca de motocicleta me gusta más, para que me devuelvas el dinero por la que acabas de arruinar.
El coche frenó en un semáforo en rojo. Akemi tamborileó con sus perfectas y largas uñas contra el volante, esperando pacientemente a que se pusiera verde mientras los dos pasajeros uno detrás del otro disparaban balas con los ojos.
La llamada inesperada de Ringo interrumpió una cena en la que Akemi acompañaba a Taigen y sus compañeros de equipo en su equipo de baloncesto. No quería ir a salvar el trasero de Yōhei después de todo el drama circense que su amiga montó solo por dejarla en aprietos con su nueva compañera de cuarto; pero Akemi tampoco quería quedarse y escuchar conversaciones incómodas de diez hombres con testosterona alta en sus cerebros. Resignada (aunque no tan resignada), se excusó con el hecho de que su amiga estaba en un dilema y le bastó para huir del restaurante sin levantar sospechas.
-Te dije que fue un error -Yōhei reanudó la conversación-. Ahora tendré que pedir un préstamo para pagar todas las cosas que te debo. Cuando lo haga, voy a vender uno de mis dos riñones a la causa por los intereses que tomé del banco.
La mujer de cabello negro miró por la ventana a los otros autos junto a ellos en la autopista. Había una niña durmiendo bajo los brazos de Morfeo contra las ventanas de un carro que probablemente pertenecía a sus tutores o adultos responsables. La imagen le pareció tierna.
-No acepto riñones a cambio de dinero. -Mizu apoyó la cara en la palma de su mano, todavía concentrada en la infante.
-Ya veo... Supongo que todo mi cuerpo sería mejor que simplemente donar mi riñón -expresó Yōhei naturalmente, con sus dedos entrelazados sobre su regazo, agregando seriedad a la situación-. Es por eso que te pregunté si te gustaban las mujeres. Te prometo que mis habilidades no defraudan a nadie.
-¿Qué demonios?
Mizu vio en el espejo retrovisor delantero que la chica del horóscopo se llevaba una mano a la boca a escondidas, esperando en vano ocultar su intenso deseo de reír. Había visto a Akemi más de una vez en la universidad, a pesar de que no estaban en la misma zona (la contraria pertenecía a la facultad de derecho para ser juez y, con Mizu en la Facultad de Ciencias, era casi lo imposible coincidir), si Akemi en ese entonces ya era popular porque provenía de una familia de clase alta, los Tokunobu, fue aún más reconocida cuando comenzó a salir con Taigen, estudiante de medicina.
Por supuesto, dondequiera que Akemi iba, imponía un aura de elegancia y confianza, con sus costosos abrigos, tacones de diseñador y, sin mencionar sus accesorios, tenía la envidia de la mayoría.
Muchos hombres competían por ella como si fuera un pedazo de carne, sin saber que Akemi en realidad los usaba como su ganado para realizar favores que no quería. No era una mujer cualquiera, sabía lo que hacía. Es por eso que, de todas las cosas que Mizu tenía en mente sobre ella, cuando la conoció por Yōhei, ninguno de los puntos anteriores se aplicaba cuando se trataba de sus amigos, con quienes Akemi actuaba con más libertad a la hora de expresarse sin sonar sofisticada e intelectual.
Akemi arrancó el coche de nuevo.
-¿Qué te pasa, Mizu? ¿Tu papá no te deja tener novia? -Yōhei se cruzó de brazos, mostrando una sonrisa divertida que le recordó la llamada de Mikio a la tienda.
-Ja, no estarías ni cerca de ser mi novia -Mizu arrugó la nariz ante la idea de tener una relación con su compañera de cuarto. Era incómodo y espeluznante al mismo tiempo-. Si acepto tu oferta, serás algo parecido a mi esclava hasta que pagues tus deudas.
-¡Ajá! Con esto asumo que te gustan las chicas. De seguro quieres que sea tu esclava sexual. -Yōhei poseía una expresión que le pidió a Mizu una explicación no gay.
-Nunca dije que no me gustaran, además, solo te ofreciste como sacrificio -Mizu se inclinó ante Yōhei. Sus espesas cejas negras se fruncieron con seriedad, estropeando su expresión tranquila-. Tampoco decepciono, soy bueno en lo que hago. -levantó la mano derecha y agitó sus dedos largos y delgados.
Yōhei parpadeó repetidamente, procesando esta situación. Intercambió miradas entre la mano de Mizu y sus penetrantes ojos azules que le provocaron escalofríos donde no debía. Su instinto lésbico le decía que esas manos con las uñas limpias y los dedos maravillosamente extendidos no solo eran buenas para hacer las tareas cotidianas.
-Ver para creer. -Yōhei le dio unas palmaditas en el hombro a Mizu.
-¿Es una sugerencia o una invitación? -Mizu resopló, incrédula ante lo que escucharon sus oídos-. Kōzaki, nos conocemos desde hace unas semanas y ya quieres foll...
Akemi se aclaró la garganta y tocó la bocina para censurar la última palabra de Mizu. -Sigo aquí. Por favor, guarden sus comentarios explícitos cuando lleguen a su habitación, señoras Dedos Locos.
-¡Akemi! -Yōhei se quejó, indignada por la forma en que la llamaba.
-¿No es así? Me engañaron al pensar que eras bueno con los dedos. -Akemi dijo intencionalmente para irritar aún más a Yōhei. Sus ojos estaban puestos al frente para evitar accidentes, pero no tenía que ver a su amiga para saber que había dado en el clavo.
Yōhei suspiró con pesar, mientras Mizu las observaba con interés. Sus chistes eran divertidos hasta cierto punto.
-Akemi, ¿te acuerdas de esa fiesta en la que te metí los dedos en la garganta? Y, sin embargo, te atreves a dudar de mis habilidades. Qué horror. -La pelirroja se llevó la mano al pecho con fingida tristeza.
Como era de noche, Akemi tuvo suerte de que ni Yōhei ni Mizu pudieran ver el rubor que corría por sus mejillas avergonzadas. Cualquiera que escuchara esa información sin contexto, pensaría que Akemi olvidó por completo que es una mujer heterosexual y fortaleció su amistad con Yōhei hasta que salió el sol, sin embargo, al contrario de lo que la imaginación podría dar rienda suelta, nada de eso sucedió.
En su mente, dividió esa incómoda situación en tres fragmentos, como cuentos:
EL COMIENZO
Akemi fue arrastrada contra su voluntad a una fiesta organizada por uno de sus compañeros de clase. Como Yōhei tenía que acostarse temprano (porque al día siguiente tenía que ir a otra ciudad a recoger a su hermana menor), Akemi le pidió que la llevara en su carro para no llegar sola y se asumió que Yōhei regresaría a las residencias a descansar.
EL NUDO
Enfatizando en que supuestamente "se asumió", al final, ninguna de las dos siguió el plan. Los miembros del grupo persuadieron a Yōhei para que se quedara hasta las doce. Akemi conocía a su amiga lo suficientemente bien como para saber que permanecería más allá de la medianoche. Así que tenía que evitar que sus labios tocaran los chupitos, las botellas de cerveza o los cócteles que estaban disponibles.
Una vez que Yōhei prueba el alcohol, nadie puede detenerla.
EL DESENLACE
Giro de la trama (no tan inesperado): La única persona que bebió hasta que quiso botar el hígado por la boca, fue Akemi. Debido a esto, Yōhei se sacrificó, pues tuvo que poner sus dedos dentro de la boca de su amiga, presionar la parte posterior de su lengua cerca de su úvula y sacar su mano una vez que tuvo arcadas.
Así la historia llega a su final. Una experiencia que fue lo más cercano a tener algo lésbico y, si se lo preguntan, Akemi no volvería a repetir. Aprender cosas insanas como emborracharse hasta perder la noción del tiempo fue mortal para su sistema digestivo.
-Si expulsar bilis por mi garganta cuenta como una experiencia sexual con los dedos, no quiero volver a hacerlo. -cuando Akemi lo dijo, estacionó el auto frente a su destino.
-Eso suena repugnante, pero gracias por traernos. -Mizu abrió la puerta del auto, salió y se acercó al maletero para sacar los dos cascos de su moto.
Yōhei caminó detrás de ella, su cuerpo estaba tan entumecido por estar sentada demasiado tiempo, que sus pasos eran pequeños brincos. Por otro lado, Akemi cerró la puerta del auto, lo puso en modo seguro y mentalmente le deseó buenas noches.
-Yōhei -llamó Akemi a su amiga, quien se detuvo-. Hoy dormiré contigo.
-¿Qué? Claro que no. Yōhei se negó rotundamente. Agarró uno de los cascos de Mizu, para ayudarlo a llevarlo, y se dirigió a la entrada de su residencia.
-Me debes una, y yo decidiré cómo devuelves el favor que te hice recogiéndote a ti y a Mizu. -Akemi señaló a la mujer de pelo negro.
-No tengo nada que ver con este lío. -Mizu agitó su mano libre en señal de rechazo, no quería verse involucrada en el tenso asunto entre Yōhei y Akemi.
Yōhei ladeó los labios con resignación y asintió. -Está bien, pero dormirás en el borde de la cama.
-Como siempre. -Akemi se acercó y saltó sobre Yōhei, abrazándola por permitirle quedarse con ella.
-¡Suéltame! -Yōhei gimió, exasperada por la intrusión en su espacio personal.
Mizu pasó junto a los dos amigos. Tal vez Yōhei parecía estar muy molesto por la presencia de Akemi, pero este "odio" no era más que amor. Ella lo sabía, y ni siquiera tuvieron que explicárselo.
Al llegar a su apartamento, Yōhei hizo una competencia innecesaria con Mizu sobre quién puso la llave en la cerradura primero.
Mizu finalmente ganó.
Los tres entraron, dejaron sus zapatos y las maletas en el genkan dentro del pequeño apartamento. De repente, sus fosas nasales fueron bendecidas con el delicioso aroma de los fideos. -¿Le diste la llave de nuestro apartamento a alguien? -preguntó Mizu después de un rato, deleitándose en silencio con el olor. Tuvo un día muy ajetreado y no había comido bien, incluso sintió el sabor de los fideos en su paladar sin haber probado un bocado.
Encontraron a Ringo completamente dedicado a la preparación de los fideos. La cocina estaba llena de aromas y sonidos, mientras Ringo se movía con energía y certeza entre las ollas y los platos. Los tres solo necesitaban mirarse para darse cuenta de que algo estaba pasando, y por más que intentaron distraer a Ringo de su tarea, estaba absolutamente absorto en preparar un plato que había aprendido y perfeccionado a lo largo de los años.
Akemi se cansó de esperar y le dio un codazo a Yōhei. La pelirroja miró su brazo y limpió las bacterias imaginarias que la infectaron cuando fue tocada por Akemi. En medio del estruendo de la cocina e ignorando la actitud grosera de su amiga, Akemi cabeceó en dirección a Ringo, quien todavía estaba completamente ocupado en su tarea.
Yōhei entendió.
Dieron unos pasos para acercarse sigilosamente a Ringo, quien no pareció notar su presencia. De repente, Akemi y Yōhei se abalanzaron sobre Ringo, agarrándolo por los hombros y abrazándolo con sorpresa.
-¡Dios! -Ringo saltó de asombro-. Chicas, ustedes quieren asustarme hasta la muerte.
No tardó mucho en darse cuenta de que Akemi y Yōhei se estaban riendo, y sus ojos se llenaron de alegría. Sin dudarlo demasiado, correspondió al abrazo de las dos mujeres que son parte importante de su vida.
Mizu tosió. -Me iré a mi habitación. -apuntó con el pulgar a la puerta donde se encuentra su dormitorio y escapó rápidamente de ahí.
-¿Qué le pasa? -Akemi balbuceó, contra el pecho de Ringo. Estaban tan juntos que sus voces se escuchaban entre sonidos ahogados y suspiros.
-¿Y qué voy a saber? No leo la mente -dijo Yōhei con dificultad debido al espacio reducido-. Tal vez todavía esté enojada conmigo por su motocicleta.
Ringo dejó a sus amigas en el suelo. -Oh, eso me recuerda lo que pasó ¿Dónde está la motocicleta de Mizu? ¿Está a salvo?
-Gracias por preguntar, Ringo, yo estoy bien. -Yōhei sonrió dulcemente al chico, el tono de su voz denotó el leve sarcasmo.
-Sabes de lo que estoy hablando, Yōhei. Lo menos que puedes hacer es invitarla a cenar con nosotros, es tu compañera de piso. -Ringo dijo con cuidado. No le gustaba ver un alma tan solitaria.
-Ringo, es difícil invitar a cenar a alguien que será el próximo maestro sexual de Yōhei -intervino Akemi, recordando lo que sucedió en su auto y usándolo a su favor-. Si no los interrumpo en el momento adecuado, tendría que mandar mi coche a lavar.
-Espera... No entiendo. -Ringo trató de procesar la situación.
-No le hagas caso. -Yōhei golpeó el trasero de Akemi con su rodilla, provocando que ella se queje-. Seguramente Taigen no la llenó de amor esta mañana.
-Me tienes harta -Akemi apuntó con su dedo índice a la chica-. ¿No te cansas de esto?
Yōhei y Ringo intercambiaron miradas. La pelirroja lo pensó durante unos largos segundos y respondió: -Eh... No.
Akemi, con el cojín en la mano que buscó en el tiempo de meditación de Yōhei, la persiguió por la habitación del apartamento. La joven estaba completamente absorta en el juego (violento), de atrapar a su amiga.
Sabiendo lo que sucedería, Yōhei corrió lo más rápido posible para evitar que Akemi la alcanzara. Sin embargo, no pudo escapar y la mujer terminó saltando sobre el sofá y tirándola al suelo para hacerle cosquillas, mientras Ringo, que estaba presenciando toda la escena, no pudo dejar de reírse de la situación.
-¡No vuelvas a decir eso! -las yemas de los dedos de Akemi presionaron repetidamente contra los costados de Yōhei.
Yōhei hizo una mueca de "alegría" ante las cosquillas que Akemi le estaba dando. -¿Qué? Pero si es cierto, no entiendo de qué te quejas. -dijo a carcajadas.
Akemi continuó haciéndole más cosquillas, vengativamente. -Si te disculpas, lo pensaré.
Yōhei se rió sin parar en contra de su voluntad mientras Akemi seguía atormentandola. -¡Déjame en paz, Akemi! ¡Tengo que respirar o voy a orinar! -suplicó entre risas, intentando liberarse de las manos de su amiga, pero estaba totalmente indefensa contra las poderosas manos de Akemi.
Ringo negó con la cabeza, todavía sonriendo por tener a las dos chicas (incluso si estaba peleando), juntas de nuevo. Él caminó hacia la puerta de la habitación de Mizu y llamó dos veces, esperó pacientemente hasta que la pelinegra salió, ya con un pijama holgado que tenía naves espaciales por todas partes.
-Oh, buenas noches, Mizu, no me presenté antes en la cafetería, soy Ringo -dijo, con la voz un poco temblorosa por los nervios-. ¿Interrumpí tu sueño?
-No hay problema, Ringo. Estoy bien. Ni siquiera podía cerrar los ojos al sonido de esas risas, pensé que era una bruja. -Mizu miró de reojo a Yōhei, que todavía no se callaba.
-Son así, se les safó un tornillo -Ringo se encogió de hombros y luego señaló el comedor-. Vamos a cenar, ¿te animas a acompañarnos?
Mizu estuvo tentada de rechazar la oferta, pero el rugido de su estómago, que afortunadamente pasó desapercibido gracias a la risa de Yōhei, la hizo aceptar. Hace unos minutos, cuando huyó a su habitación, lo hizo porque ya no quería presenciar los actos de amor y amistad, tenía un nudo en la garganta.
Eligió estudiar por un tiempo, aunque, por supuesto, el ruido de Yōhei no se lo permitió.
-No sería tan malo. -Ella respondió.
Por otro lado, Akemi no pudo evitar reírse mientras le hacía cosquillas a Yōhei. -¡Pareces un gusano cuando te mueves así! -exclamó a carcajadas cuando la joven, debajo de su peso, se retorcía en la alfombra.
-¡Ya basta, Akemi! No aguanto más tus cosquillas. ¡Haremos karaoke después de la cena! -Yōhei gritó y Akemi se detuvo, por fin.
-Es un trato. -Akemi agarró la mano de Yōhei y lo ayudó a levantarse del suelo.
La pelirroja sacudió su pelaje de la alfombra, se secó las lágrimas de la cara con su suéter y se detuvo cuando vio a Mizu de pie junto a Ringo.
-¿Estás llorando, Kōzaki? -Preguntó Mizu burlonamente.
-¿Lo crees? -la voz de Yōhei sonaba ronca de tanto gritar. Ella arrastró perezosamente los pies hasta el comedor y se sentó en uno de los cuatro cojines esparcidos por la mesa baja.
Mientras Ringo servía los fideos y otros alimentos complementarios, Akemi se acomodó en un extremo, Mizu mirando a Yōhei, y en el espacio disponible que quedaba después de poner todo en la madera, Ringo se ubicó. Todos dieron las gracias y empezaron a comer.
-¿Es bueno? -Ringo le cuestionó a Mizu con curiosidad.
La mujer de cabello negro masticó, probó y tragó los fideos. Se sentía bien estar así. Ya había olvidado lo que se sentía cuando alguien amoroso (aunque no conocía bien a Ringo), cocinaba con el propósito de alimentarla.
-Sí. -Mizu pronunció un monosílabo.
La expresión de Ringo se iluminó. No fue mucho lo que Mizu le dijo, pero eso es más que suficiente para satisfacerlo.
-Deberías abrir un restaurante, seríamos tus clientes de oro. -Akemi hizo un gesto a su amigo con los palillos de bambú. Yōhei asintió con la cabeza, de acuerdo, porque su boca estaba llena de comida.
Los cuatro disfrutaron de la cena, la mayor parte del tiempo Mizu lo pasó comiendo en silencio, escuchando lo que los tres amigos se decían entre sí y sus bromas. Cuando terminó, Akemi tuvo que ir (obligada por Yōhei) a lavar los platos, entre tanto, su compañera de cuarto conectó el televisor a su computadora portátil, para hacer karaoke.
-Kōzaki -la llamó Mizu, estaba sentada en el sofá, frente al plasma de unos centímetros de altura que solo podía comprar si dejaba de comer durante un mes-. Planeé estudiar un tiempo, pero parece que me van a distraer con su canto a las once de la noche.
-Lo siento, Akemi es muy insistente -se rió entre dientes Yōhei, buscando una canción en YouTube-. Dijiste que estudias astronomía, ¿no? ¿Lo consideras difícil? Es decir, estudiar las estrellas y cosas así. -Ella cambió de tema.
Mizu negó, apoyando la cabeza en el respaldo del sofá, sin desviar su atención de los movimientos de Yōhei. -Como todas las veces, hay ocasiones buenas y malas. No crítico los ideales de las personas, Kōzaki, porque las ciencias no son para todos. -respondió.
-Oh -Yōhei abrió su boca, sorprendida. Luego de encontrar lo que estaba buscando, se alejó de la computadora y aterrizó en el otro extremo del sofá frente a Mizu-. Entonces ¿Por qué quisiste estudiar astronomía?
-Hay quienes lo toman como cálculos matemáticos y físicos aburridos, pero, en mi caso, no implica solamente usar una calculadora: es cuestión de lógica -comentó Mizu, su expresión se suavizó ante la mención de ese tema-. Además, los fenómenos astronómicos son hermosos al ojo humano si los ves de cerca.
Yōhei escuchó con atención a Mizu y dijo-: Se te nota que te gusta lo que haces.
-No me arrepiento, fue la mejor decisión. Aunque para ser sincera, me habría gustado ser bióloga marina, pero eso ya no es relevante. Cuéntame, ¿por qué elegiste la fotografía? -Mizu tenía un toque muy mínimo de curiosidad en el tono plano de su voz.
-¡Bien! Silencio todos, vamos a cantar con Luis Miguel. -Akemi apareció y arrojó el trapo que estaba secando sus manos en la cara de Yōhei.
-Deja de molestarme. -gruñó Yōhei. El trozo de tela cayó sobre su regazo, lo enrolló, se preparó para un disparo fríamente calculado y lo tiró hacia Akemi.
Ringo, fue más rápido. Él cogió el trapo y lo dejó en la cocina. -Ahora sigamos. Eso sí, no suban el volumen de la música o los vecinos se quejarán de nosotros. -se sentó en el suelo y cogió el ordenador.
-Lo siento. -Yōhei se disculpó con Mizu por la interrupción.
-No es nada. Buenas noches. -la pelinegra se levantó del sillón y fue de regreso a su habitación.
Al ingresar, cerró la puerta y se acostó en su cama con la esperanza de conciliar el sueño. Su pequeño espacio tenía las luces apagadas, iluminado solamente por el suave brillo de su computadora encendida sobre el escritorio.
Le gustaba lo tranquilo que era todo allí adentro, pese a los ruidos que hacía su compañera de piso con sus amigos en medio del karaoke, no se quejaría por ahora. No era común que Yōhei hiciera este tipo de cosas. Quizá casi nunca hablaban entre sí, y cuando se esforzaban por entablar una conversación era, metafóricamente, con dos piedras en la mano; pero supo en un principio que no sería un problema convivir con Kōzaki. Si no se entrometían en sus asuntos, por supuesto.
Lástima que fuera demasiado tarde para eso.
-Ya sé que no hubo nadie que te diera lo que yo te di. Que nadie te ha cuidado como te cuidé -Yōhei cantó más fuerte con un tono terrible que hizo rechinar los oídos de Mizu-. Por eso comprendo que estás aquí.
-¡No, esa canción de Luis Miguel no! Cámbiala. -Akemi se quejó, era injusto su amiga usara todas las canciones en su contra.
Yōhei se burló de Akemi por cómo se comportaba con ella mientras cantaba en el karaoke. -Pero si es un clásico, señora gruñona.
Mizu enterró la cara en la almohada con el propósito de amortiguar las voces que provienen desde la sala. Hoy será una larga noche.
Las residencias estudiantiles de la Universidad de Shindo estaban organizadas en números y letras que correspondían al alfabeto inglés. La razón principal es que los estudiantes extranjeros suelen venir a Japón para terminar su educación superior, por lo que su director, Heiji Shindo, tomó la iniciativa de cambiar los kanji japoneses por algo mucho más intelectual.
Exactamente, había cuatro edificios dentro del grupo de residencias, estos fueron nombrados con números del 1 al 4 y, cada piso, tenía una letra diferente que lo marcaba del otro. Lo único que cambiaba de un lugar a otro era el número de residencia.
Yōhei pensó que sería más fácil para los japoneses leer las cosas en su propio idioma en las puertas de la residencia, pero dado que el inglés se ha convertido en un idioma esencial en cualquier país, y su genética europea no le permite ser completamente de Japón, ni siquiera tiene derecho a quejarse o imponer su opinión, aunque sea incómodo.
Yōhei vivía en la residencia 3, piso C y puerta 69, o 3C69. Una cifra interesante, para una propietaria que también lo era.
Ahora bien, el día en que ella llegó por primera vez, recuerda haber estado emocionada de tener un espacio para ella sola, sin nadie que la molestara. Fue en compañía de Ise, una chica de su barrio que conoció durante su infancia y que actualmente sigue siendo su vecina de la puerta 3C67. A Yōhei no le gustaba socializar mucho, menos cuando su pequeño espacio tuvo que expandirse al conocer a Akemi y, en consecuencia, a Mizu tras ella.
Akemi era más dinámica. El seis faltante de su nueve.
Y Mizu... Bueno, ella era Mizu. ¿Quizá la C de su sesenta y nueve?
-Gracias por confiar en nosotros. Que tenga un buen día. -El cajero le sonrió a Yōhei al tiempo que le entregaba el cambio.
-Hasta luego. -Ella respondió educadamente, fingiendo que no le dolía el bolsillo porque había invertido sus dos meses de sueldo en arreglar una moto que ni siquiera es suya.
Mizu estaba esperando a Yōhei fuera del taller de motos, mirando su motocicleta estacionada en el camino de entrada. A su alrededor, se podía escuchar el sonido de las herramientas y de las motocicletas. Llevaba mucho tiempo allí, así que se aburrió y se levantó en dirección a su moto, que estaba un poco sucia y la admiró con cariño el vehículo, desde las llantas, hasta los retrovisores.
-Mizu -Yōhei le arrojó las llaves-. No podré comer durante dos meses, pero lo importante es que ya tienes una moto.
La mujer de cabello negro agarró el objeto en el aire. Ella siseó ante el comentario de Yōhei y le dio una suave palmadita amistosa en la espalda, con el pretexto de animarlo por arruinar su economía.
-Hay que lavarla, está demasiado sucia.
-¿Realmente tengo que hacerlo?
-Sí.
Yōhei perdió toda la fe que tenía en esperar que Mizu lo dijera en broma, pero con su seriedad, tomó la poca dignidad que le quedaba y se resignó a aceptar. Sabía que esta era su venganza por haberla hecho desvelar, Yōhei podía verlo en sus ojeras y expresión cansada.
-No voy a pagar más dinero. Si compras el jabón, la dejaré impecable. -Yōhei prometió con una sonrisa postiza digna de un comercial de televisión.
Mizu no le respondió, solo asintió y se subió a su motocicleta. -Te veo en la entrada de nuestra residencia.
Yōhei vio como Mizu se fue y caminó para llegar a la estación de autobuses. Pronto tendría que pedirle un adelanto a su jefe. Al menos era una buena trabajadora y no tendría dilemas al respecto, pero lo encontraba extremadamente vergonzoso.
Tardó media hora en llegar al complejo y quince minutos más a la residencia tres. Ella vio a Mizu, y notó que estaba conectando una manguera a un grifo afuera, tenía un balde, un cepillo y jabón al lado.
-Ni siquiera me dejas llegar, ¿verdad? Sé que amas tu motocicleta, pero soy un ser humano con cosas que hacer. -Yōhei dejó su bolso en la hierba. Se arremangó la camisa hasta los codos y agarró la manguera.
-Es un bono gratis por no dejarme dormir anoche con tu ópera. -Mizu confesó con toda sinceridad. Sus ojos siguieron los movimientos de Yōhei mientras giraba bruscamente el chorro de agua contra su motocicleta. Cada yen que había ahorrado desde la adolescencia para tener un medio de transporte propio lo invirtió allí, y ahí radicaba la razón por la que cuidaba tanto (literalmente) a su bebé.
-Eres muy rencoroso -se quejó Yōhei, apuntando el agua en diferentes direcciones en la bicicleta-. Supéralo, no es todos los días. ¡Y mi voz es hermosa!
-Una gata en trabajo de parto está mejor afinada que tú -la acusó Mizu-. Además, no es así como se lava una moto, ¿crees que las Kawasaki son un juguete?
-¿Disculpa? -Yōhei estaba indignada y, señalando a Mizu con el dedo índice de su mano libre- Solo tienes envidia, porque claramente canto mejor que tú; y no, sé que las motos Kawasaki no son un juguete porque tuve que pagar el mantenimiento.
-No hubieras tenido que pagar nada si, en tu ignorancia, no hubieras llenado el tanque con diésel. -Mizu volvió a sacar el tema de conversación.
-Eres peor que Akemi ¿Lo sabías?
-Tales comparaciones no son agradables, Kōzaki, y me aparece una desgracia que tampoco sepas cómo lavar adecuadamente una mot... ¡Oye! ¡¿Pero qué mierda?! -Mizu retrocedió unos pasos en el momento en que un chorro de agua fría empapó su camiseta blanca.
Yōhei, en un momento de ira, apuntó con la manguera a Mizu y dijo en un tono intimidante: -¿Cómo te atreves a recordar ese tema y decir, para colmo, que no sé cómo lavar la motocicleta? ¡Te voy a mojar de nuevo si no me dejas lavar la moto en paz!
-No te atrevas. -Mizu advirtió, retrocediendo unos pasos hasta que chocó contra una de las paredes de la residencia.
-Si no te gusta la forma en que voy a lavar la bicicleta, hazlo tú mismo. -Yōhei arrojó otro chorro de agua a Mizu, que trató de evadir pero no pudo.
-Entonces, ¿por qué me lavas a mí y no a la motocicleta, idiota? -La mujer de cabello negro expresó su molestia por tener su ropa completamente húmeda y goteando agua.
-¿Qué me estás diciendo? Te lo mereces. -Yōhei se acercó a ella a largas zancadas.
La reacción de Mizu fue correr en otra dirección, pero se detuvo al recordar que no es el tipo de persona que huye de la situación. Decidida a tomar el mando, se dio la vuelta, sin importarle que Yōhei siguiera rociándola con agua del grifo; De vez en cuando, los estudiantes pasaban y los veían interactuar, pero seguían adelante ya que no era de su incumbencia.
-Te voy a enseñar a respetar, Yōhei. -Mizu la llamó por su nombre de pila, lo que hizo que ella permaneciera estática durante unos segundos cuando, Mizu aprovechó la oportunidad para quitarle la manguera de las manos y bañarla también.
-¡Mizu! -Yōhei la agarró de los brazos para soltar la manguera, pero fue en vano, la contraria era más fuerte.
Mizu le dio un puntapié a Yōhei en la rodilla, lo que hizo que cayera sobre la hierba mojada. Se sentó sobre el abdomen de su compañero.
-¡Dios! ¿Cuántos elefantes te comes? -Yōhei agitó las piernas con desesperación.
-Los suficiente, ya sabrás por qué están en vía de extinción -Mizu agarró las muñecas de Yōhei con una mano y las colocó sobre su cabeza para que no luchara más-. Tienes un serio problema con perseguir a la gente, Kōzaki, lo vi cuando estabas corriendo con Akemi.
-¿Y ya has llamado a la policía? -preguntó sarcásticamente la pelirroja.
Yōhei estaba tan concentrada en su discusión con Mizu que no se dio cuenta de que la camiseta blanca de la mujer se había vuelto transparente desde el agua. La imagen de Mizu sentada encima de ella, con la vista de su sujetador deportivo la dejó sin palabras durante unos segundos, hasta el punto de que se le escapó el aliento.
-Mis ojos están aquí arriba. -La voz de Mizu la sacó de su trance, lo que Yōhei captó como un "no me mires las tetas".
-¿Qué estás haciendo tan cerca de mí? No sabes lo molesto que es estar tan cerca de alguien cuando está discutiendo. ¿Acaso quieres seguir la discusión que dejamos en el coche de Akemi? -preguntó Yōhei con picardía.
Mizu se sintió un poco confundida acerca de cómo llegó aquí. Se dio cuenta de que su fuerte agarre de las muñecas de Yōhei y su posición, que, desde un tercer punto de vista, podría parecer vulgar, podían implicar muchas cosas.
-¿Qué? No, Kōzaki. -inmediatamente negó con la cabeza.
Para Yōhei, había dos formas de mojar a alguien: la primera es con agua y la segunda, se destacaba en las palabras y acciones físicas que ocurren al contacto. Cabe destacar que, cualquiera de ambas opción, era cuyo caso en este instante.
-Me mojaste hasta los calzones, hazte cargo -dijo Yōhei, con la intención de tomar este asunto a su favor-. Pero, podemos olvidarnos de este asunto si lavas tu moto. Es un ganar-ganar.
-¿Y por qué debería hacer eso? Tú lo pediste. -Mizu gruñó, demostrando que no iba a ceder fácilmente.
-Lo hice porque me irritas. -Yōhei cogió la manguera y volvió a empapar a Mizu.
Harto de esta situación, Mixu agarró el tubo alargado, la arrojó a una gran distancia y se volvió hacia Yōhei. -Empiezo a pensar que te gusta ponerte en estas situaciones a propósito.
-¡Por supuesto que no! -dijo Yōhei al instante.
-No puede ser, ¿qué estoy viendo? -alguien interrumpió detrás de ellos. La persona se acercó a las das en y sonrió-: Yōhei, no sabía que te gustaban las chicas. -señaló a Mizu.
Los músculos del cuerpo de Yōhei se tensaron inconscientemente mientras observaba a su hermana menor analizar la escena entre ella y Mizu con una mirada analítica. Su respiración se volvió más superficial y su corazón comenzó a latir más rápido. Sus manos se crisparon e instintivamente se aferró a la hierba a su alrededor, buscando algo para mantener su fuerza. ¿Qué hacía aquí? Y sobre todo, ¿cómo se le explica esta escena a una adolescente de catorce años?
-Kinuyo, esto no es lo que piensas.
★ Nota: Kinuyo aquí no es muda AJSJAKS :( tenía que agregarla, le tengo un cariño especial.
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